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enero de 2010  

EE.UU. se aprovecha del terremoto para reocupar el país

Haití: ¡Solidaridad obrera, sí!
¡Ocupación imperialista, no!


Un « soldado de la paz » de la MINUSTAH monta guardia de la alimentación en Haití, el 17 de enero.
Exigimos que las fuerzas de EE.UU. y la ONU cessen su bloqueo de la ayuda a la población haitiana.
¡No a la ocupación imperialista! ¡Militares fuera de Haití, ya! (Foto: Win McNamee / Getty Images
)

¡Alto al bloqueo de ayuda al pueblo haitiano!
¡Fuera fuerzas de la ONU y EE.UU.!

20 de ENERO – De repente comienza a temblar la tierra. En menos de un minuto, Puerto Príncipe, la capital de Haití, y las zonas aledañas yacen en ruinas en una de las peores calamidades geológicas de la historia moderna. Una semana después, todavía no se sabe a ciencia cierta cuánta gente pereció: seguramente la cifra supera con creces los 100 mil muertos y tal vez alcance los 200 mil y hasta medio millón. Se calcula en 1,5 millones el número de personas que quedaron sin techo. Las agencias estiman que unas 3 millones de personas, el tercio de la población del país, requiere ayuda de emergencia. Y a diferencia del tsunami asiático de 2004, que dejó una estela de destrucción sobre una enorme extensión del mar, de Indonesia hasta Somalia, la fuerza mortal del sismo del 12 de enero se concentró en unos cientos de kilómetros cuadrados de esta atormentada nación isleña del Caribe. La tierra que ya era el país más pobre del hemisferio occidental fue arrasada.

Ahora se ha agravado enormemente el sufrimiento humano debido a la militarización de los esfuerzos de socorro y la reocupación del país por parte de Estados Unidos. Los controladores aéreos militares estadounidenses –que ahora controlan el aeropuerto de Puerto Príncipe– negaron el permiso de aterrizar a más de una decena de vuelos contratados por organizaciones de ayuda humanitaria. Actualmente, unos 12 mil efectivos de las Fuerzas Especiales y de los Marines están desembarcando en Haití, supuestamente para proporcionar “seguridad”. Se ha anunciado ya el incremento del número de tropas de la misión de de las Naciones Unidas de “mantenimiento de la paz” de unos 9 mil a 12 mil 500 efectivos. Esta enorme ocupación militar no tiene el propósito de suministrar auxilio sino de suprimir disturbios de los trabajadores y pobres de Haití. Mientras el presidente norteamericano Barack Obama habla cínicamente de ayudar al pueblo haitiano y la prensa y televisión insistentemente piden donaciones, la realidad es que las fuerzas de la ONU y de EE.UU. están activamente impidiendo el suministro de ayuda, tal como hicieron después del huracán Katrina en Nueva Orleans bajo el presidente George W. Bush.

Detrás de esta propaganda hay un racismo ligeramente disfrazado. Algunos reaccionarios vomitan sin ambages estas porquerías. El predicador evangélico fundamentalista de televisión Pat Robertson culpa al pueblo haitiano por el terremoto, acusándolo de haber hecho una “pacto con el diablo” cuando hace más de dos siglos se liberó del dominio colonial francés. Los principales medios de comunicación de la burguesía son apenas un poco más sutiles, al describir a Haití hoy como un caso perdido, incapaz de mantenerse o de hacer algo frente al desastre. Además, azuzan la histeria en torno al los “saqueadores” y a las “bandas armadas de matones”, cuando en realidad ha habido muy pocos casos de violencia y los “ladrones” son detenidos por tener un bolsa de leche en polvo. Ya había grandes stocks de alimentos en almacenes en Haití, pero los militares de EE.UU. y la ONU junto con las agencias de ayuda, se rehusaron a suministrarlos a la población por temor a “motines”. Y mientras grupos de hombres jóvenes intentaban desesperadamente sacar víctimas de los escombros de escuelas con nada más que sus propias manos, toda la maquinaria pesada se concentró en rescatar a extranjeros y oficiales de la ONU en los hoteles de élite.

Soldado norteamericano de la 82 División Aerotransportada expulsa a haitianos del Hospital General de Puerto Príncipé, el 19 de enero. (Foto: Ariana Cubillos / AP)

El bombardeo mediático representa una guerra de propaganda para embellecer la imagen del imperialismo estadounidense. Mientras Obama intensifica la guerra contra Afganistán, Irak y ahora Pakistán, matando a decenas de niños afganos, Haití debe mostrar que EE.UU. es sensible al sufrimiento. Este hipócrita tema es reforzado por un periodismo selectivo. Mientras los profesionales médicos que se apresuraron a llegar a Haití se quejaban de la falta de equipo, casi no se mencionó a los más de 400 médicos cubanos que ya estaban en Haití, además de varios ciento de médicos haitianos formados en las escuelas de medicina cubanas, quienes habían montado hospitales de campaña en menos de un día. En términos más generales, lo que resulta claro es que la monumental hipocresía, las tergiversaciones periodísticas y el humanitarismo fingido sirven para disfrazar una nueva ocupación norteamericana de Haití.

Claramente, las necesidades de las masas haitianas son tan apremiantes que aceptarían auxilio de todo origen. Es más, el gobierno haitiano del presidente fantoche René Préval, que funciona a duras penas en tiempos normales, ahora está prácticamente desaparecido. No obstante, hay una preocupación enorme en torno a qué fin persiguen las fuerzas estadounidenses. Cuando elementos de la 82ª División Aerotransportada marcharon al Hospital General, fueron observados por multitudes escépticas, y tan pronto llegaron, las tropas procedieron a empujar a los haitianos fuera del  nosocomio. Estados Unidos se prepara a proclamar a Haití un “estado fallido”, como Somalia, y de imponer un protectorado internacional, tal vez bajo el auspicio de las Naciones Unidas. La misión de la ONU de “mantenimiento de la paz” y por la “estabilización” de Haití (la MINUSTAH), que resultó del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide por fuerzas norteamericanas, francesas y canadienses en 2004, ya era de por sí una ocupación estadounidense mediante la utilización de tropas brasileñas y de otros países, principalmente latinoamericanos, como mercenarios. Ahora parece que Obama ha decidido asumir un control más directo.

En medio del frenesí mediático, se precisa denunciar la ocupación imperialista de Haití y exigir ¡que salgan todas las fuerzas de EE.UU. y la ONU! A quienes preocupara que esto pudiera equivaler a cortar el auxilio al duramente golpeado pueblo haitiano, habría que señalar que los militares norteamericanos no están presentes para suministrar ayuda humanitaria. No se necesita a un navío destructor de la Marina de guerra estadounidense pertrechado de misiles teledirigidos ni tropas de combate recicladas de Irak para proporcionar equipo médico o alimentos. Y de hecho, durante más de una semana el gobierno de Washington no proporcionó absolutamente ninguna ayuda. Todos los equipos de rescate, médicos, medicamentos y alimentos que llegaron eran de grupos de voluntarios y agencias norteamericanas e internacionales, o de gobiernos de otros países, cuando no eran directamente bloqueados por EE.UU. Esto pasaba mientras cada día morían unas 25 personas debido a la falta de atención médica, según un vocero de Partners in Health (Socios para la Salud), una organización basada en Boston (EE.UU.), que durante años ha proporcionado ayuda a Haití.

En EE.UU., varios reformistas están llamando por una u otra versión de “ayuda y no ocupación”, en forma parecida a sus llamados en el movimiento de “paz” por “empleos y no guerra”. Quieren cambiar las prioridades del gobierno norteamericano, no atacar al sistema imperialista. Evidentemente es vital oponerse a la ocupación, y las masas haitianas tienen una necesidad apremiante de auxilio. Sin embargo, pedir al gobierno norteamericano, así sea implícitamente (como hacen los socialdemócratas de la International Socialist Organization) o explícitamente (como en el caso del mao-estalinista Partido Comunista Revolucionario), que suministre tal ayuda, alimenta ilusiones peligrosas. El PCR escribe que, “El gobierno norteamericano debe enfocar inmediatamente sus recursos para hacer llegar la ayuda directamente al pueblo haitiano” (declaración fechada el 13 de enero). No son sólo las fuerzas militares estadounidenses las que están involucradas en imponer la tutela imperialista. La “ayuda” financiera de EE.UU., la ONU, el FMI, etc., sea en forma de préstamos o subvenciones, siempre está altamente condicionada. Al poner la distribución de los bienes urgentemente necesitados en manos de agencias foráneas impide a la población haitiana organizar una capacidad de respuesta.


“Saqueador” detenido por posesión de una bolsa de leche en polvo, Puerto Príncipe, el 15
de enero.
(Foto: Carolyn Cole / Los Angeles Times)

Exigimos que EE.UU., la ONU, la Cruz Roja y otras agencias imperialistas dejen de impedir que  la ayuda llegue al pueblo haitiano. Aunque Obama anunció que los haitianos ya presentes en Estados Unidos podrán obtener el Estatus Protegido Temporal (TPS), el gobierno norteamericano sigue amenazando con regresar todo haitiano en tránsito naval hacia los EE.UU. Esto supone ni siquiera dejar entrar al país a haitianos para recibir la atención médica intensiva tratamiento. Así que demandamos que EE.UU. deje de impedir la entrada de refugiados haitianos al mismo tiempo que luchamos por los plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Además de reivindicar la salida de todas las fuerzas de EE.UU., debemos oponernos a toda medida que sujete a Haití a la dominación económica imperialista, tal como los tristemente célebres Programas de Ajuste Estructural impuestos por el Banco Mundial y la USAID que han resultado en la destrucción de la agricultura haitiana y la privatización sistemática de las empresas de servicio público. Subrayamos también que el despliegue militar constituye una amenaza contra Cuba,  a escasos 77 kilómetros de Haití, donde Estados Unidos mantiene una prisión de tortura. Defendemos a Cuba, un estado obrero (burocráticamente deformado), en contra del imperialismo y la contrarrevolución, y exigimos que EE.UU. devuelva a Cuba la basa naval de Guantánamo.

Haití ocupa un lugar privilegiado en la historia mundial, por ser el país donde se realizó la única revolución exitosa de los esclavos en toda la historia. La Revolución Haitiana de 1792 a 1804 inspiró a las rebeliones de esclavos en EE.UU., de Denmark Vesey a Nat Turner, y sirvió de faro de liberación a los negros oprimidos en toda la región antillana y Sudamérica. El dirigente revolucionario haitiano Toussaint Louverture, a la cabeza de un ejército de antiguos esclavos, pudo derrotar a las fuerzas de tres poderes coloniales: Francia, España e Inglaterra. Esta hazaña aterrorizó a los capitalistas, que impusieron una cuarentena a la república negra durante más de medio siglo. Estados Unidos ocupó militarmente a Haití de 1915 a 1934, y envió los Marines en 1994 (bajo la presidencia de William Clinton, para instalar a Aristide como el hombre de Washington en Port-au-Prince), y nuevamente en 2004 (bajo Bush II, para derrocar a Aristide). El envío por parte de Obama de miles de efectivos norteamericanas constituye una nueva invasión norteamericana a Haití, esta vez bajo la guisa de ayuda “humanitaria”. Para simbolizar esto, invitó a los dos ex presidentes a la Casa Blanca para anunciar un mal nombrado Fondo Clinton-Bush para Haití.

El terremoto fue un desastre natural, sin embargo el escalofriante saldo de muertos y la destrucción monumental son efecto del capitalismo y el imperialismo. Como anotó el prisionero de la guerra de clases Mumia Abu-Jamal desde sus celda en la galería de la muerte del estado de Pensilvania, los medios masivos de comunicación siempre se refieran a Haití como el país más pobre del hemisferio, pero nunca dicen por qué y cómo llegó a serlo. Una razón de la destrucción masiva es que unos 2 millones de haitianos viven en barriadas de tugurios alrededor de la capital, en chozas que no pueden resistir la fuerza de un huracán, y mucho menos un sismo de 7 grados en la escala Richter. Muchos de estos pobres urbanos eran campesinos que tuvieron que abandonar sus tierras por la caída de los precios agrícolas como resultado de las políticas de “libre comercio” impulsadas por EE.UU. En el siglo XIX, los antiguos señores coloniales franceses exigieron que Haití pagara un finiquito equivalente de unos 21 mil millones de dólares actuales como el precio de su independencia. Luego, cuando EE.UU. no ocupaba militarmente a Haití, emplea a gobiernos títeres, como la infame dinastía Duvalier (“Papa Doc” y “Baby Doc”), que gobernó el país de 1957 a 1986. Hasta el ex sacerdote de la teología de la liberación Aristide implementó fielmente los dictados de Washington.

Fuerzas imperialistas reaccionarias como la Fundación Heritage consideran el temblor una “oportunidad” para imponer nuevas trabas sobre Haití. Para quienes combaten al imperialismo, la movilización popular para rescatar a las víctimas, organizar campamentos de carpas y repartir la ayuda puede dar la base para la única solución real a las aflicciones de Haití: la revolución socialista internacional. En México tras el sismo de 1985, decenas de miles de trabajadores en la capital que se quedaron sin hogar se organizaron independientemente de y en contra el gobierno, cuyos soldados les impidieron rescatar a sus vecinos y familiares. Sin embargo, la cuestión de la dirección era clave, y los autoproclamados grupos socialistas que se hicieron cargo de las organizaciones de los damnificados del terremoto las convirtieron en agencias para canalizar los fondos asistencialistas del gobierno.


El Grupo Internacionalista en la manifestación convocada por el Comité de
Emergencia en Haití frente a la Misión de EE.UU. ante las Naciones Unidas, el 22 de
enero. Las pancartas del GI exigen que las fuerzas norteamericanas y de la ONU
dejen de bloquear la ayuda y la salida de los refugiados, llamando por la
solidaridad obrera y el cese de la ocupación.
(Foto The Internationalist)

Haití sí es un país que sufre una pobreza terrible. Sin embargo, además de los habitantes de los barrios pobres y los campesinos, tiene una clase obrera gran parte de la cual trabaja en fábricas que producen directamente para el mercado norteamericano. En agosto del año pasado, estos trabajadores libraron una lucha enconada para subir el salario mínimo a unos raquíticos 5 dólares por día (ver “Haití: Batalla contra los salarios de hambre y la ocupación neocolonial” en este folleto). Este pequeño pero combativo proletariado puede ponerse a la cabeza de las empobrecidas masas urbanas y rurales buscando organizar su propio poder, sobre todo en este momento en que el aparato del estado capitalista ha sido reducido a escombros y apenas hay unas cuantas patrullas policíacas que merodean por la ciudad, muchos de cuyos integrantes eran miembros de escuadrones de la muerte. La clave es forjar el núcleo de un partido obrero revolucionario para dirigir una lucha internacionalista contra el imperialismo y sus secuaces capitalistas locales, para formar un gobierno obrero y campesino que expropiaría a la burguesía, mientras llama a la formación de una voluntaria federación socialista antillana y busca extender la revolución al corazón del imperialismo norteamericano.


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe a: internationalistgroup@msn.com

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