Hammer, Sickle and Four logo

abril de 2020

¡Por un sindicalismo de lucha clasista! ¡Sindicalizar a los no sindicalizados! Si no hay seguridad, ¡paro laboral!

En la pandemia, los trabajadores luchan por su salud y seguridad

Protest outside Smithfield packinghouse, Sioux Falls,
            SD, 9 April 2020.
¡Defendamos a los trabajadores de la industria de carne! Caravana protesta condiciones peligrosas en empacadora en Sioux Falls, Dakota del Sur, el 9 de abril. Cientos de trabajadores de la planta han contraído COVID-19. (Foto: Erin Bornett / Sioux Falls Argus-Leader)

13 de ABRIL – La lucha de clases no cesa en medio de un desastre “natural”. Si acaso, se intensifica. En contra de lo que sostiene la retórica engañosamente tranquilizante e hipócrita de los políticos, de que “estamos juntos todos en esto,” las crudas realidades de vida o muerte dejan al descubierto los intereses fundamentalmente opuestos de los explotadores y los explotados, al menos para quienes se atreven a verlos. Por su parte, los gobernantes capitalistas nunca dejan que “se desperdicie una buena crisis”. Por esto la clase obrera y los oprimidos necesitan –con aún mayor intensidad en medio de tiempos de desesperación y tragedia– una dirección revolucionaria.

Mientras que la mortífera pandemia de coronavirus se extiende a lo largo y ancho de Estados Unidos, alrededor del 95 por ciento de la población se encuentra bajo las órdenes de “quedarse en casa” dictadas por gobiernos estatales y municipales. Medidas efectivas de cuarentena son clave para combatir la crisis de salud pública del COVID-19, que ya ha dejado más de 20 mil muertes en EE.UU. y unas 110 mil a escala mundial, aunque las cifras reales son ciertamente mucho mayores. Al mismo tiempo, millones de trabajadores siguen yendo a laborar, para realizar tareas vitales mientras que enfrentan graves riesgos para su salud y sus vidas.

Esto incluye, en primer lugar, a enfermeras, médicos, camilleros y otros trabajadores del sector salud en el frente de batalla, atendiendo heroicamente a los enfermos, con frecuencia en instalaciones médicas espantosamente saturadas. En Nueva York, en estos momentos epicentro del brote en Estados Unidos, ha habido protestas en varios hospitales por la falta del indispensable equipo de protección personal (EPP). En muchos casos, las administraciones hospitalarias han impuesto acciones disciplinarias, e incluso han despedido, a quienes han levantado la voz en contra del criminal desprecio por las vidas de sus empleados.

Entretanto, las condiciones frecuentemente horrorosas que prevalecen en los asilos de ancianos, refugios e instalaciones similares para pacientes altamente vulnerables se combinan con el abierto desprecio por la salud y las condiciones laborales de los trabajadores.

Además, los trabajadores de primera línea incluyen a millones en otros gremios –entre ellos, los trabajadores del transporte público, los trabajadores postales y de paquetería, así como los de supermercados y tiendas, farmacias, restaurantes, servicios de limpieza, etc.– cuya labor es, de hecho, esencial para proveer a quienes se quedan en casa con el avituallamiento esencial. En Nueva York, cuatro de cada cinco trabajadores de primera línea son afroamericanos, hispanos y asiáticos, de los cuales casi la mitad nacieron en otro país, y con frecuencia reciben salarios de hambre, mientras que quienes pueden trabajar desde la casa son predominantemente de clase media y blancos.

Hemos señalado que, en algunos lugares, magnates inmobiliarios con conexiones políticas lograron inicialmente que la industria de la construcción fuera declarada como “esencial”, poniendo así en peligro las vidas de los trabajadores para incrementar sus ganancias especulativas. Esto ocasionó protestas, y el 6 de abril más de 10 mil miembros del sindicato de carpinteros en Massachusetts se rehusaron a presentarse a trabajar en proyectos nuevos de vivienda e infraestructura, para protestar por las condiciones insalubres que prevalecen. Al menos dos decenas de afiliados sindicales han dado positivo en pruebas de coronavirus; cientos tienen síntomas y se encuentran en cuarentena voluntaria. El Engineering News Record (6 de abril) informaba:

“El Consejo Distrital 35 del International Union of Painters and Allied Trades [IUPAT – Sindicato Internacional de Pintores y Oficios Afines] seguirá la iniciativa, toda vez que el sindicato ha emitido la orden de quedarse en casa a sus miles de miembros, que entrará en efecto al concluir la jornada laboral del 6 de abril.
“Esta decisión se da pocos días después de que el Consejo de Gremios de la Construcción de Massachusetts, que representa a 75 mil sindicalistas que van desde carpinteros y pintores hasta herreros y peones, urgiera al gobernador Charles Baker a suspender todas las labores, excepto las de emergencia, por lo que resta del mes de abril”.

En la industria automotriz, cuando los trabajadores llamaron a cerrar la industria, Fiat Chrysler, Ford y General Motors, así como los dirigentes del United Auto Workers (UAW – Sindicato de Trabajadores Automotrices) habían llegado a un acuerdo para un “cierre parcial rotatorio de plantas”. Pero horas más tarde, después de que Fiat Chrysler informó que otro de sus empleados en la planta de Sterling Heights, Michigan, había dado positivo al coronavirus, los trabajadores del primer turno del 18 de marzo se rehusaron a entrar. Huelgas similares se extendieron rápidamente en las plantas automotrices del área de Detroit, obligando a las gigantes automotrices a parar actividades. El 24 de marzo se anunció que dos trabajadores de Fiat Chrysler habían muerto.

Oleada de paros laborales de “trabajadores esenciales”
puestos en peligro por la patronal

Packinghouse workers at Pilgrim's Pride plant in St.
            Cloud, MN walk out, 28 April 2020, over unsanitary
            conditions in the plant.
Trabajadores de la empresa “Pilgrim’s Pride” en Cold Spring, Minnesota, salieron en paro por las condiciones insalubres en la planta, el 28 de abril. Decenas de empacadoras han cerrado debido al contagio de coronavirus entre los trabajadores. En respuesta, Trump ha decretado la militarización de la industria para obligarles a trabajar arriesgando sus vidas. (Foto: Greater Minnesota Workers Center)

Incluso en trabajos que son realmente esenciales para cubrir las necesidades básicas de la población, el desprecio criminal de los patrones por la salud y seguridad de los trabajadores ha producido extendidas protestas, paros y huelgas. Los trabajadores en las plantas de empacado de carne se encuentran entre los que mayores riesgos enfrentan, con miles concentrados en pequeñas áreas, saturadas de líquidos, a temperaturas cercanas a los cero grados centígrados. Ayer, Smithfield Foods se vio obligada a cerrar su planta de carne porcina en Sioux Falls, Dakota del Sur, en donde 293 de los 3,700 empleados dieron positivo al coronavirus, lo que representa el 40 por ciento de los casos en el estado (Newsweek, 12 de abril).

Los trabajadores de la industria de la carne, en su inmensa mayoría negros, hispanos e inmigrantes, han estado también en la primera línea de las movilizaciones.1 El 23 de marzo, decenas de trabajadores en la planta avícola no sindicalizada de Perdue Farms en Kathleen, Georgia, pararon labores para protestar en contra de condiciones de trabajo inseguras. El 1º de abril, cerca de mil trabajadores de la planta cárnica JBS en Greely, Colorado, miembros del United Food and Commercial Workers Union [UFCW – Sindicato de Trabajadores de la Industria Alimenticia y Comercial], hicieron un paro de labores después de que diez trabajadores dieron positivo en pruebas del COVID-19.

Uno de los principales nodos de concentración del COVID-19 en el país ha sido Albany, en el estado de Georgia. Una cuestión clave es que “La ciudad está rodeada de media docena de plantas de empacado de carne, en las que miles de trabajadores están empleados” (Payday Report, 10 de abril). En Tyson’s Food en la cercana población de Camilla, Georgia, el Wholesale y Department Store Union (RWDSU – Sindicato de Trabajadores de Tiendas al Menudeo y Departamentales) informó que dos de sus miembros ya habían muerto. Pero, aunque un comunicado de prensa del RWDSU declaraba que “La tardía respuesta al COVID-19 de la industria avícola está matando a los trabajadores esenciales de Estados Unidos”, el sindicato no convocó ninguna movilización.

Poultry plant, October 2015.
Trabajadoras en planta avícola. La gran mayoría de trabajadores de las
empacadoras son latinos, negros e inmigrantes. (Foto: Eric Dotter / Workday Minnesota)

Los almacenes de Amazon, el gigante del comercio y distribución por internet, han sido un punto focal de las protestas. La compañía, que es rabiosamente antisindical, ha conseguido, hasta el momento, aplastar las campañas de sindicalización en Estados Unidos (véase nuestro artículo “Unionize Amazon and Whole Foods!” en The Internationalist No. 55, invierno de 2019). Actualmente, la compañía está amasando miles de millones de dólares, toda vez que más y más compradores están encerrados en sus casas comprando en línea. El 18 de marzo, los trabajadores cerraron un almacén en Queens, Nueva York, para exigir que la producción sea detenida para la plena sanitización de las instalaciones.

Más tarde, el 30 de marzo, trabajadores del almacén de Amazon en Staten Island, Nueva York, pararon labores para exigir un pago extra por la peligrosidad de sus labores, la sanitización de las instalaciones y la dotación de equipo de protección después de que se supo que la compañía había guardado silencio sobre casos de COVID-19 en dichas instalaciones. Amazon contraatacó esa noche con el despido de Chris Smalls, un supervisor, que había iniciado la protesta. Tras una amplia cobertura mediática, los jefes de Amazon, incluido su dueño, Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, se reunieron para diseñar una estrategia para lidiar con las protestas y los informes de que trabajadores en 14 o más instalaciones de Amazon se han infectado.

Tras la reunión, el consejero legal en jefe envió un memorándum en el que se refería a Smalls, que es negro, diciendo que “no es inteligente ni se expresa bien”, como parte de una racista campaña de relaciones públicas para calumniarlo y convertirlo en “el rostro de todo el movimiento por la sindicalización”. Al día siguiente, el 31 de marzo, empleados alrededor del país de los almacenes Whole Foods, propiedad de Amazon, realizaron una falta médica de carácter colectivo para exigir una licencia con goce de sueldo para los trabajadores en cuarentena, pago extra por trabajo peligroso y cobertura médica para los trabajadores a tiempo parcial y estacionales. Para el 6 de abril, los manifestantes estaban de vuelta afuera de la planta de Staten Island, coreando “¡Ciérrenla! ¡Límpienla!”

Ha habido protestas similares en instalaciones de Amazon en Chicago y Detroit. La compañía, que es ya el segundo mayor empleador privado de EE.UU., ha anunciado planes para contratar a otros 100 mil trabajadores. Entretanto, Instacart, la app de entrega a domicilio de comestibles y abarrotes dice que planea enganchar a otros 300 mil “contratistas”, una denominación que la empresa y otros patrones de la “economía gig” utilizan para negar los derechos de sus trabajadores. El 30 de marzo, trabajadores de Instacart realizaron protestas para exigir que la compañía pagara sus equipos de protección personal, pago extra por riesgo, y pago para los trabajadores que no pueden laborar por estar afectados por el COVID-19.

En la cadena de supermercados Trader Joe’s, los trabajadores han estado luchando por la formación de un sindicato y en protesta en contra de condiciones laborales inseguras. La respuesta de los patrones, en medio de la pandemia, ha consistido en una intensa campaña antisindical, en la que los gerentes aleccionan a los “socios de sus equipos” sobre los “peligros” de la sindicalización. En Louisville, Kentucky, un empleado de la compañía, Kris King, formó una página de Facebook para que los trabajadores discutieran la respuesta de la compañía a la crisis del coronavirus. El 28 de marzo, la compañía despidió a King, diciendo que “No operamos permitiendo que los socios de los equipos hablen entre sí” (New York Times, 2 de abril).

Éstos son apenas unos pocos ejemplos de casos en los que los trabajadores se han visto obligados a movilizarse para exigir condiciones seguras de trabajo frente a una amenaza

Sindicalismo de lucha clasista vs. burocracia sindical vendida

La prensa patronal sabe bien que los “trabajadores esenciales” están en una posición potencialmente muy fuerte en la crisis actual. El Bloomberg Business Week (7 de abril) tituló uno de sus artículos: “El coronavirus señala el mejor y el peor momento para ir a huelga” y “Cuando trabajar implica riesgo de muerte, se prepara un contragolpe”. Es probable que en las postrimerías de la crisis haya una efervescencia de organización sindical. Sin embargo, la dirección actual del movimiento obrero norteamericano es incapaz de imponer las demandas obreras a favor de condiciones laborales seguras. Esto exige algo muy distinto: sindicalismo de lucha clasista.

Estas luchas muestran el choque irreconciliable entre los intereses de la clase obrera y los de los patrones, cuya única preocupación con respecto a los trabajadores es que son la fuente de ganancias mediante la explotación de su trabajo. Incluso en tiempos “normales”, más de 5 mil trabajadores mueren en el trabajo cada año en EE.UU.; decenas de miles más mueren cada año de enfermedades relacionadas con el trabajo. Los efectos de la actual crisis sanitaria son considerablemente multiplicados por el capitalismo, toda vez que la pandemia ha desatado lo que muy probablemente será una larga depresión económica, con decenas de millones de trabajadores despedidos y depauperados.

Lo que puede y debe surgir de esta crisis es un nuevo y vigoroso movimiento obrero. Pero la continuación del viejo “sindicalismo de negocio”, como el que ha sido practicado por la burocracia sindical de la AFL-CIO a lo largo de varias décadas, sólo lleva a un callejón sin salida. Son precisamente esas políticas las que han llevado a la destrucción masiva de los sindicatos, de modo que hoy apenas el 10 por ciento de los trabajadores están sindicalizados, y tan sólo el 6 por ciento entre los trabajadores del sector privado. Los falsos dirigentes sindicales buscan una engañosa “asociación” con los patrones, que han librado una implacable guerra de clases en contra de la clase obrera y los oprimidos desde hace décadas, y que siguen haciéndolo hoy en medio de la crisis del coronavirus.

Los trabajadores han sido paralizados por la subordinación de las cúpulas sindicales al capitalista Partido Demócrata, y su obediencia a las leyes e instituciones antiobreras del gobierno patronal, incluida la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB). La lealtad de los burócratas al orden capitalista se ve ejemplificada por la bienvenida que dan a policías, guardias de seguridad y carceleros –el brazo armado de la clase dominante– al movimiento obrero, mientras se esconden detrás de las leyes y las cláusulas contractuales que proscriben las huelgas. Los sindicalistas combativos dicen: ¡Para nada! ¡Fuera policías de cualquier tipo de los sindicatos! ¡Abajo las leyes rompesindicatos de la patronal!

Los trabajadores tienen el poder para ganar. ¡Necesitamos una dirección armada con el programa necesario para usarlo! La podrida burocracia sindical en la cúpula de estas organizaciones obreras mina su poder al encadenarlas a los patrones. Los escándalos de corrupción que han sacudido al UAW no se reducen al enriquecimiento individual, sino que son la expresión personalizada de la política de colaboración de clases. Y así como los burócratas vendidos son incapaces de poner alto al cierre de plantas, no pueden tampoco proteger la salud y la seguridad de los trabajadores. Sin embargo, son los trabajadores, los que producen los bienes y servicios vitales, quienes constituyen el sindicato.

Lo que se necesita urgentemente es un movimiento obrero que se base en el programa de la lucha clasista, de que la clase obrera movilice su propio poder social. El economicista “sindicalismo de las bases” propugnado por algunas corrientes de izquierda como una supuesta alternativa a la empedernida burocracia sindical evita deliberadamente las cuestiones políticas y sociales más acuciosas y evade la necesidad de una dirección clasista basada en un programa para ganar la guerra de clases. En una grave crisis de la sociedad capitalista como la actual, tal política es aún más desastrosa.

Decenas de millones de trabajadores de la multirracial clase obrera –en muchos lugares, compuesta principalmente de trabajadores latinos, afroamericanos e inmigrantes, mal pagados, desprotegidos y con pocas prestaciones– necesitan urgentemente organizarse en sindicatos simplemente para defender sus intereses, y sus vidas. Para hacerlo, el movimiento obrero debe luchar no sólo por la defensa de estrechos intereses gremiales, sino para defender la causa de todos los oprimidos.

Algunos de los trabajadores más esenciales hoy en día son los trabajadores agrícolas inmigrantes indocumentados, sin cuyo agotador trabajo el país no podría alimentarse. Sin embargo, aunque el Departamento de Seguridad de la Patria (Homeland Security) los declara trabajadores esenciales, en cualquier momento pueden ser arrestados y deportados por la policía migratoria del ICE. Un movimiento obrero combativo debe exigir plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Además, movilizaría el poder obrero para poner alto a las redadas y deportaciones y para cerrar los centros de detención que son un caldo de cultivo para la infección del COVID-19.

Hoy, muchos trabajadores afroamericanos, latinos y asiáticos en las primeras líneas de la batalla en contra del coronavirus carecen de seguro médico. Aunque los reformistas hacen eco de la exigencia de “Medicare para todos” de Bernie Sanders y de los “progresistas” del Partido Demócrata, la verdad es que esta medida no sería más que un curita. Negros y latinos tienen con frecuencia condiciones médicas subyacentes, enfrentan discriminación en el racista sistema médico capitalista y su tasa de mortalidad por el virus es el doble de la de los blancos. Un movimiento obrero de lucha clasista debe propugnar la medicina socializada, para otorgar atención médica gratuita y de alta calidad para todos

Lo que se necesita urgentemente es un movimiento obrero basado en los viejos principios de clase contra clase, de la movilización proletaria de su propio poder social, en tanto productores “esenciales” de la riqueza que hace que esta sociedad funcione. Esto significa un movimiento sindical de lucha clasista que combata toda forma de opresión social, que se coloque en la primera línea de la lucha contra el racismo, la lucha por plena igualdad de mujeres, gays, lesbianas y personas transgénero, y que unifique estas batallas en una lucha para acabar con el sistema capitalista que produce muerte y destrucción para todos. Significa una lucha para conformar una dirección revolucionaria.

El capitalismo nos está matando. ¡Luchar por una revolución socialista!

El único idioma que comprenden los capitalistas y sus políticos de los partidos Demócrata y Republicano es el del poder. Les preocupa que los “trabajadores esenciales” tengan un poder potencial, pero los patrones confían en su capacidad de engatusar e intimidar a quienes hacen que a duras penas les alcance el dinero y que ahora están enfrentados con una amenaza potencialmente mortal. Quienes se proponen organizar a los superexplotados “esclavos asalariados”, como los llamó Karl Marx, debemos tener bien claro que los paros que ha habido recientemente son todavía pequeños y tentativos. Se requiere de un poder real para respaldarlos.

Por doquier, la burocracia sindical pro capitalista ha representado un obstáculo. Incluso cuando sindicatos como el automotriz (UAW) y los de trabajadores de la industria alimenticia y de los comercios al menudeo (UFCW y RWDSU) se han movilizado, lo han hecho de manera esporádica, en el mejor de los casos, además de que la iniciativa ha venido de las bases. Ahí donde han hecho desanimados simulacros de sindicalización –en gigantes como Walmart, Amazon o cadenas de comida rápida– ni siquiera han intentado formar verdaderos sindicatos, sino tan sólo establecer endebles centros de trabajadores y con frecuencia sin apenas tratar de movilizar a los trabajadores de la empresa.  ¿Por qué? Los burócratas sindicales no quieren arriesgar su política de ser “socios” de los patrones (y el patrimonio inmobiliario sindical) al desafiar las leyes antiobreras que paralizan a los sindicatos.

Para organizar a los trabajadores de una empresa tan ferozmente antisindical como Amazon, la clave consiste en aplicar el enorme poder de sindicatos como el de los Teamsters. Y esto no se logrará jugando según las reglas de la patronal. Es por esto por lo que iniciativas de militantes clasistas en industrias sindicalizadas son excepcionalmente importantes en la actualidad y pueden abrir la vía para una campaña a gran escala para sindicalizar a los trabajadores no sindicalizados. En la planta de UPS en Chelmsford, Massachusetts, después de que el presidente del Local 25 de los Teamsters escribiera una carta a los jefes de la compañía el 27 de marzo para protestar por la falta de protección para los trabajadores, un militante del sindicato, Mike Gath, publicó un volante titulado “Si no hay seguridad, ¡paro laboral!” El volante llamaba a la conformación de un “comité independiente de salud y seguridad exclusivamente obrero, de delegados sindicales y otros trabajadores de Chelmsford” para asegurar el cumplimiento por parte de la compañía. Concluía así:

“Si no hay seguridad, vamos al paro laboral. Si para el lunes no hay una limpieza y desinfección de las instalaciones que sea meticulosa y realizada por una instancia independiente, no debe realizarse ningún trabajo en ellas.
“Poder sindical, poder obrero: es cuestión de vida o muerte para nosotros ahora”.

Un segundo volante, publicado en redes sociales el 3 de abril, reiteraba estas exigencias y añadía: “Debemos recibir un pago extra por trabajo riesgoso, que debe equivaler a una jornada doble. No nos sacrificaremos por sus ganancias. No permitamos que la compañía demore hasta que alguien muera en el trabajo”.


Solidaridad con los taxistas por aplicación de Boston, en protesta el 6 de abril.  (Foto: El Internacionalista)

Al enfatizar que la lucha no se limita a un solo almacén o industria, el 6 de abril Gath y partidarios del Internationalist Group se sumaron a una caravana de conductores de taxi de aplicación en Boston, declarando su solidaridad y exigiendo “pago de mil dólares a la semana para todos los choferes de taxi, Uber y Lyft”. Ese día más tarde, se informó que había muerto por COVID-19 un trabajador del enorme nudo internacional Worldport de UPS en Louisville, Kentucky, donde trabajan unos 10 mil trabajadores, que procesan hasta 416 mil paquetes por hora. El 10 de abril, Gath publicó en línea:

“Como he escrito antes, cada día que pasa muestra que ¡necesitamos un paro nacional por la salud y la seguridad!
“Necesitamos también que todo el sindicato escuche esto y lo emprenda. Una verdadera lucha sobre esta cuestión ahora en UPS sería crucial también para abrir la vía para sindicalizar a los compañeros de FedEx, Amazon, Whole Foods, etc….
“¡Pago extra por riesgo ahora! 
“Si no hay seguridad, ¡no trabajamos!
“¡Necesitamos un paro nacional por la salud y la seguridad en UPS!”

Una perspectiva de lucha fue la que presentaron nuestros compañeros y compañeras de Class Struggle Workers – Portland en su llamado del 18 de marzo a realizar acciones obreras en la crisis del coronavirus. Presentaron una serie de reivindicaciones para exigir que los trabajadores fueran dotados con el equipo de protección que ellos mismos determinaran; a favor de la formación de comités de salud y seguridad que representaran a trabajadores tanto sindicalizados como no sindicalizados; pago pleno para todos los que no pueden trabajar debido al virus; a favor de la ocupación de propiedades vacías para proveer vivienda para los sin techo; a favor de liberar a los detenidos en los campos de concentración del ICE. El llamado concluye:

“Un movimiento obrero combativo de masas con una dirección clasista establecería comisiones obreras en los centros de trabajo para decidir e implementar las medidas necesarias, incluido el cierre ahí donde sea necesario, sin detener los salarios de los trabajadores, o bien, la continuación del trabajo productivo con la protección necesaria.
“A la larga, será necesaria una economía planificada capaz de redirigir la producción y distribución del equipo médico, de seguridad y de necesidades básicas, organizando centros de trabajo con la prioridad en la seguridad de los trabajadores, para pelear de forma efectiva en contra de la pandemia. Esto implica luchar para poner fin al sistema capitalista y la concomitante anarquía en la producción por el lucro privado, la incompetencia, el racismo y la explotación, y así luchar para establecer un gobierno obrero.
“Con las vidas y el sustento de tantos trabajadores y oprimidos al filo de la navaja, la única salida es la lucha de clases.”

Esta crisis ha abierto los ojos a muchas personas que normalmente no se preocupaban por la procedencia de los bienes y servicios que consumen. En estos tiempos desesperados, debe quedar claro que el sistema capitalista mismo constituye un peligro inminente para las vidas de los trabajadores, los pobres, y para la humanidad en su conjunto (véase nuestro artículo “Coronavirus y capitalismo”, The Internationalist, 29 de marzo). Como dice la declaración del CSWP: “Mientras se desarrolla la pandemia, la acuciante necesidad de un partido obrero revolucionario internacional no podría ser más clara”. Un partido tal debe estar en la vanguardia de la lucha obrera para destruir el poder estatal en manos de los gobernantes capitalistas en una lucha por la revolución socialista internacional.■


  1. 1. La industria del empacado de carne ha sido testigo de enormes batallas por la sindicalización en las que los trabajadores afroamericanos, latinos y nativos americanos se han unido en la lucha. Véase “North Carolina Labor Revolt” en The Internationalist, No. 25, enero-febrero de 2007.