Hammer, Sickle and Four logo

 julio de 2021

El bloqueo norteamericano de Cuba:
“Provocar hambre, desesperación
y derribar al gobierno”


Efectos del bloqueo: panadería en La Habana en mayo de 2021. Hoy tenemos pan. ¿Mañana?
(Foto: Alexandre Meneghini / Reuters)

Sería difícil exagerar las penurias causadas por el “embargo” norteamericano al comercio con Cuba, que a lo largo de seis décadas ha tenido el propósito de estrangular a la isla. Esta medida de guerra económica fue condenada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 23 de junio, tal como ha ocurrido cada año desde 1992 (y numerosas veces antes). Este año el voto fue de 184 contra 2: sólo EE.UU. e Israel votaron en contra. Particularmente desde la contrarrevolución de 1991-1992 en la URSS que puso fin a la ayuda soviética, el bloqueo ha implicado que con frecuencia productos básicos como la pasta de dientes no han estado disponibles para los trabajadores. Pero desde que EE.UU. apretó aún más el bloqueo en 2017, y luego desde marzo de 2020, la caída del turismo que siguió al estallido de la pandemia de COVID han disminuido drásticamente las fuentes cubanas de las divisas que necesita para mantener funcionando la economía y los servicios básicos. Esto ha implicado interminables horas de cola, sea bajo el sol abrasador o tormentas torrenciales, para conseguir víveres, medicamentos y pan.

Desde el principio, las sanciones económicas de EE.UU. en contra de Cuba fueron un castigo por haber hecho una revolución. El propósito era derribar al régimen al infligir un brutal daño económico a la población. Esto fue especificado en un memorándum interno de subsecretario de estado norteamericano para asuntos interamericanos del 6 de abril de 1960, que llamaba a “negar dinero y provisiones a Cuba, para disminuir los salarios monetarios y reales, para provocar hambre, desesperación y derribar al gobierno”.1

Esto se determinó apenas semanas después de que el gobierno republicano de Dwight Eisenhower comenzara a planear la invasión de Bahía de Cochinos. La mercenaria invasión gusana fue llevada a cabo por el presidente demócrata John F. Kennedy y espectacularmente derrotada por las milicias obreras que Castro dirigió en Playa Girón. Al fracasar en su intento de aplastar la Revolución, Kennedy ordenó un embargo al comercio con Cuba y lanzó ataques terroristas en la isla.2


WMiembros de la milicia obrera celebran la victoria sobre los mercenarios invasores en Bahía de Cochinos, aplastados en su intento de establecer una cabeza de playa en Playa Girón, abril de 1961.  (Foto: Archivo Bohemia)

Este bloqueo (fue más que un simple embargo comercial) fue mantenido mediante órdenes ejecutivas que lanzaron los subsiguientes presidentes norteamericanos, hasta que el demócrata Bill Clinton lo convirtió en ley y lo intensificó mediante la Ley Democracia Cubana de 1992 y la Ley por la Libertad y la Solidaridad Democrática con Cuba (Helms-Burton). Aunque algunas restricciones para viajar a Cuba fueron aligeradas cuando el demócrata Obama restableció las relaciones diplomáticas en 2015, posteriormente en 2017 y 2019 el republicano Trump impuso un montón de nuevas sanciones (conocidas en Cuba como las infames “243 medidas”) que intensificaron el bloqueo. Éstas incluyen un límite a las remesas que pueden enviar los exiliados cubanos a sus parientes, juicios en tribunales norteamericanos en torno a propiedad confiscada en Cuba bajo el Título III de la Ley Helms-Burton, así como el acoso de los embarques de petróleo venezolano enviados a Cuba mediante la imposición de sanciones a las armadoras. Junto con el ataque de EE.UU. en contra del gobierno de Maduro en Venezuela, esto ha provocado una caída de las importaciones de petróleo de 90 mil barriles al día en 2015 a 51 mil después de 2017, a apenas 25 mil barriles al día en junio, causando gran escasez en todos los ámbitos.3

El imperialismo norteamericano ha usado desde hace mucho el chantaje económico como parte de su arsenal. Richard Nixon y Henry Kissinger acosaron al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile al prometer que harían que “la economía grite” como parte de los preparativos para el sangriento golpe de Pinochet en 1973. Jimmy Carter usó el “arma alimenticia” –un boicot de granos en contra de la URSS– en respuesta a la intervención soviética para defender al gobierno reformador en Afganistán bajo ataque de muyajedines (guerreros santos) respaldados por EE.UU. Trump intentó exprimir a Cuba mediante la intensificación de las sanciones y los saldos de la pandemia de COVID-19, particularmente la pérdida de los dólares provenientes del turismo, para provocar descontento popular. Ahora el gobierno de Biden no ha cambiado ni un ápice la política de Trump. El año pasado, cuando la economía cubana se contrajo un 11 por ciento, las importaciones cubanas cayeron en un 34 por ciento en los primeros ocho meses, lo que produjo una severa escasez de leche, mantequilla, pollo, aceite de cocina, arroz, maíz y frijoles.4

A esto se añade el funcionamiento del mercado capitalista mundial. Cuba normalmente importa alrededor del 70 por ciento de los alimentos que consume. El trigo para producir pan y pasta no crece en el clima tropical de Cuba, las vacas más productivas para la leche requieren forraje importado y la producción agrícola cubana, con un rendimiento inferior a lo que cabría esperar, ha ido a la baja desde 2017. Encima de la drástica caída en los ingresos en divisas y en las reservas, el costo de los alimentos a escala internacional se ha incrementado en más de un 30 por ciento en el último año, según informa la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El trigo se vendía a 280 dólares la tonelada en abril de 2021, subiendo de a 220 dólares la tonelada hace un año; el precio de la pierna de pollo se duplicó de enero a abril. Además, “el costo del envío por contenedor internacional ha subido en al menos un 50 por ciento con respecto al año pasado, y el cargamento a granel aún más”.5 El resultado: “Cuba enfrenta su peor escasez de comida desde los años 1990” (Economist, 3 de julio).

En respuesta a las protestas del 11 de julio, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador declaró que “si se quisiera ayudar a Cuba, lo primero que se debería hacer es suspender el bloqueo”. Hoy, muchos demócratas liberales e incluso algunos republicanos han llamado a favor de terminar el bloqueo. En marzo, 80 demócratas miembros del Congreso reivindicaron levantar las sanciones, que calificaron de “crueles”. Pero gracias al demócrata Clinton, las sanciones son ley, y las posibilidades de revertirlas en una votación en el Congreso de EE.UU. –en donde los gusanos republicanos (Marco Rubio, Ted Cruz, Ileana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart) y demócratas (el presidente de la comisión senatorial de relaciones internacionales Robert Menéndez) tienen un candado sobre la política cubana– son exactamente nulas. Al hacer campaña contra Trump, Joe Biden dijo que revertiría las políticas que “han infligido daño a la población cubana”, pero tras las recientes protestas el presidente demócrata de EE.UU. se rehúsa a levantar ninguna de las medidas de Trump.

Como advertimos incluso cuando muchos izquierdistas estaban llamando a colocarlo en la Casa Blanca, Biden es un inveterado halcón de guerra anticomunista.6 Desde que asumió la presidencia, Biden ha obrado para incrementar las tensiones con Rusia y especialmente para intensificar la campaña de guerra en contra de China, el mayor de los estados obreros deformados aún existentes. Está preocupado también por la posibilidad de perder Florida ante los republicanos en las elecciones intermedias de 2022. No debería sorprender a nadie, en consecuencia, que su respuesta a las protestas en Cuba haya sido redoblar el bloqueo económico, calificar a Cuba como “estado fallido” y al comunismo como un “sistema fracasado”, mientras prepara nuevas sanciones. El rechazo de Biden incluso a levantar los topes a las remesas a familiares en Cuba (que en su mayor parte van a opositores al gobierno) es un signo claro de que la política de EE.UU. sigue siendo la de estrangular económicamente a Cuba, con la esperanza de “provocar hambre, desesperación y derribar al gobierno”.

El gobierno cubano ha buscado siempre la “coexistencia pacífica” con el imperialismo norteamericano, un sueño quimérico que no va a hacerse realidad. La Liga por la IV Internacional llama a romper el bloqueo y a oponerse al “chantaje pandémico” norteamericano que busca intensificar la pobreza de la población cubana. Pero como subraya el incremento estratosférico en los costos de alimentos, combustible y transporte, el estrangulamiento del imperialismo no se limita a una sola medida ni a un conjunto de políticas, sino que resulta de los dictados del mercado capitalista mundial. Cuba no puede escapar de este implacable asedio buscando en vano conciliar con los imperialistas yanquis, quienes con sus secuaces cubanos convertiría de vuelta a la isla en la neocolonia que fue desde la invasión norteamericana de 1898 hasta la Revolución Cubana de 1959. Para liberarse de las garras imperialistas hace falta la ayuda de otros estados obreros (Vietnam y particularmente China), y sobre todo, el extender la revolución socialista a todo el hemisferio. ■


  1. 1. Véase Foreign Relations of the United States, 1958–1960, Cuba, Volume VI.
  2. 2. Véase Salim Lamrani, The Economic War Against Cuba (Monthly Review, 2013).
  3. 3. “¿Qué está causando la aguda escasez de combustible en Cuba?” Notimérica, 24 de septiembre de 2019; “What the Protests in Cuba Have to Do with Venezuela,” Caracas Chronicles, 13 de julio; “How Venezuela's Oil Crisis Triggered Mass Protests In Cuba,” OilPrice.com, 14 de julio.
  4. 4. Ver “Cuba Is Running Out of Food,” Institute for War & Peace Reporting, 7 de enero.
  5. 5. “Soaring International Prices Aggravate Cuban Food Crisis,” Reuters, 20 de mayo.
  6. 6. Ver “Repression Elections 2020,” The Internationalist No. 61, septiembre-octuvre de 2020; y “Democrat Biden’s Regime: Cold War and Racist Repression,” The Internationalist No. 62, enero-marzo de 2021)