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junio de 2005  

Mineros bloquean a aspirante presidencial derechista
La burguesía instala al “Harvard Boy” Rodríguez 


Bolivia estuvo “al borde de la guerra civil”


La policía se enfrenta con maestros en Sucre, la mañana del 9 de junio. El Congreso huyó de La Paz
para instalar un nuevo presidente, con la esperanza de librarse de las multitudes de manifestantes.
Sin embargo, miles de mineros, campesinos y obreros se movilizaron a la segunda capital boliviana
para impedir presidencia del derechista de línea dura, Vaca Díez. 
(Foto: Indymedia Bolivia)

El jueves 9 de junio Bolivia estuvo a un paso de la guerra civil, pero la burguesía reculó. Frente a la creciente movilización de mineros y campesinos, la clase dominante decidió cambiar de táctica. Hasta el último minuto, fuerzas derechistas respaldadas por la embajada de EE.UU. intentaron instalar en la presidencia a un político de mano dura, Hormando Vaca Díez. Contentos con la renuncia de Carlos Mesa, tacharon al ex presidente de incapaz por no haber derrotado a las masivas manifestaciones que exigían la nacionalización de los hidrocarburos del país. Al terminar el día, justo antes de media noche, el Congreso le tomó protesta como nuevo mandatario “tapón” de un “gobierno breve” al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez. El “Harvard Boy” Rodríguez, quien ha sido asesor de la embajada norteamericana, fue propuesto para el cargo por el ex presidente Mesa y por Evo Morales, dirigente campesino del Movimiento al Socialismo (MAS). A cambio de ello, los gobernantes bolivianos contaban con que Morales desmovilizara a sus “tropas”... cosa que hizo. Ya para la mañana del viernes, se estaban levantando los bloqueos en todo el país.

Al amanecer del jueves 9, parecía que Bolivia se enfilaba hacia un golpe de estado. Vestido en traje de combate y flanqueado por el resto del Alto Mando, el comandante en jefe de las FF.AA., almirante Luis Aranda (Bolivia no tiene acceso al mar, pero tiene una fuerza naval militar) anunció en una conferencia de prensa matutina que las fuerzas armadas estaban en “estado de alerta máxima” y que “actuarán de ser necesario”. En la televisión se podía ver a una figura que se movía silenciosamente entre las sombras detrás del comandante en jefe. Se trataba de Gonzalo Valenzuela, un abogado que fue asesor del narcodictador Luis García Meza y que en 1985 organizó la sangrienta represión de la “Marcha por la vida” de los mineros. Aranda declaró que las FF.AA. (“el último bastión de la patria”) se oponían a todo que vaya contra la constitución, incluida la instalación de la “Asamblea Popular Nacional Originaria” realizada un día antes en El Alto.

Haciendo un llamado a los bolivianos para “evitar el suicidio nacional convocando a una tregua político-social”, un comunicado del Alto Mando prometía defender la “sucesión constitucional”. El llamado de los generales al Congreso para “escuchar a todos los actores que están haciendo oír su voz” fue visto como una advertencia a Vaca Díez. Éste, en tanto presidente del Senado, era el primero en la línea de sucesión constitucional para sustituirle a Mesa en la presidencia cuando más tarde en el día el Senado debía reunirse en Sucre, la segunda capital de Bolivia. Se informó también que Mauricio Balcázar, cuñado del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (“Goni”), así como Eduardo Sfeir, otrora asesor de la embajada norteamericana, viajaron con Vaca Díez en avión a Sucre. Balcázar estuvo en una reunión en Washington en el mes de marzo, junto con Goni y su “ministro de la muerte”, Carlos Sánchez Berzaín (el ministro del interior durante la masacre de octubre de 2003) en la que se fraguó un complot para instalar a Vaca Díez en la presidencia y echar al “vacilante” Mesa.

Hormando Vaca Díez llega a Sucre para una sesión de emergencia del Congreso, escoltado por oficiales militares. Pocas horas después, tuvo que buscar refugio de los manifestantes en una base militar.
(Foto: Juan Karita/AP)

Vaca Díez es una figura siniestra. Respaldado por la misma “megacoalición” que apoyó al asesino de masas Goni, es dirigente del mal llamado “Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (MIR). Éste fue fundado en 1971 en medio de la resistencia al golpe del general Hugo Banzer, pero en los años 80 se convirtió en socio menor del segundo gobierno de Banzer. Vaca Díez fue parte del ala del MIR ligada a importantes narcotraficantes bajo el régimen de Banzer, y se vio implicado en investigaciones judiciales por la canalización de dinero procedente del narcotráfico al dirigente del MIR Jaime Paz Zamora. Vaca Díez se ganó la gratitud del embajador norteamericano David Greenlee por haber intentado hacer aprobar una Ley de Inmunidad para los soldados estadounidenses en el país. (El proyecto de ley fue rechazado ante la enérgica oposición de obreros y campesinos.) En días recientes, el presidente del Senado se granjeó el apoyo de la embajada de EE.UU. a favor de un plan para declarar una caricatura de “nacionalización” de los hidrocarburos que dejara éstos bajo el control de las compañías energéticas “multinacionales”, mientras se reprimiera a las protestas.

Lo que Vaca Díez quiere decir con “poner orden” en el país quedó de manifiesto en un incidente ocurrido en marzo de 2004. Un angustiado minero, Eustaquio Picachuri, “invadió” la sala principal del Congreso para protestar contra la ley de pensiones que eliminaba los fondos de retiro de varios miles de mineros jubilados. La respuesta de Vaca Díez consistió en ordenar al ejército que “saquen a ese terrorista de mi Palacio”. Cuando los oficiales intentaron someterlo, Picachuri detonó unas cargas de dinamita que lo descuartizaron. La embajada norteamericana felicitó al jefe del Senado por la acción “antiterrorista” que mató a Picachuri. Vaca Díez es senador por el departamento oriental de Santa Cruz y está estrechamente vinculado con la oligarquía local que financia escuadrones de matones que han atacado salvajemente a manifestantes indígenas.

Con el escenario listo para un “golpe blanco” o, “de ser necesario”, un golpe militar abierto, las acciones de protesta se extendieron por todo el país mientras el Congreso se preparaba a sesionar. El saliente presidente Mesa advirtió sobre el peligro de un Congreso bloqueado, y el jefe de la policía nacional dijo que Bolivia estaba “a un paso de la guerra civil”. Mineros se manifestaron en La Paz y en El Alto fustigando al parlamento burgués. El número de bloqueos carreteros se elevó a 120 o más, paralizando el transporte en la mayor parte del país. En La Paz, hasta la clase media estaba polarizada, con algunas asociaciones vecinales dando apoyo a los marchistas, en tanto que otras se organizaban para “defenderse” de “esos indios”.

Aunque los líderes del Congreso trasladaron la votación a Sucre para escapar de la presión de las masas en La Paz, miles de trabajadores y campesinos comenzaron a llegar a la ciudad. Se informó que procedentes tan sólo de Oruro, estaban en camino a Sucre sesenta camiones llenos de mineros cooperativistas. Para el mediodía del jueves, más que un golpe, parecía que en Bolivia podía estallar una guerra civil.

En Sucre, se fotografió a soldados que llevaban cajas de munición al palacio legislativo. Cuando los trabajadores chuquisaqueños marcharon hacia la Plaza 25 de Mayo, la policía los mantuvo a raya gasificando a la multitud. La enardecida oposición a que Vaca Díez tomara el poder llegó a su punto de ebullición a la 13:30, cuando soldados mataron a tiros al dirigente de mineros cooperativistas de Potosí, Juan Coro Mayta, en el camino de Yatolo hacia Sucre. El diario La Razón de La Paz había escrito con desdén que Mesa tenía miedo de que un “muertito” pudiera derribar al gobierno. Ahora un que minero había sido asesinado para instalar a Vaca como presidente, las masas estallaron. Un dirigente campesino de Chuquisaca declaró: “Vaca Diez sólo abandonará Sucre descuartizado”. El líder del Senado huyó a una base militar en busca de protección; otros senadores se refugiaron en el palacio de gobierno o en hoteles. Hacia las seis de la tarde parecía que Vaca podría ser linchado.

En ese momento, Vaca cesó en sus intentos, sin duda después de frenéticas llamadas telefónicas a la embajada de EE.UU. en La Paz, y se decidió nombrar a Eduardo Rodríguez, presidente de la Corte Suprema, como nuevo presidente “constitucional”. En una apresurada sesión del Congreso, se tomó protesta a Rodríguez 15 minutos antes de la media noche, sin siquiera la banda presidencial para las fotos, mientras Vaca Díez le daba un abrazo.

Evo Morales y muchos otros dirigentes de organizaciones campesinas y sindicales canalizaron la justificada ira de las masas contra este beligerante derechista, enfocándola a la demanda de “No a Vaca”, preparando así el camino para una más de las “transiciones negociadas” para que otro presidente capitalista más cumpla las órdenes del imperialismo norteamericano y de la clase dominante local. Morales se pronunció por que Rodríguez fuera nombrado presidente para organizar elecciones anticipadas. Sin embargo, Rodríguez no sólo es un socio político del odiado ex presidente “Goni”, sino que también es su socio de negocios: en su trabajo privado, el abogado educado en Harvard defendió compañías mineras propiedad de Sánchez de Lozada y su clan.

Decenas de miles de trabajadores participan el 10 de junio en un homenaje en La Paz para el dirigente de los mineros cooperativistas potosinos, Juan Coro Mayta, muerto a tiros por el ejército en el camino a Sucre.
(Foto: El Internacionalista)

Morales y otros dirigentes del MAS se pronunciaron también por una “tregua” y por un “cuarto intermedio” en la lucha, para dar tiempo a Rodríguez para que cumpla con sus “compromisos”. Sin embargo, Rodríguez, lo mismo que Mesa, no ha pronunciado una sola palabra a favor de la nacionalización de los hidrocarburos, y las elecciones “aceleradas” aún no han sido programadas.

Así, después de semanas de masivas manifestaciones en contra del gobierno de Mesa, de bloqueos carreteros y batallas extendidas entre manifestantes y la policía y el ejército, el saldo es... un gobierno Mesa II. Políticos derechistas y el diario La Razón – todavía furiosos por el fracaso del intento de Vaca de hacerse de la presidencia– señalan que Mesa había firmado varios acuerdos con empresas mineras cooperativistas para acusarlo de usar a los mineros cooperativistas para intentar un “genocidio” – ¡contra el parlamento!

Por su parte, los oportunistas proclamarán una “victoria parcial”, pero aunque un político de extrema derecha ha sido bloqueado, otro oligarca derechista ha sido instalado en su lugar. Mientras tanto, muchos bloqueos carreteros han sido levantados y las huelgas interrumpidas. Ésta no es una victoria de ninguna clase, sino un golpe a las luchas de los obreros y campesinos contra los imperialistas, su cártel energético y el gobierno semicolonial que está a sus órdenes. Que el “cuarto intermedio” sea breve o no, el hecho es que esta puñalada por la espalda fue preparada no sólo por Morales, sino también por los dirigentes obreros y campesinos que, no obstante sus ocasionales posturas combativas, buscan en todo momento la “unidad” con el dirigente del MAS para luego llamarlo “traidor” cuando vende la lucha. Morales está haciendo precisamente lo que todos ellos hicieron en octubre de 2003, y lo que él hizo de nuevo en julio de 2004 durante el referéndum sobre el gas, cuando prestó sus servicios como un soporte crucial a Mesa. La suya fue una traición largamente anunciada.

En marzo, la vez anterior que Mesa ofreció renunciar a la presidencia, la COB, el MAS de Evo Morales, la CSUTCB de Felipe Quispe, la Confederación Obrera Regional (COR), la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve) y otras organizaciones de El Alto se unieron en un “pacto de unidad revolucionaria” contra “las multinacionales y el neoliberalismo”. Tan pronto como se aprobó la nueva ley de hidrocarburos, este pacto de frente popular se deshizo y las rencillas comenzaron de nuevo. Pero pudieron llegar a un acuerdo en primer término precisamente porque incluso los supuestos “radicales” limitaron sus objetivos a demandas “democráticas” (burguesas). Los llamados a favor de la “nacionalización” de los hidrocarburos y de una “asamblea constituyente” no van más allá del marco del dominio burgués, como tampoco lo hacen la oposición al “neoliberalismo” y a las empresas capitalistas “multinacionales”. Morales se pudo aliar con ellos porque estaban “unidos” a favor del capitalismo (reformado).

Sin embargo, en esta época de decadencia imperialista el capitalismo no puede ser reformado en beneficio de los intereses de explotados y oprimidos. Para arrancar los impresionantes recursos bolivianos de las garras de los imperialistas, para que los pueblos indígenas se doten de genuinos derechos, para rescatar a los trabajadores del azote del desempleo y de la miseria omnipresente, hace falta que la clase obrera tome el poder e inicie una revolución socialista que debe extenderse internacionalmente para sobrevivir. Es necesario también decir la verdad a las masas: sustituir un presidente capitalista títere por otro, no representa victoria alguna para los trabajadores del campo y la ciudad. Es preciso construir un partido trotskista como vanguardia del proletariado, que luche contra la burguesía y también contra los oportunistas que cubren su flanco izquierdo. De otra manera, a la traición de octubre de 2003 seguirá la traición de junio de 2005, con otras por venir.

En las manifestaciones paceñas, los sectores más radicalizados han coreado la consigna de “¡Obreros al poder!” Sin embargo, los dirigentes de las organizaciones sindicales y campesinas ofrecen treguas y “cuartos intermedios”, primero a Mesa y ahora a Rodríguez. Morales y Cía. trafican con el nacionalismo burgués antichileno, mientras esperan alcanzar un acuerdo tras bambalinas con el imperialismo norteamericano. El líder del MAS busca ganarse el apoyo de Lula, el presidente socialdemócrata de Brasil, quien a su vez intenta jugar su papel como bombero de Washington al sofocar los fuegos de rebelión en la región, mientras la Petrobrás actúa como socia menor de los imperialistas en el saqueo de los hidrocarburos bolivianos. Un partido genuinamente trotskista, en cambio, se uniría con los obreros de Chile, Brasil y toda América Latina, así como los de los centros imperialistas, en la lucha por una revolución socialista que barra con los templos del vicio parlamentarios y los reemplace con el gobierno revolucionario de consejos obreros.

¡Por un gobierno obrero, campesino e indígena en Bolivia, parte integrante de una federación andina de repúblicas obreras y los Estados Unidos Socialistas de América Latina!  n



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