octubre de 2019
Encuentro sobre Trotsky en La Habana
Notas de un participante
Asistieron a la conferencia partidarios de varias corrientes y hubo debates polémicos fuertes sobre temas de fundamental importancia para trotskistas. Partidarios de la Liga por la IV Internacional insistieron en la importancia vital de la defensa de la Unión Soviética por Trotsky.
por Alberto Fonseca
Entre el 6 y el 8 de mayo tuvo lugar en La Habana, Cuba, un evento inusual y de gran importancia: el primer Encuentro Académico Internacional León Trotsky. El encuentro fue organizado por el Instituto de Filosofía y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y tuvo como sede la Casa de México Benito Juárez en La Habana Vieja. Entre los participantes había investigadores y estudiantes cubanos, además de académicos y activistas provenientes de Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Italia, México, Perú, Turquía y otros países.
Participé como ponente en uno de los paneles del encuentro con un trabajo titulado “Trotsky en México: el antiimperialismo y la lucha por la independencia política de la clase obrera”. Junto con otros partidarios de la Liga por la IV Internacional (LIVI), tuve el verdadero honor de participar en este histórico evento. Los paneles y presentaciones abordaron una gran diversidad de tópicos –cuestiones biográficas, culturales, históricas y literarias, entre otros– desde una amplia variedad de puntos de vista. Todo esto es mucho más que lo que un breve reporte puede aspirar a describir. En cambio, el propósito de estas notas consiste en ofrecer una visión general, lo mismo que algunos antecedentes e impresiones. También busca contextualizar las intervenciones y comentarios que realizamos los partidarios de la LIVI en el curso de las discusiones y que están disponibles en Internet en www.internationalist.org.
Quiero enfatizar que nuestro compromiso con la historia de Trotsky y el trotskismo es inseparable de la lucha por la revolución socialista internacional. Consideramos que las lecciones de la historia son esenciales para luchar por el futuro de la humanidad. Esto significa librar aquí y ahora una lucha política a favor del genuino programa comunista defendido por Trotsky, codirigente junto con Lenin de la Revolución Bolchevique en la Rusia zarista, organizador de la insurrección de octubre de 1917 y fundador del Ejército Rojo y de la IV Internacional.
Es por ello que consideramos que el debate político y la discusión polémica eran esenciales en la conferencia, aunque este aspecto fundamental ha sido minimizado o ignorado en la mayor parte de las reseñas del evento. Entre los temas más importantes se encuentran la llamada “Cuestión Rusa” (es decir, la naturaleza de los países en los que el capitalismo fue derribado, así como su defensa en contra del imperialismo y la contrarrevolución), la lucha en contra de la colaboración de clases y el programa de la revolución permanente de Trotsky en contra del dogma antimarxista de Stalin de que es posible construir el “socialismo en un solo país”.
La urgencia del internacionalismo proletario y revolucionario –no como una frase ritual, sino como guía para la poderosa acción obrera a escala internacional en contra del imperialismo– fue subrayada por el hecho de que la conferencia tuvo lugar precisamente cuando la Casa Blanca impulsaba su intentona golpista en Venezuela e intensificaba su brutal bloqueo en contra de Cuba. Estos aspectos también serán discutidos en mayor detalle más adelante.
Celia Hart, el Museo Trotsky y el Encuentro de La Habana
El organizador del encuentro fue Frank García Hernández, un joven investigador del Instituto Marinello, a la cabeza de un equipo que incluye a sus colegas Lisbeth Moya González, Yunier Mena, y que contó además con la colaboración del director y el personal de la Casa Benito Juárez. Con entusiasmo contagioso, lograron superar toda una serie de obstáculos (previsibles unos, inesperados otros) para asegurarse de que el evento culminara de manera exitosa.
En su presentación inaugural, el compañero Frank García rindió un emotivo tributo a la memoria de Celia Hart (1962-2008), una física, hija de dos reconocidos dirigentes de la Revolución Cubana: Armando Hart y Haydée Santamaría. A comienzos de la primera década del siglo XXI, Celia declaró abiertamente su adhesión a las ideas de Trotsky, que intentó popularizar en Cuba hasta su trágica muerte en un accidente automovilístico hace once años. García saludó también a veteranos del movimiento trotskista cubano, incluido León Ferrera, hijo de Idalberto Ferrera, cuya participación en el movimiento trotskista se remontaba hasta los primeros años de la década de los 1930. En las palabras inaugurales también se refirió a la importante colaboración del Museo Casa de León Trotsky en la Ciudad de México para la realización del encuentro.
Estos elementos son de vital importancia en el contexto del encuentro, y su intersección fue para mí, como trotskista mexicano, de enorme relevancia. Para participar en el encuentro volvía a Cuba, donde había estado por última vez en julio de 2005, cuando visité a Celia Hart en La Habana. La había conocido unos meses antes, en la primavera de ese año, en el Museo Trotsky en la Ciudad de México. Me invitó a participar en el evento que iba a realizar ese verano en Cuba para conmemorar el asalto al Cuartel Moncada que tuvo lugar el 26 de julio de 1953 y que abrió la vía para el derribo del dictador Fulgencio Batista a manos del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro.
Acepté su invitación y acudí a la conmemoración del 26 de julio que Celia organizó en el museo dedicado a su tío Abel Santamaría, quien fue capturado en el Asalto al Moncada 52 años antes, y que luego fue brutalmente torturado y asesinado. (La madre de Celia, Haydée, jugó también un papel clave en el Asalto). En su arenga de esa noche, Celia enfatizó la importancia del internacionalismo y su convicción de que las ideas de Trotsky eran cruciales para la defensa revolucionaria de Cuba.
Pese a las diferencias políticas que teníamos en torno a cuestiones de extrema importancia (entre ellas, la no menor cuestión de la estrategia guerrillera que desembocó en trágicas derrotas en América Latina), me sentí orgulloso de estar con Celia y otros compañeros cubanos para cantar junto con ellos “La Internacional” esa noche estival. Fue gracias a ella que conocí a Idalberto Ferrera. Al escuchar su lúcida charla en su departamento en las cercanías del Capitolio en 2005, me arrobó la súbita comprensión de que estaba hablando por primera vez (y tal vez por última) con un militante trotskista que se había unido a la IV Internacional cuando Trotsky aún estaba vivo.1 Su hijo León estuvo también presente esa vez, y me mostró, orgulloso, una fotografía en la que aparece con su uniforme de miliciano revolucionario a principios de los años 1960. León también me contó anécdotas sobre el período en que trabajó bajo las órdenes de Che Guevara en el Ministerio de Industrias.
La trágica e inesperada muerte de Celia en 2008 pareció amenazar, desde lejos, con apagar el interés por las ideas de León Trotsky en la asediada isla. A finales del año pasado, sin embargo, nos enteramos con gran entusiasmo de que había planes para la realización de un encuentro dedicado precisamente a estudiar el legado teórico de Trotsky en La Habana. Justo por esos días, supe por un compañero mexicano que vive en La Habana, que la publicación de la novela de Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, había despertado un amplio interés en la población cubana por la figura del revolucionario ruso.
El encuentro de La Habana recibió una importante dosis de apoyo de parte del Museo Trotsky en la Ciudad de México. Bajo la dirección del nieto de Trotsky, Esteban Volkov, el Museo ofreció ayuda esencial, incluido el estupendo despliegue de fotos y de otros materiales que envió y que fueron instalados en la sala donde discurrió el evento. Esteban envió un caluroso saludo al encuentro. Por su parte, la directora del Museo, Gabriela Pérez Noriega, hizo una presentación sobre las actividades que realizan. Gracias a los esfuerzos de Esteban y de todo el personal, la casa de Trotsky en Coyoacán –ahora Museo Casa de León Trotsky– ha recobrado el aspecto que tenía cuando el dirigente bolchevique vivía en ella y libraba sus últimas batallas políticas.
Hoy en día, el Museo se encuentra en muy buenas condiciones, lo que ha implicado superar numerosos obstáculos a lo largo de los años. Nuestra tendencia ha participado activamente en la preservación de la casa de Trotsky como parte viva de la herencia revolucionaria desde hace décadas, cuando a mediados de los años 1980 (cuando había muy poco apoyo financiero) contribuimos a la realización de importantes reparaciones. Después de que se convirtió oficialmente en museo en 1990, nuestros camaradas han participado activamente dando visitas guiadas, ayudado en la clasificación e identificación de fotografías, documentos y publicaciones históricas. Además, en 1995 nuestra camarada Socorro Valero planeó y supervisó la restauración del monumento diseñado por el artista mexicano Juan O’Gorman que contiene las cenizas de Trotsky y de su compañera, Natalia Sedova. La conexión entre el Museo y el Encuentro representa un importante punto de referencia, tanto para nosotros, como para muchos de los demás participantes.
El internacionalismo revolucionario de Trotsky es esencial hoy
Llegamos a La Habana no mucho tiempo después de que el presidente norteamericano Donald Trump activara el Título III de la infame Ley Helms-Burton. Esta intensificación de la agresión contra Cuba, junto con el intento de golpe de estado orquestado por Washington en Venezuela, hicieron las veces de telón de fondo para el evento. Aprobada en 1996, durante el gobierno del presidente demócrata Bill Clinton, la Ley Helms-Burton tiene el propósito de subyugar mediante el hambre al pueblo cubano y promover la contrarrevolución capitalista –todo en nombre, por supuesto, de la “democracia” imperialista. El título III que hasta recientemente se había mantenido “suspendido”, establece que empresas no norteamericanas que comercien con Cuba y que operen en instalaciones o con bienes confiscados (nacionalizados) tras la Revolución puedan enfrentar demandas en tribunales norteamericanos. El uso de estos juicios extraterritoriales tiene el propósito de obligar a compañías (principalmente canadienses y europeas) a que dejen de comerciar o de realizar actividades en Cuba.
A principios de mayo, gusanos contrarrevolucionarios en el exilio que se declaran “dueños” legítimos de los muelles de Santiago y de La Habana, comenzaron con juicios de este tipo. Entre los demandados se encuentran compañías de cruceros turísticos, lo mismo que buques petroleros que traen el combustible desde Venezuela. La brutal exacerbación de la escasez de muchos bienes de consumo recuerda a muchos cubanos las terribles dificultades que enfrentaron cuando la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética dejó a Cuba sin suministros clave para su economía. El fortalecimiento de los empeños de estrangular la Revolución Cubana ha despertado una extendida indignación en Cuba, donde la consigna “¡Abajo la Ley Helms Burton!” figuró ampliamente en la manifestación del Primero de Mayo ocurrida una semana antes de que comenzara el Encuentro, en la que cientos de miles marcharon con evidente entusiasmo.
La situación que se abría y desarrollaba en Cuba en los días del evento realmente hacía resaltar la importancia que tiene discutir el legado teórico y programático de Trotsky. He aquí una de las razones que confirieron al evento una trascendencia mucho mayor que la que ningún “evento académico” pueda tener. A final de cuentas, el marxismo revolucionario no es una cuestión escolar: es la guía que para la acción revolucionaria necesitan los explotados y oprimidos del mundo.
Así, la lucha entre el programa de la “revolución permanente” de Trotsky y el dogma de Stalin del “socialismo en un solo país”, sigue siendo crucial para los revolucionarios en todo el mundo. Fue de importancia determinante que Trotsky luchara sin cuartel por la defensa del programa internacionalista de la Revolución de Octubre, en contra de la mentira antimarxista y nacionalista de Stalin de que el socialismo podría construirse en la Unión Soviética sin que fuera necesario el concurso de la revolución socialista internacional. Aunque la Unión Soviética ocupaba la sexta parte del territorio mundial, las constantes presiones militares y económicas del imperialismo condujeron a la degeneración burocrática del estado obrero soviético y a la destrucción contrarrevolucionaria de la URSS y los estados obreros burocráticamente deformados de Europa Oriental entre 1989 y 1992.
Para Trotsky, la defensa de las enormes conquistas que para la humanidad representaba el derribo del dominio capitalista en el antiguo imperio zarista y la expropiación de los capitalistas y terratenientes exigía la extensión internacional de la revolución socialista hasta la destrucción del imperialismo mundial. Esto, junto con una revolución política proletaria que restaurara la democracia proletaria de los soviets (consejos obreros) era crucial para defender las conquistas de Octubre y abrir la vía hacia una sociedad socialista sin clases.
La última batalla política de Trotsky consistió en la defensa de la posición histórica de la IV Internacional por la defensa del estado obrero soviético. En esa lucha, James P. Cannon, uno de sus más cercanos colaboradores –fundador del trotskismo en el hemisferio occidental– dirigió la lucha en la sección norteamericana en contra de la “oposición pequeñoburguesa” de Max Shachtman y James Burnham, que renunciaron a esta posición justo antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial.
En el Encuentro de La Habana, los partidarios de la LIVI defendimos esta posición. Fue así como nos encontramos rebatiendo a quienes sostenían que la Oposición de Izquierda de Trotsky debía haber hecho un bloque político con la Oposición de Derecha de Bujarin, así como a los que defendían las posiciones de Shachtman y del difunto Tony Cliff, de las que hicieron eco unos pocos participantes. (Una presentación se enfocó en la defensa de las justificaciones “teóricas” de Cliff para oponerse a defender a la URSS sobre la base de que era, supuestamente, “capitalista de estado”.)2 Fue llamativo el hecho de que la LIVI fuera la única tendencia cuyos partidarios presentes en la conferencia que de manera franca asumieran este crucial desafío, aunque nuestras participaciones fueron cálidamente aplaudidas por buena parte del auditorio, incluidos muchos de los trotskistas “veteranos” ahí presentes.
Al despotricar en contra del “imperialismo soviético”, guerreros “socialistas” de la Guerra Fría como Shachtman y Cliff, representan la antítesis del trotskismo, colocándose al otro lado de las barricadas. La defensa de la posición trotskista sobre la “Cuestión Rusa” es esencial hoy en día para luchar por la derrota del ataque del imperialismo norteamericano en contra de Cuba y su campaña por la contrarrevolución capitalista desde China, Corea del Norte y Vietnam hasta la asediada isla caribeña.
Una amplia gama de tópicos
Toda vez que la lucha de Trotsky y Cannon en contra de Shachtman es crucial para entender la historia del trotskismo –y lo que es y no es hoy en día– la presentación del biógrafo de Cannon, Bryan Palmer, fue uno de los momentos más destacados del encuentro en La Habana. El investigador canadiense ofreció una charla fascinante sobre “Cannon, Shachtman y el trotskismo norteamericano de los primeros años”, echando luz de manera sucinta sobre una serie de episodios cruciales a lo largo del período que llevó a la batalla decisiva en torno a la Cuestión Rusa en 1939-1940. (Las notas en que Palmer basó su charla están disponibles en línea, en inglés, aquí: http://links.org.au/node/5408.)
Otro reconocido ponente en el Encuentro fue el historiador izquierdista norteamericano Paul Le Blanc, quien dio una charla basada en una extensa investigación titulada “Mientras más oscura es la noche, más brillan las estrellas: la lucha de Trotsky contra el estalinismo”. Le Blanc estuvo asociado con el “Secretariado Unificado” del difunto Ernest Mandel, que decía ser la IV Internacional, aunque se adaptaba sistemáticamente a las direcciones reformistas, estalinistas y nacionalistas, hasta que terminó adoptando un punto de vista esencialmente socialdemócrata.3 Su presentación estuvo dedicada a describir la devastación producida por la campaña asesina de Stalin en contra de la Oposición de Izquierda. Le Blanc citó a Joseph Berger, secretario del Partido Comunista de Palestina, quien describió vívidamente las luchas de los trotskistas en el campo de trabajo de Vorkuta, que cantaban “La Internacional” mientras eran masacrados en masa.4
La destrucción física de los trotskistas en la Unión Soviética fue uno de los elementos que llevaron a Víctor Serge a calificar la segunda mitad de los años 1930 como la “medianoche del siglo”. Formaban parte integral de la generación de revolucionarios que Stalin buscó aniquilar porque encarnaban la memoria de Octubre, habiendo sobrevivido a la Guerra Civil en la que lucharon contra las Guardias Blancas organizadas por generales zaristas, pertrechadas y respaldadas por la intervención de catorce potencias imperialistas, con el propósito de estrangular al estado obrero, y que fueron derrotadas por el Ejército Rojo de Trotsky.5
Dado que como trotskistas luchamos por llevar el programa bolchevique a la lucha de clases en la actualidad, con frecuencia enfrentamos las siguientes preguntas: ¿por qué están tan fragmentadas las fuerzas que dicen encarnar la herencia del bolchevismo? ¿Por qué la inmensa mayoría de los grupos que dicen ser leninistas y trotskistas están tan lejos de lo que Lenin y Trotsky entendían por comunismo? Es fundamental comprender la devastación producida por el estalinismo para entender, a su vez, por qué hoy resulta necesario incluso restablecer el significado mismo de términos y conceptos como socialismo, comunismo, política obrera y tantos otros.
La sangrienta represión de revolucionarios que realizó Stalin fue el corolario de sus traiciones a la lucha revolucionaria, tales como la traición a la Revolución Española en el vano intento de ganarse el favor de Inglaterra, Francia y EE.UU. entre 1936 y 1939. El terror estalinista, lo mismo que el terror desplegado por los fascistas antes de, y durante el curso de la Segunda Guerra Mundial, acabó con la mayor parte de los cuadros trotskistas experimentados. Ésta es una de las razones fundamentales para explicar la debilidad y la desorientación de la IV Internacional en el período de posguerra, y que abrió el camino para su destrucción a manos de Michel Pablo entre 1951 y 1953. La LIVI llama a reforjar la IV Internacional como el partido mundial de la revolución socialista, sobre la base de un programa que Trotsky reconociera como suyo.6
En el Encuentro de La Habana, se abordó muchos otros aspectos de la historia revolucionaria y de la obra de Trotsky, en una amplia gama de presentaciones. Éstas incluyeron charlas de los investigadores cubanos Yunier Mena de la Universidad Central de Las Villas sobre “Arte y literatura en La revolución traicionada” y Caridad Masón del Instituto Marinello sobre “El juicio de Sandalio Junco”, un sindicalista que es considerado como uno de los fundadores del trotskismo cubano. Otras charlas reflexionaban sobre el impacto del trotskismo en América Latina, e incluyeron presentaciones sobre Julio Antonio Mella, fundador del Partido Comunista Cubano; sobre los escritos de Trotsky en torno a América Latina; sobre el innovador análisis que hizo el revolucionario ruso del imperialismo norteamericano; sobre el período en que dirigió el Boletín de la Oposición desde México; sobre algunos aspectos del movimiento trotskista brasileño. Estuvieron además mi presentación sobre Trotsky en México y la charla de Sándor John sobre el trotskismo boliviano, ambas reproducidas en www.internationalist.org.
Aunque no es posible repasar todos los tópicos y charlas del encuentro, me interesaron mucho las presentaciones que hubo sobre las “vidas paralelas” y las opiniones estéticas de Trotsky y el filósofo y crítico izquierdista alemán Walter Benjamin; sobre la película de Sergei Eisenstein La huelga y las “raíces de la revolución permanente” en el período de la revolución de 1905; y las comparaciones entre Trotsky durante los cuatro años (1929-1933) que pasó durante su último exilio en Turquía y el comunista pionero turco y poeta Nazim Hikmet.7
Otro aspecto fundamental del encuentro fue la oportunidad de conocer a veteranos del movimiento trotskista, de los que en algunos casos había oído desde hace décadas. Fue muy emocionante conocerlos en persona. El hecho de que nuestras opiniones con frecuencia divergieran grandemente a lo largo de los años, no constituyó ningún obstáculo para debatir y para participar en un verdadero intercambio de ideas. Para señalar un ejemplo: cuando comenzaba a aprender sobre la historia del movimiento trotskista, la importancia de la democracia obrera me fue ejemplificada por el caso de las infames violaciones de este principio a manos del dirigente seudotrotskista británico Gerry Healy. Un caso particularmente ilustrativo fue el ataque gangsteril realizado en 1966 en contra de un partidario del Secretariado Unificado de Ernest Mandel llamado Ernst Tate, cuyo “crimen” era estar vendiendo un folleto que criticaba a Healy afuera de una de sus reuniones en Londres.
Fue para mí muy conmovedor conocer a Ernie Tate más de medio siglo después de ocurrido dicho incidente, junto con su compañera Jess MacKenzie, quien colaboró estrechamente con el legendario revolucionario afronorteamericano Robert F. Williams a principios de los años 1960.8 Fue también muy emocionante conocer a otros veteranos, como el académico austriaco Helmut Dahmer, quien dio una charla sobre Trotsky y Walter Benjamin. Dahmer contó cómo conoció por primera vez a los trotskistas cuando era un joven adolescente en 1956, en una manifestación en solidaridad con la Revolución Húngara. ¡Fue verdaderamente extraordinario conocerlos y hablar con ellos en el Encuentro sobre Trotsky en La Habana!
“El hombre más peligroso del mundo”
Al finalizar la segunda jornada del Encuentro, Frank García nos invitó a visitar el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos para asistir al estreno mundial de secciones de El hombre más peligroso del mundo, un documental en proceso de realización sobre León Trotsky. (El título se basa en la caracterización que alguna vez hiciera Winston Churchill del bolchevique exiliado.) El cineasta David Weiss (1912-2005) comenzó el proyecto en 1972. Ahora es producido por Lindy Laub, con la asesoría histórica de Suzy Weissman. Ambas estuvieron ahí para presentar el filme.
La experiencia que viví al ver largas porciones del filme en la repleta sala habanera fue absolutamente extraordinaria. Como explica Laub, Weiss, “trotskista de toda la vida, hijo de comunistas…se dio cuenta de que la gente que conoció a Trotsky y trabajó con él se estaba muriendo”. Entonces decidió viajar a México, Turquía, Francia y otros países para filmar entrevistas con ellos. Junto con tomas extremadamente raras de Trotsky mismo, el filme incluye entrevistas con más de 40 personas, incluyendo militantes franceses que conocieron a Lenin y Trotsky en 1917, Nadezhda Yoffe, hija de su cercano camarada y amigo Adolf Yoffe; el autor de Los jacobinos negros y otrora trotskista C.L.R. James; el fundador del Partido Comunista y del movimiento trotskista en EE.UU. Arne Swabeck, y muchos otros (Véase “How It Began”, en trotskyproject.com.) También aparece el nieto de Trotsky, Esteban Volkov, en Coyoacán, hablando con la misma voz que he llegado a conocer tan bien a lo largo de los años.
Entre las escenas que más me conmovieron están las entrevistas a los secretarios de Trotsky Fanny Yanovich y Jean van Heijenoort –quien ofrece una suerte de sendas visitas guiadas en las casas de Prinkipo y Francia en que vivió Trotsky– y James Cannon. Poco antes de viajar a La Habana, estaba estudiando el libro de Cannon La lucha por un partido proletario (1943). El impacto que me causó escuchar la voz de Cannon y verlo a todo color, hablando con su voz pausada pero poderosa, contando anécdotas sobre Lenin y Trotsky en los congresos de la Internacional Comunista, es algo que me resulta difícil de describir. Como muchos otros, espero con avidez que se complete la producción de este tan importante documental.
Durante la última noche del encuentro, un grupo dirigido por un amigo de Frank García ofreció un concierto, en el que se estrenó una pieza especialmente escrita para la ocasión, en un café de barrio que nos permitió echar un vistazo a la vibrante vida cultural de La Habana. Como me comentó jocosamente Bryan Palmer, se trató de una mezcla entre Trotsky y Allen Ginsberg. La ocasión resultó muy emotiva, pues nos despedíamos por el momento.
Hoy, 79 años después del asesinato de Trotsky a manos de un sicario estalinista, el programa trotskista de la revolución socialista mundial es más pertinente que nunca. 60 años después de la Revolución Cubana de 1959, la defensa revolucionaria e internacionalista de sus conquistas es parte vital de dicho programa. Para nosotros como marxistas revolucionarios, el encuentro de La Habana ayudó a mostrar concretamente –de muy variadas formas– lo que esto significa.■
- 1. Nota del editor: Idalberto Ferrera murió en 2013 a los 95 años de edad. A pesar de su larga defensa del estado obrero deformado cubano en contra del imperialismo y la contrarrevolución, el camarada Idalberto, junto con su hijo León y otros trotskistas cubanos, fue encarcelado durante varios años, primero en la década de los 1960 y también una década más tarde.
- 2. En un intercambio durante uno de los períodos de discusión, Dan La Botz (ex miembro de los International Socialists, luego de Solidarity y ahora de los Democratic Socialists of America) emitió un juicio particularmente vociferante, al gritar “¡Shachtman estaba en lo correcto!”
- 3. Paul Le Blanc se unió más tarde a la International Socialist Organization, que se disolvió a principios de este año. El verano pasado, siguiendo la trayectoria de muchos tanto en la ex ISO como en el medio mandelista, se pronunció como partidario de la campaña presidencial de Bernie Sanders, quien busca ser el candidato del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Por supuesto, apoyar a un candidato capitalista es contrario al ABC de la política marxista, que se basa en la independencia política de la clase obrera (como subrayó Cannon en sus discursos en contra del apoyo a “terceros” partidos capitalistas a finales de los años 1940).
- 4. Shipwreck of a Generation: The Memoirs of Joseph Berger (Harvill Press, 1971).
- 5. Serge rompió con Trotsky a mediados de los años 1930, entre otras cosas, por la tajante oposición del dirigente bolchevique a cualquier capitulación al “frente popular” de colaboración de clases promovido por Stalin y sus seguidores, que produjo resultados completamente desastrosos en España (lo mismo que en Francia y muchos otros lugares).
- 6. Véase la “Declaración de la Liga por la IV Internacional” (abril de 1998) y “The Struggle to Reforge a Genuinely Trotskyist Fourth International (noviembre de 2017).
- 7.
Esto me hizo recordar un poema de Hikmet que escuché por
primera vez en Radio UNAM hace veinte años:
“Vamos a la Luna
y más lejos todavía
a donde ni siquiera alcanzan los telescopios.
¿Pero cuándo la gente en nuestra Tierra,
dejará de pasar hambre
nadie tendrá miedo de nadie,
nadie mandará sobre nadie,
nadie maldecirá de nadie,
nadie robará a otro su esperanza?
Por esto soy comunista
para responder a esta pregunta.” - 8. Esto está relatado en el recuento autobiográfico de Tate, Revolutionary Activism in the 1950s & 60s (Resistance Books, 2014).