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enero de 2000 


Alianza con burgueses y militares = derrota para los explotados

Nuevo gobierno ecuatoriano: 
made in U.S.A.

Fotos: AP
  
Izquierda: Gustavo Noboa, presidente por gracia del alto mando. Derecha: el coronel Lucio Gutiérrez y el dirigente indígena Antonio Vargas de la efímera junta cívico-militar, 21 de enero de 2000.

Contra la embestida capitalista:
¡por la revolución socialista internacional!

Reproducimos a continuación el texto del volante del Grupo Internacionalista/Liga por la IV Internacional, publicado el 27 de enero de 2000.
El nuevo gobierno ecuatoriano de Gustavo Noboa, que asumió el 22 de enero tras la huida de Jamil Mahuad, es literalmente una administración made in U.S.A. Instalado por orden directa de la Casa Blanca ante el “levantamiento pacífico” de organizaciones indígenas y militares populistas, anunció de inmediato que llevaría a cabo el plan de dolarización del mandatario depuesto Mahuad. Y no por casualidad: su programa consiste en abrir las compuertas al pillaje masivo mediante la privatización al por mayor. Bajo la égida del imperialismo norteamericano y encabezada por el representante de la oligarquía costeña Noboa, la burguesía ecuatoriana prepara una nueva embestida contra los explotados y oprimidos de este país, hundidos ya en una miseria inaguantable. Una oleada de represión ya se ha desatado.

Por la mañana del viernes, 21 de enero, miles de indígenas rodearon la sede del Congreso Nacional; al aproximarse al recinto legislativo, los soldados les abrieron paso. Poco después, se anunció la formación de una “junta cívico-militar de salvación nacional” compuesta por Antonio Vargas, dirigente de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), el ex presidente de la Corte Suprema Carlos Solórzano y el coronel Lucio Gutiérrez. Este, quien fuera edecán de los ex presidentes Bucaram y Alarcón, encabezó un grupo de coroneles y otros oficiales de los mandos medios. Después de que Gutiérrez “desconoció” a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y anunció el nombramiento de la junta, Vargas, “visiblemente emocionado, señaló que lo importante [era] que las Fuerzas Armadas se han mantenido en total unidad” (La Hora [Quito], 22 de enero). Por su parte, Solórzano subrayó: “Queremos invitar a los empresarios de buena fe...a los banqueros honrados para que participen de este gobierno.” Cerca de la medianoche, el general Carlos Mendoza, jefe del Comando Conjunto de las fuerzas armadas que horas antes había ordenado al presidente Mahuad a retirarse “para evitar un estallido social”, sustituyó a Gutiérrez en el triunvirato.

Sin embargo, la nueva junta no contaba con el beneplácito de Washington, que exigía “estabilidad” y continuismo. En una serie de llamadas telefónicas nocturnas, los voceros imperialistas junto con la Organización de Estados Americanos (su “ministerio de colonias”) y varios gobiernos allegados amenazaron a la flamante junta con “aislamiento internacional”. Acto seguido el general Mendoza puso fin al triunvirato y entregó el poder a Noboa, el vicepresidente de Mahuad. Al hacerlo, Mendoza señaló que había que restablecer “el orden y la confianza”, evitar el aislamiento y mantener “la estructura jerárquica que debe existir en la mejor institución del país”, es decir, las mismas fuerzas armadas saludadas poco antes por el dirigente de la Conaie.

Así dieron los amos imperialistas otra lección de cómo hacen y deshacen gobiernos en su “patio trasero”. El episodio recordaba el comentario del ex agente de la CIA Philip Agee, quien tras la publicación de su libro Diario de la CIA en 1975 dijo en una famosa entrevista en Playboy: “Atropellamos a Ecuador como una aplanadora. Fue como vivir una fantasía del poder absoluto.”

La investidura de Noboa se realizó a toda prisa en la Jefatura de las Fuerzas Armadas. Entre sus primeras declaraciones, el sexto presidente en cuatro años aseguró que seguiría con la dolarización y mantendría el estado de urgencia nacional decretado por su antecesor en Carondelet (palacio presidencial). A la vez, espetó su desprecio racista a los indígenas: “No vamos a aceptar a nombre de nada que una sola etnia quiera imponernos su cosmovisíon” (La Jornada [México], 24 de enero). Tras llorar un poco y quejarse de la “cantinflada” que condujo a su retiro, Mahuad expresó su pleno respaldo a Noboa, que recibió además el visto bueno del Congreso.

Vargas, de la Conaie, se quejó amargamente que “el ex general Mendoza traicionó al pueblo y al país”. En realidad, los que engañaron y traicionaron a los oprimidos fueron los dirigentes “populares” como Vargas y los grupos de “izquierda” oportunistas que desde el principio buscaron una alianza con la burguesía y los militares. Los intereses de las masas trabajadoras, cuyas movilizaciones incluyeron una huelga petrolera, fueron sacrificados en aras de la “unidad nacional”. Conforme con el programa de la colaboración de clases, el proletariado fue diluido en el “pueblo” en general. Señalamos en nuestro volante del 16 de enero que los trabajadores enfrentaban un problema fundamental: 

“La actual ola de protestas, igual que las de años anteriores, está dominada por la política populista, burguesa y nacionalista de un ‘frente popular’ de colaboración de clases. Y esto, aun en caso del ‘triunfo’, implicaría más de lo mismo, como sucedió en 1997 cuando el gobierno de Abdalá Bucaram fue derrocado por una huelga general que instaló otro régimen de hambre y represión.”
Ante la represión desatada por el gobierno de Noboa, el movimiento obrero debe defender a todas las víctimas de la represión burguesa y exigir la anulación inmediata de las órdenes de captura contra Vargas, Luis Villacís del Frente Popular, Juan José Castello del Movimiento Popular Democrático, entre otros. A la vez, para romper la cadena de traiciones y engaños la tarea urgente es sacar las lecciones políticas de la larga serie de luchas frustradas, romper tajantemente con las direcciones y organizaciones reformistas y forjar el instrumento de la victoria para los trabajadores: un partido obrero revolucionario e internacionalista, basado en el comunismo genuino de Lenin y Trotsky.

Un trolebús llamado pillaje

Como indican las declaraciones del nuevo presidente Noboa, el programa de “dolarización” y privatización no fue simplemente un salvavidas para el naufragante gobierno de Mahuad, sino un plan que contaba con el respaldo de importantes voceros imperialistas. El 16 de enero se realizó una reunión secreta entre representantes del gobierno ecuatoriano, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Fundación Mediterráneo, fundada por Domingo Cavallo, arquitecto de la dolarización de Argentina durante el gobierno de Carlos Menem. El propósito, informó el Miami Herald (17 de enero), fue “ayudar al gobierno a diseñar una propuesta detallada para la dolarización”. Esta quedó plasmada en la Ley fundamental para la transformación económica del Ecuador (la llamada Ley Trolebús) destapada por Mahuad tres días antes de su huida.

AP

Indígenas se enfrentan con policías antimotines durante protesta 
contra el gobierrno de Mahuad, 19 de enero de 2000. (Foto: AP)

Ahora, los empresarios nacionales y extranjeros exigen que el “trolebús” arranque, ya, y se implante la dolarización. La prensa ecuatoriana informa que el gobierno de Noboa inicia con un espaldarazo del FMI, que mandó una misión al país dos días después de que asumió el nuevo presidente, para “acelerar las negociaciones” del próximo paquetazo de austeridad. La dolarización significa acentuar aun más el empobrecimiento de las masas. Sin embargo, sería sólo el comienzo. El programa incluye también el proyecto de aumentar los precios de la gasolina, el servicio telefónico, la energía eléctrica y otros servicios, en una situación en que el salario mínimo no alcanza para la cuarta parte de la canasta básica.

El Wall Street Journal (23 de enero), vocero del capital financiero, revela una pieza clave del plan imperialista:

“Si Noboa logra dolarizar la economía ecuatoriana, el país se vería obligado a recaudar fondos para cubrir un déficit fiscal y una grave crisis bancaria, mediante la venta rápida de los activos, según Agustín Hurtado, asesor del Ministerio de Finanzas ecuatoriano. Noboa ‘tendrá que iniciar, y muy pronto, un plan de privatizaciones muy agresivas’, dice.”
A pesar del tamaño relativamente reducido de la economía ecuatoriana, hay una serie de propiedades estatales que representarían un enorme botín para los inversionistas y especuladores. Se ha valorado la industria petrolera entre US$15.000 millones y US$20.000 millones, mientras que los sectores de telecomunicaciones y de energía eléctrica valen aproximadamente US$3.000 millones y US$7.000 millones respectivamente. Y los socios menores ecuatorianos de la banca imperialista ven en el nuevo mandatario un representante idóneo:
“La base central del poder de Noboa se asienta en una suerte de ‘santa alianza’ que están terminando de soldar las élites económicas de Quito y Guayaquil. El presidente cuenta con la bendición del empresariado y de una parte del sector financiero que no cayó en desgracia por efecto de la peor crisis económica. Esta es su forma de pagar la decisión de Noboa de mantener la ruta de la dolarización....”
Clarín (Buenos Aires), 24 de enero
En otras palabras: dolarización, privatización y militarización será el santo y seña para un régimen sacadólares de pillaje desenfrenado. Buscarán combinar el último grito de la “modernidad” dolarizada con una intensificación descarada de la opresión racista a las masas indígenas. Los objetivos de Washington, sin embargo, son mucho más extensos. Como observó el economista norteamericano Paul Krugman (New York Times, 19 de enero), al utilizar a Ecuador como “conejillo de Indias para poner a prueba las nociones económicas”, EE.UU. prepara su respuesta a “la próxima gran crisis financiera como las que golpearon a México en 1994 y Asia en 1997”. El proyecto de dolarizar a sus neocolonias latinoamericanas forma parte del esfuerzo de consolidar su bloque comercial ante las crecientes rivalidades interimperialistas. 

Contra burgueses y militares, 
la revolución socialista

El “levantamiento” que instaló la efímera junta cívico-militar destacó el surgimiento de un grupo de coroneles y otros miembros del cuerpo de oficiales burgués que adoptaron una posición disidente teñida con una vaga ideología populista. El populismo militar tiene una larga historia, no sólo en Ecuador—notablemente en el régimen del general Rodríguez Lara (1972-1976)—sino en muchas otras partes de Latinoamérica, desde los gobiernos de Getúlio Vargas en Brasil (1930-1945, 1951-1954) hasta los regímenes de Gualberto Villarroel en Bolivia (1944-1946), Velasco Alvarado en Perú (1968-1975) y muchos más.

En un artículo titulado “Ecuador: banco de pruebas” (La Jornada [México], 22 de enero), el comentarista Guillermo Almeyra hace una apología de “izquierda” del populismo militar, llegando al extremo de aseverar: “El nacionalismo de base, civil o militar, es por fuerza antimperialista”. En realidad, el nacionalismo, ideología capitalista por excelencia, ha sido empleado en beneficio del imperialismo como arma para esclavizar, dividir y conquistar a los trabajadores, desde la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay en la década de los 30 hasta el conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú.

Uno de los ejemplos supuestamente positivos que cita Almeyra es “la alianza entre la Asamblea Popular con funciones constituyentes y el gobierno nacionalista del general Torres” en Bolivia (1970-1971). Pero este frente popular altiplánico, que resultó abarcar a todos desde los populistas castrenses hasta el Partido Comunista y el Partido Obrero Revolucionario de Guillermo Lora, quedó tristemente célebre justamente porque abrió las puertas al golpe sangriento del general Hugo Banzer (hoy nuevamente mandatario en una Bolivia “democratizada”). Hay una larga historia de “coronelazos” en América Latina, pero los efectos nefastos de la claudicación de la izquierda oportunista ante los populistas uniformados no se limitan a este continente: se manifestaron con fuerza especial en la “Revolución de los Claveles” portuguesa a mediados de los años 70.

El papel del populismo militar es en todas partes subordinar las masas al estado burgués, encadenando y desarmándolas, con el resultado de afianzar el sojuzgamiento al imperialismo. Contra los oficiales burgueses, los revolucionarios deben preparar la formación de milicias obreras y campesinas, que en una situación revolucionaria se vincularían con comités de soldados rasos (obreros y campesinos en uniforme) para aplastar el cuerpo de oficiales y destruir toda la “institucionalidad” de las fuerzas armadas capitalistas, en una revolución socialista.

Los acontecimientos en Ecuador suscitaron comparaciones con Venezuela. Muchos portavoces de la “izquierda” domada y decepcionada siembran ilusiones también en el régimen venezolano de Hugo Chávez. De hecho, en los llamados en Ecuador a disolver los tres poderes gubernamentales y movilizar una alianza cívico-militar contra la corrupción, había ecos de la demagogia de Chávez y su Asamblea Constituyente. Sin embargo, el de Chávez es un régimen 100 por ciento capitalista que encadena los trabajadores, no vacilará un segundo para reprimirlos, y se esfuerza por atraer a los inversionistas imperialistas.

Para los obreros y campesinos ecuatorianos, que sufren bajo el fardo de la deuda imperialista, la verdadera naturaleza del régimen de Hugo Chávez se manifiesta en su declaración del 23 de diciembre—en medio de la catástrofe de las lluvias y derrames que golpearon a Venezuela—de que el pago de la deuda es “sagrado”. Por su parte, el ministro de relaciones extranjeros de Chávez, José Vicente Rangel, recalcó: “A pesar de las fuertes pérdidas y el enorme impacto [del desastre] en la economía...la nación cumple y seguirá cumpliendo sus compromisos con el pago de la deuda externa” (AP, 24 de diciembre de 1999). 

En Ecuador, los estalinistas se han encontrado entre los más asiduos sembradores de ilusiones en las fuerzas armadas burguesas y los capitalistas “democráticos”. Justo antes del “levantamiento”, el Partido Comunista Marxista-Leninista de Ecuador ayudó a sentar las bases para la junta cívico-militar, escribiendo:

“Fuera Mahuad, y en su lugar creemos oportuno la constitución de un Gobierno Patriótico de Unidad Nacional, que guiado por un programa anticrisis de contenido soberano, patriótico y que defienda y atienda las necesidades populares, esté constituido por las organizaciones populares, por sectores de los pequeños y medianos productores (artesanales, industriales, del campo), por sectores políticos democráticos, por elementos democráticos de las Fuerzas Armadas y la Policía, por sectores progresistas de las iglesias, y de ninguna manera por quienes han sido parte de los gobiernos pasados, responsables de las actuales condiciones de vida.”
En Marcha, 10 al 16 de enero
Esta soñada alianza con oficiales “democráticos” es la expresión más acabada de la bancarrota del programa estalinista de una revolución “por etapas”. La etapa “democrático-antiimperialista” significa entregar a los obreros y los campesinos indígenas a sus verdugos cívico-militares.

Como enfatizamos en nuestro volante del 16 de enero, los trabajadores avanzados y jóvenes que quieren acabar con la miseria capitalista deben orientarse al trotskismo, el marxismo revolucionario de nuestro tiempo, puesto que la tarea urgente es construir un verdadero partido de vanguardia revolucionario. La liberación de las masas indígenas de Ecuador de su opresión secular, la liberación de los trabajadores negros de la costa (y también del Valle del Chota), de los obreros petroleros, de las mujeres trabajadoras y de todos los oprimidos y explotados no se logrará mediante la estafa del populismo cívico-militar con su cola estalinista, sino a través de la revolución proletaria internacional. n


El colmo del seguidismo: 
¿“revolución” a la cívico-militar?

El revolucionario bolchevique León Trotsky insistía que los marxistas tienen el deber elemental de “llamar a las cosas por su nombre; decir la verdad a las masas por amarga que ella sea”. ¿Qué decir entonces de una organización que se autodenomina marxista e incluso trotskista, a la vez que proclama: “lo primero que hay que dejar claro es que lo que ha sucedido en Ecuador en la última semana es una revolución”? La cita viene de un texto de la corriente Militante titulado “El siglo 21 ha empezado con la insurrección en Ecuador” (23 de enero). Con una euforia que raya en el delirio, declara: “En tan sólo cinco días las masas campesinas y obreras de Ecuador utilizando los métodos de lucha clásicos, la huelga general, la insurrección, la movilización de masas, y ganando a su lado un sector del ejército han tomado el poder.”

Afirmación asombrosa, pero no casual. Militante—cuyos adeptos mexicanos se llaman tendencia “marxista” del nacionalista burgués Partido de la Revolución Democrática—se caracteriza por correr siempre a la zaga de las direcciones actuales y descubrir “revoluciones” en todas partes. Ayer fue Indonesia, donde la caída del dictador Suharto fue seguida por la instalación de gobernantes musulmanes no menos anticomunistas (además de ataques racistas contra la minoría china). Ahora descubren una “revolución” ni más ni menos que en la fugaz “junta cívico-militar de salvación nacional” en Ecuador.

En otro artículo, un redactor del periódico mexicano Militante afirma: “El triunfo revolucionario de Ecuador debe consolidarse....” La fecha: el 22 de enero, pocas horas antes de que el triunvirato “revolucionario” diera lugar a la presidencia de Gustavo Noboa, cuya tarea es consolidar la sumisión total al Fondo Monetario Internacional. Contra el oportunismo de una “izquierda” que actúa como retaguardia del populismo burgués, urge forjar un partido de vanguardia leninista para alcanzar, en la realidad, el triunfo de los trabajadores. Los últimos acontecimientos en Ecuador subrayan de nuevo la afirmación de Trotsky: “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.... La crisis de la dirección del proletariado, que se ha transformado en la crisis de la civilización humana, sólo puede ser resuelta por la IV Internacional”, partido mundial de la revolución socialista.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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