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octubre de 2007 ¡Luchar por todo el poder a los
consejos
obreros y campesinos!
El trotskismo versus la manía por asambleas constituyentes por doquier El soviet de Petrogrado en 1917. Para los bolcheviques, la consigna de la asamblea constituyente tuvo un carácter táctico, para combatir regímenes antidemocráticos, en lugar de ser una consigna omnímoda para toda ocasión. Los trotskistas luchamos por el programa de la Revolución de Octubre, todo el poder a los consejos obreros y campesinos (soviets). En
varios países de América Latina, se han vuelto cada vez
más
frecuentes en los últimos años los llamados por la
convocatoria de asambleas
constituyentes. Recientemente en torno a la huelga de masas y cuasi
levantamiento en Oaxaca, que duró de mayo a noviembre de 2006,
tanto la
Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) como toda una serie de
grupos
de izquierda lanzaron llamados a favor de una asamblea constituyente,
una
“asamblea constituyente revolucionaria”, una “asamblea nacional
democrática y
popular”, etc. Aunque una asamblea constituyente elegida mediante
sufragio
universal no es más que una reivindicación
democrático-burguesa, los comunistas
revolucionarios han lanzado esa consigna en el curso de su lucha en
contra de
toda una serie de regímenes precapitalistas y coloniales,
así como de
dictaduras bonapartistas. Así, por ejemplo, representó
uno de los puntales
esenciales de los bolcheviques de V.I. Lenin en la Rusia zarista, por
ejemplo
en la Revolución de 1905, hasta que fue sustituida
como consigna
central
por “todo el poder a los soviets” en el curso de 1917. Asimismo,
Trotsky se
pronunció a favor de una asamblea nacional en China bajo los
señores de la
guerra, enfatizando al mismo tiempo que dicho llamado formaba parte de
un
programa para la toma del poder por parte de consejos de obreros y
campesinos (soviets).
Sin embargo, la actual avalancha de llamados a favor de asambleas
constituyentes en el marco de regímenes supuestamente
democrático-burgueses, se
contrapone por el vértice al bolchevismo. Lo que hace es
remplazar el programa
de la revolución proletaria con el de la “democracia”
(capitalista), la marca
distintiva de los socialdemócratas por doquier. En
sus diversas formulaciones, los orígenes de esta consigna se
remontan
a la Revolución Francesa del siglo XVIII, cuando el Tercer
estado (que
representaba a las fuerzas ascendentes de la burguesía y de la
pequeña
burguesía) estableció la Asamblea Nacional Constituyente
en junio de 1789 para
acabar con los remanentes del ancien régime, una
monarquía
absolutista encima de un orden feudal decadente. Su propósito
inicial era
establecer una monarquía constitucional para poner fin a las
caóticas
condiciones que impedían el crecimiento de un mercado interno;
así se propuso
una división del poder entre el rey y la asamblea. Sin embargo,
los eventos
revolucionarios pronto sobrepasaron los planes de los burgueses
“moderados”.
Para 1792, la Asamblea Nacional había sido remplazada por la
Convención
Nacional, dirigida por los jacobinos bajo Robespierre. Con el posterior
desarrollo del capitalismo, cuando la clase obrera empezó a
jugar un rol de
protagonista central, ya para la época de la Revolución
de 1848 en Francia, la
Asamblea Nacional se convirtió en el punto focal de la
reacción burguesa en
oposición al levantamiento proletario de las Jornadas de Junio.
También en
Alemania y Austria en 1848, las asambleas constituyentes de
Berlín, Viena y
Frankfurt hicieron las paces con las fuerzas de la reacción por
temor a una
revolución obrera. Por
su naturaleza genérica, las asambleas constituyentes no son
simples
cuerpos parlamentarios, sino que, como tales, tienen el
propósito de establecer
(constituir) una estructura estatal, por ejemplo, mediante la
promulgación de
una constitución. En Francia, la Segunda, Tercera y Cuarta
repúblicas fueron
establecidas por asambleas constituyentes. En América Latina hoy
en día, es
típico que los llamados a favor de tales asambleas estén
acompañados por llamados
a favor de la “refundación” del país. En un país
en el que vastos sectores de
la población han sido excluidos del ejercicio de derechos
democráticos (por
ejemplo, en Ecuador la enorme población indígena fue
privada en los hechos del
derecho al voto hasta 1978, en virtud del requisito que
establecía que los
votantes debían saber leer en español), puede ser una
reivindicación clave.
También es oportuno cuando una estructura social feudal o
semifeudal impide que
grandes sectores de la población rural tengan alguna
participación política,
con masas de campesinos sin tierra atadas a las haciendas en virtud del
peonaje
por deuda, como en México antes de la Revolución Mexicana
de 1910-17. En tales
circunstancias, la demanda de una “convención nacional” que
resuelva la
cuestión de la tierra mediante una revolución agraria,
que elimine el dominio
del clero en la educación y realice otras tareas
democráticas, puede ser un
poderoso mecanismo para levantar a las masas para que emprendan
acciones
revolucionarias. Lo mismo puede ser el caso en la lucha para derribar
dictaduras militares, como las que predominaron en América
Latina en los años
70. Partidarios de Evo Morales marchan para defender la Asamblea Constituyente, el 15 de diciembre. Para derrotar a la reacción derechista, es necesario una movilización revolucionaria de clase, luchando por un gobierno obrero, campesino e indígena. (Foto: Juan Karita/AP) Con
todo, lanzar llamados por la convocatoria de una asamblea
constituyente en México o Ecuador hoy en día –donde
existen las estructuras
formales de la democracia burguesa, así sea de manera
raquítica, y los
latifundios semifeudales han sido sustituidos desde hace mucho tiempo
por la
agricultura capitalista– equivaldría a llamar a “refundar”
dichos países sobre
una base burguesa, cuando lo que se necesita es una
revolución socialista.
En Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales hizo
campaña a
favor de una asamblea constituyente, buscando sembrar la ilusión
de que estaba
dispuesto a realizar cambios fundamentales, pero sin tocar los
fundamentos capitalistas
del país. Esta consigna ha sido repetida por diversos grupos de
izquierda que
se han puesto a la cola del MAS, en un esfuerzo para empujar a Morales
hacia la
izquierda y reclutar adeptos entre sus seguidores plebeyos. En los
levantamientos de obreros y campesinos de 2003 y 2005 que llevaron al
país al
borde de una insurrección, señalamos que urgía
establecer no una asamblea
constituyente democrático burguesa (ni una supuestamente
más izquierdista
“asamblea popular”) sino consejos (soviets) de obreros y
campesinos que
sirvieran como base de un gobierno obrero, campesino e indígena
revolucionario.
Señalamos también que si bien Bolivia es el
campeón continental en lo que toca
al número de golpes de estado que ha sufrido, también
tiene la delantera con
respecto a asambleas constituyentes o congresos (al menos 19
según nuestro
conteo)1. Así, cuando Morales fue elegido presidente
en diciembre
de 2005,
convocó la asamblea constituyente que había prometido
desde hacía mucho tiempo.
¿Cuál ha sido el resultado? Derechistas racistas han
secuestrado a la asamblea
para implementar sus exigencias reaccionarias a favor de la
autonomía regional
para separarse del altiplano predominantemente indígena. Así,
aunque en ciertos contextos es apropiado que los comunistas llamen
por la formación de una asamblea constituyente, esta demanda no
es de ninguna
manera inherentemente democrático-revolucionaria. En ciertas
condiciones, puede
incluso servir como cubierta de una contrarrevolución
“democrática”. Nuestra
corriente, la Liga por la IV Internacional (LIVI) y la Liga Comunista
Internacional/tendencia espartaquista internacional (LCI/TEI) de la que
se
originó, ha tenido alguna experiencia con este tópico. En
un artículo titulado “Why a
Revolutionary Constituent
Assembly” [¿Por qué una asamblea constituyente
revolucionaria?] (Workers
Vanguard, n° 221, 15 de diciembre de 1978), señalamos
que cuando la
dictadura chilena de Pinochet organizó un plebiscito y la
Democracia Cristiana
(DC) estuvo diciendo que había que remplazar la dictadura con
una junta militar
reformada, denunciamos los comicios trucados y nos pronunciamos por una
asamblea constituyente y por aplastar a la junta mediante una
revolución
obrera. Nuestro artículo, de la Organización Trotskista
Revolucionaria de
Chile, explicaba: “En
contra de las adaptaciones
reformistas al programa de la burguesía,
presentamos como trotskistas el llamado a favor de una asamblea
constituyente
con plenos poderes, elegida mediante voto universal, secreto y directo.
Una
genuina asamblea constituyente sólo puede, por
definición, ser convocada si
imperan plenas libertades democráticas, que permitan la
participación de todos
los partidos de la clase obrera. En consecuencia, uno de sus
prerrequisitos es
el derrocamiento revolucionario de la junta militar, algo que la DC y
los
reformistas, a pesar de su larga lista de reivindicaciones
democráticas,
olvidan mencionar. “Para
los leninistas, las tareas
democráticas representan una parte
subordinada del programa de clase del proletariado. Como
escribió
Trotsky al hablar del papel de las demandas democráticas en los
países
gobernados por los fascistas: ‘Pero las fórmulas de la
democracia (libertad de
prensa, derecho de asociación, etc.) sólo significan para
nosotros consignas
incidentales o episódicas en el movimiento independiente del
proletariado, y no
un dogal democrático echado al cuello del proletariado por los
agentes de la
burguesía (¡España!)’ (Programa de
Transición). En países con una tradición de
democracia burguesa y con una clase obrera avanzada, como Chile, la
demanda de
una asamblea constituyente no es una parte fundamental del programa
proletario.
Así, después de que la junta militar tomara el poder, la
TEI no presentó dicha
consigna. La lanzamos ahora de manera táctica en contra de los
esfuerzos de la
burguesía, apoyados por sus agentes en el movimiento obrero,
para pactar con
sectores militares. Nuestro propósito es desenmascarar el miedo
de la burguesía
a la democracia revolucionaria. –“Condemn
Pinochet Plebiscite!”
(Condenar el plebiscito de Pinochet), Workers
Vanguard, n° 190, 21 de enero de 1978 En
otras ocasiones, en cambio, el llamado a favor de una asamblea
constituyente se ha presentado para exorcizar el espectro de la
revolución
obrera. Esto fue lo que ocurrió en Portugal en el verano de
1975. Tras la caída
de la dictadura de Marcelo Caetano en abril de 1974, cuando la
reacción se
consolidaba en torno al siniestro general Antônio Spínola,
inicialmente nos
pronunciamos a favor de elecciones inmediatas para una asamblea
constituyente,
así como por la formación de consejos obreros. Sin
embargo, un año después,
como señalamos en nuestro artículo de 1978 “¿Por
qué una asamblea constituyente
revolucionaria?”, “comisiones obreras, asambleas populares y diversas
formas
localizadas de doble poder, están apareciendo por doquier en el
país.” En ese
momento, mientras que el Partido Comunista Portugués (PCP)
estaba aliado con
oficiales izquierdistas del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA),
con
Spínola hecho a un lado, las fuerzas contrarrevolucionarias se
cohesionaron en
torno al Partido Socialista (PS) de Mário Soares, que con el
respaldo burgués
ganó las elecciones de abril de 1975 para la asamblea
constituyente. ¿Qué
política debían adoptar los marxistas revolucionarios? La
mayor de
las organizaciones supuestamente trotskistas en ese momento, el
Secretariado
Unificado de la IV Internacional (SU), estaba dividido a la mitad. La
mayoría,
compuesta por los seguidores de Ernest Mandel, vitoreó a los
“oficiales
revolucionarios” del MFA, justo como hacen hoy en día muchos que
se pretenden
radicales con el coronel burgués populista Hugo Chávez en
Venezuela. La
minoría, dirigida por el Socialist Workers Party norteamericano
de Jack Barnes
y el seudotrotskista argentino Nahuel Moreno, se alineó con el
Partido
Socialista (fuertemente financiado por la CIA a través de la
socialdemocracia
alemana y su Fundación Friedrich Ebert) en nombre de la defensa
de la
“soberanía” de la asamblea constituyente. Así, mientras
que las turbas
dirigidas por los “socialistas” quemaban las oficinas del PCP,
¡el S.U. estuvo
en ambos lados de las barricadas! En contraste, los auténticos
trotskistas no
dieron apoyo a ninguna de las coaliciones burguesas en contienda, y
llamaron en
cambio a formar soviets obreros en Portugal, contrapuestos a la
asamblea
constituyente dominada por los derechistas (ver nuestro artículo
en dos partes,
“Soviets and the Struggle for Workers Power in Portugal” [Los soviets y
la
lucha por el poder obrero en Portugal], Workers Vanguard nos.
83 y 87,
24 de octubre y 28 de noviembre de 1975).
Volvamos
a la situación actual. Entre septiembre y noviembre del
año
pasado, los medios radicales en todo el mundo se vieron saturados con
artículos
que aclamaban una supuesta “Comuna de Oaxaca”, la mayor parte de los
cuales por
puro entusiasmo acrítico, en tanto que otros le
añadían un toque “izquierdista”
al sugerir a dicha comuna que tomara el poder, expropiara a la
burguesía, etc.
No se explicaba, sin embargo, cómo se realizaría esto en
el estado más
empobrecido y predominantemente campesino del país. El Grupo
Internacionalista
intervino activamente en Oaxaca a lo largo de varios meses,
señalando todo el
tiempo que aunque varios sindicatos formaban parte de la APPO,
ésta no se basaba
en la clase obrera y el campesinado y que en consecuencia no
representaba una
forma embrionaria de gobierno obrero y campesino –que es lo que
eran la
Comuna de Paris de 1871 y los soviets rusos de 1917 (ver “¿Una
comuna de
Oaxaca?” en El Internacionalista n° 6, mayo de 2007). De
hecho, varios
dirigentes principales de la APPO son militantes del Partido de la
Revolución
Democrática (PRD), un partido nacionalista burgués. El GI
y la LIVI llamaron
por una huelga nacional contra la represión, y a romper
con el frente
popular en torno al PRD y su principal dirigente, Andrés
Manuel López
Obrador, así como a formar un partido obrero revolucionario. Tras
la represión sangrienta del 25 de noviembre de 2006, se ha
desvanecido la retórica de la “extrema izquierda” acerca de una
Comuna de
Oaxaca, de modo que hoy en día varios grupos radicales enfocan
sus consignas en
la demanda de una asamblea constituyente. Con mucho, el grupo de
izquierda más
grande en Oaxaca es el Partido Comunista de México
(marxista-leninista), que
sostiene que para lograr una “salida democrática
revolucionaria”, la izquierda
debe enfocarse a la “discusión de una nueva
constitución”, “alcanzar una
plataforma común”, “poniendo en la estrategia del movimiento de
masas la
realización de una Asamblea Nacional Constituyente
Democrática y Popular” (Vanguardia
Proletaria, 5 de marzo). No sorprende el hecho de que el PCM (m-l)
haga ese
llamado, pues es perfectamente consistente con su programa reformista
de la
“revolución por etapas” y del frente popular; de hecho, en el
mismo número, un
artículo alaba la política de Stalin como un
“clásico del marxismo-leninismo”.
Sin embargo, los estalinistas de los últimos días no son
los únicos que
defienden esta línea democrático-burguesa. Otra
organización que se proclama
como defensora de la asamblea constituyente en todos lados y en
cualquier
momento, es la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), parte de
la
Fracción Trotskista (FT). En
su balance, “Crisis del régimen y las lecciones de la Comuna de
Oaxaca” (31 de diciembre de 2006, la LTS dice que la APPO debía
establecer “un
gobierno provisional [que] debería convocar a una Asamblea
Constituyente
Revolucionaria”. Más específicamente, la APPO
debería “transformase en un
verdadero organismo de democracia directa de los explotados y oprimidos
que
enarbolase un programa obrero y popular”, para “reorganizar el estado
en
función de los intereses de las grandes mayorías
oprimidas y explotadas”. La
LTS dice también que “un gobierno de la APPO y las demás
organizaciones obreras
y populares”, en tanto que “expresión política de la
Comuna, debería poner en
pie una verdadera Asamblea Constituyente Revolucionaria”, en la que
“los
trabajadores, los campesinos y los indígenas, junto a todo el
pueblo,
discutiesen como reorganizar la sociedad.” Prácticamente cada
uno de estos
puntos se contrapone al marxismo. En primer lugar, es necesario, no
“reorganizar el estado”, sino aplastar al estado capitalista y
remplazarlo con
un estado obrero. En segundo lugar, un genuino soviet no es simplemente
un
ejemplo de democracia directa de los pobres, sino un órgano de
clase del poder obrero.
La LTS y la FT sistemáticamente pasan por alto el
carácter de clase proletario
del programa por el que luchan los trotskistas, y lo remplazan con
palabrería
sentimentaloide acerca de la “democracia” y el “pueblo”, que se
sentaría en
torno a una mesa para discutir qué tipo de sociedad quiere. La
retórica “democraticista” de esta corriente no es accidental,
pues
proviene directamente del progenitor de la FT, Nahuel Moreno. La FT se
ofende
cuando se le denomina neomorenista, pues dice haber roto con Moreno
algunos
años después de su muerte en 1986 (ver su
“Polémica con la LIT y el legado
teórico de Nahuel Moreno”, Estrategia Internacional
n° 3, diciembre de
1993-enero de 1994). Ahí, aunque presentan objeciones en contra
de varias de
las formulaciones más abiertamente oportunistas de Moreno, como
su llamado a
favor de una “revolución democrática”, la FT conserva el
marco metodológico y
muchas de las consignas de su maestro. Su sección más
importante, el Partido de
los Trabajadores por el Socialismo de Argentina, escribió tras
los cacerolazos
de diciembre de 2001 en contra de la sucesión de presidentes
burgueses: “La
consigna ‘que se vayan
todos’ expresa la falta de legitimidad y el
odio popular hacia el régimen de representación
política, hacia los políticos
patronales.... Pero, aún no se ha avanzado en identificar a este
régimen, con
su contenido social, la dominación capitalista. Es en el sentido
de tender un
puente entre esta conciencia ‘democrática’ de las masas y la
necesidad de la
revolución y el poder obrero, que los marxistas levantamos la
consigna de
Asamblea Constituyente Revolucionaria.” Por
supuesto, Trotsky mismo presentó el Programa de
Transición de 1938
para “ayudar a las masas, en el proceso de la lucha cotidiana, a
encontrar el
puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa socialista de
la
revolución”. Sin embargo, lo que el PTS y la FT hacen
aquí es bien distinto,
pues el llamado a favor de una asamblea constituyente, ya sea que se la
etiquete como revolucionaria o no, no va más allá de los
límites del
capitalismo. En los países capitalistas económicamente
atrasados, semifeudales
o coloniales, una asamblea constituyente podría ser el
vehículo para las luchas
de e masas a favor de la revolución agraria, la independencia
nacional y la
realización de derechos democráticos elementales. Pero
tanto antes como después
de diciembre de 2001, Argentina ha sido un país independiente,
completamente
capitalista, que ni siquiera tiene un verdadero campesinado, sino
más bien
obreros agrícolas. Fingir que hay una “revolución
democrática” a completar en
Argentina, no es otra cosa que una capitulación ante –y una
adopción de– las
ilusiones democráticas de las masas, nada que tenga que ver con
dirigirlas
hacia la revolución socialista. Y esto es exactamente lo que
hizo Moreno al
hacer del llamado por asambleas constituyentes el elemento central de
su
programa, desde Portugal (de donde lo tomó prestado del SWP
norteamericano),
hasta Argentina y el resto de América Latina. León Trotsky al
llegar en Petrogrado en mayo de 1917. Trotsky y Lenin lucharon por todo
el poder a los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. La
piedra de toque del trotskismo se expresa en la primera oración
del
Programa de Transición: “La situación política
mundial en su conjunto se
caracteriza principalmente por la crisis histórica de la
dirección del
proletariado”. El propósito y razón de ser de la IV
Internacional, de la cual
éste es el documento de fundación, consistía en
proveer la vanguardia
revolucionaria independiente indispensable para dirigir las luchas de
los
obreros y oprimidos hacia la revolución socialista
internacional. Moreno, sin
embargo, rechazó la perspectiva de Trotsky. En un documento de
1980 titulado Actualización
del Programa de Transición, Moreno sostiene que “a pesar de
las fallas del
sujeto (es decir de que el proletariado en algunas revoluciones no haya
sido el
protagonista principal) y del factor subjetivo (la crisis de
dirección
revolucionaria, la debilidad del trotskismo), la revolución
socialista mundial
obtuvo triunfos importantes, llegó a la expropiación en
muchos países de los
explotadores nacionales y extranjeros, pese a que la dirección
del movimiento
de masas continuó en manos de los aparatos y direcciones
oportunistas y
contrarrevolucionarios.” Según
Moreno, una dirección trotskista independiente no es necesaria
para realizar lo que denomina “revoluciones de febrero”, en
oposición a las
“revoluciones de octubre”. Así, “actualiza” el programa de
Trotsky al postular
toda una etapa de revoluciones de febrero. En su Tesis 26, Moreno
afirma: “Nuestros
partidos tienen que reconocer la existencia de
una situación
revolucionaria pre-febrero para sacar consignas democráticas
adecuadas a la
existencia de direcciones pequeñoburguesas que controlan el
movimiento de masas
y a la necesidad de establecer una unidad de acción lo
más pronto posible para
hacer la revolución de febrero. Debemos comprender que es
inevitable hacerla y
no tratar de saltarnos esa etapa, sino sacar todas las conclusiones
estratégicas y tácticas necesarias.” Así, lo que el
seudotrotskista Moreno propone es
lanzar una serie de consignas democráticas adecuadas para las
direcciones
pequeñoburguesas, no un programa para los revolucionarios.
¿Cuáles serían
tales consignas? En la Tesis 27, enfatiza “el carácter
democrático general de
las revoluciones de febrero contemporáneas”. Y prosigue: “De
ahí la enorme
importancia que ha adquirido la consigna de Asamblea Constituyente
o
variantes parecidas en casi todos los países del mundo”. Se
refiere a la
asamblea constituyente como “la máxima expresión de lucha
democrática”,
diciendo que “Planteamos Asamblea Constituyente, pero diciendo:
somos
los más grandes demócratas”, etc. Habla
también del “desarrollo del poder
obrero y popular”, lo que sea que signifique, diciendo que el objetivo
último
de la clase obrera y sus aliados es la toma del poder. Pero lo
fundamental aquí
es que Moreno está presentando un programa democrático
para falsos
dirigentes pequeñoburgueses o, incluso, burgueses. La
“actualización” de Moreno del Programa de Transición fue
parte de toda
una evolución de sus concepciones políticas. Antes de
eso, este seudotrotskista
argentino se había distinguido principalmente por la facilidad
con la que
realizaba abruptos cambios políticos, siendo un artista del
disfraz, tanto así
que nos referíamos a Nahuel Moreno como el Cantinflas del
movimiento marxista.
Nahuel Moreno siempre intentó hacerse pasar como representante
del ala
izquierda de cualquier movimiento en boga en un momento dado.
Después de posar
como peronista de izquierda en Argentina, a principio de los
años 60 se vistió
con uniforme militar verde olivo del guerrillerismo castro-guevarista.
Por un
rato, estuvo entusiasmado con las Guardias Rojas maoístas en
China. Cuando
algunos de sus compañeros se tomaron en serio sus palabras y
comenzaron a
formar un frente guerrillero en Argentina a finales de los 60, con
resultados
catastróficos, Moreno no tardó en dar la vuelta para
vestirse con traje y
corbata como un socialdemócrata respetable, uniéndose a
los vestigios del
Partido Socialista Argentino. En 1975-1976 respaldó a la
socialdemocracia
portuguesa financiada por la CIA. Para finales de los años 70,
había vuelto al
guerrillerismo, esta vez como un sandinista socialista. Documentamos
esta
historia en el folleto La verdad sobre Moreno (1980), publicado
originalmente por la Tendencia Espartaquista Internacional y ahora
disponible
como publicación de la Liga por la IV Internacional. De
nuevo en Argentina, Moreno defendió a la sangrienta dictadura
militar
bajo el general Videla en contra de los boicots iniciados por sus
camaradas
europeos del S.U., aún cuando la junta estaba arrestando y
asesinando a cuadros
morenistas. Pero para principios de los 80, la junta estaba agonizando,
herida
de muerte por su malhadada aventura militar en las Islas
Malvinas/Falklands
(aventura que los morenistas vitorearon con entusiasmo), y Moreno se
alineó con
la oposición burguesa de los radicales, dirigida por Raúl
Alfonsín, quien ganó
la presidencia en 1983. Moreno proclamó que esta victoria
representaba una Revolución
democrática triunfante, en un libro que llevaba ese
título, inventando
entonces su teoría de las “revoluciones democráticas”. La
punta de lanza
programática de este dogma antimarxista es su llamado, en todos
lados y en
cualquier ocasión, a favor del establecimiento de una asamblea
constituyente.
Ésta fue la “contribución” final de Moreno a los anales
del seudotrotskismo.
Los verdaderos trotskistas, en cambio, como hemos insistido en
repetidas
ocasiones, luchan por la revolución socialista
internacional, dirigida
por partidos comunistas auténticamente leninistas
y basada en consejos de obreros y campesinos, es decir,
soviets. Pero
incluso antes de su repentino enamoramiento con las “revoluciones
de febrero” (que ocurrió en tiempos en que Ronald Reagan abogaba
por una
“revolución democrática” en América Latina),
Nahuel Moreno ya subrayaba el
llamado a favor de asambleas constituyentes en el “Tercer Mundo”
semicolonial.
Así, su casa editorial (Pluma) publicó a mediados de los
años 70 una colección
de escritos de Trotsky titulada La segunda revolución china,
que cubrían
el período de 1919 a 1938 y que de manera prominente
representaba el llamado
del revolucionario bolchevique a favor de asambleas constituyentes en
torno a
1930, tras la derrota de la segunda Revolución China en 1927.
Sin embargo, este
libro de 220 páginas dejó fuera los muchos
artículos de Trotsky en los que éste
llama por la formación de soviets en China, consigna que
era el punto
focal de sus llamados a la acción para el Partido Comunista
Chino en el punto
álgido del levantamiento revolucionario de 1925-1927. La sesgada
selección de
documentos presentada por Moreno es una distorsión deliberada de
la política
trotskista para los países semicoloniales. Hasta la fecha, los
lectores de
Trotsky en español jamás han visto sus repetidos llamados
a favor de la
revolución obrera en China basada en soviets de obreros,
campesinos y soldados,
y únicamente conocen la expurgada selección morenista. Cabe
señalar también que Moreno no sólo se
pronunció por asambleas
constituyentes únicamente en el “Tercer Mundo”, sino “en casi
todos los países
del mundo”. ¿Se incluye aquí a las “democracias”
imperialistas? ¿Qué tal
Estados Unidos? Pues de hecho, la efímera organización
morenista en EE.UU.
llamó a principio de los años 80 por el establecimiento
de una asamblea
constituyente. Al mismo tiempo, atacaron a nuestros camaradas con
martillos. El
“democraticismo” pro capitalista va de la mano con el gangsterismo
anticomunista. En
Bolivia, donde la cuestión de una asamblea constituyente ha sido
un
asunto central debido a los llamados de Evo Morales para establecer
una, un
prominente portavoz de la sección boliviana de la FT, Eduardo
Molina, publicó
un artículo en los comienzos del levantamiento de 2003, llamando
a favor de una
“Asamblea Constituyente Revolucionaria” (Lucha Obrera, n°
11, 24 de
febrero de 2003). En una sección titulada “La Asamblea
Constituyente y el
trotskismo”, Molina sostiene: “León
Trotsky
levantó la consigna de Asamblea Nacional como una gran
bandera unificadora de las masas luego de la Segunda Revolución
China, propuso
la consigna de Cortes constituyentes revolucionarias en los inicios de
la
Revolución Española, a principios de los años 30;
y exigió una asamblea
nacional, junto a un programa de consignas democrático-radicales
dirigidas
contra el régimen de la república francesa en su Programa
de Acción para
Francia de 1934.” Éste ha sido el argumento
morenista
estándar durante
años, mientras siguen traduciendo a Trotsky en el
espíritu de la democracia
burguesa. Más recientemente, este argumento ha sido retomado por
la Ligue
Communiste Révolutionnaire (LCR), la sección francesa del
Secretariado
Unificado, ahora que se incrusta cada vez más en el
parlamentarismo burgués.
(Los dirigentes de la desde hace mucho reformista LCR han intentado
deshacerse
ce la “C” y de la “R” en sus siglas, pero siguen enfrentando
resistencia entre
las bases.) El teórico de la LCR Francisco Sabado juega ahora
con llamados a
favor de una asamblea constituyente en Francia, citando el mismo
programa de
1934 para justificarlo (“Quelques éléments clés
sur la stratégie
révolutionnaire dans les pays capitalistes avancés”, Cahiers
Communistes
n° 179, marzo de 2006). Una
vez más, esto es una distorsión de la política
revolucionaria de
Trotsky. En China, como hemos señalado, Trotsky lanzó el
llamado por el
establecimiento de una asamblea constituyente como parte de su
agitación tras
la derrota de la Segunda Revolución China,
dirigiéndola así en contra de
los señores de la guerra y de la dictadura del
generalísimo Chiang Kai-shek; en
el punto álgido de la batalla, su llamado fundamental era el de
la formación de soviets. La Revolución
Española de 1931 se
estaba desarrollando en lucha
contra la monarquía y la dictadura militar del general Primo de
Rivera, que
había gobernado al país con puño de hierro desde
1923. La consigna de Trotsky
intersecaba sentidas exigencias a favor de elecciones
democráticas y de la
proclamación de una república, la revolución
agraria, la separación de la
iglesia y el estado, así como la confiscación de las
propiedades del clero.
Así, la demanda de una asamblea constituyente o de Cortes
revolucionarias era
la generalización de toda una serie de demandas
democráticas que representaban
el umbral de una revolución socialista. Por supuesto, Trotsky
combinó este
llamado con la propaganda a favor de la formación de soviets.
Para la época de
la Guerra Civil Españpola de 1936-1939, la exigencia de una
asamblea
constituyente dejó de ser apropiada bajo la república. La
situación en Francia a mediados de los años 30 era muy
distinta, y
Trotsky no se pronunció por una asamblea constituyente
ahí, en contra de
lo que sostiene la mitología morenista. ¿Entonces a favor
de qué abogaba su
“Programa para la acción en Francia”? En ese momento,
reaccionarios derechistas
y fascistas estaban lanzando al país hacia un régimen
autoritario de “estado
fuerte”, como reflejo de una corriente general en Europa simbolizada
por el
ascenso del Hitler al poder un año antes, y por la derrota en
febrero de 1934 de
un levantamiento de los obreros de Viena a manos del régimen
clerical-fascista
de Dolfuss en Austria. La consigna principal de Trotsky frente a esta
amenaza
bonapartista no fue la del establecimiento de una asamblea
constituyente
democrática, como sugieren los morenistas, sino más bien
“¡Abajo con el ‘estado
autoritario’ de la burguesía! ¡Por el poder obrero y
campesino!” Como parte de
la lucha por el establecimiento de una “comuna de obreros y
campesinos”,
Trotsky juró defender la democracia burguesa en contra de los
ataques de los
fascistas y los monarquistas. En dicho contexto, llamó por la
abolición de
diversos aspectos antidemocráticos de la Tercera
República francesa, incluido
el Senado, elegido mediante sufragio limitado, y la presidencia, punto
focal de
las fuerzas militaristas y reaccionarias, y propuso la formación
de una
“asamblea única” que “combinaría los poderes ejecutivo y
legislativo”. Recientemente hicimos estos señalamientos en
nuestro artículo
“France Turns Hard to the Right” [Francia da un fuerte vuelco a la
derecha] (The
Internationalist No. 26, junio-julio de 2007). Sin embargo, este
llamado es
bien distinto de la consigna de asamblea constituyente en un
país que hay ha
tenido un régimen democrático burgués, no importa
cuán avejentado y raído.Al
presentar su programa para la revolución permanente en
los países
capitalistas atrasados, Trotsky enfatizó: “La tarea central de
los países
coloniales y semicoloniales es la revolución agraria, es
decir, la
liquidación de las herencias feudales, y la independencia
nacional, es
decir, el derribo del yugo imperialista.” Enfatizó
también que los
revolucionarios no pueden “rechazar sin más el programa
democrático; es preciso
que las masas lo sobrepasen en la lucha. La consigna de Asamblea
Nacional (o
Constituyente) conserva toda su fuerza para países como China o
India. Esta
consigna debe ligarse indisolublemente con el programa de la
liberación
nacional y el de la reforma agraria”. En síntesis, esta consigna
no es
apropiada para un país capitalista, o para los países
atrasados que ya han ido
más allá del nivel democrático burgués. En
México, Bolivia o Ecuador, ninguna
demanda democrática servirá para derribar el yugo del
imperialismo o de la
agroindustria capitalista. Esto sólo podrá conseguirse
mediante la revolución
obrera. Fingir
que una “revolución democrática” está hoy en el
orden del día en
América Latina o Europa, equivale a hacerle el juego a la
reacción burguesa,
tal como hizo Moreno al adoptar la retórica reaganista de los
años 80, que se
volvió después en contra de la Unión
Soviética. No es sorprendente que muchos
de los seudotrotskistas se hayan sumado al coro antisoviético en
torno a
Afganistán y Polonia a principios de los años 80, y que
estuvieran del lado del
contrarrevolucionario Boris Yeltsin en 1991, como lo estuvieron los
morenistas
y el Secretariado Unificado. También es lógico que al
lanzar la consigna a
favor de una asamblea constituyente en Francia hoy, el “teórico”
de la LCR y el
SU, Francisco Sabado, recurra a la crítica de Rosa Luxemburgo a
los
bolcheviques en torno a su disolución de la Asamblea
Constituyente en Rusia en
enero de 1918, por haberse convertido en punto focal de la
oposición al
gobierno de los soviets. En su manuscrito inconcluso Sobre la
Revolución
Rusa, Rosa Luxemburgo criticó la defensa por parte de
Trotsky de esta media
revolucionaria (publicada en su folleto De Octubre a Brest-Litovsk)
y
pidió que se eligiera una nueva Asamblea Constituyente al lado
de los soviets,
en nombre de la “democracia”. Esto es exactamente lo que se produjo
unos
cuantos meses después, tras la Revolución Alemana de
noviembre de 1918, cuando
la Asamblea Constituyente Nacional se convirtió en la base desde
la cual el
gobierno socialdemócrata aplastó el Congreso de Consejos
de Obreros y Soldados
a la vez que asesinaba a Luxemburgo y a su camarada, el también
dirigente
comunista Karl Liebknecht2. Nosotros nos ponemos, en cambio,
del lado de
Lenin,
de cuyas “Tesis acerca de la Asamblea Constituyente” ofrecemos a
continuación
unos extractos. Lo
que hacía falta en Oaxaca entre junio y noviembre
de 2006, en Bolivia
en junio de 2005 y entre septiembre y octubre de 2005, en Argentina en
diciembre de 2001, no era pronunciarse por una resolución
democrático-burguesa
de la crisis bajo la consigna de la asamblea constituyente, sino
explicar a las
masas (y a la izquierda) que ninguno de los objetivos de la lucha
podría
lograrse sin la formación de órganos de poder obrero,
respaldados por los
pobres del campo y la ciudad, y de la mano de la lucha por la
construcción de
auténticos partidos trotskistas y de una IV Internacional
reforjada para
dirigir la lucha por la revolución socialista internacional.
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1 En 1825, 1826, 1831, 1834, 1839, 1843, 1851, 1861, 1868, 1871, 1878, 1880, 1899, 1920, 1938, 1945, 1947, 1961, 1967. Ver Luis Antezana E., Práctica y teoría de la Asamblea Constituyente (2003). 2 2 Es preciso señalar que Luxemburgo nunca publicó Sobre la Revolución Rusa. Tampoco es claro que fuera a hacerlo, pues siguió siendo un manuscrito incompleto. Fue publicado por primera vez como folleto en 1922 por Paul Levi (en una versión incompleta e falsificada) después de que éste rompió con el Partido Comunista y regresó a la socialdemocracia. Desde entonces, este texto ha sido utilizado como bandera por toda clase de anticomunista. Además, cuando se presentó la cuestión de asamblea nacional y/o consejos obreros en Alemania en noviembre-diciembre de 1918, Rosa la revolucionaria se pronunció tajantemente por un gobierno de consejos obreros en contra de la “democracia” burguesa encarnada en la Asamblea Nacional.
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