marzo de 2020
Guardia Nacional impide que los migrantes lleguen a EE.UU.
AMLO, guardafronteras de Trump
Soldados de la Guardia Nacional cazan a migrantes centroamericanos en la ribera del río Suchiate, el 20 de enero.
¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes! ¡Asilo para los refugiados!
12 de MARZO – A quince meses de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como el nuevo presidente del país, México se ha convertido en una jaula para los migrantes. Tras una breve y engañosa temporada de “brazos abiertos” para recibir a los migrantes provenientes en su mayoría del Triángulo Norte del Istmo Centroamericano (Guatemala, Honduras, El Salvador), el gobierno populista burgués de AMLO se ha convertido en el principal instrumento de la política de contención migratoria impuesta por la Casa Blanca. El gobierno mexicano es ahora el tan fanfarroneado “muro” de Donald Trump.
Las cifras hablan por sí solas. Tan sólo entre diciembre de 2018 y mayo de 2019, esto es, antes del recrudecimiento de la política antiinmigrante de AMLO, el gobierno mexicano deportó a más de cien mil inmigrantes centroamericanos (Los Angeles Times, 1º de diciembre ce 2019). La situación empeoró cuando el gobierno de México llegó a un nuevo “acuerdo migratorio” con el de Estados Unidos tras ocho días de amenazas crecientes de parte de Trump. El mandatario estadounidense decretó un arancel de 5 por ciento (que podría llegar hasta el 25 por ciento) a los productos provenientes de México si el gobierno de AMLO no detenía el flujo de migrantes.
Como parte de ese “acuerdo migratorio”, el gobierno de AMLO ha desplegado a más de 25 mil efectivos de la recién creada Guardia Nacional en la frontera sur para servir de muro de contención al servicio del racista jefe imperialista norteamericano. Es más, con la política de “Permanece en México”, unos 60 mil solicitantes de asilo en EE.UU. permanecen hacinados en refugios insalubres y sobrepoblados en localidades a lo largo de la frontera norte. Al mismo tiempo, se ha registrado un acusado incremento de la xenofobia en México, reflejado en los cada vez más frecuentes y violentos ataques contra los inmigrantes.
Detrás de las cifras yace una tragedia humana de enormes dimensiones. Empujados por la miseria asfixiante y la violencia de las bandas criminales (ambas Made in USA), decenas de miles de centroamericanos dejan sus países buscando sobrevivir. Con las economías de Honduras, El Salvador y Guatemala devastadas por las políticas de libre mercado dictadas desde Washington, con la agricultura colapsada además por los efectos del cambio climático, los migrantes de las caravanas de trabajadores internacionales (como se denominan a sí mismos) entienden su situación usando alegorías bíblicas en las que resuenan las historias de las plagas y el Éxodo.
Para enfrentar esta tragedia hace falta abandonar el fatalismo religioso y luchar aquí y ahora en contra del capitalismo que, en su actual etapa de decadencia imperialista, sólo puede producir catástrofes sociales como las que presenciamos, como antesala de nuevas guerras que acechan la humanidad. Para abrir la vía hacia una sociedad que deje atrás las lacras de la miseria, la explotación y la guerra, urge que las y los trabajadores mexicanos movilizar su enorme poder para defender a sus hermanas y hermanos de clase provenientes de Centroamérica, el Caribe y África, quienes huyen de la devastación originada por el imperialismo. La clase obrera es una clase internacional.
AMLO al servicio del imperialismo
El presidente Andrés Manuel López Obrador y jefes militares pasan revista a la tropa en el Día de la Independencia, el 16 de septiembre de 2019.
Apenas concluidas las fiestas de Año Nuevo, comenzó la organización de nuevas caravanas de migrantes en Honduras y El Salvador. Su intención era reproducir las que en el otoño de 2018 atravesaron México hasta llegar a diversos puntos de la frontera con Estados Unidos para pedir asilo como refugiados. (Ver nuestro reportaje, “La caravana de los desposeídos”, en Revolución Permanente N° 9, mayo de 2019.) Sin embargo, al entrar al territorio mexicano fueron repelidos por las policías militarizadas bajo órdenes del gobierno de López Obrador, ya convertido en guardafronteras de Trump.
El 18 de enero, una caravana de unas 4 mil personas llegó al río Suchiate, que separa México de Guatemala, tras casi una semana de caminata desde San Pedro Sula, Honduras. En el puente fronterizo hacia Ciudad Hidalgo, Chiapas, se toparon con una valla de fuerzas de seguridad. Funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM) informaron a los migrantes que no se daría tránsito libre a la caravana en territorio mexicano. Cuando los caminantes intentaron pasar, fueron recibidos con toletazos y gas pimienta en la cara, provocando una refriega generalizada, mientras los uniformados cerraron la reja para impedir su entrada.
La desazón se extendió rápidamente entre los migrantes. Dos días más tarde, más de mil hombres, mujeres y niños aprovecharon el bajo nivel del Suchiate para vadearlo. A lo largo de cientos de metros, los migrantes avanzaban con el agua hasta las rodillas, intentando mantener en alto sus precarios equipajes, sus bebés, sus carriolas. Al llegar a la orilla mexicana, los migrantes avistaron a cientos de elementos de la Guardia Nacional desplegados como una especie de muro humano. “Queremos paz, hermanos”, les dijeron. “Traemos niños”, repetían con angustia.
Los guardias nacionales esperaban con sus cascos antimotines y escudos de plexiglás de la Policía Militar. Otra vez respondieron a los caminantes lanzando nubes de gas irritante. Algunos lograron sortearlos y avanzaron unos kilómetros por la carretera hacia Tapachula, donde otro piquete de la Guardia Nacional los aguardaba. La caravana quedó dispersada. De los detenidos, se informa que unos mil migrantes fueron deportados a Honduras mientras 800 siguen detenidos y se enfrentan a un destino incierto. Escenas parecidas se repitieron en los días subsiguientes, conforme iban llegando nuevas caravanas desde otros lugares de El Salvador, Honduras y Guatemala.
Mientras tanto, se ha desplegado otro “ejército” a la frontera sur con el propósito de mantener a los migrantes centroamericanos bien lejos de EE.UU. Se trata de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice), del pastor Arturo Farela Gutiérrez, amigo y correligionario de AMLO. Éste dice haber habilitado 50 templos evangélicos como albergues en Tapachula, trabajando de la mano con el INM. A la vez, imparte cursos en sus templos sobre la Cartilla Moral de López Obrador. “Confraternice es el ejército de la Cuarta Transformación,” se jacta Farela. “Estamos para apoyar al gobierno de López Obrador” (Proceso, 19 de enero).
Chantaje y capitulación
El 30 de mayo del año pasado, Donald Trump anunció que en cuestión de unos pocos días entraría en operación un arancel generalizado a las mercancías provenientes de México si no se detenía inmediatamente la migración ilegal. Las exportaciones mexicanas van de productos agrícolas, cerveza, computadoras, pantallas planas de televisión, hasta automóviles, partes para turbinas y trenes de aterrizaje de aviones, oro, petróleo, teléfonos móviles. Tan sólo en 2018, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos alcanzaron 346,500 millones de dólares, según datos de la Oficina de Comercio estadounidense.
La amenaza de Trump caló hondo en la burguesía mexicana y el gobierno de AMLO se apresuró para asegurar que cumpliría diligentemente con lo exigido. Anunció el despliegue de entre 25 mil y 30 mil efectivos de la Guardia Nacional en la frontera sur y a lo largo de las rutas empleadas por los migrantes. El presidente republicano anunció: “Me alegra informar de que Estados Unidos ha llegado a un acuerdo firmado con México. Los aranceles programados a partir del lunes contra México quedan suspendidos indefinidamente. México, a cambio, ha asumido adoptar fuertes medidas para contener la migración” (El País, 8 de junio).
Para finales de julio, el canciller de AMLO, Marcelo Ebrard, rindió su primer informe sobre la “reducción del flujo migratorio”. Según consignó en la mañanera presidencial del 22 de julio, el número de migrantes en tránsito por México hacia la frontera norte había caído un “36.2 por ciento” como resultado de la “estrategia” del gobierno (Expansión, 22 de julio de 2019). Las “evaluaciones” periódicas siguen. Para el 6 de septiembre, según informó Ebrard, el número de migrantes centroamericanos que llegaba a la frontera con EE.UU. había caído un 56 por ciento. Para el 12 de febrero, la caída era ya de un 74.5 por ciento.
Con enorme cinismo, el canciller dijo que el principal propósito del despliegue de la Guardia Nacional no consiste en parar la migración, sino en hacerla “más segura” (¡!). Así hizo eco de los gobiernos anteriores que describían las redadas del infame Grupo Beta como “ayuda humanitaria” o como “rescate de migrantes”. Un artículo de Los Angeles Times (1° de diciembre de 2019) se tituló: “La política migratoria de AMLO se resume en quedar bien con Trump”. Dicha política, claro está, es resultado del chantaje a que lo sometió la Casa Blanca. Pero lo cierto es que el mandatario populista burgués de la semicolonia México cedió ante el amo imperialista.
La otra cara del acuerdo migratorio entre AMLO y Trump es la pesadilla que se está viviendo en los campamentos para migrantes en la frontera entre México y EE.UU. A la espera de una audiencia con la migración estadounidense sobre su solicitud de asilo (la respuesta para el 99 por ciento es que no), unos 60 mil migrantes se encuentran en México, muchos hacinados en condiciones terribles. Un artículo de Sin Embargo (31 de enero) cita a una trabajadora social norteamericana que describió uno de los campamentos en Matamoros, donde los migrantes están alojados en tiendas de campaña y hay apenas 60 baños para el uso de 3 mil personas.
¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!
Pero Ebrard ha llegado más lejos todavía. Cuando se le preguntó sobre los recientes ataques de la Guardia Nacional contra los migrantes, el canciller dijo que la GN “resistió una provocación importante de un grupo” (Conexionmigrante, 12 de febrero). ¿O sea que unos migrantes desesperados atravesando el Suchiate a pie son una “provocación”? Un tono similar es el del sacerdote Alejandro Solalinde, ahora paladín del gobierno de AMLO. En entrevista con El Universal (26 de enero), Solalinde dijo que “Los migrantes no quieren ir a Estados Unidos, sino que por razones geopolíticas pretenden reventar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador”.
En otra ocasión, Solalinde abundó, “La caravana migrante es un asunto geopolítico, integrada por activistas, polleros que hacen el juego a Donald Trump” (El Imparcial, 22 de enero). Muy al contrario: lejos de querer “reventar” al gobierno de AMLO, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el mandatario estadounidense dijo: “Me gustaría agradecer al presidente López Obrador de México por su gran cooperación” (El Financiero, 24 de septiembre de 2019). Es completamente cierto que, con fines electoreros, Trump agita el espectro de las caravanas para azuzar la histeria antiinmigrante, pero está apostando al lacayuno gobierno mexicano para mantener quieto su “patio trasero”.
Un efecto directo de la política antiinmigrante de AMLO es la intensificación de la xenofobia. El 2 de marzo una turba reaccionaria cercó el refugio para migrantes de Pakal-Na en el municipio de Palenque, Chiapas. Lograron forzar la entrada al auditorio que funciona como refugio y se pusieron a sacar las exiguas pertenencias de los migrantes, exigiendo su expulsión inmediata. Mientras tanto, en la frontera norte, la diputada panista Ivett Bermea presentó una iniciativa en el congreso local para echar a los migrantes alojados en un centro deportivo de Matamoros, para que no “entorpezcan las actividades económicas” (Hoy Tamaulipas, 12 de febrero).
Repudiando la infame política burguesa de echar a los migrantes a garrotazos y de erigir campos de concentración para impedir su llegada a EE.UU., los trabajadores con conciencia de clase y todo defensor de los derechos democráticos deben exigir ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes! Contra los ataques de turbas xenófobas, hay que organizar le defensa obrera de los inmigrantes. Pero para poder emprender tales medidas, hace falta una dirección revolucionaria e internacionalista capaz de unificar las luchas en contra del enemigo común: el imperialismo y sus socias menores, las rapaces burguesías de México y Centroamérica.
¡La lucha obrera no tiene frontera!
En contra del veneno xenófobo y el nacionalismo burgués, el Grupo Internacionalista en México ha luchado desde su formación por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Toda vez que buscamos forjar un partido leninista que funcione como tribuno del pueblo, esto es, como defensor de todos los oprimidos, hemos alentado la movilización proletaria en defensa de los inmigrantes. Hemos organizado protestas auspiciadas por la combativa Sección XXII del magisterio oaxaqueño para no sólo dar la bienvenida a los inmigrantes, sino también para defenderlos en contra de los ataques militares y de las turbas reaccionarias. El 21 de octubre de 2018, a instancias de nuestros camaradas, el magisterio oaxaqueño aprobó la siguiente moción:
“La Sección 22 de trabajadores de la educación brinda su respaldo a la caravana de migrantes centroamericanos, por lo que movilizará a los trabajadores de sus filas para acompañar y respaldar a dicha caravana en su paso por los estados donde la CNTE tiene presencia, llamando al resto del movimiento obrero a sumarse y a defender el paso de esta caravana”.
Hoy en día hacen falta acciones como ésta, en Palenque, Chiapas, donde la CNTE se ha movilizado contra la contrarreforma educativa de Peña Nieto, así como en Matamoros, donde el año pasado una movilización sin precedentes de los trabajadores de la maquila logró un triunfo contundente contra la patronal. Sin embargo, las direcciones sindicales que otrora se movilizaban (así fuera como una táctica de presión sobre el gobierno) hoy están totalmente paralizadas, debido a su política de confianza en el gobierno de AMLO. Esto es suicida. Hace falta movilizar ya el poder social de la clase obrera para defender a los inmigrantes.
En esta época de putrefacción del capitalismo, cuando se está destruyendo conquistas del pasado como la educación pública, realizar la reivindicación democrática de derechos de ciudadanía para los inmigrantes exige una revolución que derroque el dominio burgués. Las y los trabajadores internacionales que huyen de la hecatombe centroamericana para buscar refugio en el norte, encuentran en su travesía represión despiadada y terror racista, sólo para ver su paso bloqueado en cada frontera. Su única salida –la de todos– es la revolución socialista internacional que se extienda hasta los centros imperialistas.
La clase obrera mexicana deberá jugar el papel crucial de puente entre las luchas de los trabajadores entre las partes norte y sur del hemisferio. Para hacer realidad esta perspectiva, hace falta forjar partidos obreros revolucionarios, secciones nacionales de una IV Internacional reforjada auténticamente trotskista. ¡Revolución permanente en todo el continente! ¡Revolución socialista en el monstruo imperialista! ■