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enero de 2010 EE.UU. se aprovecha del
terremoto para reocupar el país
Haití: ¡Solidaridad
obrera, sí!
¡Alto
al bloqueo de ayuda al pueblo haitiano! 20 de ENERO – De repente
comienza a temblar la tierra. En menos de un minuto, Puerto
Príncipe, la
capital de Haití, y las zonas aledañas yacen en ruinas en
una de las peores
calamidades geológicas de la historia moderna. Una semana
después, todavía no
se sabe a ciencia cierta cuánta gente pereció:
seguramente la cifra supera con
creces los 100 mil muertos y tal vez alcance los 200 mil y hasta medio
millón.
Se calcula en 1,5 millones el número de personas que quedaron
sin techo. Las
agencias estiman que unas 3 millones de personas, el tercio de la
población del
país, requiere ayuda de emergencia. Y a diferencia del tsunami
asiático de
2004, que dejó una estela de destrucción sobre una enorme
extensión del mar, de
Indonesia hasta Somalia, la fuerza mortal del sismo del 12 de enero se
concentró en unos cientos de kilómetros cuadrados de esta
atormentada nación
isleña del Caribe. La tierra que ya era el país
más pobre del hemisferio
occidental fue arrasada. Ahora se ha agravado
enormemente el sufrimiento humano debido a la militarización de
los esfuerzos
de socorro y la reocupación del país por parte de Estados
Unidos. Los
controladores aéreos militares estadounidenses –que ahora
controlan el
aeropuerto de Puerto Príncipe– negaron el permiso de aterrizar a
más de una decena de vuelos contratados por organizaciones de
ayuda humanitaria.
Actualmente, unos 12 mil efectivos de las Fuerzas Especiales y de los
Marines
están desembarcando en Haití, supuestamente para
proporcionar “seguridad”. Se ha
anunciado ya el incremento del número de tropas de la
misión de de las Naciones
Unidas de “mantenimiento de la paz” de unos 9 mil a 12 mil 500
efectivos. Esta
enorme ocupación militar no tiene el propósito de
suministrar auxilio sino de suprimir disturbios de los
trabajadores y pobres
de Haití. Mientras el presidente norteamericano Barack
Obama habla
cínicamente de ayudar al pueblo haitiano y la prensa y
televisión
insistentemente piden donaciones, la realidad es que las
fuerzas de la ONU y de EE.UU. están activamente impidiendo el
suministro de ayuda, tal como hicieron después del
huracán Katrina en Nueva
Orleans bajo el presidente George W. Bush. Detrás de esta propaganda
hay
un racismo ligeramente disfrazado. Algunos reaccionarios vomitan sin
ambages
estas porquerías. El predicador evangélico
fundamentalista de televisión Pat
Robertson culpa al pueblo haitiano por el terremoto, acusándolo
de haber hecho
una “pacto con el diablo” cuando hace más de dos siglos se
liberó del dominio
colonial francés. Los principales medios de comunicación
de la burguesía son
apenas un poco más sutiles, al describir a Haití hoy como
un caso perdido,
incapaz de mantenerse o de hacer algo frente al desastre.
Además, azuzan la
histeria en torno al los “saqueadores” y a las “bandas armadas de
matones”,
cuando en realidad ha habido muy pocos casos de violencia y los
“ladrones” son
detenidos por tener un bolsa de leche en polvo. Ya había grandes
stocks de
alimentos en almacenes en Haití, pero los
militares de EE.UU. y la ONU junto con las agencias de ayuda, se
rehusaron a suministrarlos
a la población por temor a “motines”. Y mientras grupos de
hombres jóvenes
intentaban desesperadamente sacar víctimas de los escombros de
escuelas con
nada más que sus propias manos, toda la maquinaria pesada se
concentró en
rescatar a extranjeros y oficiales de la ONU en los hoteles de
élite. Soldado norteamericano de la 82 División Aerotransportada expulsa a haitianos del Hospital General de Puerto Príncipé, el 19 de enero. (Foto: Ariana Cubillos / AP) El bombardeo mediático
representa
una guerra de propaganda para embellecer la
imagen del imperialismo estadounidense. Mientras Obama intensifica
la
guerra contra Afganistán, Irak y ahora Pakistán, matando
a decenas de niños
afganos, Haití debe mostrar que EE.UU. es sensible al
sufrimiento. Este hipócrita
tema es reforzado por un periodismo selectivo. Mientras los
profesionales
médicos que se apresuraron a llegar a Haití se quejaban
de la falta de equipo,
casi no se mencionó a los más de 400 médicos
cubanos que ya estaban en Haití,
además de varios ciento de médicos haitianos formados en
las escuelas de
medicina cubanas, quienes habían montado hospitales de
campaña en menos de un
día. En términos más generales, lo que resulta
claro es que la monumental hipocresía,
las tergiversaciones periodísticas y el humanitarismo fingido
sirven para
disfrazar una nueva ocupación
norteamericana de Haití. Claramente, las necesidades de
las masas haitianas son tan apremiantes que aceptarían auxilio
de todo origen.
Es más, el gobierno haitiano del presidente fantoche René
Préval, que funciona
a duras penas en tiempos normales, ahora está
prácticamente desaparecido. No
obstante, hay una preocupación enorme en torno a qué fin
persiguen las fuerzas
estadounidenses. Cuando elementos de la 82ª División
Aerotransportada marcharon
al Hospital General, fueron observados por multitudes
escépticas, y tan pronto
llegaron, las tropas procedieron a empujar a los haitianos fuera del nosocomio. Estados Unidos se prepara a
proclamar
a Haití un “estado fallido”, como Somalia, y de imponer un
protectorado
internacional, tal vez bajo el auspicio de las Naciones Unidas. La
misión de la
ONU de “mantenimiento de la paz” y por la “estabilización” de
Haití (la
MINUSTAH), que resultó del derrocamiento del presidente
Jean-Bertrand Aristide
por fuerzas norteamericanas, francesas y canadienses en 2004, ya era de
por sí una
ocupación estadounidense mediante la utilización de
tropas brasileñas y de
otros países, principalmente latinoamericanos, como mercenarios.
Ahora parece
que Obama ha decidido asumir un control más directo. En medio del frenesí
mediático,
se precisa denunciar la ocupación
imperialista de Haití y exigir ¡que
salgan todas las fuerzas de EE.UU. y la ONU! A quienes preocupara
que esto pudiera
equivaler a cortar el auxilio al duramente golpeado pueblo haitiano,
habría que
señalar que los militares norteamericanos no están
presentes para suministrar
ayuda humanitaria. No se necesita a un navío destructor de la
Marina de guerra
estadounidense pertrechado de misiles teledirigidos ni tropas de
combate
recicladas de Irak para proporcionar equipo médico o alimentos.
Y de hecho, durante más de una semana el gobierno
de
Washington no proporcionó absolutamente ninguna ayuda. Todos
los equipos de
rescate, médicos, medicamentos y alimentos que llegaron eran de
grupos de
voluntarios y agencias norteamericanas e internacionales, o de
gobiernos de
otros países, cuando no eran directamente bloqueados por EE.UU.
Esto pasaba mientras
cada día morían unas 25 personas debido a la falta de
atención médica, según un
vocero de Partners in Health (Socios para la Salud), una
organización basada en
Boston (EE.UU.), que durante años ha proporcionado ayuda a
Haití. En EE.UU., varios reformistas
están llamando por una u otra versión de “ayuda y no
ocupación”, en forma
parecida a sus llamados en el movimiento de “paz” por “empleos y no
guerra”.
Quieren cambiar las prioridades del
gobierno norteamericano, no atacar al sistema imperialista.
Evidentemente es
vital oponerse a la ocupación, y las masas haitianas tienen una
necesidad
apremiante de auxilio. Sin embargo, pedir al gobierno
norteamericano, así sea implícitamente (como hacen
los
socialdemócratas de la International Socialist Organization) o
explícitamente (como
en el caso del mao-estalinista Partido Comunista Revolucionario), que
suministre
tal ayuda, alimenta ilusiones peligrosas. El PCR escribe que, “El
gobierno
norteamericano debe enfocar inmediatamente sus recursos para hacer
llegar la
ayuda directamente al pueblo haitiano” (declaración fechada el
13 de enero). No
son sólo las fuerzas militares estadounidenses las que
están involucradas en
imponer la tutela imperialista. La “ayuda” financiera de EE.UU., la
ONU, el
FMI, etc., sea en forma de préstamos o subvenciones, siempre
está altamente
condicionada. Al poner la distribución de los bienes
urgentemente necesitados
en manos de agencias foráneas impide a la población
haitiana organizar una
capacidad de respuesta.
Exigimos que EE.UU., la ONU,
la Cruz Roja y otras agencias imperialistas dejen
de impedir que la ayuda llegue al pueblo
haitiano. Aunque Obama anunció que los haitianos ya
presentes en Estados
Unidos podrán obtener el Estatus Protegido Temporal (TPS), el
gobierno
norteamericano sigue amenazando con regresar todo haitiano en
tránsito naval
hacia los EE.UU. Esto supone ni siquiera dejar entrar al país a
haitianos para
recibir la atención médica intensiva tratamiento.
Así que demandamos que EE.UU.
deje de impedir la entrada de refugiados
haitianos al mismo tiempo que luchamos por los plenos
derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes.
Además de
reivindicar la salida de todas las fuerzas de EE.UU., debemos oponernos a toda medida que sujete a Haití a
la dominación económica imperialista, tal como los
tristemente célebres Programas
de Ajuste Estructural impuestos por el Banco Mundial y la USAID que han
resultado en la destrucción de la agricultura haitiana y la
privatización
sistemática de las empresas de servicio público.
Subrayamos también que el despliegue
militar constituye una amenaza contra Cuba,
a escasos 77 kilómetros de Haití, donde
Estados Unidos mantiene una
prisión de tortura. Defendemos a Cuba,
un estado obrero (burocráticamente deformado), en contra del
imperialismo y la
contrarrevolución, y exigimos que EE.UU. devuelva a Cuba la basa
naval de
Guantánamo. Haití ocupa un lugar
privilegiado en la historia mundial, por ser el país donde se
realizó la única
revolución exitosa de los esclavos en toda la historia. La
Revolución Haitiana
de 1792 a 1804 inspiró a las rebeliones de esclavos en EE.UU.,
de Denmark Vesey
a Nat Turner, y sirvió de faro de liberación a los negros
oprimidos en toda la
región antillana y Sudamérica. El dirigente
revolucionario haitiano Toussaint
Louverture, a la cabeza de un ejército de antiguos esclavos,
pudo derrotar a
las fuerzas de tres poderes coloniales: Francia, España e
Inglaterra. Esta
hazaña aterrorizó a los capitalistas, que impusieron una
cuarentena a la
república negra durante más de medio siglo. Estados
Unidos ocupó militarmente a
Haití de 1915 a 1934, y envió los Marines en 1994 (bajo
la presidencia de
William Clinton, para instalar a Aristide como el hombre de Washington
en
Port-au-Prince), y nuevamente en 2004 (bajo Bush II, para derrocar a
Aristide).
El envío por parte de Obama de miles de
efectivos norteamericanas constituye una nueva invasión
norteamericana a Haití,
esta vez bajo la guisa de ayuda “humanitaria”. Para simbolizar
esto, invitó
a los dos ex presidentes a la Casa Blanca para anunciar un mal nombrado
Fondo
Clinton-Bush para Haití. El terremoto fue un desastre
natural, sin embargo el escalofriante saldo de muertos y la
destrucción
monumental son efecto del capitalismo y
el imperialismo. Como anotó el
prisionero de la guerra de clases Mumia Abu-Jamal desde sus celda en la
galería
de la muerte del estado de Pensilvania, los medios masivos de
comunicación
siempre se refieran a Haití como el país más pobre
del hemisferio, pero nunca dicen
por qué y cómo llegó a serlo. Una razón de
la destrucción masiva es que unos 2
millones de haitianos viven en barriadas de tugurios alrededor de la
capital,
en chozas que no pueden resistir la fuerza de un huracán, y
mucho menos un
sismo de 7 grados en la escala Richter. Muchos de estos pobres urbanos
eran
campesinos que tuvieron que abandonar sus tierras por la caída
de los precios
agrícolas como resultado de las políticas de “libre
comercio” impulsadas por
EE.UU. En el siglo XIX, los antiguos señores coloniales
franceses exigieron que
Haití pagara un finiquito equivalente de unos 21 mil millones de
dólares
actuales como el precio de su independencia. Luego, cuando EE.UU. no
ocupaba
militarmente a Haití, emplea a gobiernos títeres, como la
infame dinastía
Duvalier (“Papa Doc” y “Baby Doc”), que gobernó el país
de 1957 a 1986. Hasta
el ex sacerdote de la teología de la liberación Aristide
implementó fielmente
los dictados de Washington. Fuerzas imperialistas
reaccionarias como la Fundación Heritage consideran el temblor
una
“oportunidad” para imponer nuevas trabas sobre Haití. Para
quienes combaten al
imperialismo, la movilización popular para rescatar a las
víctimas, organizar
campamentos de carpas y repartir la ayuda puede dar la base para la
única
solución real a las aflicciones de Haití: la
revolución socialista internacional. En México tras
el sismo de 1985,
decenas de miles de trabajadores en la capital que se quedaron sin
hogar se
organizaron independientemente de y en contra el gobierno, cuyos
soldados les
impidieron rescatar a sus vecinos y familiares. Sin embargo, la
cuestión de la
dirección era clave, y los autoproclamados grupos socialistas
que se hicieron
cargo de las organizaciones de los damnificados del terremoto las
convirtieron
en agencias para canalizar los fondos asistencialistas del gobierno.
El Grupo Internacionalista en la manifestación
convocada por el Comité de Haití sí es un
país que sufre
una pobreza terrible. Sin embargo, además de los habitantes de
los barrios
pobres y los campesinos, tiene una clase obrera gran parte de la cual
trabaja
en fábricas que producen directamente para el mercado
norteamericano. En agosto
del año pasado, estos trabajadores libraron una lucha enconada
para subir el
salario mínimo a unos raquíticos 5 dólares por
día (ver “Haití: Batalla contra
los salarios de hambre y la ocupación neocolonial” en este
folleto). Este
pequeño pero combativo proletariado puede ponerse a la cabeza de
las
empobrecidas masas urbanas y rurales buscando organizar su propio
poder, sobre
todo en este momento en que el aparato del estado capitalista ha sido
reducido
a escombros y apenas hay unas cuantas patrullas policíacas que
merodean por la
ciudad, muchos de cuyos integrantes eran miembros de escuadrones de la
muerte.
La clave es forjar el núcleo de un partido
obrero revolucionario para dirigir una lucha internacionalista
contra el
imperialismo y sus secuaces capitalistas locales, para formar un
gobierno
obrero y campesino que expropiaría a la burguesía,
mientras llama a la
formación de una voluntaria federación socialista
antillana y busca extender la
revolución al corazón del imperialismo norteamericano. ■ |
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