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noviembre de 2006 ¿Una Comuna de Oaxaca?
La Comuna de París, marzo-mayo de 1871. (Grabado: Editorial Progreso) Se ganó una batalla, pero
la
guerra sigue. Y lo más sobresaliente de la guerra por Oaxaca es
que, aún si hoy reviste la forma y presenta
consignas propias de una lucha democrática, lo que le
subyace es la guerra de clases. Todo
inició con una
huelga magisterial por demandas bien modestas (la
rezonificación, ante todo, de
los maestros del estado). Luego del 14 de junio su
reivindicación principal ha
sido la expulsión del gobernador asesino. En principio, nada de
eso sobrepasa
el marco capitalista. No obstante, la lucha se enfrenta no sólo
con un cacique
despótico, sino con todo el régimen semi-bonapartista del
priato, que dominó
México durante 70 años y está aún intacto
en la entidad. Los varios miles de operativos
políticos del partido único, el PRI-gobierno,
todavía están presentes, aunque
ahora están despavoridos por el temor de perder sus prebendas y
tener que enfrentar
una población enfurecida. En realidad, derribar a este
régimen y derrotar a sus defensores a ultranza se
asemejaría a una revolución
política. Es más, esta lucha se da en una sociedad
caracterizada por la honda
división entre una clase dominante criolla, estrecha y
oligárquica, y una gran
masa de trabajadores mayoritariamente de origen indígena. Con
esta estructura
político-social, semicolonial en el sentido más estricto,
“los de abajo” no
podrán obtener una victoria sin salir del marco
democrático-burgués e iniciar
una revolución social. Cambiar de gobernador para tener a otro
priísta o a
algún “independiente” burgués en
su
lugar no cambiaría gran cosa, con la posible excepción
del grado de represión —
y quizás ni siquiera eso. Para dar “solución” a los
trabajadores, la
rebelión popular tendrá que convertirse en
revolución obrera. Algunos izquierdistas hacen
como si eso ya hubiera ocurrido. En semanas recientes han proliferado
artículos
de comentaristas “progresistas” en la prensa burguesa y de grupos de
izquierda
que se refieren a una “Comuna de Oaxaca”. Así se titula un
comentario de Luis
Hernández Navarro en La Jornada (25
de julio). “La Comuna de Oaxaca insurrecta” es otro de la Agencia
Latinoamericana
de Información (ALAI, 29 de septiembre). Iván
Rincón Espríu escribe de
“Tlatelolco y la comuna de Oaxaca” en el diario oaxaqueño Noticias (5 de octubre). “México:
¡Viva la Comuna de Oaxaca!” titula
la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional una
declaración (6 de septiembre),
y más recientemente “¡Defendamos la Comuna de Oaxaca!” Su
grupo mexicano, la
Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), se refiere a “La Comuna
de Oaxaca
en alerta” (La Verdad Obrera, 5
de octubre de 2006). “La Comuna de Oaxaca: APPO”, escribe el
grupo
Militante (6 de noviembre). En Brasil el 2 de noviembre hubo una serie
de “actos
en solidaridad con la Comuna de Oaxaca”. También en Radio APPO,
los
anunciadores suelen decir que transmiten desde la Comuna de Oaxaca,
algo así
como cuando Radio Habana se despide con el lema “transmitiendo desde el
primer
territorio libre de América”. ¿Es que existe una Comuna
de
Oaxaca? Echemos un vistazo al punto de referencia clave: la Comuna de
París de
1871. Tras de la derrota del ejército del emperador Louis
Napoleón en la guerra
contra Alemania y la proclamación de la república en
septiembre de 1870, la
capital francesa siguió asediada por los alemanes. La
población plebeya de
París desconfiaba del gobierno burgués, que disfrutaba
los placeres de un
refugio dorado en el palacio de Versalles. Este gobierno, por su parte,
temía a
la Guardia Nacional dada su composición proletaria. Cuando
trató de disolverla
el 18 de marzo de 1871, la Guardia se rebeló y los trabajadores
parisinos
súbitamente tuvieron el poder. La imagen de una heroica
ciudadela revolucionaria asediada no es totalmente ajena al contexto
oaxaqueño,
particularmente hoy cuando se aproxima a una situación casi
insurreccional. Al
mismo tiempo, no es una imagen muy alentadora por cierto, presagiando
una
derrota sangrienta. La Comuna de París fue aplastada por la
contrarrevolución
después de 72 días, con un saldo de más de 30 mil
muertos y 50 mil encarcelados
entre los comuneros. A esto se refiere Iván Rincón
Espríu al advertir sobre el
peligro de una repetición de la masacre de 1968 en la Plaza de
Tlatelolco
cuando el ejército mató a cientos, tal vez medio millar,
de estudiantes e izquierdistas:
“Las tropas que tratarán de aplastar la comuna de Oaxaca y
sofocar a sangre y
fuego el descontento popular (multiplicándolo, de paso) tienen
ubicados los
puntos de ataque y han tomado sus posiciones.” Marcha de la APPO llega al Distrito Federal el 9 de octubre. (Foto: El Internacionalista) El punto de partida del
artículo de Hernández Navarro también es
válido: afirma que el movimiento
iniciado por la huelga magisterial oaxaqueña es del tipo de
luchas sociales que
anuncian otras de mayor envergadura, como las huelgas de Cananea y
Río Blanco
en 1906, precursoras de la Revolución Mexicana de 1910-1917. Su
conclusión, sin
embargo, es la de que hay que sumarla a
la lucha contra “el cochinero
cometido en los comicios del 2 de julio”, o sea, a la
movilización lópezobradorista
bajo las siglas del PRD burgués. Asimismo, en el caso de
protestas
contra la represión que quieren expresar un apoyo entusiasta a
los valientes
luchadores oaxaqueños la referencia es comprensible. Sin
embargo, cuando
corrientes que se reclaman del marxismo y del trotskismo se refieren a
una
“Comuna de Oaxaca”, y sobre todo cuando lo hacen en tono de alabanza y
glorificación, eso demuestra una ligereza teórica y
programática peligrosa: en
lugar de esclarecer, oscurecen las lecciones obligadas, lo mismo que
las medidas
necesarias para ganar la batalla de Oaxaca. Distorsiona la realidad al
darle un
contenido revolucionario que aún está por lograrse, y
revela que los autores
viven en un mundo de fantasía. Más aún, al perder
confianza en la clase obrera
como vanguardia, buscan sustitutos: remplazan la lucha de clases con
una óptica
“democrática”, o más bien “democraticista”. En lugar de
la dictadura del
proletariado reclaman “organismos de autodeterminación de las
masas” (LTS, Estrategia
Obrera, 21 de octubre). ¿Qué era la Comuna
de París?
Entre “la variedad de interpretaciones a que ha sido sometida la Comuna
y la
variedad de intereses que la han interpretado a su favor”,
escribió Karl Marx
en La guerra civil en Francia (mayo de 1871), “He aquí
su verdadero
secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera,
fruto de
la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma
política
al fin descubierta que permitía realizar la emancipación
económica del
trabajo.” Luego en el mismo texto califica la Comuna como un “gobierno
obrero”.
Engels repite, en su introducción de 1891 a la obra de Marx,
“Últimamente las
palabras ‘dictadura del proletariado’ han vuelto a sumir en santo
terror al
filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros,
¿queréis saber qué faz
presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he
ahí la dictadura del
proletariado!” Quienes hoy se refieren a una Comuna de Oaxaca como
expresión de
la “democracia real” o de la “autodeterminación de las masas”
sin distinción de
clase, trazan su linaje no a los grandes teóricos
revolucionarios sino al
bisabuelo de los oportunistas, el “filisteo socialdemócrata” por
excelencia,
Karl Kautsky, quien en su libelo antisoviético Terrorismo y
comunismo
(1919) distorsionó las palabras de Marx al describir la Comuna
de París como
“el gobierno del pueblo por el pueblo, es decir, la democracia”. Llamado
de la Comuna de Paris a la elección de delegadas a una
cámara federal de trabajadoras. La Comuna de París fue un
gobierno obrero, una encarnación de la dictadura proletaria, dos
frases
sinónimas, no porque Marx y Engels lo dijeran, sino por la
concepción que tuvo
de sí misma, lo mismo que por su composición y su
actuación. La proclama de la
Comuna, la Declaración del Comité Central de la Guardia
Nacional del 18 de
marzo de 1871, decía: “Los proletarios de París, en medio
de los fracasos y las
traiciones de las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha
llegado la
hora de salvar la situación tomando en sus manos la
dirección de los asuntos
públicos . . . Han comprendido que es su deber imperioso y su
derecho
indiscutible hacerse dueños de sus propios destinos, tomando el
Poder.” A esto
Marx agregó inmediatamente: “Pero la clase obrera no puede
limitarse
simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal
como está, y a
servirse de ella para sus propios fines”. El proletariado tuvo que
erigir su propio
gobierno, en el que “la mayoría de sus miembros eran,
naturalmente, obreros o
representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no
debía ser un
organismo parlamentario, sino un cuerpo de trabajo, ejecutivo y
legislativo al
mismo tiempo”. Esa conclusión fue la principal enmienda que Marx
y Engels hicieron
al Manifiesto Comunista escrito en 1848. Veamos ahora la situación
oaxaqueña de hoy. El máximo órgano de la lucha, la
Asamblea Popular de los
Pueblos de Oaxaca, no se define como gobierno ni lo es en los hechos.
Es un
órgano de lucha, cuya dirección está compuesta por
representantes de diversas
organizaciones. Hasta ahora, la gran mayoría de los delegados no
han sido
elegidos sino nombrados por las direcciones de los gremios. Su columna
vertebral es el sindicato magisterial, la Sección XXII del
SNTE-CNTE, y
aglutina a varios sindicatos de trabajadores estatales (de la
secretaría de
salud, IMSS, ISSSTE, UABJO, aeropuertos) pertenecientes al FSODO
(Frente de
Sindicatos y de Organizaciones Democráticas de Oaxaca), de
telefonistas y
camioneros de autobuses, además de organizaciones semisindicales
(Mujeres
Sindicalistas Asociadas, jubilados ferrocarrileros) y grupos de
izquierda
(Frente Popular Revolucionario, Comité de Defensa de los
Derechos del Pueblo,
Partido Obrero Socialista). Pero también abarca una serie de
organizaciones de
pueblos indígenas – la Organización de Pueblos
Indígenas Zapotecos (OPIZ),
Consejo Indígena Popular de Oaxaca (CIPO), la Unión de
Comunidades Indígenas de
la Zona Norte del Istmo (UCIZONI), Movimiento de Unificación de
Lucha Triqui
(MULT) – y organizaciones campesinas. No hay duda que la
APPO tiene un gran arraigo entre las masas oaxaqueñas por haber
resistido
durante tanto tiempo el asedio de los gobiernos estatal y federal y la
violencia
asesina de los porros y paramilitares. Pero no se trata de un gobierno
obrero
en ciernes. La APPO tiene un carácter policlasista, con una
dirección
pequeñoburguesa en la que predomina una política
frentepopulista. En el Foro
Nacional Construyendo la Democracia y la Gobernabilidad convocado por
la APPO
el 16 y 17 de agosto, por ejemplo, hablaron en sus acuerdos de “generar
alianzas con diversos sectores y actores políticos bajo la
premisa de nuestra demanda
principal: la salida de Ulises Ruiz Ortiz”. Asimismo promueve “la
instalación
de una Junta de Gobierno Popular” y la formación de una “Gran
Asamblea Nacional
Popular”. Para muchos en la APPO, estos llamados están
orientados hacia el PRD,
cuyos representantes han tenido discusiones con la APPO en Oaxaca en
días
recientes. Vocero del Grupo
Internacionalista habla en foro convocado por la APPO a mediados de agosto. Partidarios del PRD
trataron de silenciarlo.
(Foto: El Internacionalista) Seguro, la APPO y la
Sección
XXII han debido cumplir varias funciones gubernamentales, constituyendo
por ejemplo
el Honorable Cuerpo de Topiles (policías populares) y la
Policía Magisterial de
Oaxaca (POMO) para mantener el orden en la ciudad ocupada, deteniendo a
ladrones y en algunos casos sometiéndolos a juicios populares.
Pero estos son
organismos y medidas episódicas de lucha que surgirían en
el marco de cualquier
huelga general que durara algún tiempo. Es cierto también
que hay aspectos de
poder dual con la ocupación por la APPO de la capital estatal y
la instalación
de ayuntamientos populares en una veintena de municipios. Pero no es
una
dualidad de poderes de distintas clases. La APPO no ha atentado
en
absoluto contra la propiedad burguesa: no ha tomado hoteles, ni
haciendas,
fábricas ni empresas de transporte. Tampoco ha tomado
instalaciones de
instituciones gubernamentales del ámbito federal, como las
carreteras o el
aeropuerto. Sobre todo, con sus llamados a una resistencia
“pacífica” al acoso
de las fuerzas federales y de URO, no ha puesto en entredicho el
monopolio del
armamento del estado capitalista. Incluso en negociaciones con
Gobernación,
aceptó en principio el ingreso de la PFP a Oaxaca. León Trotsky
escribió en
diciembre de 1905, cuando era encarcelado en tanto presidente del
soviet de
Petersburgo, un ensayo, “35 años después: 1871-1906”, en
donde dice: “La Comuna de París de
1871 no
era, por supuesto, una comuna socialista; su régimen ni siquiera
era un régimen
desarrollado de una revolución socialista. La ‘Comuna’ no era
sino un prólogo.
Estableció la dictadura del proletariado, la premisa necesaria
de la revolución
socialista. París entró en el régimen de la
dictadura del proletariado no porque
proclamó la república, sino porque de los 90 delegados
elegidos, unos 72
representaron a los trabajadores y estuvieron bajo la protección
de la guardia
proletaria.” Nada de eso existe en Oaxaca todavía. Es “música del futuro” a la que
podemos aspirar y por la que luchamos los comunistas. Sin embargo,
confundir
nuestros deseos con la realidad actual sería fatal para el
futuro desarrollo de
la lucha revolucionaria en México. No existe un poder proletario
en Oaxaca, y
para que exista, la lucha tendrá que librarse no en los
límites de un estado
predominantemente campesino y rural sino extendiendo la insurgencia a
los
grandes batallones de la clase obrera en la capital de la
república y los centros
industriales del país. Para lograr eso, es imprescindible forjar
una dirección,
un partido, que luche no por la “democracia real” (burguesa) sino
abiertamente
por la revolución obrera. n Léase
también:
Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com |
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