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Edición México agosto de 2006 ¡Abajo
con el PAN, PRI y PRD!
¡Romper con AMLO y su frente popular! ![]() Pobladores de San Salvador Atenco rechazan
provocación policíaca, 3 de mayo. (Foto:
Reforma)
¡Formar
comités de defensa obrera! 6 de AGOSTO – Al momento de
celebrarse los
comicios del 2 de julio, la campaña electoral apenas entraba en
su segunda
fase. Un mes después, el resultado de las elecciones sigue en el
aire. Cientos
de miles de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador,
candidato del Partido
de la Revolución Democrática (PRD), partido
burgués populista, han salido a las
calles para participar en las enormes “asambleas informativas” del 8,
16 y 30
de julio –con medio millón, más de un millón y
hasta dos millones de
manifestantes respectivamente– para protestar contra un engañoso
conteo de
votos y un proceso electoral fraudulento. López Obrador acampa
ahora en el
Zócalo, e insiste en que ahí se quedará hasta que
se realice un recuento total,
“voto por voto, casilla por casilla”. Felipe Calderón Hinojosa,
candidato del
derechista Partido Acción Nacional (PAN), quien según los
funcionarios del IFE
obtuvo una ventaja minúscula de medio punto porcentual, cuenta
con que el
tribunal electoral y la maquinaria estatal impongan su “victoria”.
Roberto
Madrazo Pintado, candidato del Partido Revolucionario Institucional
(PRI),
sufrió una derrota fatal, a tal punto que el partido que
gobernó el país durante
siete décadas se está desmoronando en medio de luchas
intestinas. Todo indica
que este dramático enfrentamiento seguirá por un tiempo. ¿Hubo fraude en estas
elecciones? ¿Pero es que podía no haberlo?
Olvídense del Mundial: México es
campeón mundial del fraude electoral. Bajo el perdurable
régimen del Partido
Revolucionario Institucional, el fraude electoral se convirtió
en un arte, sino
es que una ciencia. Ésta es la tierra del carrusel, con
rondas de
votantes que visitan diversas casillas depositando votos a favor del
partido
gobernante; de las casillas embarazadas, que llegan al recuento
repletas
de votos a favor del candidato indicado; de los mapaches, que
extraen
los votos a favor de la oposición y los reemplazan con votos
progubernamentales, o que simplemente se roban las casillas.
Aquí es donde, en
la elección de 2000, el gobernador priísta de
Yucatán se jactó de entregar
miles de lavadoras a sus incondicionales y hasta publicó una
foto con todos los
“regalos” juntos. Fue aquí donde en 1988, el ultra moderno
sistema de cómputo
de votos se “cayó” a las 2 de la mañana, la noche de las
elecciones,
restableciéndose su funcionamiento al día siguiente,
siendo que la ventaja
había pasado misteriosamente del candidato opositor
Cuauhtémoc Cárdenas al candidato
priísta Carlos Salinas de Gortari.
El fraude en México no
es una
anomalía, sino una parte integral del proceso electoral. Y esto no sólo
ocurre en México. En Estados Unidos también, todo mundo
sabe de las
“irregularidades” que plagaron los muy dudosos comicios en Florida en
la
elección presidencial del año 2000. Era legendaria la
recomendación del
“patrón” de Chicago, el alcalde Richard Daley, a sus capitanes
de distrito de
“votar temprano y con frecuencia”. De hecho, el sistema electoral
burgués en su
conjunto es una estafa. Tras el velo de la “democracia” es el dinero de
las
diversas fuerzas capitalistas lo que decide quién gana y
quién pierde. El
estado, como señala el marxismo, es un instrumento de fuerza
para imponer los
intereses de la clase dominante, en tanto que el gobierno es su
comité
ejecutivo. Ya sea con “jugadas sucias”, mediante la compra de votos a
cambio de
sacos de cemento en México, o con la compra de tiempo en la
televisión en
Estados Unidos, es así como las fuerzas burguesas contendientes
se aseguran de
que el “voto popular” refleje sus intereses. Como marxistas, no damos
el menor
apoyo político a ninguno de los partidos capitalistas en
competencia, y
luchamos por doquier para organizar partidos obreros revolucionarios.
Incluso
cuando los trotskistas utilizamos las elecciones para hacer propaganda
a favor
del programa revolucionario, advertimos que el sistema en su conjunto
está
amañado para operar en contra de los trabajadores. Al mismo tiempo, mientras los
partidos burgueses contrincantes se dan con todo, el Grupo
Internacionalista,
sección mexicana de la Liga por la IV Internacional, declara que
estas
elecciones están empapadas en sangre obrera. El GI ha dicho
insistentemente
“¡Ni un voto a los partidos burgueses! ¡Romper con AMLO y
su frente popular! ¡Forjar
un partido obrero revolucionario!” Ahora que la campaña
electoral
ha entrado en la fase del estira y afloja por el recuento de los votos,
no
reducimos ni un ápice nuestra oposición política a
los partidos capitalistas. Particularmente,
en una elección con resultados tan cerrados como en ésta,
donde hay una
cantidad de elementos que mueven a sospecha, apoyamos la demanda de un
recuento
voto por voto en cada casilla –y no por el engañoso tribunal
electoral, sino a
la luz del día ante la población. Sin embargo, y aunque
la mayor parte de la
izquierda se ha subido con entusiasmo al expreso de
López Obrador,
abandonando sus críticas previas al candidato perredista y
llamando en cambio a
“defender el voto”, el Grupo Internacionalista advierte que las
actuales
manifestaciones masivas convocadas por López Obrador son, de
hecho, actos
políticos a favor de su Coalición por el Bien de
Todos. En momentos como
éste, los revolucionarios deben nadar contra la corriente,
advirtiendo que
incluso si la presión popular es suficiente como para cambiar
las
determinaciones de los tribunales electorales burgueses, el Peje
administrará México en beneficio de las grandes empresas
y reprimirá a aquellos
que luchen contra los capitalistas. Pero si la lucha trasciende el
ámbito del circo electoral, si el estado capitalista proclama a
un ganador por
medio de un fraude masivo, imponiendo al candidato de un régimen
que sólo puede
mantenerse en el poder mediante la represión de mano dura, si en
lugar de las
gigantescas pejemarchas hay protestas masivas en contra de
acciones que
apunten en la dirección de una dictadura militar
policíaca, los revolucionarios
proletarios deben convocar una movilización proletaria en
contra de la
amenaza bonapartista. Tras los repetidos ataques militares y
policíacos en
contra de obreros, campesinos y maestros, y ante la perspectiva de una
confrontación por las elecciones, llamamos a los obreros con
conciencia de
clase a romper las ataduras que encadenan a los sindicatos
“independientes” al
frente popular en torno a López Obrador, a seguir la lucha por
un partido
obrero revolucionario y a formar comités de defensa obrera
independientes de todos los partidos y políticos burgueses. Elecciones de sangre,
protestas de frente popular
La estrategia política
de
López Obrador se basa en las acciones de “resistencia civil
pacífica”. Las
multitudinarias movilizaciones perredistas tienen el objetivo de
ejercer
presión sobre el Tribunal Federal Electoral (Trife). Sin
embargo, ayer los
siete magistrados del tribunal resolvieron cabalmente “la
inadmisibilidad de la
pretensión del recuento general de los sufragios”. El Trife
aceptó un recuento
en sólo 11,839 casillas, lo que constituye un irrisorio 9 por
ciento de las
instaladas el 2 de julio. Con este fallo, se anuncia el cierre de una
salida
“institucional”: la unanimidad de la votación indica que el
tribunal sigue una
directriz dictada por el gobierno del presidente Vicente Fox Quesada.
Entre los
activistas partidarios de AMLO congregados en las afueras de la sede
del Trife,
el dictamen produjo una reprobación ruidosa. Más tarde
durante el discurso que
pronunció López Obrador en el Zócalo, las decenas
de miles de asistentes
respondieron con un estruendoso “no” cuando se les preguntó si
“nos vamos a
dejar”. Las más recientes
manifestaciones de apoyo a López Obrador han convertido al
Zócalo en un mar de
banderines amarillos con el emblema del partido del sol azteca.
Familias
enteras vienen de estados distantes. En general, las multitudes tienen
un
carácter plebeyo, con muchos campesinos y obreros, pero
también con bastante
apoyo clasemediero a favor de AMLO proveniente de la capital, donde el
PRD ha
controlado el gobierno local desde hace nueve años. Prominentes
escritores
izquierdistas como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y Paco
Ignacio Taibo II
han salido a mostrar su apoyo a AMLO. Los sindicatos “independientes”
han
formado un “frente para la defensa del voto” para atar a los
trabajadores al PRD,
en tanto que en la Universidad Nacional se formó el Frente
Universitario de
Apoyo Crítico a López Obrador, para atraer a aquellos
estudiantes izquierdistas
que pudieran sentir retortijones al apoyar sin más al candidato
del partido que
ayudó a arrestar a alrededor de un millar de estudiantes para
romper la huelga
de la UNAM que duró diez meses en 1999-2000. En la plaza central
gritan “Andrés
aguanta, que el pueblo se levanta” e inclusive “si no hay
solución, habrá
revolución”. Ante el nuevo panorama, AMLO
ha optado por aumentar la presión, pero siempre dentro del marco
electoral y
dosificándola, para “administrar fuerzas”. Ya están
llegando más camiones para
reforzar el “mega plantón” con simpatizantes de la
Coalición por el Bien de
Todos encabezada por López Obrador y compuesta por el PRD, el
Partido del
Trabajo (PT) y Convergencia por la Democracia (CD). El candidato
perredista
llama reiteradamente a sus seguidores a “mantenerse en calma” y
rechazar
provocaciones. De hecho, ante la persistencia de la
movilización, el gobierno
federal tiene interés en montar alguna trampa, para infundir
miedo en las
clases medias y retratar a los manifestantes antifraude como una
“amenaza para
la paz”. Mientras las autoridades apuestan al desgaste de la
movilización,
podría darse una probada anticipada de la represión por
venir, posiblemente
fuera de la capital –principal base de apoyo de AMLO– como en Oaxaca,
donde la
combativa lucha magisterial se mantiene en pie y se extiende con la
toma de más
de una veintena de alcaldías. Actualmente, la dirección
de los mentores
oaxaqueños busca unir su lucha a las movilizaciones a favor de
“AMLO
presidente”. Mucho se ha escrito acerca de
la “campaña del miedo” del PAN y de Calderón, respaldada
por importantes
sectores empresariales, que retrataba a AMLO como un radical
maniático. De
hecho, el candidato del PRD es un “centroizquierdista” tibio, un
político
populista (con lo que se ha granjeado el desdeñoso apelativo del
“Sr. López”,
al que sus seguidores contraponen la referencia obligada a “Mr. Fox”).
AMLO usa
una retórica tímidamente nacionalista mientras
obedientemente refuerza los
intereses de los grandes capitalistas. Ésta era la marca
registrada del PRI,
hasta que se subió al tren del “libre comercio” y empezó
a vender la industria
paraestatal a sus compinches a precios de ganga. Como ocurría
también en
tiempos del priato, la “zanahoria” siempre viene combinada con el
garrote:
durante la campaña electoral, los tres principales partidos
contendientes –PAN,
PRI y PRD– participaron conjuntamente en esta “estrategia de
tensión”,
lanzando una serie de sanguinarios ataques policíacos y
militares en contra de
obreros y campesinos. Dos huelguistas asesinados
–o más precisamente, ejecutados– de sendos disparos en
la cabeza de
francotiradores policíacos en la siderúrgica SICARTSA en
Lázaro Cárdenas,
Michoacán, el 20 de abril. Un adolescente de 14 años y un
estudiante de la UNAM
asesinados en San Salvador Atenco, el 4 de mayo. Después, un
ataque a gran
escala perpetrado por un ejército de 3,500 policías
estatales y municipales en
contra del campamento de maestros huelguistas en la capital de Oaxaca,
el 14 de
junio. Estos espantosos crímenes muestran el rostro sangriento
de la
“democracia” burguesa. No menos importante es el hecho de que en cada
uno de
estos casos, las pretendidas víctimas no se dejaron intimidar, y
repelieron con
valentía a los atacantes uniformados. En SICARTSA,
después de una batalla
campal que duró varias horas, los huelguistas retomaron la
planta mientras
ardían patrullas de la policía. En Atenco, campesinos y
pobladores indignados
por el arresto de unos floricultores (¡!) corretearon a los
policías y los
echaron del poblado, reteniendo a varios de los agresores como
garantía hasta
que sus compañeros fueran liberados. En Oaxaca, los maestros
utilizaron
autobuses del transporte público para traspasar las barreras
metálicas de la
policía y echar a los represores, que tuvieron que huir cuando
se les acabó la
munición. Saludamos estas heroicas acciones de autodefensa de nuestros hermanos y hermanas de clase, y llamamos a generalizar su respuesta a la represión con la formación de comités de defensa obrera y la preparación de una huelga nacional contra el gobierno asesino. De la “alternancia”
gatopardista de Fox a Calderón, el tecnócrata de “mano
firme” Lo que se juega hoy con la
definición de las elecciones, no es la “justicia social” contra
el “neoliberalismo”
como pretenden muchos seudoizquierdistas en el campo de AMLO, sino
cuál de los
contrincantes implementará las “reformas estructurales” exigidas
por los
capitalistas, tanto los imperialistas como sus socios menores
mexicanos. El
triunfo de Vicente Fox en los comicios de 2000 fue visto por muchos
como el
inicio de una “revolución democrática” que
terminaría con el odiado régimen del
PRI. La realidad es bien distinta. El nuevo régimen de la
“alternancia” no
tiene nada de democrático. No tardó en reprimir con
saña, como hizo contra los
manifestantes “altermundistas” en Cancún (ver “Fox deja caer la
máscara”, El
Internacionalista [edición México] No.1, mayo de
2001) y en Guadalajara
(ver “Represión en Foxilandia”, El Internacionalista No.
5, mayo de
2005) y hoy contra trabajadores y campesinos. Ahora estamos viendo
cómo el
gobierno panista trata, con todos los medios a su alcance, de
mantenerse en el
poder, cueste lo que cueste. Llama la atención
también que,
después de sus promesas de campaña de remplazar los
“anquilosados” y “costosos”
mecanismos de control estatal, una buena parte del aparato laboral del
priato
siga incólumne bajo el régimen de Fox. A varios
intelectuales “progresistas”
les vino a la mente una comparación con la novela del escritor
Giuseppi di
Lampedusa, El gatopardo. En esta novela se describe la forma en
la que
la élite gobernante siciliana se adaptó a las nuevas
condiciones tras la
unificación del país en la década de los 1860 bajo
el lema todo cambia para
que todo siga igual. Sin embargo, ahora el PAN quiere ir con todo a
la
“destrucción creativa” del edificio priísta con la
introducción de un gobierno
que se asemeje más a los regímenes latinoamericanos
bonapartistas y
semibonapartistas más “tradicionales”, las dictaduras y
“dictablandas”, con una
política librecambista a ultranza. El instrumento elegido por la
cúpula empresarial es Felipe Calderón. El nombramiento de
ese operador político
panista como secretario de energía de Fox tenía el
propósito de preparar la
“reforma” energética. Como parte de ésta, se
construyó toda una serie de
plantas generadores que serían operadas por empresas privadas
contratadas. A la
vez, el gobierno ha tratado de llevar a la quiebra a la Cía. de
Luz y Fuerza
del Centro mediante maniobras financieras, cobrando a precios
deficitarios a
las empresas, mientras suben las tarifas a los particulares.
También se echó a
andar un PEMEX “paralelo y privado”, concediendo contratos de servicios
y
construcción a pulpos de la industria petrolera como
Schlumberger, Kellogg
Brown & Root (filial de Halliburton) Bechtel y Fluor Daniel, las
mismas
empresas que se han enriquecido obscenamente de la guerra y
ocupación de Irak
(ver nuestro artículo “¡Aplastar la ofensiva privatizadora
y hambreadora –
Obreros al poder!” en El Internacionalista No. 4, mayo de
2004). Si se
impone como presidente, Calderón, el tecnócrata que
proclama que no le
temblarán las manos para perseguir “delincuentes”, ya
está alistando sus planes
para realizar dichas “reformas”. Y las impondría a rajatabla.
El régimen del PRI, con
su
prolongada duración de siete décadas, se basó en
un sistema corporativista de
control social, mediante el cual todos los sectores de la sociedad
estaban
incorporados al partido de estado. Este régimen tuvo sus inicios
en el maximato
de Plutarco Elías Calles, cuando se estableció el partido
único. Luego se
consolidó bajo la presidencia del general Lázaro
Cárdenas a finales de los años
30 con la fundación del Partido de la Revolución Mexicana
y la integración de
la flamante Confederación de Trabajadores Mexicanos como “sector
obrero” del
PRM. León Trotsky describió la naturaleza del gobierno
cardenista como un
“bonapartismo sui generis”, distinto de otros regímenes
de corte
militar-policíaco. En momentos de crisis, los regímenes
de este tipo tratan de
elevarse por encima del juego normal de intereses capitalistas con la
pretensión de representar los intereses de la sociedad burguesa
a nivel
general. En México, en cambio –país semicolonial sujeto a
la enorme presión del
imperialismo norteamericano, con una burguesía criolla
débil frente a un
proletariado combativo– Trotsky señaló que un gobierno
nacionalista tendería a
dar virajes al hacer concesiones a la clase obrera, mientras se plegaba
a las
exigencias de los EE.UU. Con los sucesivos mandatarios
priístas que siguieron a Cárdenas, el régimen se
derechizó considerablemente;
no obstante, en plena década de los 70, un gobierno represivo
antiobrero como
el de Luis Echeverría era capaz de nacionalizar industrias y
conceder migajas a
ciertos burócratas sindicales incondicionales. Sin embargo, con
la crisis de la
banca y la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca en los 80, los
gobiernos
priístas de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y
Ernesto Zedillo,
comenzaron a desmantelar su propio sistema siguiendo las pautas del
“neoliberalismo”. Privatizaron casi todas las industrias paraestatales
y
eliminaron toda una serie de conquistas sociales y concesiones a los
trabajadores. Saquearon los fondos de jubilaciones del Instituto
Mexicano de
Seguro Social para crear las “Afores”, cuentas individuales que fueron
depositadas en los bancos recién privatizados,
salvándolos así de la quiebra. Sin
embargo, todavía quedaban el resto del seguro social, la
enseñanza pública
gratuita, el monopolio estatal de PEMEX, las empresas eléctricas
y una serie de
prestaciones sindicales. El gobierno foxista del PAN prometió
darle el tiro de
gracia al régimen del priato. Sin embargo, sólo lo
logró a medias, produciendo
descontento en esferas empresariales. Calderón fue designado
como el encargado
de terminar el trabajo inconcluso. El intento de desmontar el
sistema de seguridad social ya produjo una explosión de lucha
obrera entre los
trabajadores del IMSS. Cuando el 4 de agosto de 2004 se iba a votar la
“reforma” al régimen de jubilaciones y pensiones del SNTSS (que
eliminó todo
aporte del Instituto al pago de jubilaciones, además de
incrementar el número
de años de servicio para el retiro), los trabajadores cercaron
al Senado y los
augustos legisladores sólo pudieron ingresar bajo
protección policíaca por la
puerta trasera. Aún así, en octubre del mismo año,
las bases del sindicato se
rehusaron a aprobar un contrato colectivo que implementara la
aniquilación de
sus pensiones, lo que sólo se logró un año
después cuando el jerarca del SNTSS
Roberto Vega Galina, firmó un CCT vergonzoso. Al día
siguiente, el secretario
del trabajo, Francisco Salazar, derechista furibundo perteneciente a la
organización fascista El Yunque, anunció que debido a esa
traición “se
modificarán todos los regímenes de jubilación y
pensión de los sindicatos del
país, lo cual incluye a los trabajadores al servicio del Estado,
de las
empresas paraestatales y dependencias públicas”. También queda pendiente
la
contrarreforma a la Ley Federal del Trabajo. Aunque las bases para la
legislación laboral mexicana están sentadas en el famoso
Artículo 123 de la
Constitución, no fue sino hasta 1931 bajo Calles que se la
implementó con la
promulgación de la LFT, concebida a imagen y semejanza del
modelo
corporativista de la Italia de Mussolini. La LFT establece el registro
gubernamental de los sindicatos, la “reglamentación” del derecho
a huelga e
impone los dictados de las todopoderosas Juntas de Conciliación
y Arbitraje. A
cambio de este férreo control del estado sobre los sindicatos y
del
mantenimiento de sueldos bajos, los sucesivos gobiernos del priato
concedieron
una serie de prestaciones para mantener la “paz social”. Desde
comienzos de su
mandato, Fox había planteado una remodelación integral de
la LFT. El PAN y el
PRD propusieron proyectos de enmiendas, como hizo también la
Unión Nacional de
Trabajadores (UNT), central sindical neo-corporativista. Aunque
difieren
sustancialmente en muchos aspectos, todos estos proyectos
concedían a los
patrones más “flexibilidad” en la contratación y despido
de trabajadores en
aras de la “modernización” y la “competitividad”.
Los
Amigos de Fox, siempre institucionales. El jefe de la
Confederación de Tabajadores Méxicanos, Joaquín
Gamboa Pascoe, y el presidente Vicente Fox (izquierda). El titular de
la Secretaría del Trabajo, Francisco Salazar, charla con el
charro en jefe del Congreso del Trabajo, Víctor Flores
(derecha). El régimen foxista se apoyó en el aparato
laboral corporativista del PRI. (Foto: José Carlo
González/La Jornada) Las propuestas del PRD y la
UNT, aunque atentaban contra los derechos adquiridos de los
trabajadores en
aspectos importantes, pronto fueron rechazadas por el Congreso. La
panista “Ley
Abascal” (así llamada por su autor, el fascistoide primer
secretario foxista
del trabajo) contó en principio con el apoyo de los sindicatos
corporativistas
agrupados en la CTM y el Congreso de Trabajo. Esta ley permitía
la celebración
de contratos de entrenamiento y capacitación (como los que
fueron rechazados
por las recientes movilizaciones millonarias de trabajadores y
jóvenes
franceses), restricciones aún mayores al ya altamente
restringido derecho a
huelga, y (junto con una serie de decisiones de la Suprema Corte de
Justicia)
apuntaba a la completa eliminación de los contratos colectivos
mediante la
implementación de contratos “individuales”. Sin embargo,
después de dar vueltas
en las comisiones y subcomisiones del Congreso, donde la “bancada
obrera” del
PRI se debatía sobre si aprobar o no la iniciativa que
podría acarrear su
propia extinción, se le declaró letra muerta en abril del
año pasado. Ahora el
PAN y el empresariado quieren volver a la carga. Y quieren
también probar
suerte con sus planes privatizadores en el sector energético. AMLO al servicio de las
multinacionales
El llamado del candidato
perredista para establecer una “asamblea permanente” en un campamento
que se
extiende desde el Zócalo hasta los carriles centrales de
Reforma, ha enfurecido
a las fuerzas conservadoras, que han alzado el clamor de que el
presidente
Vicente Fox envíe a la Policía Federal Preventiva a
desalojarlos. Entretanto,
el “mega plantón” tiene un aire festivo, con proyección
de películas y videos
sobre la represión en Atenco, torneos de ajedrez y de baile y
brigadas para
preparar la comida. Pero la movilización popular tiene como
propósito apoyar a
un candidato que ha declarado de antemano que no causará
problema alguno ni a
los capitalistas nacionales ni a los imperialistas, siempre vigilantes
de lo
que ocurre “al sur de la frontera” Aunque muchos de los
izquierdistas que apoyan a López Obrador se oponen al
“neoliberalismo” y la
“globalización” (es decir, a políticas
económicas propias del
capitalismo, y no al sistema en sí), el que sería
su secretario de
economía, Rogelio Ramírez de la O, informó a un
mes de celebrarse las
elecciones que la política que AMLO impulsaría de llegar
a la presidencia sería
el “neoliberalismo social” (El Universal, 2 de junio). Cuando
los
reporteros le recordaron que ésa había sido la divisa del
odiado ex presidente
priísta Carlos Salinas (quien privatizó con particular
entusiasmo una buena parte
de las empresas paraestatales), Ramírez de la O enfatizó
que con López Obrador
la estrategia sí funcionaría, pues se
implementaría “sin corrupción”. Durante su cierre nacional de
campaña realizado en el Zócalo el 28 de junio, AMLO lo
repitió en un mensaje
abiertamente dirigido a los capitalistas: “Ni vamos a actuar de manera
irresponsable, ni vamos a provocar ninguna crisis, nadie debe
preocuparse”. Y
resumió esta perspectiva: “en pocas palabras, habrá un
manejo técnico, no
ideológico de la economía”, afirmando que
mantendrá el control de las variables
macroeconómicas: “habrá control del déficit
público, se garantizará la
autonomía del Banco de México y se evitará la
inflación” (La Jornada, 29
de junio). Cuando un político
burgués
habla de un manejo “técnico” de la economía y de
“mantener el control sobre las
variables macroeconómicas” lo que quiere decir es que
mantendrá las políticas
hambreadoras dictadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. Y
ya ha mostrado que cumpliría. Como jefe de gobierno de la Ciudad
de México,
López Obrador estableció una notoria alianza con Carlos
Slim, el tercer hombre
más rico del planeta, para “limpiar” el centro histórico.
El gobierno
capitalino desalojó a centenares de familias, de modo que Slim
pudo comprar más
de un millón y medio de metros cuadrados. A cambio de ello, Slim
dijo que
mantendrá sus “inversiones en México sin importar
quién gane los comicios del 2
de julio, incluyendo a López Obrador”. López Obrador
también se
granjeó el respaldo de la petrolera Shell, cuyo director en
México, Cornelis
van der Bom, afirmó que “el eventual triunfo de un candidato de
izquierda, como
Andrés Manuel López Obrador no representa riesgo alguno
ni preocupación para
nosotros... Shell trabaja en todo el mundo en países que
están bajo gobiernos
de todos los colores y con autoridades de izquierda como Venezuela...” (La
Jornada, 25 de marzo). Muchos izquierdistas
oportunistas que se han sumado a las movilizaciones a favor de AMLO
justifican
su política afirmando que el imperialismo norteamericano ha
intentado impedir
que López Obrador gane las elecciones. Es cierto que muchos en
el gobierno
norteamericano prefieren a Calderón, pero incluso la halcona
Condoleezza Rice
ha declarado que “estamos preparados para trabajar con cualquier
presidente y
cualquier gobierno que llegue a la primera magistratura de ese
país” (La
Jornada, 25 de marzo). Ya hace un año, en medio de la
disputa politiquera
intraburguesa en torno al desafuero de AMLO, la halcona Rice
“descartó que a
Estados Unidos le generen preocupación los triunfos electorales
y los gobiernos
encabezados por políticos de izquierda”, como reportó Reforma
(10 de
marzo de 2005). No es sólo que AMLO
cuente con
el consentimiento de importantes sectores capitalistas e imperialistas.
López
Obrador implementó en la Ciudad de México las directivas
del Banco Mundial
relativas a la privatización de los recursos hidráulicos.
La Gaceta Oficial
del Distrito Federal anunció el 27 de abril de 2004 que
entregaba
“concesiones en actividades relacionadas con la prestación de
los servicios
públicos de agua potable, drenaje y alcantarillado y en su caso,
de convenir a
los intereses del gobierno del Distrito Federal, el de tratamiento y
reuso de
aguas residuales” a cuatro empresas privadas: Servicios del Agua
Potable S.A.
de C.V. (SAPSA), Industrias del Agua de la Ciudad de México
(IACMEX),
Industrias del Agua S.A. (IASA), y Tecnología y Servicios del
Agua S.A.
(TECSA). Pero ¿de dónde salieron estas empresas? Tanto
SAPSA como TECSA son
subsidiarias de la compañía francesa Suez. IACMEX, por su
parte, es subsidiaria
de Vivendi, otro trust francés; IASA, por último, forma
parte de Azurix,
¡empresa perteneciente al grupo Enron! En toda América Latina
ha
habido revueltas populares contra estos gigantescos monopolios que han
disparado el precio del agua después de haberse privatizado este
vital recurso
público. Pero no en México. ¿Por qué no?
Porque es el populista PRD el que ha
implementado estas políticas, no un gobierno derechista. AMLO y
Cía. han hecho
tan buen trabajo, que la mayor parte de los residentes de la Ciudad de
México
ni siquiera se ha enterado de que el suministro de agua ha sido
privatizado. En
cuanto a los trabajadores adscritos a la Comisión de Aguas del
Distrito
Federal, las concesiones por el suministro de servicios
hidráulicos a empresas
privadas (con personal no sindicalizado, por supuesto) que se ocupan de
las
mismas labores que desempeñan los trabajadores del SUTGDF,
entrañan un
inminente peligro de perder sus empleos.
AMLO contó en las
recientes
elecciones con el apoyo de los sindicatos “independientes” más
importantes del
país. La burocracia del poderoso Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME), y
del Frente Sindical Mexicano (FSM) que anima, se guía por la
política que
conviene al candidato perredista. Así, tras la represión
en San Salvador
Atenco, la política inicial del SME fue no movilizarse contra la
represión (lo
que la presión de las protestas cambió ligeramente
algún tiempo después). AMLO
cuenta también con el apoyo de la UNT y hasta de algunos
“sindicatos”
corporativistas como la CROC que creyeron poco rentable votar por la
candidatura seguramente perdedora del priísta Madrazo. Una
escena de campaña
particularmente ilustrativa ocurrió en abril de este año,
cuando López Obrador
se presentó ante miles de sindicalistas en un atestado Auditorio
Nacional. Entre
sus “amigos” de la burocracia de los sindicatos “independientes” se
encuentra
Roberto Vega Galina, jefe del Sindicato Nacional de Trabajadores del
Seguro
Social (SNTSS) responsable de sabotear
la lucha de los trabajadores en defensa de sus jubilaciones.
Así, cuando Vega
Galina intentó hablar, fue recibido con una rechifla
estentórea por parte de
los trabajadores. AMLO tuvo que acercarse al podio para levantarle el
brazo y
mostrarle su apoyo. La burguesía mexicana
sujeta a
los trabajadores no regimentados por los aparatos corporativistas de
control
laboral, a través de las direcciones pro capitalistas de los
sindicatos
“independientes”. Hoy en día, cuando decenas de miles de
sindicalistas están
movilizándose en apoyo de López Obrador, es más
necesario que nunca la lucha
por la independencia del proletariado con respecto a la
burguesía, sus
partidos, sus políticos y su estado. Lo que urge no es instalar
otro político
burgués más “popular”, sino preparar la revolución
obrera. ¡Formar
comités de defensa obrera! López Obrador es uno de
una
serie políticos burgueses de “centro-izquierda” que han
aparecido en los años
recientes en América Latina. Entre éstos destacan Luis
Inácio Lula da Silva en
Brasil, Lucio Gutiérrez en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y
Tabaré Vázquez en
Uruguay. Todos estos políticos han implementado las
políticas “neoliberales”
dictadas por sus amos imperialistas. Además, si han estado en el
poder más de
dos años, han enfrentado masivas protestas obreras y altos
niveles de
descontento. Gutiérrez tuvo que huir de Quito después de
repetidas protestas
por la subida en los precios del combustible y la electricidad;
trabajadores
del sector público han lanzado huelgas contra Lula en Brasil; en
Bolivia, cunde
el descontento entre los campesinos en contra de Morales porque
éste no ha
implementado su propia reforma agraria. En todos lados, las
organizaciones de
la izquierda supuestamente revolucionaria han apoyado a estos
políticos
capitalistas (algunas “críticamente”, otras con entusiasmo). La
Liga por la IV
Internacional, en contraste, ha llamado a no votar por ningún
partido o
candidato de un frente popular, es decir, de una “alianza” que encadena
a los
trabajadores a algún sector de la burguesía. No es éste el caso de
las
organizaciones de la izquierda oportunista –incluidas las que se
autodenominan
como comunistas, cuya práctica constante (no importan sus
discursos domingueros
con referencias retóricas al socialismo) es nadar en la estela
de los frentes
populares, si no es que en entrar directamente a estas alianzas de
colaboración
de clases. En las movilizaciones a favor de López Obrador, una
organización
notable por su destacada presencia ha sido el Partido Comunista de
México
Marxista-Leninista. No obstante su pretensión de oponerse
igualmente a Calderón
y López Obrador, y su adhesión a la “Otra Campaña”
zapatista, el PCM (ML)
proclama, “¡No a Fecal [Felipe Calderón]! ¡Abajo el
fraude electoral!” Llamando
a la movilización callejera para “defender la voluntad popular”
se suma a las
marchas lopezobradoristas (Vanguardia Proletaria, 1ra. Quincena
de
agosto). Así pone en práctica su política
estalinista y frentepopulista de
“cerrarle el paso a la derecha”. Aún más
prominente en las
movilizaciones ha sido la “Tendencia Marxista Militante”, corriente
seudotrotskista, ¡que forma parte del PRD, un partido capitalista!
Tan
pronto que cerraron las urnas y el PREP (Programa de Resultados
Electorales
Preliminares) anunció una ventaja de 1 por ciento a favor de
Calderón,
Militante declaró: “Contra el fraude electoral, AMLO debe llamar
a la huelga
general” (Militante, 4 de julio). Esta “huelga general”, sin
embargo,
sólo duraría un día. Ahí mismo citan
favorablemente una pancarta que proclama,
“¡Estamos listos, señor, usted ordene!” A pesar de
proponer una medida que
pretende ser una acción obrera (la huelga), le pide a un
político burgués que
la convoque, lo que le quitaría todo carácter proletario.
Militante ha sido una
corriente marcadamente lopezobradorista, aún dentro del marco
del PRD burgués. Actualmente,
“siguiendo la propuesta de López Obrador”, está
promoviendo “Comités de Lucha e
Información contra el Fraude Electoral” (Militante,
agosto de 2006). Así
quiere extender su presencia como los mejores organizadores del
“movimiento
antifraude”.
En su sitio Internet,
Militante publica artículos con cintillos tales como “¡Hay
que llevar hasta el
final las ideas de AMLO!”Acatando las órdenes de su comandante,
Militante
incluso convocó una charla en el mega plantón sobre
“Gandhi, la no violencia y
la resistencia civil”. Estos son los mismos impostores que alaban al
presidente
venezolano nacionalista Hugo Chávez y pretenden instruir a ese
militar burgués
en materia de trotskismo. Siguiendo el Pensamiento
AMLO-Gandhi-Chávez, haciendo “entrismo”
en partidos
burgueses desde México hasta Pakistán, su Tendencia
Marxista Internacional
fundada por el recientemente fallecido Ted Grant y actualmente dirigida
por
Alan Woods, quiere ser el ala “de izquierda” de todo “movimiento” en
boga. Más
que una táctica oportunista, para estos artistas del disfraz, es
el seguidismo
lo que define su programa mismo. Su “militancia” hueca llega al
ridículo
extremo de criticar los llamados a boicotear a Coca-Cola, Pepsi-Cola,
Sabritas,
etc. (por su apoyo a la campaña panista) por atentar contra los
principios de
una buena dieta. En lugar de no consumir papas fritas y gansitos,
esgrime, “¡Mantengamos
nuestra sociedad libre de grasa y colesterol! ¡Por la huelga
general en contra
del fraude!” Sin embargo, estos paladines de la huelga general
contra la
grasa y el colesterol no se muestran tan optimistas sobre el desenlace
de la
lucha, aduciendo que aún “si finalmente se impone a
Calderón” ellos se quedarán
con sus comités contra el fraude. Otro grupo que aboga por una
“huelga nacional contra el fraude” (para imponer un presidente
burgués) es la Liga
de Trabajadores por el Socialismo (LTS), parte de la Fracción
Trotskista
formada por ex seguidores del difunto seudotrotskista Nahuel Moreno.
Aunque
pretende que serían los trabajadores y no AMLO los que convoquen
una huelga
tal, el planteamiento de la LTS no es menos seguidista. Hace
hincapié en la
política de mano dura contra las luchas obreras y populares,
pero la identifica
exclusivamente con el gobierno del PAN, haciendo caso omiso del
hecho de que
el PRD ha sido copartícipe en cado uno de los casos recientes de
represión
antiobrera.
En abril y mayo de 2005
durante las grandes movilizaciones en torno al desafuero de
López Obrador, la
LTS al principio aparentó adoptar una posición
independiente, pero finalmente
capituló ante la popularidad de AMLO. Esta vez no dudaron un
minuto en
enganchar su vagón a la cola del frente popular
lopezobradorista. Tan pronto
como se pronunció la palabra “fraude”, se olvidaron de su
endeble oposición
puramente formal a la campaña electoral de la coalición
PRD-PT-CD. En una
declaración del 7 de julio la LTS lanzó un llamado para
movilizarse junto con
el PRD, haciendo explícitas las razones de su viraje.
Después de decirse
favorables a una “salida revolucionaria a la miseria y
explotación
capitalista”, agregan: “Sin embargo, conscientes de que
la mayoría de los trabajadores aun no
comparten esta salida, y ante el hecho de que millones repudian el
fraude
considerando que es posible lograr una verdadera democracia en los
marcos del
régimen burgués, los convocamos a luchar juntos por una
Asamblea Constituyente
Libre y Soberana.” Así la LTS admite
textualmente que su política
democraticista heredada de Moreno está determinada por las
ilusiones de las
masas. Podríamos sugerir, con todo respeto, que en honor a la
verdad estos
neo-morenistas cambien el nombre de su grupo a LTS-Con la Corriente. Como el Peje, la LTS
“no está sola”. El año pasado, la totalidad de la
izquierda se sumó a las
movilizaciones a favor de AMLO y en contra del desafuero, con
la única
excepción del Grupo Internacionalista. El gobierno de Fox, con
el apoyo del PAN
y el PRI en el Congreso, quería quitarle el fuero que le
confería a López
Obrador su cargo ejecutivo en tanto jefe del gobierno del Distrito
Federal. Como
revolucionaros proletarios nos oponemos al fuero ejecutivo, que exime a
los
gobernantes capitalistas de ser enjuiciados por sus actos oficiales (a
diferencia del fuero parlamentario, que tiene el propósito a
proteger a los
legisladores de la intimidación gubernamental). El fuero
ejecutivo es la
pantalla que legaliza la impunidad de los asesinos
gubernamentales, como
por ejemplo el ex presidente Luis Echeverría, para evadir las
acciones legales
en su contra por su responsabilidad en las masacres de 1968 y 1971.
Explicamos
que, como cuestión democrática elemental, nos
opondríamos a todo intento de
prohibir a López Obrador que se lanzara como candidato. Sin
embargo, aunque el
propósito evidente de Fox era evitar que AMLO se postulara a la
presidencia, el
desafuero no tenía ese efecto. Las movilizaciones contra el
desafuero eran
manifestaciones de apoyo político al dirigente perredista. En
realidad, el
registro oficial de los candidatos no se hizo sino hasta diciembre de
2005,
ocho meses después. Al final, el gobierno despojó a AMLO
de su fuero, pero no
se le impidió a presentarse como candidato. Otra organización que
se
reclama falsamente como trotskista, el Grupo Espartaquista de
México (GEM),
también se sumó a las movilizaciones a favor de AMLO con
un volante titulado
“¡Abajo el desafuero de López Obrador” repartido en las
manifestaciones del 7 y
24 de abril de 2005. Luego publicó una polémica furiosa
contra el Grupo
Internacionalista por habernos rehusado a apoyar esas movilizaciones
perredistas. El GEM se estableció a finales de los años
80 tras la campaña
presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas y la posterior
fundación del Partido de la
Revolución Democrática. Frente a la capitulación
de los seudotrotskistas a
Cárdenas, durante diez años el GEM insistió en la
necesidad de oponerse al
frente popular cardenista. No obstante, menos de un año
después de la expulsión
de cuadros dirigentes y juveniles del GEM que luego formaron el Grupo
Internacionalista, y justo al momento en que Cárdenas fue
elegido jefe del
gobierno del D.F., el GEM descubrió que no hay, y no puede
haber, un frente
popular en México. Señalamos en esa época que el
GEM negaba la existencia de un
frente popular porque no quería combatirlo. Con
su apoyo a las manifestaciones perredistas en torno al
desafuero
de AMLO, el GEM nos dio razón. Respondiendo a nuestra
crítica
de su capitulación ante la popularidad del PRD burgués y
para justificar su
defensa del fuero ejecutivo de López Obrador, un precepto legal
altamente antidemocrático,
el GEM escribió que “el GI recurre a abstracciones
democráticas” y que “este
grupúsculo se jacta de la más absoluta indiferencia
frente a la campaña
jurídica contra López Obrador” (Espartaco No. 24,
verano de 2005). Más
recientemente, sin embargo, el GEM silba otra tonada. En un
artículo sobre las
elecciones mexicanas, opina: <>“El potencialmente explosivo
hartazgo generalizado entre los obreros y
la población pobre con las políticas económicas
derechistas de los regímenes
anteriores ha sido eficazmente canalizado, por el momento, hacia el
apoyo al
PRD y a AMLO en particular, como quedó claro con las enormes
manifestaciones
contra el proceso de desafuero de AMLO el año pasado,
especialmente la marcha
del 24 de abril, que movilizó a 1.2 millones de personas –la
manifestación más
grande en la historia del país.”>
<>–Espartaco No. 25, primavera de 2006 ¿Reconocen entonces que
las
movilizaciones contra el desafuero eran movilizaciones de apoyo
político a
López Obrador, tal como señalamos en ese momento?
¿Y cuál es su conclusión? La
lógica de su política del año pasado
debería llevar al GEM a unirse a la LTS y
otras organizaciones en la cauda del movimiento “antifraude”. En 20005,
López
Obrador y el PRD aprovecharon hábilmente la andanada foxista
para conseguir
apoyo masivo a favor de su candidatura burguesa. En ese momento era
clave
luchar por mantener la independencia de clase del proletariado con
respecto a
todos los partidos y políticos burgueses, como lo es
también hoy. En tales
momentos es vital que los revolucionarios sepan nadar contra la
corriente. Lo que vivimos hoy en
México
es una campaña frentepopulista de protestas en contra del fraude
electoral. Generalmente,
los movimientos “contra el fraude” se mantienen dentro del marco de la
política
electoral capitalista, como el de los “progresistas” burgueses
norteamericanos
o de las luchas contra la dictadura porfirista en México a
principios del siglo
XX. Es evidente que con consignas como “Sufragio efectivo, no
Calderón”, una de
las más coreadas en el Zócalo el 8 de julio, muchos
partidarios de AMLO están
haciendo un paralelo con la campaña de Francisco I. Madero
contra Porfirio Díaz
de 1910. Los grupos izquierdistas que se han sumado a las protestas
“antifraude” pueden hacerse ilusiones de que están participando
en los inicios
de una nueva Revolución Mexicana. Sin embargo, no fue la
campaña
maderista por el “Sufragio efectivo, no reelección” (que
también fue lema de
Díaz al inicio de su reinado) lo que originó la
Revolución de 1910-1917, sino
la resistencia de los insurgentes campesinos dirigidos por Emiliano
Zapata que
se alzaron independientemente en contra de la represión
porfiriana. Luego
resistieron a las masacres del general Victoriano Huerta que actuaba
bajo las
órdenes del ya presidente Madero. Los izquierdistas
lopezobradoristas de hoy
pueden ufanarse de jugar el papel no de neo-zapatistas sino de neo-maderistas
de la primera hora. En el México de hoy, la
oposición al dominio del PRI-gobierno fue canalizada hacia el
PRD o el PAN,
partidos burgueses de “izquierda” y derecha, respectivamente. Pero en
ocasiones, durante períodos de aguda tensión social, el
descontento popular
sube de temperatura y desemboca en agudas luchas de clase que
no se
libran en el terreno electoral, sino en verdaderas batallas callejeras
que apuntan
a una guerra civil. Es precisamente ese espectro el que agita el
gobierno de
Fox para asustar a la pequeña burguesía. Y es
precisamente en tales condiciones
que los revolucionarios proletarios intervendrían al lado de las
masas
trabajadoras que luchan por defender los derechos democráticos
contra la
imposición de un gobierno en lo que, más que un golpe
“técnico”, sería un
verdadero acto de fuerza golpista. Recientemente
en Haití,
fuerzas reaccionarias intentaron robar unas seudo elecciones celebradas
bajo la
supervisión de fuerzas de las Naciones Unidas, un dominio
colonial apenas
disfrazado, para impedir que el candidato favorito entre los habitantes
de los
barrios pobres, René Préval, asumiera el poder. En un
artículo titulado
“Intentona de robo electoral en Haití” (The Internationalist
No. 23,
abril-mayo de 2006), afirmamos: “Ante el enfrentamiento abierto
en las calles en torno al
intento por
parte de reaccionarios derechistas de robar las elecciones, los
marxistas
revolucionarios nos ponemos al lado de la gran masa de haitianos negros
pobres
y en contra de las fuerzas de ocupación de las Naciones Unidas y
la policía
haitiana que se encuentran al otro lado de las barricadas; al mismo
tiempo, no
damos ningún apoyo político a Préval ni a [su
mentor, el ex presidente Jean
Bertrand] Aristide. Advertimos contra toda ilusión en estos
liberales
populistas burgueses.... Se precisa una movilización de
clase en las
fábricas en ambos lados de la frontera
Haití-República Dominicana, para dirigir
a los pobres del campo y de la ciudad en contra de sus explotadores y
opresores. Los trotskistas nos opusimos a votar por ‘Préval
prezidan’, lo mismo
que por cualquiera otro de los candidatos burgueses, y hoy llamamos a
formar
comités de obreros y de pobres para expropiar a la
burguesía y expulsar a las
tropas mercenarias de la ONU que mantienen la ocupación de
Haití.”
Hoy en México, la lucha
por la
formación de comités de defensa obrera debe estar
dirigida no sólo en contra
del gobierno panista en Los Pinos, sino también en contra del
gobierno
perredista del Distrito Federal. No hay que olvidar que el
recientemente
elegido jefe de gobierno del D.F., Marcelo Ebrard, fue el titular de la
Secretaría de Seguridad Pública bajo la
administración de López Obrador. Fue él
quien contrató la asesoría de la compañía
de Giuliani para implementar el
programa de “cero tolerancia” con el que se asedió a las
colonias populares,
incluidas aquellas en las que ha habido protestas por el incremento en
los
precios del agua y por la escasez del líquido que han resultado
de la
privatización emprendida por AMLO. Es muy probable que si llega
el “momento de
la verdad” y el PRD decide poner fin a las protestas en contra del
fraude por
peligrar la “estabilidad” y la “gobernabilidad” burguesas, los
manifestantes
enfrentarían en primera línea a la policía de
Ebrard. Hoy México vive una
situación
social agitada, con importantes luchas obreras que coinciden con una
crisis
política de la clase dominante capitalista. Es en momentos como
éste cuando se
torna más urgente la construcción del núcleo de
una vanguardia proletaria,
leninista por su organización y trotskista por su programa de
revolución
permanente. Sin embargo, la política de los grupos oportunistas
que se suman a
la actual movilización electoral lopezobradorista se contrapone
por el vértice
al leninismo y al trotskismo. El Grupo Internacionalista,
sección mexicana de
la Liga por la IV Internacional, que es la única
organización que ha resistido
la tentación frentepopulista a la que ha capitulado el conjunto
de los
oportunistas, se plantea la tarea de construir el núcleo de esta
indispensable
dirección revolucionaria. Mientras la contienda se libra
en el marco parlamentario capitalista, los trotskistas nos negamos a
dar apoyo
político a fuerzas burguesas como el frente popular alrededor
del PRD. Llamamos
a no votar ni por el “neoliberal light” Andrés Manuel
López Obrador ni
por el tecnócrata privatizador Felipe Calderón. El
objetivo de nuestra lucha es
forjar un partido obrero revolucionario, leninista-trotskista. Si el
conflicto
se presenta en el terreno de la lucha de clases, los revolucionarios
intentaríamos movilizar la fuerza de la clase obrera, no para
“defender el
voto”, sino para defender a los trabajadores en contra de una amenaza
bonapartista. Nuestro propósito no es maquillar la democracia
burguesa con una
nueva constitución o asamblea constituyente, sino derrocar el
dominio
capitalista y establecer un gobierno obrero y campesino, para iniciar
la
revolución socialista en México y en el resto del
continente. n
Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com |