![]() |
. |
mayo de 2009 Teorización para justificar el abstencionismo, y su seguidismo tras el PRD Galimatías del GEM sobre el control obrero En los últimos tiempos, hemos
llegado a acostumbrarnos a recibir la retahíla de insultos que nos lanza el
Grupo Espartaquista de México (GEM), esgrimiendo argumentos del escolasticismo
más puro y esquemático, aderezados con amalgamas y sofismas, todo en aras de
justificar su política oportunista y rastrera. Éste es el caso de su curiosa
“polémica” titulada “Sintomatología menchevique” aparecida en Espartaco
(invierno de 2008-2009). Lo que quieren es hacer una equivalencia entre la
política de grupos como la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y el
Grupo de Acción Revolucionaria (GAR) –cuyo estrategia política consiste en
presionar al Frente Amplio Progresista (FAP), la Convención Nacional
Democrática (CND) y demás formaciones burguesas animadas por Andrés Manuel
López Obrador– y el Grupo Internacionalista, que combate consecuentemente al frente
popular de colaboración de clases erigido en torno a AMLO y el Partido de
la Revolución Democrática (PRD). El mismo GEM luchó durante una
década en contra del frente popular cardenista. Sin embargo, en 1997, justo
cuando el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas estaba a punto de ganar las elecciones
para el gobierno del Distrito Federal, abandonaron la que había sido su más
distintiva política en el país. En ese momento, “descubrieron” súbitamente que
no hay, no hubo, ni puede haber frente popular alguno en México. Su
justificación “teórica”: que un frente popular requiere de un partido obrero de
masas, lo que excluiría el frentepopulismo de la gran mayoría de los países
semicoloniales. Como hemos mostrado una y otra vez, este criterio jamás fue
utilizado por León Trotsky, cuya herencia equivocadamente reivindican. Respondimos
que “Para combatir al frente popular, hay que reconocer que existe”, señalando
así el verdadero propósito del nuevo “descubrimiento teórico” del GEM: dejar de
luchar por que los sindicatos rompan con el frente popular perredista. Así,
aunque dicen no confiar en AMLO y el PRD, adoptan simultáneamente una política
que en lo concreto reproduce la del PRD y López Obrador. Veamos su reciente artículo:
AMLO dice defender a Pemex en contra de la ofensiva privatizadora del
presidente impuesto Felipe Calderón, y punto. La política del GEM se resume en
la consigna de “¡Abajo la reforma privatizadora de Pemex!” y punto.¿Es que el
GEM lanza la reivindicación de abrir los libros de contabilidad de Pemex para
revelar el fraude de la supuesta quiebra de la petrolera estatal, argumento
principal para justificar su privatización? No. ¿Es que llama por acción
sindical alguna para impedir la contrarreforma calderonista? No. Incluso
polemizan en contra de nuestro llamado por una huelga nacional para
impedir esta medida pro imperialista. La operación se realiza de la siguiente
manera: primero, sustituyen la huelga nacional por una huelga general,
que identifican con la definitiva lucha por el poder proletario, que estaría
condenada al fracaso por la ausencia de un partido leninista-trotskista, para luego
argumentar que tal huelga es “mutuamente excluyente” con nuestro llamado por el
control obrero. “Para que exista el control obrero de la producción debe haber,
evidentemente, producción”, escriben sabiamente. Elemental, mi querido Watson.
Este razonamiento es tan laberíntico y esquemático que no sabemos si deberíamos
calificarlo de jesuítico o talmúdico. En cualquier caso es antidialéctico
hasta el colmo. A estos teóricos improvisados
se les escapa por completo el hecho de que una huelga nacional podría
desembocar en la imposición del control obrero en distintos sectores, como
también el que tomas de plantas que impongan el control obrero podrían formar
parte de un auge de luchas que resultara en una huelga nacional. Y no ven esto
porque no son capaces de entender la dinámica de la lucha de clases. Para los
espartaquistas de los últimos días, cuya corriente sigue llamándose,
equivocadamente, Liga Comunista
Internacional (LCI), se trata de puras categorías abstractas con las que pueden
jugar a elaborar sus argumentos formalistas. Cabe señalar también que su
renuncia a la consigna de control obrero es sólo la más reciente de toda una
cadena de revisiones con las que abandonan, punto por punto, el programa
trotskista revolucionario que defendieron durante tres décadas. El GEM se queja: “Nuestro
llamado [por una huelga para lograr subsidios a la tortilla] no le pareció
suficientemente r-r-radical al GI, que le contrapone el ‘control obrero de toda
la cadena de producción y comercialización de la tortilla’, así como llama
también por ‘¡imponer el control obrero!’ en Pemex”. El nudo de su argumento es
que el control obrero sólo se puede lograr en una situación revolucionaria. “El
control obrero de la producción significa el poder dual al nivel de la
producción”, escriben. En consecuencia, sostienen, “Esta consigna sólo es
apropiada en el contexto de un nivel de lucha de clases cualitativamente
distinto y más álgido que el que existe hoy”. Luego citan un texto de Trotsky:
“el régimen de control obrero, un régimen provisional y transitorio por su
misma esencia, sólo puede corresponder al período de las convulsiones del
estado burgués, de la ofensiva proletaria y el retroceso de la burguesía, es
decir, al período de la revolución proletaria en el sentido más completo del
término”. “Esto no tiene nada que ver
con la situación actual en México”, sentencia el GEM. Aunque agregan que “si
bien la sociedad mexicana ha demostrado ser altamente explosiva en los últimos
años”, hacen caso omiso de ello porque “los estallidos de luchas de clases
proletaria no sólo han sido escasos, sino fundamentalmente defensivos, y el
proletariado se encuentra firmemente atado ideológicamente a la burguesía,
sobre todo mediante el nacionalismo burgués”. En su opinión, la toma de la
siderúrgica Lázaro Cárdenas en abril de 2006, cuando los trabajadores corrieron
a la policía estatal y federal y los fusileros de la Marina de guerra; la
ocupación de la ciudad de Oaxaca y gran parte del estado por decenas de miles
de combativos maestros, apoyados por los trabajadores estatales y grupos
indígenas, erigiendo cientos de barricadas y excluyendo la policía de la
capital durante seis meses en junio-noviembre de 2006; la huelga de los mineros
de Cananea, que ha durado ya casi dos años, representan estallidos “escasos” o
no lo suficientemente proletarios para su gusto. Y es que alegan que no será
sino hasta que los obreros mexicanos se deshagan del fardo del nacionalismo
burgués que se los pueda instar a que emprendan acciones radicales. “Sin
novedad en el frente”, concluyen estos muy doctos observadores. Lo interesante, es que el
texto de Trotsky que citan para sostener su revisión teórica (“El control
obrero de la producción”, que data de agosto de 1931) tiene el propósito
contrario al que el GEM le adscribe. En este texto, el fundador de la IV
Internacional polemiza en contra de los estalinistas en Alemania que, en esa
época, defendían la mismísima posición que sostiene el GEM hoy en día, a saber,
que sólo en una situación revolucionaria se puede lanzar la consigna de control
obrero. Justo después del pasaje citado por nuestros contrincantes, Trotsky
agrega: “Esta correspondencia, de
todos modos, no debería ser entendida mecánicamente, esto es, no en el sentido
de que la dualidad de poder en las empresas y la dualidad de poder en el Estado
nazcan en un mismo y solo día. Un régimen avanzado de dualidad de poder, como
una de las etapas altamente probables de la revolución proletaria en todos los
países, puede desarrollarse de forma distinta en distintos países, a partir de
elementos diversos. Así, por ejemplo, en ciertas circunstancias (una crisis
económica profunda y persistente, un fuerte grado de organización de los
trabajadores en las empresas, un partido revolucionario relativamente débil, un
Estado relativamente fuerte manteniendo un fascismo vigoroso en reserva,
etcétera) el control obrero sobre la producción puede ir considerablemente por
delante del poder político dual desarrollado en un país.” En realidad, las luchas de los
trabajadores alemanes de la época eran esencialmente defensivas, en contra de
los estragos de la crisis económica y el avance de los fascistas. No obstante,
en lugar de insistir como el GEM en que el control obrero sólo puede surgir en
una situación revolucionaria, lo que sostiene Trotsky es que “la dualidad de
poder en el país puede desarrollarse precisamente a partir del control obrero
como fuente principal”. Todo indica que la pobre
“polémica” del GEM fue escrita con fines internos, para dar un par de citas
para fundamentar su negativa a presentar una de las principales consignas del
Programa de Transición de Trotsky. Ciertamente, no va a convencer a nadie que
no haya sido adiestrado en su escuela de tergiversación escolástica, citas
selectivas y fórmulas vacías. A todo miembro del GEM que quiera tomarse en
serio la cuestión, le aconsejemos que lea completo el artículo de
Trotsky, que para su comodidad pueden encontrar en nuestro sitio de Internet
(www.internationalist.org). Aquí queremos señalar que esta nueva revisión forma
parte de toda una reorientación política de la corriente espartaquista tras la
destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética. Alegando que esta
derrota histórica para el proletariado ha producido un retroceso cualitativo en
la conciencia obrera (cuando en México, por ejemplo, la conciencia política de
los trabajadores ha estado dominada por el nacionalismo burgués tanto antes
como después de 1991-1992), concluyen que la crisis de la humanidad ya no se
reduce a la crisis de la dirección proletaria, como sostuvo Trotsky, sino que
el problema radica en el proletariado mismo. A partir de esto, la LCI y el GEM renuncian en la teoría y en los hechos al
programa de fundación de la IV Internacional. Salta a la vista el hecho de
que en ninguno de sus escritos sobre México y sobre la aguda crisis global de
la economía capitalista, cuando es imperativo trazar un puente entre las luchas
actuales de la clase obrera y la revolución socialista, presenten un programa
de reivindicaciones transicionales a tal efecto: escala móvil de salarios y
horas de trabajo, apertura de los libros de contabilidad de las empresas,
grupos de autodefensa obrera y, por supuesto, el control obrero de la
producción, entre otras. Sólo aconsejan esperar tiempos mejores. En los pocos
casos donde proponen alguna consigna concreta, como en el caso de la huelga por
los subsidios a la tortilla, la toman prestada de los dirigentes sindicales
perredistas. Sus divagaciones ampulosas y de altos vuelos, explicando por qué
no se debe lanzar esta o aquella consigna, sirven para justificar su política
de huir de la lucha de clases – y dejar a los trabajadores en las manos de las
burocracias pro capitalistas. Siendo que no llaman a los sindicatos a romper
con el frente popular lopezobradorista, sus admoniciones a no tener ilusiones
en AMLO o el PRD sólo constituyen una hoja de parra para esconder su propia
claudicación ante los mismos. En cuanto a sus acusaciones
pusilánimes de que el Grupo Internacionalista tiene una política “rompesindicatos
y propatronal”, el lector inadvertido de Espartaco no tendría la
menor idea de que el GI llama a la luchar dentro y fuera de los “sindicatos”
corporativistas, integrados orgánicamente al aparato burocrático del control
del estado burgués, por la conformación de auténticos sindicatos obreros; que
el GI luchó por una huelga nacional por defender a los mineros en contra del
intento del gobierno calderonista de imponer al secretario charro de su
preferencia en lugar del charro Napoleón Gómez Urrutia, mientras el GEM no
llamó a emprender ninguna acción, fuera de “apoyar” en lo abstracto una huelga
que no duró ni un día; y que el GI ha apoyado a los mineros de Cananea en su
huelga (llamando en los sindicatos del DF por acciones de solidaridad, llevando
donaciones materiales y apoyo financiero) mientras el GEM no ha hecho nada al
respecto. Además, con su defensa del régimen corporativista del STPRM, éstos
dan la espalda a los miles de trabajadores “eventuales” que luchan desde hace
decenios para ser contratados por Pemex. Pero ¿qué otra cosa podría
esperarse de estos profesionales “socialistas” de escritorio y apologistas
académicos del corporativismo, que buscan sobre todo “sacar la manos del agua
hirviente” de la lucha de clases? ■ |