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Edición México    
agosto de  2006   
 
¡Abajo con el PAN, PRI y PRD!
¡Romper con AMLO y su frente popular!



Pobladores de San Salvador Atenco rechazan provocación policíaca, 3 de mayo. (Foto: Reforma)

¡Formar comités de defensa obrera!
¡Forjar un partido obrero revolucionario!

6 de AGOSTO – Al momento de celebrarse los comicios del 2 de julio, la campaña electoral apenas entraba en su segunda fase. Un mes después, el resultado de las elecciones sigue en el aire. Cientos de miles de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido burgués populista, han salido a las calles para participar en las enormes “asambleas informativas” del 8, 16 y 30 de julio –con medio millón, más de un millón y hasta dos millones de manifestantes respectivamente– para protestar contra un engañoso conteo de votos y un proceso electoral fraudulento. López Obrador acampa ahora en el Zócalo, e insiste en que ahí se quedará hasta que se realice un recuento total, “voto por voto, casilla por casilla”. Felipe Calderón Hinojosa, candidato del derechista Partido Acción Nacional (PAN), quien según los funcionarios del IFE obtuvo una ventaja minúscula de medio punto porcentual, cuenta con que el tribunal electoral y la maquinaria estatal impongan su “victoria”. Roberto Madrazo Pintado, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sufrió una derrota fatal, a tal punto que el partido que gobernó el país durante siete décadas se está desmoronando en medio de luchas intestinas. Todo indica que este dramático enfrentamiento seguirá por un tiempo.

¿Hubo fraude en estas elecciones? ¿Pero es que podía no haberlo? Olvídense del Mundial: México es campeón mundial del fraude electoral. Bajo el perdurable régimen del Partido Revolucionario Institucional, el fraude electoral se convirtió en un arte, sino es que una ciencia. Ésta es la tierra del carrusel, con rondas de votantes que visitan diversas casillas depositando votos a favor del partido gobernante; de las casillas embarazadas, que llegan al recuento repletas de votos a favor del candidato indicado; de los mapaches, que extraen los votos a favor de la oposición y los reemplazan con votos progubernamentales, o que simplemente se roban las casillas. Aquí es donde, en la elección de 2000, el gobernador priísta de Yucatán se jactó de entregar miles de lavadoras a sus incondicionales y hasta publicó una foto con todos los “regalos” juntos. Fue aquí donde en 1988, el ultra moderno sistema de cómputo de votos se “cayó” a las 2 de la mañana, la noche de las elecciones, restableciéndose su funcionamiento al día siguiente, siendo que la ventaja había pasado misteriosamente del candidato opositor Cuauhtémoc Cárdenas al candidato priísta Carlos Salinas de Gortari.

¿Faude? ¿Aquí? Boletas marcadas encontradas en la basura de una oficina electoral distrital en el D.F. (Foto: Carlos Cisneros/La Jornada)

El fraude en México no es una anomalía, sino una parte integral del proceso electoral. Y esto no sólo ocurre en México. En Estados Unidos también, todo mundo sabe de las “irregularidades” que plagaron los muy dudosos comicios en Florida en la elección presidencial del año 2000. Era legendaria la recomendación del “patrón” de Chicago, el alcalde Richard Daley, a sus capitanes de distrito de “votar temprano y con frecuencia”. De hecho, el sistema electoral burgués en su conjunto es una estafa. Tras el velo de la “democracia” es el dinero de las diversas fuerzas capitalistas lo que decide quién gana y quién pierde. El estado, como señala el marxismo, es un instrumento de fuerza para imponer los intereses de la clase dominante, en tanto que el gobierno es su comité ejecutivo. Ya sea con “jugadas sucias”, mediante la compra de votos a cambio de sacos de cemento en México, o con la compra de tiempo en la televisión en Estados Unidos, es así como las fuerzas burguesas contendientes se aseguran de que el “voto popular” refleje sus intereses. Como marxistas, no damos el menor apoyo político a ninguno de los partidos capitalistas en competencia, y luchamos por doquier para organizar partidos obreros revolucionarios. Incluso cuando los trotskistas utilizamos las elecciones para hacer propaganda a favor del programa revolucionario, advertimos que el sistema en su conjunto está amañado para operar en contra de los trabajadores.

Al mismo tiempo, mientras los partidos burgueses contrincantes se dan con todo, el Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional, declara que estas elecciones están empapadas en sangre obrera. El GI ha dicho insistentemente “¡Ni un voto a los partidos burgueses! ¡Romper con AMLO y su frente popular! ¡Forjar un partido obrero revolucionario!”

Ahora que la campaña electoral ha entrado en la fase del estira y afloja por el recuento de los votos, no reducimos ni un ápice nuestra oposición política a los partidos capitalistas. Particularmente, en una elección con resultados tan cerrados como en ésta, donde hay una cantidad de elementos que mueven a sospecha, apoyamos la demanda de un recuento voto por voto en cada casilla –y no por el engañoso tribunal electoral, sino a la luz del día ante la población. Sin embargo, y aunque la mayor parte de la izquierda se ha subido con entusiasmo al expreso de López Obrador, abandonando sus críticas previas al candidato perredista y llamando en cambio a “defender el voto”, el Grupo Internacionalista advierte que las actuales manifestaciones masivas convocadas por López Obrador son, de hecho, actos políticos a favor de su Coalición por el Bien de Todos. En momentos como éste, los revolucionarios deben nadar contra la corriente, advirtiendo que incluso si la presión popular es suficiente como para cambiar las determinaciones de los tribunales electorales burgueses, el Peje administrará México en beneficio de las grandes empresas y reprimirá a aquellos que luchen contra los capitalistas.

Pero si la lucha trasciende el ámbito del circo electoral, si el estado capitalista proclama a un ganador por medio de un fraude masivo, imponiendo al candidato de un régimen que sólo puede mantenerse en el poder mediante la represión de mano dura, si en lugar de las gigantescas pejemarchas hay protestas masivas en contra de acciones que apunten en la dirección de una dictadura militar policíaca, los revolucionarios proletarios deben convocar una movilización proletaria en contra de la amenaza bonapartista. Tras los repetidos ataques militares y policíacos en contra de obreros, campesinos y maestros, y ante la perspectiva de una confrontación por las elecciones, llamamos a los obreros con conciencia de clase a romper las ataduras que encadenan a los sindicatos “independientes” al frente popular en torno a López Obrador, a seguir la lucha por un partido obrero revolucionario y a formar comités de defensa obrera independientes de todos los partidos y políticos burgueses.

Elecciones de sangre, protestas de frente popular


Dos millones de partidarios de López Obrador se movilizan en la capital el 30 de julio. 
(Foto: Fabián García/Reforma)

La estrategia política de López Obrador se basa en las acciones de “resistencia civil pacífica”. Las multitudinarias movilizaciones perredistas tienen el objetivo de ejercer presión sobre el Tribunal Federal Electoral (Trife). Sin embargo, ayer los siete magistrados del tribunal resolvieron cabalmente “la inadmisibilidad de la pretensión del recuento general de los sufragios”. El Trife aceptó un recuento en sólo 11,839 casillas, lo que constituye un irrisorio 9 por ciento de las instaladas el 2 de julio. Con este fallo, se anuncia el cierre de una salida “institucional”: la unanimidad de la votación indica que el tribunal sigue una directriz dictada por el gobierno del presidente Vicente Fox Quesada. Entre los activistas partidarios de AMLO congregados en las afueras de la sede del Trife, el dictamen produjo una reprobación ruidosa. Más tarde durante el discurso que pronunció López Obrador en el Zócalo, las decenas de miles de asistentes respondieron con un estruendoso “no” cuando se les preguntó si “nos vamos a dejar”.

Las más recientes manifestaciones de apoyo a López Obrador han convertido al Zócalo en un mar de banderines amarillos con el emblema del partido del sol azteca. Familias enteras vienen de estados distantes. En general, las multitudes tienen un carácter plebeyo, con muchos campesinos y obreros, pero también con bastante apoyo clasemediero a favor de AMLO proveniente de la capital, donde el PRD ha controlado el gobierno local desde hace nueve años. Prominentes escritores izquierdistas como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis y Paco Ignacio Taibo II han salido a mostrar su apoyo a AMLO. Los sindicatos “independientes” han formado un “frente para la defensa del voto” para atar a los trabajadores al PRD, en tanto que en la Universidad Nacional se formó el Frente Universitario de Apoyo Crítico a López Obrador, para atraer a aquellos estudiantes izquierdistas que pudieran sentir retortijones al apoyar sin más al candidato del partido que ayudó a arrestar a alrededor de un millar de estudiantes para romper la huelga de la UNAM que duró diez meses en 1999-2000. En la plaza central gritan “Andrés aguanta, que el pueblo se levanta” e inclusive “si no hay solución, habrá revolución”.

Ante el nuevo panorama, AMLO ha optado por aumentar la presión, pero siempre dentro del marco electoral y dosificándola, para “administrar fuerzas”. Ya están llegando más camiones para reforzar el “mega plantón” con simpatizantes de la Coalición por el Bien de Todos encabezada por López Obrador y compuesta por el PRD, el Partido del Trabajo (PT) y Convergencia por la Democracia (CD). El candidato perredista llama reiteradamente a sus seguidores a “mantenerse en calma” y rechazar provocaciones. De hecho, ante la persistencia de la movilización, el gobierno federal tiene interés en montar alguna trampa, para infundir miedo en las clases medias y retratar a los manifestantes antifraude como una “amenaza para la paz”. Mientras las autoridades apuestan al desgaste de la movilización, podría darse una probada anticipada de la represión por venir, posiblemente fuera de la capital –principal base de apoyo de AMLO– como en Oaxaca, donde la combativa lucha magisterial se mantiene en pie y se extiende con la toma de más de una veintena de alcaldías. Actualmente, la dirección de los mentores oaxaqueños busca unir su lucha a las movilizaciones a favor de “AMLO presidente”.

Mucho se ha escrito acerca de la “campaña del miedo” del PAN y de Calderón, respaldada por importantes sectores empresariales, que retrataba a AMLO como un radical maniático. De hecho, el candidato del PRD es un “centroizquierdista” tibio, un político populista (con lo que se ha granjeado el desdeñoso apelativo del “Sr. López”, al que sus seguidores contraponen la referencia obligada a “Mr. Fox”). AMLO usa una retórica tímidamente nacionalista mientras obedientemente refuerza los intereses de los grandes capitalistas. Ésta era la marca registrada del PRI, hasta que se subió al tren del “libre comercio” y empezó a vender la industria paraestatal a sus compinches a precios de ganga. Como ocurría también en tiempos del priato, la “zanahoria” siempre viene combinada con el garrote: durante la campaña electoral, los tres principales partidos contendientes –PAN, PRI y PRD– participaron conjuntamente en esta “estrategia de tensión”, lanzando una serie de sanguinarios ataques policíacos y militares en contra de obreros y campesinos.

Dos huelguistas asesinados ­­–o más precisamente, ejecutados– de sendos disparos en la cabeza de francotiradores policíacos en la siderúrgica SICARTSA en Lázaro Cárdenas, Michoacán, el 20 de abril. Un adolescente de 14 años y un estudiante de la UNAM asesinados en San Salvador Atenco, el 4 de mayo. Después, un ataque a gran escala perpetrado por un ejército de 3,500 policías estatales y municipales en contra del campamento de maestros huelguistas en la capital de Oaxaca, el 14 de junio. Estos espantosos crímenes muestran el rostro sangriento de la “democracia” burguesa. No menos importante es el hecho de que en cada uno de estos casos, las pretendidas víctimas no se dejaron intimidar, y repelieron con valentía a los atacantes uniformados. En SICARTSA, después de una batalla campal que duró varias horas, los huelguistas retomaron la planta mientras ardían patrullas de la policía. En Atenco, campesinos y pobladores indignados por el arresto de unos floricultores (¡!) corretearon a los policías y los echaron del poblado, reteniendo a varios de los agresores como garantía hasta que sus compañeros fueran liberados. En Oaxaca, los maestros utilizaron autobuses del transporte público para traspasar las barreras metálicas de la policía y echar a los represores, que tuvieron que huir cuando se les acabó la munición.

Saludamos estas heroicas acciones de autodefensa de nuestros hermanos y hermanas de clase, y llamamos a generalizar su respuesta a la represión con la formación de comités de defensa obrera y la preparación de una huelga nacional contra el gobierno asesino.

De la “alternancia” gatopardista de Fox a Calderón, el tecnócrata de “mano firme”

Lo que se juega hoy con la definición de las elecciones, no es la “justicia social” contra el “neoliberalismo” como pretenden muchos seudoizquierdistas en el campo de AMLO, sino cuál de los contrincantes implementará las “reformas estructurales” exigidas por los capitalistas, tanto los imperialistas como sus socios menores mexicanos. El triunfo de Vicente Fox en los comicios de 2000 fue visto por muchos como el inicio de una “revolución democrática” que terminaría con el odiado régimen del PRI. La realidad es bien distinta. El nuevo régimen de la “alternancia” no tiene nada de democrático. No tardó en reprimir con saña, como hizo contra los manifestantes “altermundistas” en Cancún (ver “Fox deja caer la máscara”, El Internacionalista [edición México] No.1, mayo de 2001) y en Guadalajara (ver “Represión en Foxilandia”, El Internacionalista No. 5, mayo de 2005) y hoy contra trabajadores y campesinos. Ahora estamos viendo cómo el gobierno panista trata, con todos los medios a su alcance, de mantenerse en el poder, cueste lo que cueste.

Llama la atención también que, después de sus promesas de campaña de remplazar los “anquilosados” y “costosos” mecanismos de control estatal, una buena parte del aparato laboral del priato siga incólumne bajo el régimen de Fox. A varios intelectuales “progresistas” les vino a la mente una comparación con la novela del escritor Giuseppi di Lampedusa, El gatopardo. En esta novela se describe la forma en la que la élite gobernante siciliana se adaptó a las nuevas condiciones tras la unificación del país en la década de los 1860 bajo el lema todo cambia para que todo siga igual. Sin embargo, ahora el PAN quiere ir con todo a la “destrucción creativa” del edificio priísta con la introducción de un gobierno que se asemeje más a los regímenes latinoamericanos bonapartistas y semibonapartistas más “tradicionales”, las dictaduras y “dictablandas”, con una política librecambista a ultranza.

El instrumento elegido por la cúpula empresarial es Felipe Calderón. El nombramiento de ese operador político panista como secretario de energía de Fox tenía el propósito de preparar la “reforma” energética. Como parte de ésta, se construyó toda una serie de plantas generadores que serían operadas por empresas privadas contratadas. A la vez, el gobierno ha tratado de llevar a la quiebra a la Cía. de Luz y Fuerza del Centro mediante maniobras financieras, cobrando a precios deficitarios a las empresas, mientras suben las tarifas a los particulares. También se echó a andar un PEMEX “paralelo y privado”, concediendo contratos de servicios y construcción a pulpos de la industria petrolera como Schlumberger, Kellogg Brown & Root (filial de Halliburton) Bechtel y Fluor Daniel, las mismas empresas que se han enriquecido obscenamente de la guerra y ocupación de Irak (ver nuestro artículo “¡Aplastar la ofensiva privatizadora y hambreadora – Obreros al poder!” en El Internacionalista No. 4, mayo de 2004). Si se impone como presidente, Calderón, el tecnócrata que proclama que no le temblarán las manos para perseguir “delincuentes”, ya está alistando sus planes para realizar dichas “reformas”. Y las impondría a rajatabla.

El discreto atractivo del poder: Felipe Calderón con Elba Esther Gordillo, caudilla del corporativista SNTE, quien fue destituida como presidenta del PRI y luego expulsada del tricolor por traición luego de fundar su "partido" personal, el PANAL (un PAN alternativo), e instigar a gobernadores priístas a proclamar a Calderón ganador de las elecciones del 2 de julio.

El régimen del PRI, con su prolongada duración de siete décadas, se basó en un sistema corporativista de control social, mediante el cual todos los sectores de la sociedad estaban incorporados al partido de estado. Este régimen tuvo sus inicios en el maximato de Plutarco Elías Calles, cuando se estableció el partido único. Luego se consolidó bajo la presidencia del general Lázaro Cárdenas a finales de los años 30 con la fundación del Partido de la Revolución Mexicana y la integración de la flamante Confederación de Trabajadores Mexicanos como “sector obrero” del PRM. León Trotsky describió la naturaleza del gobierno cardenista como un “bonapartismo sui generis”, distinto de otros regímenes de corte militar-policíaco. En momentos de crisis, los regímenes de este tipo tratan de elevarse por encima del juego normal de intereses capitalistas con la pretensión de representar los intereses de la sociedad burguesa a nivel general. En México, en cambio –país semicolonial sujeto a la enorme presión del imperialismo norteamericano, con una burguesía criolla débil frente a un proletariado combativo– Trotsky señaló que un gobierno nacionalista tendería a dar virajes al hacer concesiones a la clase obrera, mientras se plegaba a las exigencias de los EE.UU.

Con los sucesivos mandatarios priístas que siguieron a Cárdenas, el régimen se derechizó considerablemente; no obstante, en plena década de los 70, un gobierno represivo antiobrero como el de Luis Echeverría era capaz de nacionalizar industrias y conceder migajas a ciertos burócratas sindicales incondicionales. Sin embargo, con la crisis de la banca y la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca en los 80, los gobiernos priístas de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, comenzaron a desmantelar su propio sistema siguiendo las pautas del “neoliberalismo”. Privatizaron casi todas las industrias paraestatales y eliminaron toda una serie de conquistas sociales y concesiones a los trabajadores. Saquearon los fondos de jubilaciones del Instituto Mexicano de Seguro Social para crear las “Afores”, cuentas individuales que fueron depositadas en los bancos recién privatizados, salvándolos así de la quiebra. Sin embargo, todavía quedaban el resto del seguro social, la enseñanza pública gratuita, el monopolio estatal de PEMEX, las empresas eléctricas y una serie de prestaciones sindicales. El gobierno foxista del PAN prometió darle el tiro de gracia al régimen del priato. Sin embargo, sólo lo logró a medias, produciendo descontento en esferas empresariales. Calderón fue designado como el encargado de terminar el trabajo inconcluso.

El intento de desmontar el sistema de seguridad social ya produjo una explosión de lucha obrera entre los trabajadores del IMSS. Cuando el 4 de agosto de 2004 se iba a votar la “reforma” al régimen de jubilaciones y pensiones del SNTSS (que eliminó todo aporte del Instituto al pago de jubilaciones, además de incrementar el número de años de servicio para el retiro), los trabajadores cercaron al Senado y los augustos legisladores sólo pudieron ingresar bajo protección policíaca por la puerta trasera. Aún así, en octubre del mismo año, las bases del sindicato se rehusaron a aprobar un contrato colectivo que implementara la aniquilación de sus pensiones, lo que sólo se logró un año después cuando el jerarca del SNTSS Roberto Vega Galina, firmó un CCT vergonzoso. Al día siguiente, el secretario del trabajo, Francisco Salazar, derechista furibundo perteneciente a la organización fascista El Yunque, anunció que debido a esa traición “se modificarán todos los regímenes de jubilación y pensión de los sindicatos del país, lo cual incluye a los trabajadores al servicio del Estado, de las empresas paraestatales y dependencias públicas”.

También queda pendiente la contrarreforma a la Ley Federal del Trabajo. Aunque las bases para la legislación laboral mexicana están sentadas en el famoso Artículo 123 de la Constitución, no fue sino hasta 1931 bajo Calles que se la implementó con la promulgación de la LFT, concebida a imagen y semejanza del modelo corporativista de la Italia de Mussolini. La LFT establece el registro gubernamental de los sindicatos, la “reglamentación” del derecho a huelga e impone los dictados de las todopoderosas Juntas de Conciliación y Arbitraje. A cambio de este férreo control del estado sobre los sindicatos y del mantenimiento de sueldos bajos, los sucesivos gobiernos del priato concedieron una serie de prestaciones para mantener la “paz social”. Desde comienzos de su mandato, Fox había planteado una remodelación integral de la LFT. El PAN y el PRD propusieron proyectos de enmiendas, como hizo también la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), central sindical neo-corporativista. Aunque difieren sustancialmente en muchos aspectos, todos estos proyectos concedían a los patrones más “flexibilidad” en la contratación y despido de trabajadores en aras de la “modernización” y la “competitividad”.

   

Los Amigos de Fox, siempre institucionales. El jefe de la Confederación de Tabajadores Méxicanos, Joaquín Gamboa Pascoe, y el presidente Vicente Fox (izquierda). El titular de la Secretaría del Trabajo, Francisco Salazar, charla con el charro en jefe del Congreso del Trabajo, Víctor Flores (derecha). El régimen foxista se apoyó en el aparato laboral corporativista del PRI.  (Foto: José Carlo González/La Jornada)

Las propuestas del PRD y la UNT, aunque atentaban contra los derechos adquiridos de los trabajadores en aspectos importantes, pronto fueron rechazadas por el Congreso. La panista “Ley Abascal” (así llamada por su autor, el fascistoide primer secretario foxista del trabajo) contó en principio con el apoyo de los sindicatos corporativistas agrupados en la CTM y el Congreso de Trabajo. Esta ley permitía la celebración de contratos de entrenamiento y capacitación (como los que fueron rechazados por las recientes movilizaciones millonarias de trabajadores y jóvenes franceses), restricciones aún mayores al ya altamente restringido derecho a huelga, y (junto con una serie de decisiones de la Suprema Corte de Justicia) apuntaba a la completa eliminación de los contratos colectivos mediante la implementación de contratos “individuales”. Sin embargo, después de dar vueltas en las comisiones y subcomisiones del Congreso, donde la “bancada obrera” del PRI se debatía sobre si aprobar o no la iniciativa que podría acarrear su propia extinción, se le declaró letra muerta en abril del año pasado. Ahora el PAN y el empresariado quieren volver a la carga. Y quieren también probar suerte con sus planes privatizadores en el sector energético.

AMLO al servicio de las multinacionales

El llamado del candidato perredista para establecer una “asamblea permanente” en un campamento que se extiende desde el Zócalo hasta los carriles centrales de Reforma, ha enfurecido a las fuerzas conservadoras, que han alzado el clamor de que el presidente Vicente Fox envíe a la Policía Federal Preventiva a desalojarlos. Entretanto, el “mega plantón” tiene un aire festivo, con proyección de películas y videos sobre la represión en Atenco, torneos de ajedrez y de baile y brigadas para preparar la comida. Pero la movilización popular tiene como propósito apoyar a un candidato que ha declarado de antemano que no causará problema alguno ni a los capitalistas nacionales ni a los imperialistas, siempre vigilantes de lo que ocurre “al sur de la frontera”

Aunque muchos de los izquierdistas que apoyan a López Obrador se oponen al “neoliberalismo” y la “globalización” (es decir, a políticas económicas propias del capitalismo, y no al sistema en sí), el que sería su secretario de economía, Rogelio Ramírez de la O, informó a un mes de celebrarse las elecciones que la política que AMLO impulsaría de llegar a la presidencia sería el “neoliberalismo social” (El Universal, 2 de junio). Cuando los reporteros le recordaron que ésa había sido la divisa del odiado ex presidente priísta Carlos Salinas (quien privatizó con particular entusiasmo una buena parte de las empresas paraestatales), Ramírez de la O enfatizó que con López Obrador la estrategia sí funcionaría, pues se implementaría “sin corrupción”.

Durante su cierre nacional de campaña realizado en el Zócalo el 28 de junio, AMLO lo repitió en un mensaje abiertamente dirigido a los capitalistas: “Ni vamos a actuar de manera irresponsable, ni vamos a provocar ninguna crisis, nadie debe preocuparse”. Y resumió esta perspectiva: “en pocas palabras, habrá un manejo técnico, no ideológico de la economía”, afirmando que mantendrá el control de las variables macroeconómicas: “habrá control del déficit público, se garantizará la autonomía del Banco de México y se evitará la inflación” (La Jornada, 29 de junio).

Cuando un político burgués habla de un manejo “técnico” de la economía y de “mantener el control sobre las variables macroeconómicas” lo que quiere decir es que mantendrá las políticas hambreadoras dictadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y ya ha mostrado que cumpliría. Como jefe de gobierno de la Ciudad de México, López Obrador estableció una notoria alianza con Carlos Slim, el tercer hombre más rico del planeta, para “limpiar” el centro histórico. El gobierno capitalino desalojó a centenares de familias, de modo que Slim pudo comprar más de un millón y medio de metros cuadrados. A cambio de ello, Slim dijo que mantendrá sus “inversiones en México sin importar quién gane los comicios del 2 de julio, incluyendo a López Obrador”.

López Obrador también se granjeó el respaldo de la petrolera Shell, cuyo director en México, Cornelis van der Bom, afirmó que “el eventual triunfo de un candidato de izquierda, como Andrés Manuel López Obrador no representa riesgo alguno ni preocupación para nosotros... Shell trabaja en todo el mundo en países que están bajo gobiernos de todos los colores y con autoridades de izquierda como Venezuela...” (La Jornada, 25 de marzo).

Muchos izquierdistas oportunistas que se han sumado a las movilizaciones a favor de AMLO justifican su política afirmando que el imperialismo norteamericano ha intentado impedir que López Obrador gane las elecciones. Es cierto que muchos en el gobierno norteamericano prefieren a Calderón, pero incluso la halcona Condoleezza Rice ha declarado que “estamos preparados para trabajar con cualquier presidente y cualquier gobierno que llegue a la primera magistratura de ese país” (La Jornada, 25 de marzo). Ya hace un año, en medio de la disputa politiquera intraburguesa en torno al desafuero de AMLO, la halcona Rice “descartó que a Estados Unidos le generen preocupación los triunfos electorales y los gobiernos encabezados por políticos de izquierda”, como reportó Reforma (10 de marzo de 2005).

No es sólo que AMLO cuente con el consentimiento de importantes sectores capitalistas e imperialistas. López Obrador implementó en la Ciudad de México las directivas del Banco Mundial relativas a la privatización de los recursos hidráulicos. La Gaceta Oficial del Distrito Federal anunció el 27 de abril de 2004 que entregaba “concesiones en actividades relacionadas con la prestación de los servicios públicos de agua potable, drenaje y alcantarillado y en su caso, de convenir a los intereses del gobierno del Distrito Federal, el de tratamiento y reuso de aguas residuales” a cuatro empresas privadas: Servicios del Agua Potable S.A. de C.V. (SAPSA), Industrias del Agua de la Ciudad de México (IACMEX), Industrias del Agua S.A. (IASA), y Tecnología y Servicios del Agua S.A. (TECSA). Pero ¿de dónde salieron estas empresas? Tanto SAPSA como TECSA son subsidiarias de la compañía francesa Suez. IACMEX, por su parte, es subsidiaria de Vivendi, otro trust francés; IASA, por último, forma parte de Azurix, ¡empresa perteneciente al grupo Enron!

En toda América Latina ha habido revueltas populares contra estos gigantescos monopolios que han disparado el precio del agua después de haberse privatizado este vital recurso público. Pero no en México. ¿Por qué no? Porque es el populista PRD el que ha implementado estas políticas, no un gobierno derechista. AMLO y Cía. han hecho tan buen trabajo, que la mayor parte de los residentes de la Ciudad de México ni siquiera se ha enterado de que el suministro de agua ha sido privatizado. En cuanto a los trabajadores adscritos a la Comisión de Aguas del Distrito Federal, las concesiones por el suministro de servicios hidráulicos a empresas privadas (con personal no sindicalizado, por supuesto) que se ocupan de las mismas labores que desempeñan los trabajadores del SUTGDF, entrañan un inminente peligro de perder sus empleos.

Dirigentes neo-charros de la Unión Nacional de Trabajadores con AMLO. Roberto Vega Galina del SNTSS (izquierda), quién aprobó la  contrarreforma de las jubilaciones de los trabajadores del IMSS; y el dirigente telefonista Francisco Hernández Juárez, quien se jacta de haber iniciado la privatización de Teléfonos de México, ahora propiedad de Carlos Slim. (Foto: Noticiero Televisa)

AMLO contó en las recientes elecciones con el apoyo de los sindicatos “independientes” más importantes del país. La burocracia del poderoso Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), y del Frente Sindical Mexicano (FSM) que anima, se guía por la política que conviene al candidato perredista. Así, tras la represión en San Salvador Atenco, la política inicial del SME fue no movilizarse contra la represión (lo que la presión de las protestas cambió ligeramente algún tiempo después). AMLO cuenta también con el apoyo de la UNT y hasta de algunos “sindicatos” corporativistas como la CROC que creyeron poco rentable votar por la candidatura seguramente perdedora del priísta Madrazo. Una escena de campaña particularmente ilustrativa ocurrió en abril de este año, cuando López Obrador se presentó ante miles de sindicalistas en un atestado Auditorio Nacional. Entre sus “amigos” de la burocracia de los sindicatos “independientes” se encuentra Roberto Vega Galina, jefe del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social  (SNTSS) responsable de sabotear la lucha de los trabajadores en defensa de sus jubilaciones. Así, cuando Vega Galina intentó hablar, fue recibido con una rechifla estentórea por parte de los trabajadores. AMLO tuvo que acercarse al podio para levantarle el brazo y mostrarle su apoyo.

La burguesía mexicana sujeta a los trabajadores no regimentados por los aparatos corporativistas de control laboral, a través de las direcciones pro capitalistas de los sindicatos “independientes”. Hoy en día, cuando decenas de miles de sindicalistas están movilizándose en apoyo de López Obrador, es más necesario que nunca la lucha por la independencia del proletariado con respecto a la burguesía, sus partidos, sus políticos y su estado. Lo que urge no es instalar otro político burgués más “popular”, sino preparar la revolución obrera.

¡Formar comités de defensa obrera!
¡Forjar un partido obrero revolucionario!

López Obrador es uno de una serie políticos burgueses de “centro-izquierda” que han aparecido en los años recientes en América Latina. Entre éstos destacan Luis Inácio Lula da Silva en Brasil, Lucio Gutiérrez en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Tabaré Vázquez en Uruguay. Todos estos políticos han implementado las políticas “neoliberales” dictadas por sus amos imperialistas. Además, si han estado en el poder más de dos años, han enfrentado masivas protestas obreras y altos niveles de descontento. Gutiérrez tuvo que huir de Quito después de repetidas protestas por la subida en los precios del combustible y la electricidad; trabajadores del sector público han lanzado huelgas contra Lula en Brasil; en Bolivia, cunde el descontento entre los campesinos en contra de Morales porque éste no ha implementado su propia reforma agraria. En todos lados, las organizaciones de la izquierda supuestamente revolucionaria han apoyado a estos políticos capitalistas (algunas “críticamente”, otras con entusiasmo). La Liga por la IV Internacional, en contraste, ha llamado a no votar por ningún partido o candidato de un frente popular, es decir, de una “alianza” que encadena a los trabajadores a algún sector de la burguesía.

No es éste el caso de las organizaciones de la izquierda oportunista –incluidas las que se autodenominan como comunistas, cuya práctica constante (no importan sus discursos domingueros con referencias retóricas al socialismo) es nadar en la estela de los frentes populares, si no es que en entrar directamente a estas alianzas de colaboración de clases. En las movilizaciones a favor de López Obrador, una organización notable por su destacada presencia ha sido el Partido Comunista de México Marxista-Leninista. No obstante su pretensión de oponerse igualmente a Calderón y López Obrador, y su adhesión a la “Otra Campaña” zapatista, el PCM (ML) proclama, “¡No a Fecal [Felipe Calderón]! ¡Abajo el fraude electoral!” Llamando a la movilización callejera para “defender la voluntad popular” se suma a las marchas lopezobradoristas (Vanguardia Proletaria, 1ra. Quincena de agosto). Así pone en práctica su política estalinista y frentepopulista de “cerrarle el paso a la derecha”.

Aún más prominente en las movilizaciones ha sido la “Tendencia Marxista Militante”, corriente seudotrotskista, ¡que forma parte del PRD, un partido capitalista! Tan pronto que cerraron las urnas y el PREP (Programa de Resultados Electorales Preliminares) anunció una ventaja de 1 por ciento a favor de Calderón, Militante declaró: “Contra el fraude electoral, AMLO debe llamar a la huelga general” (Militante, 4 de julio). Esta “huelga general”, sin embargo, sólo duraría un día. Ahí mismo citan favorablemente una pancarta que proclama, “¡Estamos listos, señor, usted ordene!” A pesar de proponer una medida que pretende ser una acción obrera (la huelga), le pide a un político burgués que la convoque, lo que le quitaría todo carácter proletario. Militante ha sido una corriente marcadamente lopezobradorista, aún dentro del marco del PRD burgués. Actualmente, “siguiendo la propuesta de López Obrador”, está promoviendo “Comités de Lucha e Información contra el Fraude Electoral” (Militante, agosto de 2006). Así quiere extender su presencia como los mejores organizadores del “movimiento antifraude”.

Militante: fanáticos del Pensamiento AMLO-Gandhi-Chavez.

En su sitio Internet, Militante publica artículos con cintillos tales como “¡Hay que llevar hasta el final las ideas de AMLO!”Acatando las órdenes de su comandante, Militante incluso convocó una charla en el mega plantón sobre “Gandhi, la no violencia y la resistencia civil”. Estos son los mismos impostores que alaban al presidente venezolano nacionalista Hugo Chávez y pretenden instruir a ese militar burgués en materia de trotskismo. Siguiendo el  Pensamiento AMLO-Gandhi-Chávez, haciendo “entrismo” en partidos burgueses desde México hasta Pakistán, su Tendencia Marxista Internacional fundada por el recientemente fallecido Ted Grant y actualmente dirigida por Alan Woods, quiere ser el ala “de izquierda” de todo “movimiento” en boga. Más que una táctica oportunista, para estos artistas del disfraz, es el seguidismo lo que define su programa mismo. Su “militancia” hueca llega al ridículo extremo de criticar los llamados a boicotear a Coca-Cola, Pepsi-Cola, Sabritas, etc. (por su apoyo a la campaña panista) por atentar contra los principios de una buena dieta. En lugar de no consumir papas fritas y gansitos, esgrime, “¡Mantengamos nuestra sociedad libre de grasa y colesterol! ¡Por la huelga general en contra del fraude!” Sin embargo, estos paladines de la huelga general contra la grasa y el colesterol no se muestran tan optimistas sobre el desenlace de la lucha, aduciendo que aún “si finalmente se impone a Calderón” ellos se quedarán con sus comités contra el fraude.

Otro grupo que aboga por una “huelga nacional contra el fraude” (para imponer un presidente burgués) es la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), parte de la Fracción Trotskista formada por ex seguidores del difunto seudotrotskista Nahuel Moreno. Aunque pretende que serían los trabajadores y no AMLO los que convoquen una huelga tal, el planteamiento de la LTS no es menos seguidista. Hace hincapié en la política de mano dura contra las luchas obreras y populares, pero la identifica exclusivamente con el gobierno del PAN, haciendo caso omiso del hecho de que el PRD ha sido copartícipe en cado uno de los casos recientes de represión antiobrera.

La LTS: furgón de cola del "expreso" AMLO.

En abril y mayo de 2005 durante las grandes movilizaciones en torno al desafuero de López Obrador, la LTS al principio aparentó adoptar una posición independiente, pero finalmente capituló ante la popularidad de AMLO. Esta vez no dudaron un minuto en enganchar su vagón a la cola del frente popular lopezobradorista. Tan pronto como se pronunció la palabra “fraude”, se olvidaron de su endeble oposición puramente formal a la campaña electoral de la coalición PRD-PT-CD. En una declaración del 7 de julio la LTS lanzó un llamado para movilizarse junto con el PRD, haciendo explícitas las razones de su viraje. Después de decirse favorables a una “salida revolucionaria a la miseria y explotación capitalista”, agregan:

“Sin embargo, conscientes de que la mayoría de los trabajadores aun no comparten esta salida, y ante el hecho de que millones repudian el fraude considerando que es posible lograr una verdadera democracia en los marcos del régimen burgués, los convocamos a luchar juntos por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana.”

Así la LTS admite textualmente que su política democraticista heredada de Moreno está determinada por las ilusiones de las masas. Podríamos sugerir, con todo respeto, que en honor a la verdad estos neo-morenistas cambien el nombre de su grupo a LTS-Con la Corriente.

Como el Peje, la LTS “no está sola”. El año pasado, la totalidad de la izquierda se sumó a las movilizaciones a favor de AMLO y en contra del desafuero, con la única excepción del Grupo Internacionalista. El gobierno de Fox, con el apoyo del PAN y el PRI en el Congreso, quería quitarle el fuero que le confería a López Obrador su cargo ejecutivo en tanto jefe del gobierno del Distrito Federal. Como revolucionaros proletarios nos oponemos al fuero ejecutivo, que exime a los gobernantes capitalistas de ser enjuiciados por sus actos oficiales (a diferencia del fuero parlamentario, que tiene el propósito a proteger a los legisladores de la intimidación gubernamental). El fuero ejecutivo es la pantalla que legaliza la impunidad de los asesinos gubernamentales, como por ejemplo el ex presidente Luis Echeverría, para evadir las acciones legales en su contra por su responsabilidad en las masacres de 1968 y 1971. Explicamos que, como cuestión democrática elemental, nos opondríamos a todo intento de prohibir a López Obrador que se lanzara como candidato. Sin embargo, aunque el propósito evidente de Fox era evitar que AMLO se postulara a la presidencia, el desafuero no tenía ese efecto. Las movilizaciones contra el desafuero eran manifestaciones de apoyo político al dirigente perredista. En realidad, el registro oficial de los candidatos no se hizo sino hasta diciembre de 2005, ocho meses después. Al final, el gobierno despojó a AMLO de su fuero, pero no se le impidió a presentarse como candidato.

Otra organización que se reclama falsamente como trotskista, el Grupo Espartaquista de México (GEM), también se sumó a las movilizaciones a favor de AMLO con un volante titulado “¡Abajo el desafuero de López Obrador” repartido en las manifestaciones del 7 y 24 de abril de 2005. Luego publicó una polémica furiosa contra el Grupo Internacionalista por habernos rehusado a apoyar esas movilizaciones perredistas. El GEM se estableció a finales de los años 80 tras la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas y la posterior fundación del Partido de la Revolución Democrática. Frente a la capitulación de los seudotrotskistas a Cárdenas, durante diez años el GEM insistió en la necesidad de oponerse al frente popular cardenista. No obstante, menos de un año después de la expulsión de cuadros dirigentes y juveniles del GEM que luego formaron el Grupo Internacionalista, y justo al momento en que Cárdenas fue elegido jefe del gobierno del D.F., el GEM descubrió que no hay, y no puede haber, un frente popular en México. Señalamos en esa época que el GEM negaba la existencia de un frente popular porque no quería combatirlo. Con  su apoyo a las manifestaciones perredistas en torno al desafuero de AMLO, el GEM nos dio razón.

Respondiendo a nuestra crítica de su capitulación ante la popularidad del PRD burgués y para justificar su defensa del fuero ejecutivo de López Obrador, un precepto legal altamente antidemocrático, el GEM escribió que “el GI recurre a abstracciones democráticas” y que “este grupúsculo se jacta de la más absoluta indiferencia frente a la campaña jurídica contra López Obrador” (Espartaco No. 24, verano de 2005). Más recientemente, sin embargo, el GEM silba otra tonada. En un artículo sobre las elecciones mexicanas, opina:

<>“El potencialmente explosivo hartazgo generalizado entre los obreros y la población pobre con las políticas económicas derechistas de los regímenes anteriores ha sido eficazmente canalizado, por el momento, hacia el apoyo al PRD y a AMLO en particular, como quedó claro con las enormes manifestaciones contra el proceso de desafuero de AMLO el año pasado, especialmente la marcha del 24 de abril, que movilizó a 1.2 millones de personas –la manifestación más grande en la historia del país.”
<>Espartaco No. 25, primavera de 2006

¿Reconocen entonces que las movilizaciones contra el desafuero eran movilizaciones de apoyo político a López Obrador, tal como señalamos en ese momento? ¿Y cuál es su conclusión? La lógica de su política del año pasado debería llevar al GEM a unirse a la LTS y otras organizaciones en la cauda del movimiento “antifraude”. En 20005, López Obrador y el PRD aprovecharon hábilmente la andanada foxista para conseguir apoyo masivo a favor de su candidatura burguesa. En ese momento era clave luchar por mantener la independencia de clase del proletariado con respecto a todos los partidos y políticos burgueses, como lo es también hoy. En tales momentos es vital que los revolucionarios sepan nadar contra la corriente.

Lo que vivimos hoy en México es una campaña frentepopulista de protestas en contra del fraude electoral. Generalmente, los movimientos “contra el fraude” se mantienen dentro del marco de la política electoral capitalista, como el de los “progresistas” burgueses norteamericanos o de las luchas contra la dictadura porfirista en México a principios del siglo XX. Es evidente que con consignas como “Sufragio efectivo, no Calderón”, una de las más coreadas en el Zócalo el 8 de julio, muchos partidarios de AMLO están haciendo un paralelo con la campaña de Francisco I. Madero contra Porfirio Díaz de 1910. Los grupos izquierdistas que se han sumado a las protestas “antifraude” pueden hacerse ilusiones de que están participando en los inicios de una nueva Revolución Mexicana.

Sin embargo, no fue la campaña maderista por el “Sufragio efectivo, no reelección” (que también fue lema de Díaz al inicio de su reinado) lo que originó la Revolución de 1910-1917, sino la resistencia de los insurgentes campesinos dirigidos por Emiliano Zapata que se alzaron independientemente en contra de la represión porfiriana. Luego resistieron a las masacres del general Victoriano Huerta que actuaba bajo las órdenes del ya presidente Madero. Los izquierdistas lopezobradoristas de hoy pueden ufanarse de jugar el papel no de neo-zapatistas sino de neo-maderistas de la primera hora.

En el México de hoy, la oposición al dominio del PRI-gobierno fue canalizada hacia el PRD o el PAN, partidos burgueses de “izquierda” y derecha, respectivamente. Pero en ocasiones, durante períodos de aguda tensión social, el descontento popular sube de temperatura y desemboca en agudas luchas de clase que no se libran en el terreno electoral, sino en verdaderas batallas callejeras que apuntan a una guerra civil. Es precisamente ese espectro el que agita el gobierno de Fox para asustar a la pequeña burguesía. Y es precisamente en tales condiciones que los revolucionarios proletarios intervendrían al lado de las masas trabajadoras que luchan por defender los derechos democráticos contra la imposición de un gobierno en lo que, más que un golpe “técnico”, sería un verdadero acto de fuerza golpista.

Recientemente en Haití, fuerzas reaccionarias intentaron robar unas seudo elecciones celebradas bajo la supervisión de fuerzas de las Naciones Unidas, un dominio colonial apenas disfrazado, para impedir que el candidato favorito entre los habitantes de los barrios pobres, René Préval, asumiera el poder. En un artículo titulado “Intentona de robo electoral en Haití” (The Internationalist No. 23, abril-mayo de 2006), afirmamos:

“Ante el enfrentamiento abierto en las calles en torno al intento por parte de reaccionarios derechistas de robar las elecciones, los marxistas revolucionarios nos ponemos al lado de la gran masa de haitianos negros pobres y en contra de las fuerzas de ocupación de las Naciones Unidas y la policía haitiana que se encuentran al otro lado de las barricadas; al mismo tiempo, no damos ningún apoyo político a Préval ni a [su mentor, el ex presidente Jean Bertrand] Aristide. Advertimos contra toda ilusión en estos liberales populistas burgueses.... Se precisa una movilización de clase en las fábricas en ambos lados de la frontera Haití-República Dominicana, para dirigir a los pobres del campo y de la ciudad en contra de sus explotadores y opresores. Los trotskistas nos opusimos a votar por ‘Préval prezidan’, lo mismo que por cualquiera otro de los candidatos burgueses, y hoy llamamos a formar comités de obreros y de pobres para expropiar a la burguesía y expulsar a las tropas mercenarias de la ONU que mantienen la ocupación de Haití.”

Haití, febrero de 2006: la protesta contra el fraude sale del marco electoral burgués. La LIVI llamó a la formación de comités de defensa obrera para expulsar a la ONU y expropiar a la burguesía. (Foto: Enrique Muñoz/Reuters)

Hoy en México, la lucha por la formación de comités de defensa obrera debe estar dirigida no sólo en contra del gobierno panista en Los Pinos, sino también en contra del gobierno perredista del Distrito Federal. No hay que olvidar que el recientemente elegido jefe de gobierno del D.F., Marcelo Ebrard, fue el titular de la Secretaría de Seguridad Pública bajo la administración de López Obrador. Fue él quien contrató la asesoría de la compañía de Giuliani para implementar el programa de “cero tolerancia” con el que se asedió a las colonias populares, incluidas aquellas en las que ha habido protestas por el incremento en los precios del agua y por la escasez del líquido que han resultado de la privatización emprendida por AMLO. Es muy probable que si llega el “momento de la verdad” y el PRD decide poner fin a las protestas en contra del fraude por peligrar la “estabilidad” y la “gobernabilidad” burguesas, los manifestantes enfrentarían en primera línea a la policía de Ebrard.

Hoy México vive una situación social agitada, con importantes luchas obreras que coinciden con una crisis política de la clase dominante capitalista. Es en momentos como éste cuando se torna más urgente la construcción del núcleo de una vanguardia proletaria, leninista por su organización y trotskista por su programa de revolución permanente. Sin embargo, la política de los grupos oportunistas que se suman a la actual movilización electoral lopezobradorista se contrapone por el vértice al leninismo y al trotskismo. El Grupo Internacionalista, sección mexicana de la Liga por la IV Internacional, que es la única organización que ha resistido la tentación frentepopulista a la que ha capitulado el conjunto de los oportunistas, se plantea la tarea de construir el núcleo de esta indispensable dirección revolucionaria.

Mientras la contienda se libra en el marco parlamentario capitalista, los trotskistas nos negamos a dar apoyo político a fuerzas burguesas como el frente popular alrededor del PRD. Llamamos a no votar ni por el “neoliberal light” Andrés Manuel López Obrador ni por el tecnócrata privatizador Felipe Calderón. El objetivo de nuestra lucha es forjar un partido obrero revolucionario, leninista-trotskista. Si el conflicto se presenta en el terreno de la lucha de clases, los revolucionarios intentaríamos movilizar la fuerza de la clase obrera, no para “defender el voto”, sino para defender a los trabajadores en contra de una amenaza bonapartista. Nuestro propósito no es maquillar la democracia burguesa con una nueva constitución o asamblea constituyente, sino derrocar el dominio capitalista y establecer un gobierno obrero y campesino, para iniciar la revolución socialista en México y en el resto del continente. n


Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com

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