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mayo de 2011 España, Portugal: la
juventud sin empleo toma las plazas La rebelión de los indignados
Manifestantes en Madrid hacen protesta contra la austeridad y el trabajo precario, el 27 de abril. (Foto: Agence France-Presse)
Luchar por el poder
obrero, no por una vacía “democracia real” 12 de JULIO de 2011 – A lo largo de los últimos dos meses, cientos de miles de personas en el sur de Europa han tomado las calles para protestar en contra de la política económica que ha producido miseria en una dimensión que no se veía desde la última Gran Depresión de los años 1930. En lugar de limitarse a las usuales marchas multitudinarias, decenas de miles de personas, jóvenes en su mayoría, han ocupado centros urbanos de España y Portugal en el occidente, hasta Grecia en el este, en un levantamiento que ha asumido el nombre de los indignados. Lo que en particular provocó su ira es el hecho de que en estos tres países quienes han impuesto esta ruinosa política han sido gobiernos que se autodenominan como “socialistas” y que fueron elegidos con base en sus promesas de defender a la población en contra de los plutócratas. Los iniciadores de las protestas han aprovechado este sentimiento de traición para presentar la lucha como una cuyo objetivo es la “democracia”, al afirmar que debe haber un problema con un sistema en el que, sin importar por quiénes vote la población, los gobiernos obedecen invariablemente los dictados de los bancos. No obstante, aunque muchos dicen ahora que no están “en contra del sistema”, algunos descubrirán en el curso de la lucha que la fuente del problema es el capitalismo. La tarea de los marxistas revolucionarios consiste en hacer patente esta lección y en construir el liderazgo que se requiere para dirigir la necesaria revolución socialista para barrer con dicho sistema, que ahora destruye las vidas de millones. La aparición de multitudes de jóvenes en respuesta a convocatorias lanzadas en las redes sociales en el Internet (Facebook, Twitter, etc.) para acampar en plazas centrales en el sur de Europa atrajo fuertemente la atención de los medios burgueses y puso a toda una serie de grupos de izquierda a vitorear frenéticamente las movilizaciones. “Como la Primavera Árabe, el movimiento español tiene su raíz en las dificultades económicas, se ha extendido a través de las redes sociales y ha sido dirigido en las calles por los jóvenes”, sostuvo el International Herald Tribune (26 de mayo). Lo mismo se dice en la izquierda: “Las fotografías de la Puerta del Sol en Madrid tienen un extraño parecido con las de la plaza Tahrir en El Cairo”, afirma el Socialist Worker en EE.UU. (“Signs of a Spanish Spring”, 26 de mayo). Un grupo español, Clase contra Clase, añade una comparación con las Revoluciones de 1848 que sacudieron a Europa: “La Primavera de los Pueblos cruza el Mediterráneo” (declaración de CcC, 20 de mayo). Una semana después esta misma organización trazó un paralelo entre el levantamiento francés de 1968: “Mayo 68/Mayo de 2011” (Contracorriente, junio de 2011). El académico de izquierda argentino, Atilio Borón, fue aún más lejos y comparó a “Los ‘indignados’ y la Comuna de París”, afirmando que “Nada volverá a ser como antes” (kaosenlared, 22 de mayo). El “movimiento de las plazas”, como se le ha llamado en Grecia, es de hecho una novedad, y marca la entrada de una nueva capa de la población a la lucha en contra de las consecuencias de la crisis económica global (capitalista) que está destrozando sus vidas. Pero el tipo de entusiasmo jadeante que expresan diversos grupos de izquierda se contrapone por el vértice a un análisis marxista. En primer lugar, ignora por completo el aspecto central de clase: la composición de clase de las protestas y el contenido de clase de su política. Las recientes acampadas han sido dirigidas por jóvenes relativamente privilegiados de clase media, con una presencia mínima de obreros jóvenes, y aún menos de trabajadores inmigrantes. Al describir a la “geração à rasca” en Portugal, un artículo del diario francés Libération (4 de junio) señalaba que “esta insurrección pacífica es en primer lugar la de una generación joven que carece de empleo estable, aún cuando cuenta con montones de títulos”. El autor de este artículo cita a uno de los principales organizadores de la manifestación del 12 de marzo: “Somos coleccionistas de maestrías, de doctorados, de posdoctorados. 300 mil de nosotros estamos sin empleo, y en lo que nos toca a los demás, estamos reducidos a tarjetas verdes” (empleos precarios, sin estabilidad laboral). Muchos jóvenes con posgrado tienen que vivir con ingresos de unos 500 euros (700 dólares) al mes. La posición de clase de los que organizan las manifestaciones se expresa en sus demandas. Así, el Manifiesto de la “Generación Precaria” en Portugal se queja de “no tener oportunidad para demostrar e ejercer nuestro potencial, impidiendo de esa manera que no exista una mejoría en las condiciones económicas y sociales del país…. Somos la generación con mayor nivel de formación académica en la historia del país…. Creemos que tenemos las herramientas e recursos necesarios para alcanzar un futuro mejor para nosotros y para Portugal.” En Madrid, una pancarta proclamaba: “Somos la generación más preparada y la menos valorada”. Éste no es el grito de ira de los desposeídos y oprimidos, sino el lamento de una capa pequeñoburguesa potencialmente acomodada, resentida por el hecho de que sus títulos universitarios no sean tomados en cuenta y porque son forzados a engrosar las filas del proletariado. No hay nada en sus demandas que vaya en contra del sistema capitalista. Una lista de propuestas de DemocraciaRealYa en España se pronuncia a favor de la “Reducción del coste de matrícula en toda la educación universitaria, equiparando el precio de los posgrados al de los grados”. ¿Por qué no llamar por la eliminación de las cuotas de matrícula y por la admisión abierta a las instituciones de educación superior?
Un relato sobre los orígenes de DRY (sitio web de kaosenlared, 6 de junio) cuenta que ésta se desarrolló a partir de una página de Facebook llamada “Plataforma de coordinación de grupos pro-movilización ciudadana”, conformada por los responsables y administradores de diversos blogs que habían surgido para expresar el “descontento con la crisis”. (Nadie en la izquierda política había oído hablar de ellos, de modo que esta iniciativa parecía venir de la nada.) En cierto momento, según cuenta, este núcleo incluía a varios activistas de “extrema izquierda”, que más tarde se hicieron a un lado debido a que sus propuestas fueron rechazadas. Uno de los componentes era Juventud SIN Futuro, que había realizado una manifestación previamente, el 7 de abril, en Madrid. Su manifiesto fue firmado por varios académicos destacados, así como por un miembro del comité editorial del diario burgués de izquierda Público. Pero DRY incluye también a elementos liberales (es decir, derechistas), como los del grupo “nolesvotes” que impulsa una reforma electoral de corte liberal. Aunque los organizadores originales de las protestas provienen de esta capa privilegiada –como ocurrió también en Egipto y Túnez– cuando las ocupaciones de plazas se extendieron como hongos tras la lluvia, comenzaron a atraer multitudes más heterogéneas. Entre los que acudieron hubo varios izquierdistas y, en menor medida, sindicalistas que habían participado activamente en las marchas del año pasado en contra del programa de austeridad. No obstante, los organizadores de las manifestaciones estaban determinados a no permitir que las manifestaciones se tornaran, ni que fueran vistos como, de carácter izquierdista, ya no digamos socialista o comunista, por temor a que esto incomodara a los sectores clasemedieros mayoritarios. Así las cosas, DRY publicó una convocatoria para la manifestación del 15 de mayo de carácter “apartadista y asindical”, e insistió en que no se permitiría “banderas ni símbolos políticos o sindicales de ningún tipo”. Sobre todo, no debería haber hoces y martillos, ni banderas de la UGT, CCOO, la CGT, la CNT ni de cualquier otro organismo sindical. El hecho de que, en teoría, las suásticas estuvieran prohibidas también, no cambia la naturaleza de esta medida anticomunista y antisindical. No se trata de una cuestión abstracta. En una manifestación realizada el 26 de mayo en Sevilla, los organizadores instaron desde un altavoz a la gente a que no se tomara los volantes de partidos (izquierdistas), y arrebataron el micrófono a un sindicalista miembro de un comité de fábrica. En el curso del bloqueo realizado en contra de un desahucio en Madrid, un grupo de indignados increpó y zarandeó a Cayo Lara, dirigente de Izquierda Unida. Este tratamiento, aún tratándose de un reformista vendido, es contrario a la democracia obrera. Los indignados, los aganaktismenoi, no sólo incluyen en sus filas a jóvenes y pequeñoburgueses “sin partido”. Incluyen también a un sorprendente número de abogados, consultores empresariales y especialistas en informática, cuyas opiniones difícilmente pueden ser calificadas como radicales. De hecho, algunos de los grupos involucrados en la fundación de DRY están considerablemente más a la derecha.[1] Es el caso de Democracia Participativa, que patrocina el referéndum del 15 de octubre para una reforma electoral y está estrechamente vinculada con Carlos Alberto Montaner, el gusano cubano con base de operaciones en Madrid, agente de la CIA y dirigente liberal europeo; con el escritor peruano Mario Vargas Llosa, anticomunista furibundo y luminaria liberal, que también habita en Madrid; y a los derechistas libremercadistas del Cato Institute de Washington. De hecho, parte de la retórica antipartidista y antisindical que profiere DRY y el medio del 15-M no proviene en lo absoluto de corrientes izquierdistas de corte anarquista, sino de posiciones derechistas como las del Libertarian Party en los EE.UU. Aunque el encanto populista del amorfo “movimiento” de los indignados le ha permitido atraer a elementos derechistas, muchos de quienes lo apoyan son intelectuales burgueses considerados como “moderados”. Su gurú, Stéphane Hessel, es un ex combatiente de la Resistencia Francesa de origen judío-alemán, ex embajador francés y coautor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, quien ha defendido a inmigrantes indocumentados en Francia y que tomó partido por los palestinos de Gaza contra lo que calificó con indignación como “crímenes de guerra” y “crímenes contra la humanidad” cometidos por Israel. Su panfleto ¡Indignaos! un best-seller publicado en Francia en octubre del año pasado y en febrero en España, añora los días de la Segunda Guerra Mundial cuando partisanos comunistas y conservadores en la Resistencia se pusieron de acuerdo sobre el orden capitalista de posguerra que debía incluir seguridad social, pensiones y propiedad pública de las empresas más importantes. Hoy, sostiene, todo esto se encuentra bajo amenaza, pues “el poder del dinero… nunca ha sido tan grande”. Democracia Real Ya proclamó que “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Esto, sin embargo, no hace que DRY sea de izquierda: populistas de derecha y fascistas también despotrican contra el poder de “políticos y banqueros”. Aunque hay alguna gente altamente dudosa entre los iniciadores y portavoces de los indignados –y el “movimiento” difícilmente puede ser tenido como izquierdista o “antisistema”, a pesar de lo que dicen algunos medios derechistas y de lo que muchos en la izquierda oportunista desearían que fuera el caso–, muchos de los participante son jóvenes pequeñoburgueses sin experiencia política, cansados de ser tildados de pasivos e irritados por su desesperante situación económica, que buscan desesperadamente cómo cambiarla. Lo que han vivido durante las varias semanas que han durado las acampadas ha sido algo así como un extendido happening político. Muchos experimentaron ahí su primer encontronazo con la policía, aún cuando los dirigentes del PSOE querían proceder con cautela para no desencadenar enfrentamientos graves. La supuesta “democracia participativa” de las interminables asambleas y de los procedimientos antidemocráticos que insisten en el consenso (que algunos finalmente abandonaron) distan mucho de preparar a estos jóvenes para las duras luchas por venir. Sin duda, la experiencia de autoorganización y la extensión de asambleas hacia los barrios obreros rompe los moldes burocráticos de las movilizaciones tradicionales de los sindicatos y la izquierda. Pero además de ser presa fácil para fuerzas reaccionarias, un “movimiento” a favor de una “democracia real” por encima de las clases es incapaz de dar respuesta a los estragos causados por la crisis económica capitalista. Para ello se precisa de la movilización de los trabajadores y sus aliados sobre la base de un programa clasista, y una lucha por la construcción de una dirección genuinamente comunista. Estas tareas no podrán ser llevadas a cabo bajo el lema de que “el pueblo unido jamás será vencido” –la consigna de la Unidad Popular chilena de Salvador Allende, que sufrió una sangrienta derrota bien clara. Lo mismo ocurrió en la República Española, cuya política democrático-burguesa de “frente popular” se erigió como un obstáculo para la revolución proletaria, que era entonces, como lo sigue siendo hoy en día, la única manera de derrotar a la reacción franquista. ¡Derrotar
la guerra capitalista contra la clase
obrera! La profundidad de la crisis económica capitalista es de tal envergadura, que no sólo los trabajadores y los pobres se encuentran bajo ataque, sino que también lo está buena parte de la pequeña burguesía. Ya desde antes de que estallara la crisis en el otoño de 2008, la famosa “clase media” de EE.UU., Europa Occidental y otros países imperialistas se estaba vaciando. A lo largo de un cuarto de siglo, los ingresos de todas sus capas, excepto la más alta, se estancaron o cayeron, al mismo tiempo que las ganancias, los mercados bursátiles y los ingresos de los capitalistas iban a la alza. Sumando la destrucción de los sindicatos, el traslado de la actividad manufacturera a países con mano de obra barata y los ataques sistemáticos en contra de los servicios sociales, la llamada “red de seguridad” del “estado de bienestar” se desgarró y ahora está desapareciendo por completo. Al ser puestas entre la espada y la pared, las capas que ocupan un lugar intermedio entre la burguesía y el proletariado han comenzado finalmente a reaccionar. Desafortunadamente, y debido principalmente a la falta de un movimiento obrero combativo, en Estados Unidos las protestas de estos sectores han adoptado un cariz esencialmente derechista, en la forma del racista movimiento del Tea Party. Ahí donde la clase obrera ha entrado en combate, como en Wisconsin (hasta antes de que fueran desactivadas por los burócratas sindicales que apoyan al Partido Demócrata), se ha logrado eclipsar a semejantes demagogos. En Europa, la situación es
distinta
en virtud de la existencia de un movimiento sindical
ligado a partidos
socialistas o laboristas. Debido a la presión
de sus bases, los burócratas
sindicales La policía antimotines Mossos d’Esquadra desalojó brutalmente Plaça Catalunya en Barcelona, el 27 de mayo. (Foto: Público) Aunque su ira tiene como blanco a los banqueros y a los gobernantes capitalistas, la conciencia de los manifestantes no es revolucionaria de ninguna manera, ni necesariamente de izquierda, como hemos visto. El “movimiento” es amorfo e indefinido en lo político, pero no “anticapitalista”, como algunos lo han descrito. Una pancarta en la Puerta del Sol de Madrid declara: “No somos antisistema, el sistema es antinosotros”. De hecho, las demandas han sido formuladas con el claro propósito de evitar el poner en tela de juicio al capitalismo y al imperialismo. En España, DRY se pronuncia por la nacionalización sólo de los bancos que han sido rescatados y por la proscripción de la inversión en paraísos fiscales. Se pronuncia a favor de que las casas vacías sean colocadas en el mercado bajo un régimen de alquiler protegido y por “la dación en pago de las viviendas para cancelar las hipotecas” en lugar de exigir el cese de todo desahucio. Aunque se pronuncia por la reducción de la jornada laboral, no especifica que semejante medida debería implementarse sin merma en la paga. Así también, aunque llama a favor de la “reducción” de gastos militares, no dice ni una palabra en contra de la OTAN ni de la participación de España en la guerra que la OTAN libra contra Libia. No obstante, no existe el vehículo capaz de conseguir siquiera estas mínimas medidas burguesas. ¿Cómo deben intervenir los comunistas en semejante contexto? Hay que explicar pacientemente que el sistema capitalista está en crisis en su conjunto, que no se trata tan sólo de banqueros avariciosos y de políticos corruptos (aunque sobran unos y otros), que hay que presentar demandas transicionales que desafíen al capitalismo, y que finalmente y en lo inmediato, la única manera de defender las conquistas ganadas por medio de duras luchas a lo largo del último siglo, consiste en luchar a favor de y en realizar la revolución socialista internacional. Para dirigir esta lucha, es sobre todo necesario forjar el núcleo de un partido obrero revolucionario como el de los bolcheviques de Lenin y Trotsky. La inmensa mayoría de la izquierda europea no está haciendo nada de esto. No cuestiona el programa “democrático” (burgués) del “movimiento de las plazas” porque esta misma izquierda es completamente reformista –incluidos aquellos de sus componentes que alguna vez fueron tenidos como la extrema izquierda– y no lucha por, ni cree en, la revolución socialista. Sus llamados a favor de la nacionalización de la banca, el restablecimiento del la “propiedad pública”, etc., son meros llamados a favor de la restauración del “estado de bienestar” burgués de antaño. Pero los capitalistas no harán nada de esto a menos de que teman que su sistema pueda sucumbir –e incluso en ese caso, dichas medidas no podrían poner fin a la crisis económica ni eliminar el masivo desempleo. ¿Cuál es entonces la respuesta que ha dado la izquierda europea al surgimiento de este nuevo “movimiento” de indignación ante la nueva ola de ataques contra los niveles de vida de los trabajadores? Las respuestas particulares de los diversos grupos de izquierda varían entre sí. Ante la prohibición de símbolos partidarios o de afiliación, casi todos han sido “discretos” (esto es, han ocultado sus afiliaciones organizativas). Miguel Romero de Izquierda Anticapitalista (IA, sección española del “Secretariado Unificado de la IV Internacional”) lo dijo en los siguientes términos: “es necesario ser muy prudentes y reservados, especialmente en relación con la autoafirmación” (International Viewpoint, mayo de 2011). José Luis Centella, secretario general de Partido Comunista de España (PCE) dijo: “Respetemos los ritmos y las formas que la movilización surgida tras el 15 mayo”, e incluso que “entiendo al mismo tiempo que [los indignados] digan que no los representamos”, cuando acababan de zarandear al dirigente de Izquierda Unida, el frente electoral de izquierda del que el PCE y IA forman parte. ¡Qué prudentes, respetuosos y comprensivos han resultado de la exclusión anticomunista! Otros grupos estalinistas enfatizan que están de acuerdo con el programa democrático (burgués) de los indignados, y están por que “permitamos que la ciudadanía viva su propia experiencia” (PCE-ml). Varios grupos socialdemócratas que fingen ser trotskistas cuando ello les conviene –En Lucha (afiliada al Socialist Workers Party de Inglaterra), Militante (componente principal de la Corriente Marxista Revolucionaria), Socialismo Revolucionario (asociada con el Comité por una Internacional de los Trabajadores)– ven al “movimiento” a través de cristales rosas y aceptan su marco “democrático”. En Lucha (5 de junio) tituló uno de sus artículos “Cómo conseguimos una democracia real”. Militante (21 de mayo) dice que “la mayor parte de las demandas” aprobadas en las asambleas “chocan con los pilares en los que se sustenta el sistema capitalista”. Pura patraña. Aquí y allá los izquierdistas se las han arreglado para que ésta o aquella moción sea aprobada, pero hasta los periodistas burgueses se dan cuenta de que “pese a la explosión de creatividad en los lemas, las demandas son moderadas” (Público, 29 de mayo). Un portavoz de Socialismo Revolucionario admite que “Algunos de los participantes rechazan a las organizaciones políticas, los sindicatos y hasta la izquierda revolucionaria, en general”, pero sólo se pronuncia por que se “permita en el movimiento a tendencias y grupos que apoyen demandas básicas democráticamente acordadas” (CWI, 6 de julio). ¿Y qué con aquellos que están, en cambio, por la revolución proletaria? Pero hasta las demandas democráticas que presentan varios grupos de izquierda son de un carácter extremadamente limitado. Hay poca mención del reaccionario rey Juan Carlos, protector de ejército, la Guardia Civil y del resto del aparato represivo del estado capitalista. El campamento en la Plaza del Sol se pronunció por el fin de la monarquía, pero ¿para sustituirla con qué? Al intentar movilizar a la clase obrera, a los pobres y a los sectores duramente golpeados de la pequeña burguesía para luchar en contra del ataque capitalista, un núcleo revolucionario lucharía por el derribo de la monarquía, heredada del régimen de Franco, en la lucha por una república obrera. Asimismo defendería el derecho a la autodeterminación y la independencia de Euskadi, el País Vasco dividido y oprimido por España y Francia, por la devolución de los enclaves de Ceuta y Melilla a Marruecos. Llamaría por la movilización de los sindicatos en contra de los ataques policíacos perpetrados contra las protestas antiausteridad, como el brutal ataque de los Mossos d’Esquadra contra manifestantes de Barcelona el 27 de mayo, y por la conformación de grupos de autodefensa. Es evidente, desde luego, que esto conduciría a choques con la política de “no violencia” (frente al estado) de los organizadores. ¿Dónde están las consignas en defensa de los inmigrantes? Los trotskistas luchan por el elemental derecho democrático de plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes, con o sin papeles, tal y como fue realizado por la Comuna de Paris en 1871 y la Revolución Bolchevique de 1917. Curiosamente, uno de los relatos más entusiastas del “movimiento” de los indignados es el de la centrista Fracción Trotskista (FT), dirigida por el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina, y de su filial española, Clase contra Clase (CcC). En 20 artículos (más un número igual de videos) aparecidos en una sección especial sobre “El mayo español” en el sitio de la FT, hay pocos comentarios críticos sobre la política de las direcciones del movimiento” (o no-direcciones, toda vez que pretenden no tener ninguna). Hay poca mención de la existencia de grupos domo Democracia Real Ya, como si este movimiento hubiera aparecido de la nada. Todo lo que CcC (20 de mayo) tiene que decir acerca de las plataformas puramente “democráticas” aprobadas por las asambleas es que “son una muy buena base desde donde poder avanzar”. Después de unos diez días, la FT y CcC se quejaron de que “algunas corrientes anarquistas y autonomistas” están fomentando “un rechazo a toda organización de trabajadores y grupo político” (26 de mayo). Pero como los reformistas, acepta el marco global de que se trata de una lucha por “democracia real”. CcC llama por el derribo de la monarquía, pero ésta formaría parte en su opinión de un “proceso constituyente de todo el Estado español, una Asamblea Constituyente” basada en una “circunscripción única”, en lugar de vincularla con la necesidad de luchar por el poder proletario. Su principal consigna consiste en ligar a los indignados con el movimiento obrero, además de que ha publicitado asambleas de “trabajadores indignados” en la región de Barcelona. Otros de los grupos que se ostentan como trotskistas también han intentado establecer contacto entre los indignados en las plazas y barrios, y los sindicatos, aunque han encontrado mucha resistencia. De manera prácticamente uniforme, se han centrado en un llamado a favor de una huelga general. Ciertamente, hace falta una huelga general contra la ley antisindical, los planes para elevar la edad de jubilación y otras medidas antiobreras de “austeridad” exigidas por los banqueros internacionales y los capitalistas nacionales, e implementadas por el gobierno “socialista”. Sin embargo, un paro de labores de un día –o incluso de dos– que es lo que se entiende generalmente hoy en día en España la consigna de “huelga general”, es esencialmente una “jornada de acción” que no resolverá nada. Incluso si dicha acción cuenta con la participación de los indignados, no logrará que el gobierno cambie de rumbo, como no lo hizo la huelga general del 29 de septiembre del año pasado. Además, todas las referencias al “anticapitalismo” –denominador común del medio seudotrotskista– es un fraude a menos que signifique la movilización de los explotados y oprimidos en una lucha por la toma del poder. En boca de estos oportunistas, las referencias “anticapitalistas” no son más que una versión más a la “izquierda” de la retórica “antiglobalización” de hace una década, que sirve para cubrir todo tipo de reivindicación sindical reformista (o subreformista). Una verdadera estrategia para enfrentar la guerra capitalista contra los trabajadores incluiría la paralización de industrias y compañías claves para exigir que los contratos temporales se conviertan en puestos permanentes; para reducir la jornada de trabajo sin reducción salarial, dividiendo las horas de trabajo disponibles para dar empleo a los que no lo tienen; para indexar los salarios a la inflación (desafiando directamente el pacto del euro); ocupar los bancos y ponerlos bajo control obrero, abriendo los libros para la inspección de comisiones obreras que determinen a donde ha ido el dinero. Implicaría realizar huelgas obreras contra la guerra contra Libia, lo que incluiría paralizar la base de la OTAN en Rota. En el contexto de este programa para la movilización de la fuerza proletaria en la vía hacia la revolución socialista, el llamado a favor de una huelga general, dirigido tanto a los sindicatos como a las bases obreras como en mayo de 1968 en Francia, es ciertamente necesario. Pero en dicho caso, pondría agudamente en el orden del día la cuestión de qué clase gobierna, o como lo dijo Trotsky en los años 1930, “quién es el dueño de la casa”. Esto subraya la vital necesidad de cohesionar el núcleo de un partido obrero revolucionario, un partido bolchevique-leninista que dirija la lucha por la revolución socialista internacional. ■ [1] Algunos ejemplos: Tomasz Szabelewski, portavoz del Movimiento 15M, figura prominente en los informes televisivos de la acampada en Puerta del Sol; su trabajo profesional es de consultor de negocios de la Fundación Everis, un influyente think tank liberal, cuyos dirigentes han sido ministros en gobiernos tanto del PSOE como del PP y están vinculados al banco BBVA, a la privatizada Telefónica y a otras empresas importantes. La Fundación ha publicado un Informe Transforma España, el cual entregaron al rey Juan Carlos en noviembre pasado, que aboga por una reforma política liberal para hacer más eficiente el Estado español, y más receptivo a las exigencias del sistema financiero. Enrique Dans, iniciador de “nolesvotes” y prominente partidario de primera hora de DRY; tiene una maestría en gestión empresarial (MBA) de la universidad de UCLA, hizo estudios posgrado en el Harvard Business School y es profesor de informática en el Instituto de Empresa madrileño. Olmo Gálvez, portavoz de DRY: fue trade officer (responsable de asuntos comerciales) en la embajada española en Beijing y es asesor de la consultora francesa de servicios tecnológicos para empresas CapGemini. Fabio Gándara Pumar, quien fue destacado en una reseña en el diario derechista madrileño El Mundo (22 mayo) como fundador de la DRY: es abogado, con una maestría en urbanística. Según informa el periódico, “El padre de la Spanish Revolution no es antisistema”, por el contrario, afirma que “cre[e] en el sistema parlamentario” y se mostró “preocupado por que los antisistema podrían arruinar la fiesta” el 15 de mayo.
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