noviembre de 2015
La guerra imperialista engendra al
terrorismo islamista
Tras los atentados de París:
¡Abajo el estado de emergencia!
¡Fuera
EE.UU. y Francia de Medio Oriente!
La policía catea residente durante el asedio de Saint-Denis en la zona conurbada alrededor de París, el 18 de octubre.
Los espeluznantes ataques contra civiles en seis diferentes
lugares en París en la noche del 13 de noviembre son el
contragolpe, largamente esperado, a la terrorista campaña
imperialista de bombardeos en Irak y Siria a lo largo
de los últimos quince meses. Los asesinatos del Estado
Islámico (EI) en la capital francesa, que arrojaron un saldo
de más de 130 personas muertas y de más de 400 heridas, muchas
de las cuales siguen en condición crítica, constituyen un
ataque en contra de la clase obrera en todo el mundo. Este
terrorismo indiscriminado es completamente contrario a la
lucha contra el imperialismo. De manera inevitable genera
chovinismo masivo entre la población contra la cual se
dirigieron, dejando en particular riesgo a musulmanes e
inmigrantes, tanto en Francia como en otros lugares, además de
servir como excusa para intensificar la guerra imperialista en
Medio Oriente.
El presidente francés François Hollande aprovechó de inmediato los ataques para bombardear la ciudad siria de Raqqa, la capital de facto del EI (también conocido como ISIS o EISL). El presidente norteamericano Barack Obama amagó con intensificar los ataques aéreos de EE.UU. en la región, que han dejado un saldo que excede con mucho el de la noche de terror en París. (Los ataques con aviones no tripulados autorizados por Obama han matado a más de 3.800 personas, incluidos cientos de civiles.) Entretanto, el gobierno burgués del “socialista” Hollande ha declarado un estado de emergencia en Francia, cancelando así garantías constitucionales. Ahora exige que el parlamento lo extienda durante tres meses (¡!) y que la Constitución sea modificada para que incluya el precepto de “estado de crisis” que permitiría prolongar indefinidamente medidas de estado policíaco, amenazando así los derechos democráticos de todos.
Desde el comienzo de la “guerra contra el terrorismo” auspiciada por EE.UU. en las postrimerías de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono, la Liga por la IV Internacional y el Grupo Internacionalista/EE.UU. han lanzado la consigna de “¡Derrotar la campaña de guerra de EE.UU. y la OTAN!”1 Desde que Obama comenzó a bombardear a Irak y Siria hace un año, hemos llamado por “¡Echar a los imperialistas EE.UU. y OTAN de Medio Oriente!”2 La guerra y la ocupación imperialistas han engendrado el terror islamista, y la respuesta a los ataques de París debe ser la exigencia de que EE.UU. y Francia salgan de Irak y Siria, lo mismo que de Afganistán, la Península Arábiga y África, donde desde principios de 2013 Hollande ha librado una guerra en contra de islamistas yihadistas en Mali.
Así como era un deber elemental denunciar a la Ley U.S.A. PATRIOT aprobada luego del 11 de septiembre como un ataque contra libertades civiles fundamentales, los marxistas revolucionarios en Francia deben oponerse con uñas y dientes al estado de emergencia y a las enmiendas constitucionales para imponer la “seguridad a toda costa”, buscando incluso movilizar a los trabajadores en las calles en contra de la política gubernamental de guerra y represión. Además, es un deber urgente de los trabajadores con conciencia de clase defender a los inmigrantes y refugiados, así como a los millones de personas de ascendencia inmigrante sitiadas por la policía y a merced de ataques racistas y fascistas, desde los campos de Calais hasta los banlieues (suburbios obreros) en las afueras de París, Lyon, Marsella y otras ciudades francesas, lo mismo que en Alemania y el resto de Europa.
La guerra golpea en casa
Caza-bomberos de la fuerza aérea francesa antes de despegar para bombardear a Raqqa, Siria, el 15 de octubre. Francia ha golpeado blancos del E.I. en la región desde septiembre de 2014.
Por segunda vez en menos de un año, París ha sido escenario de una masacre. En enero, hubo una matanza que comenzó con la ejecución del redactor-jefe y de varios caricaturistas del semanario satírico Charlie Hebdo y que concluyó con el asesinato de clientes judíos en un supermercado kosher. En respuesta, el gobierno llamó a la “unidad nacional”, reuniendo a más de cuatro millones de personas en las calles para marchar tras los jefes de estado capitalistas en contra del “terrorismo” mientras entonaban el himno nacional francés, La Marsellesa. A esto siguió una oleada de ataques antimusulmanes así como la persecución gubernamental de estudiantes en los banlieues que se atrevieron a decir “Je ne suis pas Charlie” (no soy Charlie) en virtud de las caricaturas antimusulmanas y racistas de la revista.
En enero, los internacionalistas revolucionarios, al mismo tiempo que defendíamos la libertad de prensa ante este “grotesco ataque terrorista”, dijimos también que “no somos Charlie”, criticamos la chovinista “unidad nacional” y las guerras coloniales del imperialismo francés, llamando también por la defensa de los inmigrantes.3 En esta ocasión, tras los ataques del 13 de noviembre, el llamado a la unidad que dirigió el primer ministro Manuel Valls a los partidos no llevó a nada. Tampoco hubo ninguna marcha, sino tan sólo retórica belicista y represión. En los primeros dos días del “estado de emergencia” la policía realizó casi 300 redadas sin ninguna autorización judicial, encarcelando a decenas y sometiendo a más de 100 personas a arresto domiciliario con el pretexto de que se trataría de militantes islamistas, aunque sin ninguna prueba de que hubieran participado en acción alguna.
Mientras que los ataques del 13 de noviembre estuvieron dirigidos indiscriminadamente contra la población en su conjunto, el EI subrayó su carácter islamista,4 al atacar a “paganos” e infieles. La mayoría de las víctimas tenía menos de 30 años y había muchas personas provenientes de suburbios con fuerte concentración de inmigrantes. Con frecuencia, el Estado Islámico ha atacado a la población civil en Siria e Irak en nombre de su yihad (guerra santa) religiosa. En la declaración en que asume la responsabilidad de los ataques, el EI afirma que los atacantes “esperaban morir por Alá… en apoyo de Su religión”; se llama a París la “capital de la prostitución y el vicio”, se describe a la multitud en la sala de conciertos Bataclán como “cientos de paganos reunidos en un concierto de prostitución y libertinaje” y el EI se regocija por las muertes de las víctimas a las que llaman “cruzados”. Ni la menor pretensión de haber asestado un golpe al estado imperialista.
Algunas de las 130 personas muertas en la carnicería del ataque terrorista indiscriminado llevado a cabo por el Estado Islámico en París, el 13 de noviembre.
Aun así, el ataque de París fue de hecho, como dijo François Hollande a los legisladores franceses, un “acto de guerra”, de la guerra de Hollande. Más específicamente, se trató de los que los estrategas del Pentágono llama una “guerra asimétrica”, en la que el bando más débil ataca “blancos fáciles” –en este caso, civiles incapaces de defenderse. Y los dirigentes imperialistas sabían que habría esta respuesta desde el momento en que empezaron sus bombardeos. Los cientos de bajas, muertos y heridos, en París, son el “daño colateral” de la guerra que EE.UU. dirige en contra del estado Islámico, sólo que esta vez la siniestra matanza hiere las sensibilidades de Occidente porque ocurre “en casa” y no en tierras lejanas invisibles para la ciudadanía, además de que infunde miedo, como se proponía.
No hubo semejantes protestas por otro bombazo suicida realizado por el EI, que dejó a 43 personas muertas el día anterior en Beirut, Líbano. Al contrario, el encabezado original del New York Times (13 de noviembre) calificó al barrio en el que hizo blanco dicho ataque al sur de Beirut como un “bastión” de la milicia chiita de Hezbolá (aliada del gobierno sirio), como si eso justificara el ataque terrorista. Tampoco hubo conmoción internacional cuando al menos 99 personas fueron asesinadas en un ataque contra una manifestación por la paz convocada por sindicatos izquierdistas y partidos kurdos en la capital de Turquía, Ankara, el 10 de octubre. Ni cuando 34 jóvenes socialistas fueron asesinados en Suruç, también en Turquía, el 20 de julio. Estos ataques terroristas fueron realizados por islamistas ligados a sectores del estado turco. Puesto que Turquía es “aliada” y miembro de la OTAN, sus crímenes pasan sin mención.
Y cuando el presidente francés describe al “enemigo” –el EI– calificándolo de “bárbaros”, no menciona para nada esta fuerza terrorista fue armada durante años por los imperialistas y sus aliados y títeres regionales (Turquía, Arabia Saudita, Qatar, etc.) en su fallido intento de derribar al gobierno sirio de Bashar al-Assad, al que ven como aliado de Irán y como un obstáculo para imponer una Pax Americana en la región. Ni una palabra con respecto a que Hollande aprobó secretamente en envío de miles de armas para las bandas que en Siria se unieron a la filial local de Al Qaeda y finalmente pasaron al Estado Islámico. Ni con respecto al hecho de que las bajas infligidas en París por los “perros de guerra” del EI que se soltaron de sus correas son apenas una fracción de las causadas por sus ex patrones.
130 vidas cruelmente arrebatadas en la Ciudad Luz –así es el saldo de víctimas de los ataques aéreos de EE.UU. cada vez que hacen blanco en la celebración de una boda en Afganistán, lo que ocurre con nauseabunda regularidad. ¿Y qué de las más de 600,000 muertes violentas entre 2003 y 2006 producto de la invasión y ocupación norteamericanas de Irak, incluidas alrededor de 100,000 causadas por bombardeos aéreos, de acuerdo con el informe de investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins publicado en la prestigiosa revista médica Lancet? ¿O los más de un millón de iraquíes que murieron debido a las sanciones económicas impuestas por las Naciones Unidas entre 1991 y 1998, incluidos más de 500,000 niños, de acuerdo con estudios del UNICEF?
Frente al completo fracaso de la campaña de guerra de EE.UU. (y Francia) contra el EI, dos opciones políticas son actualmente sopesadas por las “grandes” potencias, y las no tanto: intensificar los bombardeos y expulsar a Assad de Damasco, o intensificar los bombardeos en conjunción con el régimen de Assad. Ambas alternativas dependen de la política de Vladimir Putin en Rusia.5 Halcones belicistas de línea dura en Washington, tanto demócratas como republicanos, así como el “socialista” Hollande en París, quieren derribar al presidente sirio, sin que con ello se colapse el aparato del régimen, un escenario prácticamente imposible. Los “realistas” quieren trabajar en conjunto con Rusia, Irán y Assad sin decirlo, o colaborando abiertamente. En cualquier caso, el esquivo objetivo es una “paz” impuesta por los asesinos en masa imperialistas y sus aliados reaccionarios.
La Liga por la IV Internacional llama, en cambio, a expulsar y derrotar a los imperialistas y sus aliados. Como hemos dicho en repetidas ocasiones, “Todo golpe asestado en contra de los merodeadores de la OTAN, incluso por parte de los atávicos yihadistas (guerreros santos) del EI, corresponde a los intereses de los explotados y oprimidos. Los militaristas “democráticos” son, con mucho, los mayores asesinos de masas (y explotadores y opresores) en el planeta” (“Siria en su punto crítico”). Desde Afganistán en los años 1980 en adelante, los trotskistas se han opuesto enfáticamente a los degolladores islamistas, cuyos servicios han sido aprovechados por los imperialistas en repetidas ocasiones en contra de diversos blancos, desde la Unión Soviética hasta Medio Oriente. Hoy también llamamos por una revolución obrera que aplaste al EI y a todos los regímenes islamistas, tanto sunitas como chiitas, además de los sionistas, militaristas y gobiernos autoritarios que oprimen a los pueblos de la región.
¡Abajo el estado de emergencia! ¡Defender a los musulmanes e inmigrantes!
Migrantes marchan en los alrededores de la Plaza de la Republica, París, cerca de los blancos de los los atacantes del E.I. Exigen “Vivienda, Documentos, Respecto de los derechos de los refugiados.”
“La patrie en danger!” (la patria está en peligro), vociferan los gobernantes franceses siempre que quieren intensificar la represión. Y la izquierda republicana (burguesa) y socialista (reformista) invariablemente se pone en posición de firmes, saludando la bandera tricolor y entonando La Marsellesa. No fue diferente en esta ocasión. En el Congreso en Versalles del 16 de noviembre, la senadora Éliane Assassi del Partido Comunista (PCF) declaró ante los ataques que “el estado de emergencia está plenamente justificado”, seguido por una vana petición a favor del “respeto de las libertades públicas”. El dirigente del Partido de Izquierda (PG) Jean-Luc Mélenchon, aplaudió la declaración de Hollande de que “el pacto de seguridad es superior al pacto de estabilidad financiera”, mientras ironizaba acerca del “asombroso aporte al imaginario en materia de seguridad” por el primer magistrado.
El presidente francés comenzó su discurso ante el congreso declarando que “Francia está en guerra”, como si esto fuera algo nuevo. Francia, que se rehusó a sumarse a la invasión de Irak encabezada por EE.UU. en 2003, ha estado bombardeando al EI en Irak, y ahora en Siria, desde que Obama inició su guerra ahí en septiembre de 2014. Pero la guerra de Hollande está dirigida sobre todo en contra del “enemigo interno”. Llegó no sólo a pronunciarse por la extensión del estado de emergencia durante tres meses, sino también por sumar miles de nuevos oficiales de policía, crear una Guardia Nacional, modificar la Constitución para introducir la figura de un “estado de crisis” permanente, cerrar las mezquitas que “predican el odio” y deportar a sus imanes, permitir la cancelación de la ciudadanía francesa y la deportación incluso de nacidos en Francia y prohibirles regresar a Francia si el gobierno decide que “representan un riesgo de terrorismo”.
Además, Hollande exige que se conceda al gobierno el derecho de usar “todo el abanico de técnicas de inteligencia que ofrece la nueva tecnología” mediante una decisión administrativa (es decir, sin la aprobación de un tribunal), de hacer más estricto el control de armas y ampliar el derecho de los oficiales de policía a usar sus armas de modo que puedan disparar a su antojo “en legítima defensa”. Dio un ultimátum al parlamento hasta el viernes para que apruebe estas medidas.6 Así, este regordete socialdemócrata aspirante a Napoleón, acaba de adoptar el programa de seguridad de los partidos de derecha en nombre de la “guerra contra el terrorismo”. La dirigente del fascista Frente Nacional, Marine Le Pen, hizo muecas y ruidos aprobatorios mientras decía que Hollande no había ido “lo suficientemente lejos” en la “indispensable limpieza de los sótanos y suburbios gangrenados por la criminalidad”.
El mandatario francés François Hollande (en la tribuna) y parlamentarios cantan La Marsellesa en el Congreso sesionando en el Palacio de Versalles, el 16 de octubre. El Partido Comunista y el Partido de Izquierda votaron vergonzosamente a prolongar el estado de emergencia y otorgar al gobierno burgués poderes de estado policíaco.
Si hasta ahora no ha habido una ola de ataques antimusulmanes y antiinmigrantes como los que hubo tras el ataque contra Charlie Hebdo, es porque los fascistas están preparando el terreno para ello al azuzar la histeria en contra de los refugiados sirios. El gobierno, entretanto, está usando a la policía para atacar los campos de inmigrantes, especialmente “la Jungla” en Calais, en las cercanías de la entrada al túnel del Canal que conecta a Francia con Inglaterra. En días recientes, 1,800 policías han sitiado el campo. Policías antimotines lanzaron granadas de gas lacrimógeno, mientras que nazis en pasamontañas atacaban a los migrantes en las cercanías del Eurotúnel. Decenas de residentes han sido enviados en avión hacia campos en el sur, y el 12 de noviembre un equipo de construcción comenzó a derribar con buldózeres, supuestamente para construir un campo “más seguro” (¡compuesto de contenedores marítimos!) que albergaría apenas a una cuarta parte de los 6 mil que ahora viven ahí.
El informe de que uno de los atacantes de París tenía un pasaporte sirio y podría haber arribado en la ola de refugiados un par de meses antes, ha llevado a los demagogos derechistas a afirmar que los migrantes están siendo usados como fachada para introducir a los terroristas. Los mismos pronunciamientos histéricos han tenido eco en Estados Unidos, no sólo por boca del execrable Donald Trump, sino también de los gobernadores republicanos “respetables” que anunciaron que no van a aceptar a refugiados sirios, aun cuando muchos están huyendo de las áreas controladas por el EI (y que están siendo bombardeadas por EE.UU.). Ahora la Cámara de Representantes de EE.UU ha aprobado de manera casi unánime una vil iniciativa racista que incrementa las restricciones contra estos refugiados, con decenas de demócratas sumándose a los republicanos en la votación. Al mismo tiempo, la policía local, el Departamento de Seguridad de la Patria (Homeland Security) y el FBI están intensificando la vigilancia de manera ominosa, mientras las agencias de inteligencia piden restablecer el monitoreo de todos los mensajes electrónicos y las llamadas telefónicas.
En toda Europa, los inmigrantes y refugiados están sintiendo la presión de una reacción xenófoba en contra de la impresionante ola migratoria desde Medio Oriente, que incluye amenazas de violencia, ataques fascistas y represión oficial. Mientras que los países de los Balcanes cierran sus fronteras con alambre de púas, en Alemania los ultraderechistas del movimiento Pegida (Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente) reúnen con regularidad a entre 10 y 20 mil manifestantes en Dresde para exigir el cierre de las fronteras. Ataques incendiarios y de otro tipo contra instalaciones de asilo en Alemania se han elevado por los cielos, con 580 registrados en lo que va del año, en comparación con los 198 que hubo en total en 2014, con nazis implicados en muchos de ellos. Esto subraya la urgencia de organizar la defensa obrera de inmigrantes en Francia, Alemania, Bélgica y otros países.
A pesar del frenesí bélico y antiinmigrante, la forma más común de “resistencia” de los parisinos ha consistido en tomarse un trago en el café o bistro local. Pero el principal peligro proviene del gobierno, en la medida en que intensifique la guerra en Irak y Siria y pretenda imponer de manera indefinida medidas de estado policíaco. El estado de emergencia que fue usado por François Mitterrand, quien llegaría a ser el dirigente del Partido Socialista (PS), en contra de los combatientes por la independencia de Argelia en los años 1950, y después de la intentona golpista de los generales en 1961, que permite al gobierno prohibir las manifestaciones y reuniones, censurar los medios y realizar cateos e incautaciones, imponer toques de queda y arrestos domiciliarios, e incluso establecer tribunales militares, no resulta suficiente para el va-t-en-guerre (guerrerista) Hollande. Quiere es tener todos estos poderes, y más, de manera permanente.
¡Forjar un partido revolucionario internacionalista!
El jefe de personal de Air France huye de huelguistas, el 5 de octubre. Los dirigentes sindicales se distanciaron de la valiente acción de los trabajadores, y ahora cancelan un paro programado para el 19 the noviembre. Casi toda la izquierda se ha plegado al estado de emergencia.
Lo que se precisa, urgentemente, tras los ataques de París es una oposición revolucionaria en contra de la agresión imperialista en el exterior y las medidas represivas de carácter bonapartista en el propio país. Ciertamente, ésta no vendrá del PCF reformista y desde hace mucho tiempo socialdemocratizado, cuya portavoz en el senado dijo que “estudiaría” la solicitud de Hollande de otorgar a la policía más poderes. Sindicatos dirigidos por el PCF y el PS han obedientemente cancelado huelgas y movilizaciones. Uno de los paros cancelados estaba programado por los trabajadores de Air France para el 19 de noviembre, para protestar en contra de los despidos y arrestos tras su combativa huelga del mes pasado, cuando enfurecidos trabajadores rasgaron las ropas de un alto ejecutivo de la aerolínea. (De manera vergonzosa, dirigentes sindicales de la CFDT y la CGT se distanciaron de la valiente acción de los trabajadores.)
Pero incluso grupos tradicionalmente catalogados como de “extrema izquierda” han casi todos aceptado de manera tácita las medidas gubernamentales. Seudotrotskistas reformistas como los del Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA), bajo la dirección de seguidores del difunto Ernest Mandel, y Gauche Révolutionnaire (GR – Izquierda Revolucionaria), parte del Comité por una Internacional de los Trabajadores de Peter Taaffe, se oponen a los llamados por la “unidad nacional”, diciendo que es “vuestra guerra, nuestros muertos” (NPA) y “no es nuestra guerra” (GR) y criticando el estado de emergencia. Pero más allá de estas abstractas trivialidades, ni ellos ni otros grupos como Lutte Ouvrière (LO) están llamando a la movilización en las calles para exigir que Francia salga de Siria e Irak –es decir, no sólo oponiéndose al estado de emergencia de manera declarativa, sino desafiando las prohibiciones contra las manifestaciones.
La razón por la que no hay ahora y no ha habido una lucha masiva en contra los bombardeos de Francia en Medio Oriente es que estos oportunistas comparten en buena medida la misma política que el gobernante Partido Socialista, al llamar a apoyar a las bandas armadas de islamistas supuestamente “moderados” en contra del régimen de Assad en Siria. El NPA, que es el más atroz, ha llegado a exigir, en repetidas ocasiones, que Hollande –es decir, el gobierno imperialista francés– arme al “Ejército Siria Libre” (¡!). De hecho, Hollande admitió el año pasado que Francia había estado haciendo precisamente eso de manera subrepticia. (En EE.UU. no ha habido protestas contra la guerra de importancia desde que Obama comenzó los bombardeos: siendo que los liberales apoyan la guerra contra el EI, los izquierdistas oportunistas que habitualmente se ponen a su cola se han quedado en casa.)
En lo que concierne al estado de emergencia, prácticamente la totalidad de la izquierda francesa es “cretinista electoral” hasta la médula. Aunque los partidos de “extrema izquierda” obtienen un porcentaje bien bajo de los votos y casi nunca consiguen ser elegidos, dedican una enorme cantidad de sus esfuerzos a la participación en la farsa electoral capitalista. No van a arriesgar su registro electoral, ni los subsidios que reciben del gobierno por presentar candidatos, al violar la prohibición gubernamental contra las manifestaciones. Sí, los bolcheviques pueden hacer uso de la amañada plataforma electoral para presentar un programa revolucionario, pero esto dista de ser uno de sus principales focos de actividad. Si el antiparlamentarismo es una “enfermedad infantil del comunismo”, como escribió Lenin, el electoralismo empedernido de la izquierda francesa es signo de su demencia senil socialdemócrata.
En Medio Oriente, fuerzas islamistas se han multiplicado debido al fracaso de la izquierda estalinista y de los regímenes nacionalistas burgueses que apoyó, en confrontar al imperialismo y ofrecer una alternativa a la agobiante pobreza y a la desintegración social del capitalismo neocolonial. Del mismo modo, en Francia y otros países de Europa los reaccionarios yihadistas reclutan entre los jóvenes musulmanes marginados que no ven un futuro para sí en medio de la opulencia de la metropole imperialista, ni tampoco una alternativa revolucionaria a su degradante vida. Si cuando los residentes de los banlieues se levantaron en 2005 contra la brutalidad policíaca, los izquierdistas y trabajadores hubieran formado guardias de defensa en torno a las unidades habitacionales sitiadas, hoy la historia sería muy distinta.
Cualquiera de las tres principales organizaciones que en
Francia reclaman alguna afinidad con el trotskismo tenía la
fuerza numérica y los medios para hacerlo. Pero lo que hace
falta fundamentalmente es un programa leninista y trotskista
para la acción revolucionaria, y eso es precisamente de lo que
carecen. Los atroces asesinatos de París, la carnicería sin
fin de los imperialistas en Medio Oriente y la intensificación
de la represión policíaca en todas partes piden a gritos un
partido obrero internacionalista, auténticamente bolchevique.
Incumbe a la Liga por la IV Internacional y de militantes
revolucionarios en todas partes construirlo. ■
- 1. Véase “EE.UU. fomenta frenesí de guerra imperialista, se precipita hacia un estado policíaco” en El Internacionalista No.2, mayo de 2002. Esta declaración fue originalmente publicada en inglés en The Internationalist No. 12, otoño de 2001.
- 2. Véase ““¡Acción obrera para derrotar la guerra de Barack Obama contra Irak y Siria!;” (en inglés) en The Internationalist No. 38, octubre-noviembre de 2014.
- 3. Véase “¡Defender a los musulmanes en Europa contra la racista guerra ‘contra el terrorismo’!” (en inglés) en The Internationalist No. 39, abril-mayo de 2015).
- 4. El islamismo, o islam político, es la doctrina que sostiene que la ley islámica (sharia) debe regir la sociedad. Así, para los islamistas no hay separación entre la mezquita y el estado. Aunque hay diversas corrientes islamistas, así como fuertes diferencias entre los islamistas de las ramas sunita y chiíta del islam, todas están por el establecimiento de un régimen teocrático en el que la doctrina y la autoridad religiosas son supremas, de manera que resultaría inherentemente antidemocrático. Los yihadistas buscan imponer el régimen islámico mediante una guerra santa (yihad) en contra de infieles, apóstatas y no creyentes.
- 5. Véase “Siria en su punto crítico: la intervención rusa y la agresión imperialista” (en inglés) en The Internationalist (30 de octubre).
- 6. Cuando terminamos la redacción de esta declaración, la Asamblea Nacional Francesa aprobó el jueves, 19 de noviembre, mediante una votación aplastante (551-6), las draconianas leyes de seguridad, con apenas un puñado de socialistas disidentes y verdes que votaron en contra, en tanto que todos y cada uno de los diputados del PCF y el PG votaron vergonzosamente a favor de la legislación represiva.