febrero de 2019
Masivos paros y huelgas imponen demandas a los “sindicatos” corporativistas y a la patronal, que reacciona con despidos
Matamoros:
insurgencia obrera en la maquila, crisol
de la batalla contra el corporativismo
Obreros de Autoliv deciden levantar la huelga luego de arrancarle a los patrones un aumento salarial de 20 por ciento y un bono de 32 mil pesos, a pesar del acoso que sufrieron por parte del estado y del “sindicato”, al servicio de la burguesía.
¡Urge aplastar el grillete de control estatal y forjar genuinos sindicatos proletarios! ¡Forjar un partido obrero revolucionario!
Gobierno populista burgués de AMLO: enemigo de los trabajadores
A finales de enero, activistas reporteros del Grupo Internacionalista se trasladaron a Matamoros, Tamaulipas para acudir a los piquetes de huelga y platicar con los obreros en lucha. El presente artículo se basa en la información recabada por nuestros camaradas.
FEBRERO de 2019 – En las últimas semanas, México ha vivido una explosiva oleada de insurgencia obrera en las maquiladoras de la frontera noreste como no ha habido en décadas. El epicentro de las movilizaciones obreras ha sido la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, donde más de 40 mil trabajadores y trabajadoras de medio centenar de plantas de la maquila desataron paros y huelgas para exigir – y ganar – un aumento salarial del 20 por ciento y el pago de un bono anual de 32 mil pesos, equivalente a medio año de salario. En la gran mayoría de estas empresas, los trabajadores lograron doblegar a la patronal para que cumpla con sus demandas. Su ejemplo cundió y se extendió a empresas locales, entre ellas supermercados, marisqueras y hasta la planta de Coca Cola, lo mismo que a plantas maquiladoras de otras ciudades fronterizas. La patronal ha respondido con despidos, y en algunos casos amenazas de cierre.
En su toma de posesión, el nuevo presidente de la república Andrés Manuel López Obrador hizo alarde de su intención de aumentar, a partir del 1° de enero, el raquítico salario mínimo a $102 – unos miserables cinco dólares por día – y en los 43 municipios de la franja fronteriza con Estados Unidos, donde el costo de la vida es mucho más elevado, a $176, o sea, un alza de 100 por ciento. Esto fue ratificado el 17 de diciembre en un acuerdo entre el gobierno, gremios laborales y confederaciones patronales, con el visto bueno del Banxico. La Coparmex hasta se jactó de que con el aumento los trabajadores podrán “satisfacer sus necesidades básicas alimentarias y no alimentarias.” ¡Que esos señores capitalistas intenten mantener una familia con esa suma irrisoria! Pero cuando los trabajadores de la maquila de Matamoros vieron sus talones de pago de la primera semana de enero, prácticamente no encontraron aumento alguno.
Tampoco figuraba el bono anual que las empresas dieron durante años como sucedáneo de genuinos aumentos salariales, pero que ahora se negaban a pagar. A partir de ese viernes, 12 de enero, estallaron paros en una docena de plantas donde la nómina está afiliada al Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales de la Industria Maquiladora (SJOIIM). Los trabajadores hicieron protestas en la sede del SJOIIM, quejándose de que su líder, Juan Villafuerte Morales, sólo había pedido un 10 por ciento de aumento y 5 mil pesos de bono. Cuando Villafuerte luego envió un oficio, ni siquiera mencionó el bono. Los trabajadores siguieron insistiendo en un aumento del 20 por ciento y el pago del bono en el monto de 32 mil pesos, según establece el contrato vigente, igual a medio año de salario. Así nació el “movimiento 20/32”, que sigue creciendo, atizando la rebeldía obrera alrededor del país.
Aún antes del día 12, empezaron a circular en redes sociales, bajo el nombre de Obreros Unidos de Matamoros, llamados dirigidos por igual contra las empresas y contra el “sindicato”, que los trabajadores no reconocían como defensor de sus intereses –muy por el contrario. “Llamamos a todos los obreros a paro de labores el día vie-11-Ene por motivo del aumento y el bono anual…. ¡Fuera el Sindicato!”, decía un cartel. Villafuerte, el dirigente charro del gremio, “exhortó a los trabajadores a que regresen a laborar”, reportó El Mañana (15 de enero). Dos días más tarde, este vocero de los dueños de la maquila cabeceó, preocupado, “Radicalizan movimiento”. Informó sobre un mitin en la plaza Hidalgo con la presencia de la abogada Susana Prieto Terrazas, que “en días previos apareció en las redes sociales apoyando a los obreros de Matamoros y desconociendo al sindicato” liderado por Villafuerte.
De hecho, como pudimos ratificar más tarde al hablar con trabajadores matamorenses en huelga, ese rechazo refleja la lección que han sacado de su propia experiencia funesta con los seudosindicatos de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Se trata de gremios corporativistas, integrados al aparato estatal capitalista, que sirven a los patrones como policía laboral para impedir el surgimiento de auténticos sindicatos obreros. Otras confederaciones de la misma calaña corporativista son la CROC y la CROM. Este legado de los 70 años del régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como partido de estado sobrevivió el ocaso del priato por la necesidad de los patrones y su gobierno, como súbditos del imperialismo en su dominio semicolonial del país, de mantener un control férreo sobre la pujante clase obrera mexicana, particularmente en la zona fronteriza.
Entre quienes se autoproclaman socialistas, la cuestión de la integración de los gremios cetemistas al estado ha sido ofuscada, en diferentes formas. Unos cuantos ex izquierdistas que se han convertido en propagandistas al servicio de la burguesía (como el dudoso World Socialist Web Site, o mejor “sitio web esquirol”), lo utilizan para despotricar contra sindicatos en sí. Más comunes son los que pasan por alto al corporativismo y sólo hablan de sindicatos charros, o del charrismo, confundiendo así a los gremios incrustados en el aparato estatal (CTM-CROC-CROM) con sindicatos con dirigentes vendidos, suponiendo que sólo hay que luchar por una dirección combativa. Sin embargo, décadas de rebeliones obreras subrayan, como insiste el Grupo Internacionalista, la urgencia de romper el grillete corporativista y forjar una dirección revolucionaria, organizativa y políticamente independiente del capital, sus partidos y su estado.
Corporativismo de viejo y nuevo cuño
El primer día de la huelga oficial, después de dos semanas de paros que la patronal tildó de “locos”. Hay más de 2.5 millones de trabajadores en la industria maquiladora, en gran parte obreras, como se puede constatar en esta foto. La industria de la maquila es el punto de concentración del más grande proletariado feminino del continente.
En el transcurso de la lucha obrera en la maquila de Matamoros, la cuestión del corporativismo ha sido y es clave. Durante las dos semanas que siguieron al 12 de enero, los paros de labores se extendieron hasta abarcar las 45 fábricas de la ciudad fronteriza bajo contrato del SJOIIM. Los trabajadores de empresas como Autoliv (que produce bolsas de aire y cinturones de seguridad), Toyoda Gosei Rubber (que produce mangueras de hule para radiadores) o de Joyson Safety Systems (fabricante de autopartes que amenaza con cerrar) tuvieron experiencias semejantes durante estos primeros días de la movilización. Como adjuntos de los encargados de Recursos Humanos de la patronal, los dirigentes “sindicales” se les acercaron para convencerlos de deponer sus demandas y volver al trabajo. Pero ante la cerrazón de los patrones, que se negaron a hacer cualquier concesión, la rebelión siguió creciendo.
Cuando los jefes se dieron cuenta de que los charros no pudieron cumplir su encargo de mantener la “paz laboral”, cambiaron de estrategia. Instruyeron que el SJOIIM y su secretario general, el desgraciado Villafuerte, se pusieran a la cabeza de una huelga oficial para así mejor controlarla. Con el pretexto de “legalizar” los paros al hacer los trámites pertinentes ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje (JCyA), los burócratas del SJOIIM instaron a los trabajadores a “actuar con responsabilidad” en bien de la “economía de la ciudad y el estado”. Pero asesorados por la abogada Susana Prieto, que jugó un papel importante en los paros en Ciudad Juárez a finales de 2015 y principios de 2016 (ver “Rebelión obrera en Cd. Juárez: ¡urge acción solidaria internacional!” Revolución Permanente N° 6, marzo de 2016), los trabajadores no se arredraron. La huelga fue emplazada para el día 25 de enero.
Para entender lo que viene después, hay que referirse a la historia de la lucha obrera en Matamoros.
El SJOIIM hoy en día es un “sindicato” corporativista tradicional, afiliado a la CTM, bajo el mando del aparato estatal burgués. Su función principal es la de contratista de mano de obra “disciplinada” y barata para ofrecerla a los inversionistas norteamericanos y sus socios menores mexicanos. Tiene sus antecedentes, sin embargo, en el SJOI del caudillo sindical Agapito González Cavazos, quien lo dirigió desde finales de los años 1950 hasta 1992. Parte integrante del sistema del PRI-gobierno, González Cavazos dominó todo en Matamoros, pero mantuvo distancia de la CTM. En el auge del corporativismo, proveyó ciertas migajas para sus afiliados, como la semana laboral de 40 horas con pago de 56. Pero en su decadencia, bajo los embates de la política norteamericana de libre comercio, cuando el presidente priista Carlos Salinas de Gortari pactó la compresión salarial en contubernio con el líder vitalicio de la CTM Fidel Velázquez, el jefe del SJOI se soltó de la correa, librando huelgas exitosas en 1989.
En 1991, González Cavazos desató una huelga masiva, logrando subir los salarios en nueve plantas de la industria automotriz al equivalente a 1.74 dólares por hora, y consiguió la cláusula del contrato que indexaba el tabulador salarial al porcentaje de aumento anual del salario mínimo. Pero el gobierno, la patronal y la cúpula gremial corporativista contraatacaron tratando de socavar el SJOI por su desafío al régimen. A principios de 1992, las empresas anunciaron miles de despidos, se fundó un “sindicato” competidor en la maquila y Salinas de Gortari encarceló a Agapito por “evasión fiscal”. González Cavazos fue liberado pocos meses después debido a la presión de las bases, pero el Sindicato de Jornaleros se convirtió en SJOIIM, ahora bajo la férula de la CTM. En 1994 se impuso Juan Villafuerte como secretario general, el mismísimo charro que lo dirige hoy, 25 años después, y la semana laboral se alargó a 48 horas.
Desde ese entonces, los salarios han caído en picada porque el seudosindicato creado por el gobierno y los jefes cetemistas se han coludido con los patrones para no pagar el aumento salarial según el tabulador del CCT (contrato colectivo de trabajo). Se otorgó como sucedáneo un bono al inicio del año por el minúsculo monto del aumento del salario mínimo de 4 a 6 por ciento. Cuando el nuevo gobierno de AMLO decretó duplicar el salario mínimo en la frontera, el anuncio de que el bono no se pagaría fue hecho por el portavoz oficioso de la patronal: el jefe del SJOIIM, Villafuerte. Luego, cuando debido a la rebelión obrera éste tuvo que ceder sobre el bono, fue nuevamente el “sindicato” el que limitó la reivindicación salarial al 20 por ciento, en lugar del 100 por ciento al que daba derecho el CCT. Es un sistema de “esclavitud moderna”, dijo la abogada Susana Prieto en entrevista con La Jornada (3 de febrero).
Como gremio corporativista “tradicional”, el SJOIIM se vio obligado a buscar concesiones menores de la patronal para pacificar a los trabajadores. En los períodos de revisión contractual, suele desplegar a sus abogados para “negociar” las cláusulas, no solamente convirtiendo el aumento salarial en un bono, sino también aceptando en muchos casos la eliminación, por ejemplo, de los derechos que tienen las trabajadoras por maternidad (Cirila Quintero, “El sindicalismo en la industria maquiladora actual” [2003]). Pero al igual que en otros lugares de la frontera, la CTM también ofrece en Matamoros los servicios de otro “sindicato” corporativista, el Sindicato Industrial de Trabajadores en Plantas Maquiladoras y Ensambladoras (SITPME), que dirige un extravagante gánster llamado Jesús Mendoza Reyes. Se trata de un sindicato blanco que ofrece a los patrones contratos “de protección”.
Los afiliados a este seudosindicato ni siquiera estaban al tanto de su existencia. El “representante sindical” en toda una serie de plantas donde el contrato lo tiene el SITPME, era el jefe de Recursos Humanos de la empresa. Este “sindicato” tiene menos abogados y más golpeadores. Mendoza Reyes no intenta ocultar que es un empleado de los patrones. Ha declarado que la petición de los trabajadores regimentados por el SITPME de conseguir las mismas reivindicaciones que el SJOIIM “resulta una aberración”. Se quejó amargamente que “nuestros trabajadores se contaminaron” con las exigencias de los huelguistas. Y remató: “los dueños están en su derecho de despedirlos” (La Jornada, 9 de febrero). Con todo, finalmente tuvo que hacer emplazamientos a huelga (que intentó sabotear hasta el último momento) para evitar que fuera sacado a golpes de sus oficinas por una multitud de trabajadores enfurecidos.
El desarrollo de la huelga
El acoso policiaco contra los huelguistas fue constante. Al inicio, patrullas, luego camionetas, más tarde el ejército hizo presencia y al paso de los días ya eran vehículos antidisturbios los que patrullaban.
La oleada de huelgas en Matamoros fue producto de la arrogancia patronal y de la incapacidad de los gremios charros de impedir la movilización de los trabajadores. Los trabajadores inconformes se toparon de frente, una vez más, con la connivencia entre los empresarios maquileros y los “sindicatos” corporativistas que regimientan a los trabajadores de la región. Su condición de policía laboral para impedir la organización y la movilización obrera fue explicitado en el curso de la lucha, incluso cuando, apabullados, los jefazos intentaron recuperar el control de la situación al emplazar a una huelga oficial (con las reivindicaciones recortadas) para el 25 de enero, mientras desconvocaban el paro en curso desde el día 16. Así, ofrecieron a los patrones en charola de plata a los obreros que se negaron a regresar al trabajo, retirándoles toda protección legal, y de los que regresaron al trabajo por la necesidad de cobrar la semana, Recursos Humanos los echó por la puerta de atrás, a pesar de la promesa de que no habría represalias.
Al llegar el día 25, la policía envió patrullas a rondar por Ciudad Industrial y Parque Industrial, donde los obreros en paro esperaban que estallara la huelga. Cuando venció el plazo a las 2 de la tarde, en Autoliv el delegado se pavoneaba con la bandera rojinegra. En la fábrica de enfrente, Inteva planta 1, el delegado sindical flanqueaba a la vocera de Recursos Humanos y al representante legal de la firma. Éste dio lectura a un documento donde la Junta Local de Conciliación y Arbitraje se declaraba incompetente para conocer de la huelga y, por tanto, la declaraba inexistente. Luego la de Recursos Humanos conminó a los obreros a regresar a las líneas de trabajo. El delegado “sindical” decía que todo se resolvería por la vía legal, e instó a obreras y obreros a que regresaran a producir; es decir, a que rompieran la huelga.
El “sindicato” buscó ponerse al frente de la huelga para apagarla. En Trico, al estallar la huelga, la patronal amenazó a los obreros recién contratados, los que están “a prueba” y no “de planta”, para que siguieran trabajando. Cuando los obreros en paro desde el día 12 les pedían por teléfono o por mensajes a sus compañeros que se sumaran a la protesta, ahora sí “legal”, los líderes en líneas de producción, los capataces, les ordenaban que apagaran sus celulares. Como nuestros reporteros-activistas informaron:
“Fue en Trico donde las autoridades laborales, en contubernio con el ‘sindicato’ y la policía, trataron de romper la huelga horas después de que estallara, la noche del viernes (25 de enero). El representante de la Secretaría del Trabajo, escoltado por la policía, se paró frente a los huelguistas, casi todos jóvenes, y les dijo que la huelga era ilegal y que debían abrir la puerta y despejar el paso, porque era propiedad privada. Ni tardo ni perezoso, el delegado desató la bandera de huelga para permitir que Recursos Humanos abriera de par en par la puerta y se apostó la policía en la entrada. Poco a poco personal del siguiente turno se presentó en la puerta de la fábrica. Dijeron que Recursos Humanos les había llamado para decirles que debían trabajar, que la huelga era ilegal y que las puertas estaban abiertas; que, si no entraban a trabajar, automáticamente quedaban despedidos y perdían todos sus derechos. Jóvenes obreros de 16 años de edad explicaron a sus compañeras que no se dejaran intimidar, que no rompieran la huelga. Al final las convencieron y los huelguistas echaron a un lado al delegado sindical y se organizaron por su cuenta”.
La noche en que estalló la huelga, en cuestión de horas la mayoría de los obreros ya no hacía caso a sus delegados sindicales y, ante cualquier duda, consultaban a la abogada Susana Prieto. Prácticamente dos minutos después de que la abogada mitineara en los piquetes para insuflar confianza a los obreros en huelga, pisándole los talones llegaba un señor que se presentaba como licenciado del “sindicato”, diciendo “que nadie los divida”. Arengaba; “necesitamos unidad, entiendan a su delegado”, a la vez que advertía, “No se dejen motivar por lo que sale en Internet, en Facebook”. “Estamos unidos, la unidad a través del delegado”, insistía, y se subía a una camioneta cuya chofer aceleraba para seguir a la abogada quien, a su vez, ya se encontraba mitineando en otro piquete de huelga, transmitiendo en vivo por Facebook para alertar a los otros piquetes que se resistieran, que no se dejaran.
También se vio durante la huelga el papel del nuevo gobierno lopezobradorista. Varios reformistas han sostenido que fue la elección de este populista burgués la que animó a los trabajadores matamorenses a rebelarse. Un ejemplo emblemático es el artículo de David Bacon, un izquierdista norteamericano que ha escrito mucho sobre las luchas de los jornaleros agrícolas en ambos lados de la frontera: “La elección de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México ha despertado las esperanzas y expectativas de millones de trabajadores mexicanos. No hay mejor prueba de ello que la huelga de decenas de miles de trabajadores en Matamoros” (“With López Obrador In, Workers Have the Confidence to Walk Out”, The American Prospect, 6 de febrero).
Por su parte, voceros patronales culpan a AMLO por lo que llaman “paros locos”. Rolando González Barrón, presidente de la Asociación de Maquiladoras de Matamoros, comentó: “Llevábamos años sin huelgas, pero ahora llegó este gobierno federal a empoderar a la gente, pero sin las armas para sancionarla en caso de que haga algo más allá de lo permitido legalmente” (“Tormenta perfecta en Matamoros”, Excelsior, 30 de enero). Esta afirmación está equivocada: como señala la socióloga Cirila Quintero, estudiosa de la industria maquiladora, “la paz laboral, como tal, no ha existido”. Lo que ha habido es “una multiplicidad de conflictos y paros laborales en distintos sectores” en la ciudad fronteriza, donde “han estallado huelgas, pero éstas han sido declaradas inexistentes” (“Las movilizaciones obreras en Matamoros, Tamaulipas”, El Colegio de la Frontera Norte, 7 de febrero).
El “movimiento 20/32” estalló precisamente en contra del intento por los patrones de eliminar un “derecho adquirido”, el bono anual, y de negarse a pagar un aumento salarial según lo estipulado en su contrato. Pero también se pudo verificar cómo el nuevo equipo gobernante intentó socavar y revertir la acción obrera. El presidente municipal de Matamoros, Mario Alberto López Hernández, empresario gasolinero ex priista impuesto “por dedazo” de AMLO como candidato de su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), insistió en que no habría bono este año y “lamentó el estallamiento de huelga en más de 40 maquiladoras de la ciudad”. El alcalde también envió policías para intimidar a los huelguistas. Asimismo, Alfredo Domínguez Marrufo, el representante de la Secretaría del Trabajo despachado por el gobierno federal para negociar el conflicto, sostuvo que “consideramos que el estallamiento de huelga no beneficia a ninguna de las dos partes” (El Heraldo, 25 de enero).
Después de dos días de la huelga, el coordinador de la mayoría morenista en el Senado de la República, Ricardo Monreal, hizo llamadas en la madrugada del domingo 27 de enero a Juan Villafuerte para ordenarle al jefe del SJOIIM que los trabajadores entregaran la fábrica sueco-estadounidense Autoliv. Nuestros camaradas informaron:
“Solícito, Juan Villafuerte, acompañado de un abogado que se asumía como obrero y parte del ‘sindicato’, además de un séquito de camionetas repletas de policías, se apersonó en el piquete de huelga esa madrugada para avisarle a los huelguistas que por órdenes del senador Ricardo Monreal debían entregar la fábrica, con la promesa de continuar las negociaciones en Ciudad de México. De no hacerlo, les advertía, serían golpeados por la policía. A esas alturas de la huelga, a esas horas de la madrugada, las obreras y los obreros que sostenían el piquete habían perdido ya el miedo a la propia policía, que la tarde del sábado había servido de séquito de un funcionario de la Secretaría del Trabajo que acudió con un documento en el que decía que la huelga era inexistente, y que debían entregar la fábrica de inmediato. Lejos de intimidarse con la presencia de 15 camionetas de la policía y ocho patrullas, los obreros se agruparon y defendieron el piquete”.
Habiendo fracasado con Villafuerte, el senador por Morena llamó luego a Susana Prieto, quien estuvo en ese momento en el piquete con cientos de trabajadores. Quejándose del “payaso” de abogado que junto con Villafuerte había dicho que el mismo presidente de la república AMLO exigía que debían quitar las banderas rojinegras y entregar la fábrica, la asesora de los huelguistas exigió, con el teléfono puesto en altavoz, saber de la boca de Monreal si esto era cierto. Éste le dijo a la abogada:
“no vamos a permitir que los trabajadores no tengan sus derechos, pero tampoco vamos a permitir que se caiga la economía en el estado y en el municipio”.
Dos días más tarde, a las 13:30 horas del martes, 29 de enero, la empresa cedió y otorgó el 20 por ciento de aumento y los 32 mil pesos de bono. Hasta la primera semana de febrero, casi todas las fábricas bajo contrato del SJOIIM accedieron a conceder los 20/32. En el transcurso de las semanas siguientes, también acordaron pagarlos la mayoría de las empresas representadas por el SITPME, pese a la negativa del “sindicato” a pedir el bono. Mientras tanto, el movimiento huelguístico en Matamoros se extendió a la embotelladora Arca Continental (Coca-Cola), que tiene la planta ocupada, así como a supermercados, la tienda no sindicalizada Coppel y una guardería. Sigue en paro la Siderúrgica del Golfo por el sindicato minero-metalúrgico, en donde la empresa ofreció el 20 por ciento de aumento más 32 mil pesos de bono, pero fue considerado insuficiente por los obreros que exigen 48 mil.
Los trabajadores de Matamoros no se arredraron: al mantenerse firmes, consiguieron en casi todas las huelgas el 20/32 (faltan cuatro empresas). Sin embargo, los patrones no se han quedado cruzados de brazos. Un informe de la alcaldía señala que hasta mediados de febrero alrededor de 2,500 obreros han sido despedidos; la Coparmex habla de 4 mil, sin duda para desprestigiar los paros. Algunas empresas han anunciado su salida de la ciudad, mientras otras dicen haber parado obras de expansión. Se agita el espectro de una fuga de maquiladoras en busca de mano de obra más barata y no sindicalizada en otras partes de la franja fronteriza, como ocurrió luego de las furibundas huelgas de 1991. De realizarse una campaña de organización de auténticos sindicatos obreros libres de la tutela estatal en toda la franja fronteriza se podría impedir esa fuga. Pero esto requiere claridad sobre metas, métodos y principios.
La lucha por sindicatos independientes y una dirección revolucionaria
Los y las huelguistas de Matamoros han logrado una contundente victoria por haber rechazado firme y reiteradamente las órdenes de los gremios corporativistas y no reconocerlos como sus representantes. Letreros y mantas en la plaza Hidalgo llevaban consignas como “¡Fuera sindicatos corruptos!” y “¡Fuera CTM!” Los trabajadores pudieron ver con sus propios ojos cómo estos seudosindicatos actuaron de la mano de las empresas e instancias gubernamentales, a nivel local y federal. Percibieron que la fuerza de los trabajadores al tomar las fábricas doblegó a los empresarios e hizo retroceder a la policía, brazo armado de la patronal. Como observaron nuestros camaradas en Matamoros, los trabajadores insurgentes recibieron “un curso exprés de marxismo que algunos revolucionarios de salón deberían tomar de vez en cuando”. Sin embargo, la desconfianza en el aparato corporativista es sólo un punto de partida.
La historia de luchas de oposición a la burocracia de la CTM y otras confederaciones charras –desde el charrazo de 1946 a 1949, cuando echaron a los “rojos” al convertir los sindicatos de semiestatales en instancias del PRI-gobierno; la lucha de los ferrocarrileros en los años 1950, cuyos dirigentes fueron encarcelados durante década y media; la de los electricistas democráticos del STERM en los años 1970, también destruido por la represión; los del SME hasta la liquidación de su fuente de trabajo en 2009; hasta la larga lucha de los maestros disidentes de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), desde 1979 hasta hoy, en contra del corporativista SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación)– demuestra que es imprescindible tener una clara comprensión del carácter de clase de los “sindicatos” corporativistas para poder romper el grillete de estos organismos del estado capitalista.
Desde el comienzo de los paros en Matamoros, varios analistas han pronosticado que representa el “Final del ‘charrismo’ sindical”, como escribió un columnista en La Verdad de Tamaulipas (17 de enero). Los “sindicatos” cetemistas locales claramente han sido sobrepasados por la rebeldía obrera. Actualmente, el movimiento sigue las indicaciones de la abogada Prieto, proclamando su adhesión incondicional a “Susana”. Ella misma remarcó que “Me quieren tanto que ya quieren tumbar el monumento de Rigo Tovar [popular cantante matamorense] y poner uno mío”. El sábado 23, hablando ante una asamblea obrera en la plaza Hidalgo, la defensora de los paristas arremetió contra los sindicatos existentes –SJOIIM, SITPME y otros, entre ellos el sindicato minero– calificando sus líderes de “ratas” (El Mañana, 24 de febrero). Abogó por la formación de un nuevo sindicato, no adherido a la CTM.
La abogada activista Susana Prieto habla frente a una asemblea de trabajadores en Matamoros, el 23 de febrero, llamando a formar sindicatos independientes.
Mientras Susana Prieto busca acaudillar el movimiento para fundar un sindicato de la maquila que no sea de protección y proveedor de mano de obra para las empresas, en una entrevista (5 de marzo) colocada en su sitio de Facebook, habla de “pelear la titularidad de los contratos colectivos de trabajo mediante un sindicato independiente ya establecido en el país”. En particular se refiere a una propuesta de la Nueva Central de Trabajadores (NCT), fundada por el Sindicato Mexicano de Electricistas en 2014, entre cuyos afiliados están el SITUAM (en huelga desde hace un mes) en la Ciudad de México y el STEUABJO en Oaxaca. La abogada ya colaboró con la NCT en 2016 en la lucha de los trabajadores de Lexmark (ver “Rebelión obrera en Cd. Juárez”, Revolución Permanente N° 6). Mantiene cierta distancia de López Obrador, por quien votó, y Morena, pero dista mucho de oponerse por principio de clase a todo partido y político burgués.
O sea, la valiente abogada, sobre quien pesa una constante amenaza de muerte, no es, ni pretende representar una oposición revolucionaria al capitalismo semicolonial mexicano, la raíz del régimen de “esclavitud moderna” de las maquiladoras que condena. Mientras denuncia a dirigentes y “sindicatos” corruptos, acepta el marco de la corporativista legislación laboral mexicana. Se trata de una camisa de fuerza impuesta en México por la Ley Federal del Trabajo en 1931, durante el Maximato callista (aunque ya prefigurado en el artículo 123 de la Constitución de 1917). Se inspiró en la Carta del Lavoro de la Italia fascista de Mussolini, que incorporó a sindicatos y empresas en “corporaciones” controladas por el estado. Así, la LFT mexicana establece un sistema de tutela estatal del movimiento obrero, desde las “juntas de conciliación” tripartitas hasta el arbitraje obligatorio de las huelgas.
Hay, por otra parte, un esfuerzo que viene del gobierno federal, encarnado en la persona del senador de Morena, Napoleón Gómez Urrutia, jefe del semicorporativista sindicato minero-metalúrgico, que pretende formar nuevos sindicatos en la frontera como parte de su flamante Confederación Internacional de Trabajadores. Lo que es un hecho, es que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador requiere de los mecanismos seguros de control social, como los que ofrece el corporativismo. La nueva central de Gómez Urrutia, subordinando a los trabajadores al gobierno, terminará convirtiendo todo gremio que forme en un aparato neocorporativista morenista. Más temprano que tarde, como ha hecho como dirigente minero, Gómez Urrutia y sus secuaces someterán a la disciplina laboral dictada por el estado de los patrones a los trabajadores que ahora buscan reclutar con declaraciones melifluas.
¿Cuál es, entonces, la política sobre la sindicalización de las maquiladoras de los grupos que se proclaman socialistas, comunistas o revolucionarios? La preocupación sobresaliente de algunos parece ser la de quedar bien con la abogada Prieto. Así, Izquierda Socialista (IS, un ala de la ex corriente Militante, ligada con la Corriente Marxista Internacional de Alan Woods ), en una obsequiosa “Carta abierta a los obreros de Matamoros y a Susana Prieto” (19 de febrero), vitupera contra “grupos pseudo-revolucionarios” que “han ido a la ciudad de Matamoros” y “causado un gran daño a la lucha” con sus “métodos de intrigas, acusaciones injuriosas y sus ‘ganas de dirigir’”, que sólo ha logrado “causar una división … y desprestigiar a todos los que luchamos por el socialismo”. IS prosigue su política seguidista omnímoda, que va a la zaga de cualquier movimiento, incluso de partidos burgueses como el PRD y ahora Morena.
No se explicita en esa carta contra quiénes está dirigido el vituperio de IS. Lo más probable es que el blanco sea el Movimiento de Trabajadores Socialistas (MTS, que anima el sitio de noticias online Izquierda Diario). Después de trabajar antes con la abogada en Ciudad Juárez, parece que ha habido algunos roces recientemente (“discusiones públicas y diferencias políticas con Susana Prieto”, Izquierda Diario, 23 de febrero). Pero cualquier crítica es bien discreta y, por lo visto, consistiría en desaparecerla de reportajes sobre mítines presididos por ella. En todo caso, la voluminosa cobertura de Izquierda Diario de la lucha en Matamoros consiste más que todo de notas que ensalzan la gran combatividad de los paristas, y propuestas de solidaridad de los sindicatos independientes (NCT, UNT, CNTE). Sobre el corporativismo, ni una palabra.
El Grupo Espartaquista de México (GEM, sección de la Liga Comunista Internacional) publica un artículo (Espartaco, 2 de febrero) que sí menciona, de pasada, la existencia de gremios corporativistas (sin decir cuáles son ni en qué consisten), pero sólo para equipararlos con los “independientes”. Pretenden que en ambos casos sólo hay que echar a la burocracia colaboracionista de clases. Incluso fingen que “[l]os obreros se han impuesto también a la dirección de su sindicato”, cuando en realidad se rebelaron en contra de los seudosindicatos cetemistas. A las decenas de miles de trabajadores de las maquiladoras que han sido galvanizados por los paros para finalmente desprenderse de la mano muerta de los gremios corporativistas que han impedido sus luchas durante décadas, condenándolos a salarios de miseria, los espartaquistas de los últimos días no tienen nada que decir.
Érase una vez, hace un cuarto de siglo, antes de que abandonaron el trotskismo revolucionario, que el GEM y la LCI reconocían que los gremios corporativistas son instrumentos de control estatal capitalista, y que había que luchar por la independencia sindical con respecto a ese estado y los partidos burgueses. Hoy citan la acertada frase de León Trotsky, quien afirmó que “En la época de la decadencia imperialista, los sindicatos solamente pueden ser independientes en la medida en que sean conscientes de ser, en la práctica, los organismos de la revolución proletaria”. Pero estos revisionistas avergonzados se olvidan del resto del artículo de Trotsky (aun no terminado cuando fue abatido por un asesino estalinista), según el cual, ya para ese entonces “En México los sindicatos se han transformado por ley en instituciones semiestatales, y asumieron, como es lógico, un carácter semitotalitario”. Y esto fue aún antes de la toma de los sindicatos por el estado en el charrazo de 1946 a 1949.
Hoy estamos en los comienzos de lo que podría ser la mayor lucha obrera para hacer añicos el cadáver del régimen corporativista que ha esclavizado al proletariado mexicano durante tres cuartos de siglo. Los paros de Matamoros amagan con extenderse por toda la franja fronteriza. Ya en Reynosa, los dueños de la ciudad están temblando en sus botas en anticipación de la inminente llegada de la abogada Susana. En México hay más de 2.5 millones de trabajadores en las maquiladoras. Se trata de un sector clave del proletariado fabril mexicano, profundamente integrado en la economía estadounidense, en donde las trabajadoras predominan. Junto con la presencia de 35 millones de personas de origen mexicano que viven en Estados Unidos, 11 millones de ellas nacidas en México, constituyen un puente humano para extender la lucha obrera al corazón del monstruo imperialista.
Como en otras huelgas en la zona de la maquila, las trabajadoras han estado al frente en las batallas de Matamoros. Esto recalca el carácter fundamental de la lucha por la emancipación de la mujer, que sólo se logrará mediante la revolución socialista. Como escribimos en un artículo sobre la lucha de las trabajadoras en la maquila, “De Río Bravo a Morelos trabajadoras enfrentan matones y fusiles” (El Internacionalista Edición México No. 1, mayo de 2001):
“En oposición al feminismo, que vislumbra una lucha separada de las mujeres, los trotskistas subrayamos la necesidad de una lucha clasista por la emancipación de la mujer, como parte del combate por la liberación de todos los explotados y oprimidos. Frente al desempleo masivo, hay que luchar por una escala móvil de salarios y horas de trabajo, exigiendo trabajo para todos. En respuesta a los ataques de los golpeadores cetemistas y croquistas una dirección revolucionaria auspiciaría la formación de grupos de autodefensa obrera para defender a los piquetes de huelga contra estos matones rompesindicatos.”
Como recalcamos en ese entonces, para quebrar las garras del corporativismo, no es suficiente vitorear a las y los huelguistas matamorenses, ni intentar construir nuevos sindicatos reformistas. El reformismo está condenado al fracaso en esta época imperialista de capitalismo en avanzado estado de putrefacción, cuando se está destruyendo por doquier conquistas de luchas obreras del pasado, desde la educación pública gratuita y el sistema de salud pública, hasta el seguro social. En Matamoros, los salarios en la maquila representan un tercio de lo que se ganaba hace 25 años; en México entero, aún con el nuevo aumento, el salario mínimo está por debajo del nivel de 1934 en su poder adquisitivo. Sólo con un programa revolucionario para tumbar al capitalismo se puede avanzar hoy en día la lucha obrera. Como señaló el gran revolucionario ruso, exiliado en México, en su artículo ya citado:
“Los sindicatos actualmente no pueden ser simplemente los órganos democráticos que eran en la época del capitalismo libre y ya no pueden ser políticamente neutrales, o sea limitarse a servir a las necesidades cotidianas de la clase obrera…. Ya no pueden ser reformistas, porque las condiciones objetivas no dan cabida a ninguna reforma seria y duradera. Los sindicatos de nuestro tiempo pueden servir como herramientas secundarias del capitalismo imperialista para la subordinación y regimentación de los obreros y para obstaculizar la revolución, o, por el contrario, los sindicatos pueden convertirse en los instrumentos del movimiento revolucionario del proletariado.”.
–L.D. Trotsky, “Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista” (agosto de 1940)
Hoy, el gobierno populista burgués de López Obrador está plenamente consciente del potencial explosivo de una lucha en contra del charrismo aun cuando las y los dirigentes de esta lucha, e incluso la izquierda que se dice revolucionaria, no plantean un combate contra el corporativismo. Ya que los dinosaurios de la CTM, CROC, CROM y demás llegan a su ocaso, el gobierno está elaborando a todo vapor una reforma a la LFT, para poder mantener el control estatal del poderoso proletariado mexicano. Así que mientras Susana Prieto amaga con interponer una demanda contra la CTM –o sea, apelar al estado capitalista, al enemigo de clase– los partidarios del sindicalismo clasista insistimos que la lucha contra el corporativismo tiene que librarse por sindicatos y partidos obreros, completamente independientes de los políticos y partidos burgueses, y de su estado.
Al mismo tiempo, y no obstante sus pretensiones nacionalistas, AMLO acepta dócilmente un nuevo tratado de libre comercio, el T-MEC, un instrumento de dominio imperialista que igual que su antecesor, el TLCAN, perjudica a los trabajadores mexicanos, canadienses y estadounidenses. México bajo López Obrador sirve de guardafronteras para el presidente xenófobo antimexicano Donald Trump, en forma aún más descarada que los gobiernos del PRI (Peña Nieto) y del PAN (Calderón, Fox). Manda a la policía migratoria mexicana a impedir que integrantes de las caravanas centroamericanas, que huyen de la hecatombe de violencia y hambre desatada por el imperialismo yanqui, pasen por los puentes internacionales. En cambio, la Liga por la IV Internacional se opone al TLC/T-MEC y llama por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes en ambos lados de la frontera.
Entre los huelguistas de Matamoros encontramos que la hostilidad de muchos de los trabajadores hacia los seudosindicatos cetemistas por sus traiciones a veces se generalizó en un rechazo de los sindicatos en general, porque no conocían otros. Los más avanzados en cambio, mostraron interés en el programa del Grupo Internacionalista de luchar por genuinos sindicatos obreros independientes de la patronal y su estado, y por forjar una dirección clasista, revolucionaria e internacionalista. Todos los intentos de “democratización sindical” que ha habido en México han fracasado por haberse librado en el marco corporativista. Es preciso entender que, en México, el corporativismo es un mecanismo esencial de control social, garante de la “paz” entre explotados y explotadores, tanto para la burguesía mexicana como para la norteamericana.
La cuestión fundamental es, pues, forjar al fragor de la lucha de clases direcciones revolucionarias de la clase obrera. Para aplastar el grillete charro y forjar verdaderos sindicatos hace falta un programa, como el de los bolcheviques de Lenin y Trotsky, de lucha por la revolución socialista internacional. En la frontera, esta perspectiva cobra particular relevancia, dada la posibilidad abierta por las luchas obreras de extenderse al otro lado, a las entrañas del imperialismo. Hoy en día, la lucha por eliminar el yugo del dominio imperialista implica una lucha internacional por poner fin a la explotación capitalista. Hay un verdadwero potencial de lucha obrera conjunta en ambos lados del Río Bravo, y las maquiladoras están en el punto focal. Para concretarlo, hace falta un partido obrero que luche por la revolución permanente en México, por la revolución socialista que se extienda al centro imperialista.
El Grupo Internacionalista en México y el Internationalist Group en Estados Unidos, secciones de la Liga por la IV Internacional, buscan formar el núcleo de cuadros de este partido obrero, leninista y trotskista, de la revolución socialista mundial. ■