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octubre de 2018

¡Déjenlos entrar! ¡Asilo para los refugiados!
¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!

La caravana de los desposeídos


La caravana entra México después de vencer la brutal represión de la policía federal. (Foto: Esteban Biba / EPA)

Mientras las elecciones intermedias norteamericanas se acercan a la recta final, el xenófobo presidente Donald Trump recurre a una nueva táctica para su campaña normal de miedo y mentiras: azuzar la histeria en torno a la inminente invasión que realizaría una caravana de inmigrantes procedentes de Honduras. Se ha informado que está preparando una declaratoria de emergencia nacional (¡!), mientras que el Pentágono alista unidades en activo del ejército (no de la Guardia Nacional) para que patrullen la frontera sur con México. Con esto Trump lograría que el miedo sea un factor activo hasta el día de las elecciones (el 6 de noviembre), además de que le da la oportunidad de cambiar la política de EE.UU. con respecto al status de los refugiados por medio de una orden ejecutiva (un decreto), en violación de las leyes del país y de los tratados internacionales. El jefe imperialista ordenó a los gobiernos de México, Guatemala y Honduras que detuvieran la caravana o se atuvieran a las consecuencias. También intensificó su retórica antiinmigrante, al declarar que hay entre los miembros de la caravana “bad hombres” y un “alto porcentaje” de “criminales”, así como “personas de Medio Oriente” y “terroristas”. Esto, sin embargo, no ha detenido a los más de 7 mil migrantes que marchan a paso constante hacia el norte, mientras que ahora se está formando otra caravana.

Seamos claros: los migrantes que han decidido arriesgarlo todo para emprender la onerosa caminata de 4,700 kilómetros desde San Pedro Sula hasta Tijuana, lo hacen para huir de la violencia mortífera y de la pobreza extrema made in U.S.A. Los acuerdos de “libre comercio” han devastado la economía hondureña, además de que las pandillas que aterrorizan a la población de las ciudades se originaron en Los Angeles. El gobierno derechista de Honduras, que actúa como el del republicano Trump, es producto del golpe de estado que en 2009 maquinó el gobierno demócrata de Barack Obama. La Liga por la IV Internacional y sus secciones, el Internationalist Group/U.S. y el Grupo Internacionalista/México han hecho el llamado a dar la bienvenida a la caravana, exigiendo ¡asilo para los refugiados y plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes! Además, como en todos los casos, intentamos llevar a la práctica nuestro llamado. El Grupo Internacionalista envió a un activista-corresponsal para acompañar a la caravana desde su arribo al territorio mexicano, mientras que el local de Oaxaca del GI realizó una manifestación de solidaridad en conjunto con la Sección XXII de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Además de ser usada por el racista de la Casa Blanca como un ardid electoral, que los demócratas intentan esquivar a toda costa, la caravana de los desposeídos de Centroamérica representa una tragedia humana que ilustra la brutal realidad del capitalismo en decadencia. Es también una batalla política de primer orden en contra de los imperialistas norteamericanos, que están dispuestos a usar sus fuerzas armadas para proscribir a las víctimas de los estragos que ellos mismos han producido, exactamente del mismo modo en que sus contrapartes europeas dejan que los inmigrantes africanos se ahoguen en las aguas del Mar Mediterráneo. En ésta, lo mismo que en toda batalla de clase, no hay neutralidad. O se permite a los migrantes que entren, o no. Nosotros decimos: ¡déjenlos entrar!

Cuando la caravana llegó a la frontera mexicana en Ciudad Hidalgo, Chiapas, fue recibida en el puente que cruza el río Suchiate con una barrera de 200 policías federales, enviados por el presidente Enrique Peña Nieto en cumplimiento de las órdenes de su jefe imperialista. Bajo un cartel que dice “Bienvenidos a México”, la policía disparó gas lacrimógeno a la multitud, que era encabezada por mujeres y niños. Al día siguiente, cuando cientos vadearon el río para cruzarlo, jóvenes de la caravana derribaron la reja en la frontera y la procesión se dirigió hacia la siguiente ciudad en su travesía, Tapachula. En contra de lo que dicen Trump y su marioneta, el presidente hondureño Juan Orlando Hernández Alvarado, los caminantes insisten en que nadie les instigó a dejar Honduras. “Ya no aguantamos eso”, dijo un joven de 24 años a nuestro camarada en Tapachula. Con una hija, madre y hermanas que mantener, es el único de su familia que tenía trabajo, hasta que fue despedido. Como escribió nuestro camarada:

“La verdad es que no tuvo que pensárselo mucho para abandonar Honduras, el segundo país más pobre del continente donde el setenta por ciento de la población es pobre, donde ni el diez por ciento tiene estudios superiores y después de los treinta años es casi imposible conseguir empleo, para ya no hablar de un sistema público de salud devastado. Y, como él, todos los que vienen en la caravana: desempleados, jornaleros agrícolas, albañiles, campesinos arruinados, profesionistas que no encuentran trabajo, autoempleados –empresarios, según el presidente hondureño–, niños que no cumplen 15 años, familias enteras con bebés. Huyen del hambre, del desempleo, de la delincuencia y del gobierno.”

Cuando los inmigrantes abandonaron Tapachula para dirigirse a la siguiente escala, Huixtla, coreaban la consigna “Los migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales”, haciendo eco de la pinta que se encontraba en el muro fronterizo entre Tijuana y San Diego y que fue construido por Bill Clinton. Pero más que un acto político o una migración largamente planeada, la caravana es un éxodo. De hecho, muchos de sus integrantes llevan sus biblias, y los organizadores informales periódicamente han calmado a la gente haciéndola rezar. No son pocos los que han comparado su odisea con el relato bíblico de la salida de Moisés de Egipto. Para algunos esto incluye la ilusión de que esto podría conmover el corazón de Donald Trump para que les abra la puerta hacia una vida mejor. Pero la mayor parte sabe que les espera una dura travesía. Una mujer de 32 años que tenía una tiendita ya no podía pagar el “impuesto de guerra” (“derecho de piso”) que le exigía una de las pandillas. Se sumó a la caravana con su esposo, hijas y hermanas porque ya no tienen futuro en Honduras. Un joven que llevaba la bandera del arcoíris de los derechos de los homosexuales se sumó a la caravana un día después de que fuera amenazado de muerte por una pandilla de homófobos. Este éxodo es producto de la desesperación.


Los caminantes descansan en Huixtla, Chiapas después de hacer el recorrido de 41 km. desde Tapachula. Más fotos de la caravana disponibles en https://www.flickr.com/photos/internationalist4/. (Foto: El Internacionalista)

Para darse una idea de lo extrema que es la situación en Honduras, el ingreso per cápita es de 2,300 dólares anuales, en contraste con los 10,000 de México. Tan sólo Haití está por debajo en América Latina. Según cifras de las Naciones Unidas, el 19 por ciento de la población de Honduras gana menos de 1.90 dólares diarios, que marca la línea internacional de la pobreza extrema, lo que representa 6 veces más que en México y El Salvador (países ambos donde es del 3 por ciento). En lo que toca a la desigualdad, incluso el World Factbook (registro de datos) de la CIA reconoce que Honduras “sufre de una distribución extraordinariamente desigual del ingreso”. Es así que el 40 por ciento más pobre de la población hondureña recibe apenas el 10 por ciento del producto interno bruto, mucho menos que en México y Nicaragua (16 por ciento). Pero no es sólo que Honduras sea pobre y que tenga una clase dominante rapaz, que deja a los de abajo con poco o nada. Es de capital importancia comprender que los orígenes políticos de la crisis social y económica que ha devastado a Honduras se encuentran directamente en Washington y Wall Street.

Durante los años 1980, Ronald Reagan usó a Honduras como la base de la guerra contrarrevolucionaria de EE.UU. contra Nicaragua, apuntalando así al asesino ejército hondureño. En los años 1990, Bill Clinton comenzó a deportar a cientos de pandilleros como los de la Mara Salvatrucha (MS-13) y de la Mara 18 hacia Centroamérica. Cuando el presidente mexicano Felipe Calderón inició una “guerra contra las drogas” en 2006 para cumplir las órdenes de George W. Bush, los narcotraficantes mudaron sus operaciones a Honduras. La tasa de homicidios pasó a más del doble de 2006 a 2012, convirtiéndose en la más alta en todo el mundo, y San Pedro Sula, el centro industrial del país, es la ciudad más violenta del planeta. Hay una vinculación tristemente célebre entre las pandillas y la policía y el ejército, que son financiados por EE.UU. Entretanto, la crisis económica mundial que comenzó en 2008 devastó el empleo en la industria textil y del vestido. Tras el golpe de estado de 2009 que depuso al terrateniente liberal Mel Zelaya de la presidencia, los servicios públicos se privatizaron, los subsidios fueron eliminados y decenas de miles de trabajadores fueron despedidos. Ese golpe de estado contó con la aprobación del departamento de estado encabezado por Hillary Clinton.

En resumen, tanto el militarismo como las catastróficas condiciones económicas y sociales producidas por Estados Unidos son las que han llevado a miles de pobres y a familias enteras con bebés y niños pequeños a emprender una fatigosa caminata de miles de kilómetros, desafiando al clima (al caminar con temperaturas de 35 grados centígrados entre lluvias torrenciales) a los ladrones que rondan a los migrantes y a la corrupta y violenta policía, para llegar a la frontera de EE.UU. donde les esperan los rifles del ejército de Estados Unidos. La respuesta no es la “ayuda extranjera” que incrementa las ganancias de las empresas norteamericanas, ni la construcción de algunas fábricas maquiladoras que paguen salarios de hambre que sólo incrementen la pobreza, sino derrotar el dominio imperialista de EE.UU. en América Latina, que políticos norteamericanos tanto conservadores como liberales (como el ex secretario de estado de Obama John Kerry) denominan despectivamente como “nuestro patio trasero”. Esto sólo puede ser realizado mediante una revolución socialista, que se extienda por toda Centroamérica, que era un solo país hasta que fue dividido por emisarios norteamericanos en el siglo XIX.

Honduras es, efectivamente, una neocolonia yanqui (era la arquetípica “república bananera” gobernada por la United Fruit Company), donde todo es decidido por Washington. El México semicolonial también se encuentra bajo la bota del imperialismo, lo mismo si es gobernado por un populista burgués como el presidente electo Andrés Manuel López Obrador y su Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), o por el libremercadista de línea dura Enrique Peña Nieto, Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido que gobernó al país ininterrumpidamente al país durante siete décadas con mayor o menor sumisión al imperialismo norteamericano (casi siempre mayor). Esto es particularmente cierto en el caso de la política migratoria. Mientras que EE.UU. deportó a unos 294 mil inmigrantes provenientes de El Salvador, Guatemala y Honduras desde 2015 hasta septiembre de 2018, en el mismo período México deportó a 436 mil migrantes provenientes de “triángulo norte” de Centroamérica. Por sus servicios como amortiguador y policía fronteriza de Estados Unidos, México ha recibido miles de millones de dólares del departamento del tesoro de EE.UU. (El Universal, 21 de octubre). Y ahora la policía federal ha vuelto a la carga con el arresto de cientos de migrantes en la frontera sur.

Cartel anunciando el mitin del 24 de octubre en Oaxaca, Oax., en defensa de los migrantes centroamericanos. 
(Foto: El Internacionalista)

El Grupo Internacionalista en México ha combatido desde que se formó en contra de la represión antiinmigrante, llamando por derechos plenos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Así, inmediatamente después del brutal ataque del 19 de octubre de la Policía Federal contra la caravana, el GI se unió a los maestros con conciencia de clase de la combativa Sección XXII de la CNTE para organizar una movilización de solidaridad en Oaxaca con el llamado a favor de “Acciones obreras para defender a los inmigrantes centroamericanos”. El 21 de octubre, la asamblea estatal del magisterio oaxaqueño aprobó una moción que dice en parte: “La sección 22 de trabajadores de la educación brinda su respaldo a la caravana de migrantes centroamericanos, por lo que movilizará a los trabajadores de sus filas para acompañar y respaldar a dicha caravana en su paso por los estados donde la CNTE tiene presencia, llamando al resto del movimiento obrero a sumarse y a defender el paso de esta caravana.” Las acciones de defensa incluían el llamado a los trabajadores de la salud para que organizaran brigadas médicas para ofrecer atención a los migrantes. La moción concluye: “Rechazamos todo racismo y xenofobia azuzada por la burguesía mexicana, lacaya del imperialismo norteamericano. ¡Déjenlos entrar! ¡Ni ilegales ni criminales, los migrantes son trabajadores internacionales!”

Ahora Peña Nieto promete asilo y empleos a los miembros de la caravana si se registran ante las autoridades migratorias mexicanas. Los organizadores de la caravana han rechazado dicha propuesta. López Obrador también les ha ofrecido trabajos en la construcción del Tren Maya en la Península de Yucatán. No es casualidad que esto mantenga a los hondureños en la parte sur de México, lejos de la frontera con Estados Unidos. En la protesta del 24 de octubre, una vocera del Grupo Internacionalista enfatizó que la represión contra los inmigrantes no va a cesar bajo el gobierno de AMLO, al que muchos izquierdistas y maestros están apoyando. “AMLO ha repetido una y otra vez que no se confrontará con Trump sobre la cuestión de los migrantes”. Nuestra camarada enfatizó que la lucha por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes debe ser parte de una lucha revolucionaria, señalando que este elemental derecho democrático fue implementado por la Revolución Francesa de 1789, la Comuna de París de 1871 y la Revolución Bolchevique de 1917. Nuestra camarada añadió:

“Somos ciudadanos del mundo y luchamos por un planeta en el que las fronteras nacionales sean trascendidas. Aunque hoy en día no podemos simplemente abolir las fronteras, luchamos en contra de todo ataque racista y de las excluyentes leyes migratorias. Hacemos un llamado al movimiento obrero a movilizar su fuerza para barrer a los grupos para policíacos antiinmigrantes y a tomar las calles para detener las deportaciones. Demandamos: Cerrar los campos de detención, libertad para los migrantes recluidos tanto en Estados Unidos como en México.”

La vocera del GI concluyó con un llamado a “romper con todos los partidos capitalistas y a construir un partido obrero sobre la base de un programa revolucionario e internacionalista.”

Mientras la caravana centroamericana se aproxima a la frontera con EE.UU., Trump intensifica su ofensiva antiinmigrante y los demócratas guardan un silencio sepulcral al respecto e intentan cambiar de tema. Todos los partidos burgueses son enemigos de los trabajadores inmigrantes, a los que los capitalistas sobreexplotan de manera brutal. Al defender a nuestras compañeras y compañeros migrantes, la clave radica en movilizar el poder de los trabajadores, no sólo de palabra sino en los hechos. Somos una clase internacional. Tenemos el poder de poner alto a racistas como Trump y a los cazadores de esclavos modernos de la policía migratoria. Pero para usar ese poder, debemos forjar una dirección basada en el programa de Lenin y Trotsky de la revolución socialista internacional. ■