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septiembre de 2008 ¡Expropiar a la burguesía mediante la
revolución obrera! ¡No al rescate de los
especuladores capitalistas! Reservas
de oro el el Banco Federal de Reserva de Nueva York. Desde el 1971, el
dólar norteamericano no es respaldado por oro, sino
sencillamente por la confianza en los EE.UU. ¿Hasta cuando? 25 de SEPTIEMBRE –
En la última quincena, la crisis financiera en curso desde
principios de 2007
ha llegado al punto de ebullición. El mercado crediticio
prácticamente ha
dejado de funcionar. Una verdadera ola de pánico se ha extendido
por todo el
mundo. La economía capitalista está en medio de una
recesión que podría
convertirse en una depresión que duraría años. Las
filas de desempleados crecen
como resultado de la eliminación de casi 800,000 puestos de
trabajo en los
últimos diez meses. La ejecución de hipotecas ha
resultado en el desalojo de
más de un millón de familias de sus casas en un
año. Los ingresos de los
trabajadores están cayendo en picada. Mientras tanto, los
imperialistas
norteamericanos libran una interminable guerra de pillaje desde Irak y
Afganistán hasta las Filipinas y América Latina,
exigiendo que el mundo se
incline ante su diktat. En medio de esta grave
situación económica, los especuladores de Wall Street que
iniciaron esta crisis
están exigiendo que el gobierno les pague un
rescate de 700 mil millones de dólares. El costo
real del rescate será
mucho mayor: llegará hasta un billón de dólares.
Los banqueros mantienen a la
economía como rehén. El régimen de Bush amenaza al
Congreso con que si no cede
al chantaje, entonces habrá un colapso financiero y la
economía mundial se
parará en seco. Estas previsiones apocalípticas se han
ganado cierta
credibilidad, toda vez que el sistema financiero capitalista
está prácticamente
paralizado. Sin embargo, no hay indicio alguno de que este enorme
soborno vaya
a reiniciar los mercados crediticios, como tampoco lo hicieron los
cientos de
miles de millones de dólares que el Banco de la Reserva Federal
ya ha inyectado
al sistema bancario. El gobierno republicano
está
intentando equilibrarse en la cuerda floja. Por un lado, finge que lo
que hace
falta son unas pequeñas “correcciones” en lo que –en el fondo–
sería una
economía sana. Por otro lado, sin embargo, amenaza con que si su
programa no es
aprobado, entonces el sistema financiero llegará a su
Apocalipsis. Después de
que se declarara la quiebra de Lehman Brothers, el cuarto mayor banco
de
inversión de Estados Unidos, el candidato presidencial
republicano John McCain
afirmó que “los cimientos de nuestra economía son
fuertes”. El secretario del
tesoro, Henry Paulson, juzgó por su parte que “los fundamentos
económicos a
largo plazo de los Estados Unidos son sólidos”. Como
señaló un experto en
cuestiones económicas, “Hay una regla general según la
cual, cuando el gobierno
afirma que los fundamentos son sólidos, es tiempo de vender [las
acciones]” (New York Times, 16 de septiembre). Y si
dicen que los fundamentos “a largo plazo” están en condiciones
óptimas,
significa que a corto plazo están en apuros y hay que vender las
acciones ya. Esto es precisamente lo que hicieron
los inversionistas, generando la caída en picada de los
índices bursátiles Dow
Jones y NASDAQ. Azuzando el espectro de una
nueva depresión económica como la que comenzó en
1929, el gobierno quiere
amedrentar a la población en general e intimidar al Congreso
para que apruebe
su enorme chantaje. Su posición es que esta semana se aprueba el
rescate de
Wall Street o sufrirán unas consecuencias insoportables. Muchos
ya están
muertos de miedo, pues para el país real la crisis ya
llegó desde hace meses.
Pero aprobar un regalo de cientos de miles de millones de
dólares a los bancos
no va a impedir que la gente siga siendo echada de sus casas, ni
generará
empleos para los que se quedaron sin trabajo. Mientras tanto, los
demócratas
han tomado la delantera en la defensa del rescate bancario de Bush. No
por
casualidad el demócrata de Nueva York, Chuck Schumer, es
conocido como “el
senador de Wall Street”, y el candidato del Partido Demócrata a
la
vicepresidencia, Joe Biden de Delaware, fue apodado “el senador del
MBNA”, la
gran compañía de tarjetas de crédito que el Bank
of America compró hace un par
de años. Asimismo, es la mayoría demócrata en el
Congreso la que sigue
financiando las guerras de Irak y Afganistán. El candidato demócrata
Barack
Obama culpa de la crisis en Wall Street a la “codicia y la
irresponsabilidad”
(¿es que ahora hay capitalismo sin codicia?) y dice que no debe
darse un
“cheque en blanco a Washington” para que la resuelva. El líder
de la mayoría
demócrata en el Senado, Harry Reid, repite que el Congreso no
debe dar al
presidente Bush un “cheque en blanco” con los 700 mil millones de
dólares del
rescate. Dice que los demócratas harán “lo necesario”,
pero que impondrán
algunas condiciones. Lo que piden es que se forme una “junta de
vigilancia” que
supervise la operación, además de permitir a los jueces
de quiebras imponer
nuevos plazos de pago y tasas de interés en los procesos de
hipotecas en mora;
otorgar al gobierno acciones en los bancos a cambio de que asuma sus
préstamos
improductivos y que se impongan topes a los salarios de los ejecutivos
cuyas
empresas reciben apoyo financiero por parte del gobierno. Marchando al paso de los
demócratas,
el Central Labor Council (CLC – Consejo Sindical Central) de Nueva York
convocó
una “conferencia de prensa y movilización de emergencia” en el
distrito
financiero de Manhattan para el 25 de septiembre, bajo la consigna de
“No al
cheque en blanco para Wall Street”. El programa de siete puntos del CLC
sólo
repite las condiciones de la fracción demócrata del
Congreso, entre ellas la de
una “agresiva supervisión pública” del rescate, el “poner
alto a la fiesta
remunerativa de los ejecutivos”, usar “herramientas legales y
financieras para
detener las ejecuciones hipotecarias”, “rechazar los cortes impositivos
de
Bush”, etc. John Sweeney, secretario de la AFL-CIO, se presenció
con una carta
dirigida al Senado en la que dice que todo plan de rescate debe
“enfocarse a la
desastrosa debilidad de nuestro sistema regulatorio de las finanzas”. El secretario del Tesoro,
Henry Paulson, se opone a todo condicionamiento, alegando que
imponerlas podría
“limitar la participación del mercado” –es decir, que los bancos
preferirían
mantener en sus libros los préstamos improductivos y rehusarse a
otorgar nuevos
préstamos. No obstante, en muy poco tiempo llegarán a un
arreglo. Todo
condicionamiento anexo será inofensivo, y simplemente
endulzará un poco el
trago amargo. La junta “independiente” propuesta por el
demócrata Barney Frank
para supervisar el rescate estaría compuesta por los jefes del
Banco de la
Reserva Federal, de la Corporación
Federal de Seguro del Depósito (FDIC) y de la
Comisión de Valores (SEC),
más dos “expertos” financieros “externos” designados por los
líderes de las
fracciones demócrata y republicana en el Congreso. Sin importar
bajo qué
rúbrica se presente, esta comisión estará
compuesta por banqueros de Wall
Street. Los “reguladores” se regularán a sí mismos.
¡Vaya “independencia”! Además, la causa de la
actual
situación no se encuentra en la “laxitud regulatoria”, como
afirman los
demócratas. La crisis también ha embestido a los bancos
comerciales, que
representan el sector más fuertemente regulado de la
economía norteamericana.
El problema no es el “fundamentalismo libremercadista” ni el
“neoliberalismo”,
sino el capitalismo. E incluso si el
Congreso pudiera aprobar algunas o incluso todas las condiciones de los
demócratas, el rescate seguiría
representando un soborno colosal a los especuladores capitalistas.
Muchos
lo comprenden, así sea de manera instintiva. En la
manifestación sindical del
25 de septiembre en el distrito financiero de Nueva York, trabajadores
con
cascos coreaban la consigna “no al rescate de Wall Street”, lo que
ciertamente
no estaba incluido en el programa de los jefazos de la AFL-CIO. Mientras
que los plutócratas, demócratas y burócratas
sindicales apoyan el rescate
bancario de Bush para apuntalar el capitalismo norteamericano, es deber
de los
marxistas
oponerse a este regalo de un billón de dólares a los
especuladores de
Wall Street. Sin importar qué “reformas” se le añadan,
este enorme soborno al
capital financiero representa un crimen en contra de la clase obrera,
que ya
está sufriendo el incremento del desempleo y la caída de
sus ingresos. En lugar
del subsidio a los bancos, llamamos por
la expropiación de los financieros y del sistema bancario en su
conjunto de la
única manera en que esto es posible: mediante una
revolución obrera. El diktat del capital financiero El rescate financiero deja al
desnudo el funcionamiento de la “democracia” capitalista, justo en
medio de la
campaña electoral. Deja en claro que cualquiera que sea el
candidato que gane,
será Wall Street el que dicte las órdenes. El rescate
bancario convertiría al
secretario del Tesoro en un dictador, con la posibilidad de emplear 700
mil
millones de dólares a su entera discreción. La breve
propuesta gubernamental
(que consiste en sólo dos páginas y media) es un plan
para la descarnada
dictadura del capital financiero, sin los disfraces usuales de las
votaciones
en el Congreso. Según su formulación original, “las
decisiones del secretario
en cumplimento de esta ley no están sujetas a revisión y
son de competencia
exclusiva de la agencia; tampoco pueden ser revisadas por ningún
tribunal, ni
por ninguna otra agencia gubernamental”. Designar al secretario del
Tesoro como encargado de “regular” los bancos es como hacer que el lobo
cuide
las ovejas. Cuando Henry Paulson dijo al Congreso que “lo único
que nos
importa” es el “contribuyente norteamericano”, provocó risitas
en el auditorio.
Esto es tan digno de crédito como los mensajes bancarios
automatizados de que
“su llamada es importante para nosotros”, mientras uno hace una cola
interminable para hablar con una persona de carne y hueso. Paulson es
el ex
presidente de Goldman Sachs, el único banco de inversión
independiente que
sigue en pie. Otro ex miembro de Goldman Sachs es el portavoz de la
Casa
Blanca, Josh Bolton. No se trata exclusivamente de republicanos. El
principal
patrocinador financiero de la campaña presidencial del
demócrata Barack Obama
es… la firma Goldman Sachs. Y el secretario del Tesoro durante el
gobierno
demócrata de Bill Clinton fue Robert Rubin, el ex presidente de
Goldman Sachs
que actualmente encabeza Citigroup y que es uno de los principales
asesores
económicos de Obama. ¡Vaya “democracia”! El alcance de este regalo a
los banqueros capitalistas es enorme. El precio putativo de 700 mil
millones
equivale al costo total de la guerra de Irak. Se suman a los 565 mil
millones
que ya se han entregado a Wall Street a lo largo de este año
(200 mil millones
del programa de préstamos de la Reserva Federal a cambio de
valores respaldadas
por hipotecas; 30 mil millones a JP Morgan por la toma del banco de
inversiones
Bear Stearns; 200 mil millones por la compra gubernamental de las
aseguradoras
hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac; 85 mil millones por la compra de
la
gigante aseguradora AIG; 50 mil millones para apuntalar los fondos del
mercado
de dinero), además de derechos ilimitados de préstamo
para los principales
bancos de inversión de la “ventanilla de descuentos” de la
Reserva Federal.
Pero nada de esto ha inducido a los bancos a otorgar préstamos
otra vez, y nada
indica que la inyección de otro billón de dólares
vaya a ser suficiente. A cambio de la absorción
de
seguros hipotecarios “tóxicos”, el futuro de todo tipo de
programa social
estará hipotecado. El enorme costo del rescate bancario
será blandido para
recortar el presupuesto en los rubros de educación, salud y
otras necesidades.
Entretanto, la creciente deuda federal llegará según los
pronósticos a más de
un billón de dólares este año, y el plan de
rescate bancario incluye
incrementar el límite de la deuda nacional acumulada a
más de 11 billones de
dólares. Esto ya ha extendido el nerviosismo a toda la
“comunidad financiera”
internacional. El lunes, el dólar estadounidense sufrió
la mayor caída frente
al euro desde 2001. A los inversionistas les preocupa que el bombeo de
tantos
miles de millones de dólares a la economía que
está realizando el gobierno
federal atice la inflación y reduzca el valor de sus
dólares. Durante muchos años, la
economía norteamericana ha funcionado con enormes subsidios
provenientes de los
bancos estatales del Este asiático que han comprado bonos del
Tesoro para
cubrir el déficit presupuestal del gobierno, además del
déficit en la balanza
comercial de más de 600 mil millones de dólares anuales.
Si la crisis
financiera genera un crac bursátil y la retirada masiva de
fondos de los bancos
comerciales, se vería acompañada por una estampida para
liquidar activos en
dólares, que desde 1971 se sostienen únicamente con la
confianza de los bancos
centrales del mundo que consideran las reservas de billetes verdes como
una
garantía de estabilidad. Una vez que la confianza se haya
acabado, el castillo
de naipes se vendrá abajo. La “implosión” del sistema
financiero podría dar
inicio a un “invierno nuclear” en la economía capitalista
global. “¿Todavía
crees en el capitalismo?” La vertiginosa
intensificación
de la crisis financiera presenta cuestiones fundamentales. El New York Times (20 de septiembre)
publicó recientemente un artículo en el que ofrece
consejos a los lectores
acerca de lo que podrían hacer con “su dinero”. En ese
artículo se dice que
para minimizar los riesgos, “antes de hacer algo con tu portafolio de
inversiones, debes hacerte esta pregunta: ¿todavía crees
en el capitalismo?” El
Times dice en un editorial que la
crisis bancaria es resultado del “capitalismo sin restricciones”.
¿Y cuál es la
alternativa de su preferencia? Como los políticos del Partido
Demócrata y los
burócratas sindicales, lo que quieren los editores del New York Times es un “capitalismo con restricciones”.
Pero la “regulación”
de los mercados no ha podido poner fin a los ciclos de expansión
y colapso del
capitalismo, ni tampoco podrá hacerlo ahora. A los ideólogos del libre
mercado, les gusta citar al economista austriaco Joseph Schumpeter
cuando se
refiere a la “destrucción creativa” que genera el capitalismo
para barrer con
las estructuras económicas anticuadas. Pero hoy en día,
cuando los salarios y
los estándares de vida de los trabajadores se han visto
seriamente erosionados,
cuando los programas sociales son drásticamente recortados, no
hay nada de
creativo en la destrucción generada por los que se pretenden
amos del universo.
He aquí el capitalismo en plena decadencia, en su época
imperialista de guerras
y revoluciones. Lo único que ha cambiado la
“globalización” es la velocidad con
la que se extienden las crisis económicas a escala internacional. Hoy se habla mucho acerca de
un supuesto “socialismo para los ricos”, particularmente entre los
republicanos
de derecha (pero también entre algunos izquierdistas
crédulos) que se oponen al
rescate. Entre los genios financieros que están a punto de ser
despedidos de
Lehman Brothers, se contaban chistes de humor negro acerca de la
“República
Popular de Wall Street”. Pero lo que se ha propuesto como medio para
solucionar
la crisis en el centro mundial de las altas finanzas no tiene nada que
ver con
el socialismo. Está mucho más cerca, en cambio, de la
regimentación
corporativista del capitalismo asociada con la Italia de Benito
Mussolini. Ilusión y realidad. En el fondo, propaganda dice, "El estándar de vida más alto
del mundo." En el frente una cola de trabajadores sin trabajo en 1937. Esto va de la mano con la
creciente eliminación de los derechos democráticos. La
clase dominante está
forzando el rescate bancario con el mismo tipo de tácticas
intimidatorias que
usó para promulgar la ley PATRIOT U.S.A. tras los ataques del 11
de septiembre
de 2001 contra el Centro de Comercio Mundial de Nueva York y el
Pentágono. El
resultado ha sido un ataque a gran escala en contra de los inmigrantes,
que se
manifiesta actualmente en las redadas estilo Gestapo que realiza la
policía
migratoria del ICE, y en el monitoreo y vigilancia gubernamental de
millones de
ciudadanos sin autorización judicial. El más reciente
“plan de seguridad” para
Nueva York, conocido como la “Iniciativa de Seguridad del Bajo
Manhattan”,
vislumbra un “cerco de hierro” en torno a Wall Street, con equipos
móviles fuertemente
armados de la policía de Nueva York, y la colocación de
cámaras de televisión
en todas las entradas callejeras y en las salidas del metro al distrito
financiero, de modo que se pueda escanear el rostro de quienquiera que
ingrese
a la ciudadela de las altas finanzas. ¡Así que hay que
manifestarse en Wall
Street mientras todavía es posible! Ésta no es la primera vez
que
la clase dominante ha recurrido a medidas de tipo corporativista para
reforzar
los tambaleantes pilares del capitalismo norteamericano. En los
años 30, el
demócrata Franklin Delano Roosevelt creó varios cuerpos
semigubernamentales en
conjunción con dirigentes empresariales bajo la égida de
la National Recovery
Administration (NRA–Agencia para la Recuperación Nacional). De
acuerdo con la
mitología liberal, fue el financiamiento deficitario de corte
keynesiano
instrumentado por Roosevelt, así como la regulación
bancaria y el
corporativismo de la NRA, lo que sacó a EE.UU. de la Gran
Depresión. Pero la
verdad es bien distinta. A la primera depresión iniciada en 1929
siguió una
segunda grave recaída a finales de los años 30, y fue la
Segunda Guerra Mundial
la que finalmente redujo el desempleo masivo y puso a funcionar la
economía
industrial a plena capacidad. Hoy también, la
turbulenta
crisis financiera que ha sacudido los mercados bursátiles y los
bancos del
mundo apunta, en último término, hacia una nueva guerra
imperialista. Asimismo,
la guerra contra Afganistán e Irak prepara las bases para una
nueva
conflagración mundial. El objetivo de EE.UU. en Medio Oriente no
es hacerse del
petróleo iraquí para su propio consumo, sino controlar la
producción y
distribución de este vital insumo para así dominar a sus
aliados y rivales
imperialistas de Europa y Japón. Lo que quiere el gobierno
norteamericano es
tener su mano puesta sobre la llave petrolera, pero ahora sus “aliados”
se
están impacientando. En un discurso pronunciado ante las
Naciones Unidas, el
presidente francés Nicholas Sarkozy calificó como
“demencial” al actual sistema
financiero dominado por los Estados Unidos. A final de cuentas, la
guerra en
Medio Oriente, la crisis financiera en Wall Street, el ataque contra
los
derechos democráticos y el ataque contra el empleo y los niveles
de vida de los
trabajadores forman parte de la misma guerra
de clase de los imperialistas norteamericanos, y apunta hacia una
Tercera
Guerra Mundial termonuclear. No al rescate bancario,
sí a la revolución socialista En la última semana se ha
convertido en lugar común decir que la actual es la mayor crisis
económica
desde la Gran Depresión de los años 30. Algunos
economistas burgueses la están
llamando ya la crisis financiera del siglo. En cualquier caso, dista
mucho de
haber terminado. El pánico que prevalece en Wall Street
está a sólo un paso de
desembocar en un verdadero crac bursátil, cuyas ondas de choque
se extenderían
por el mundo entero. Los bancos tienen billones de dólares que
se niegan a
prestar porque no saben cuán expuestos están los otros
bancos a préstamos
improductivos y ni siquiera saben qué proporción de sus
propios valores basados
en hipotecas, canjes de deuda por impagos, y otros productos derivados
estén en
riesgo. Además, en junio pasado, las 500 empresas
norteamericanas del índice
Standard & Poor’s (sin incluir los bancos) tenían al menos
650 mil millones
de dólares en efectivo a la mano (Financial
Times, 24 de septiembre). Y con todo, le piden a los trabajadores
que
paguen la cuenta del rescate bancario mediante el pago de impuestos. A finales de los años 30,
el
revolucionario ruso León Trotsky presentó el Programa de
Transición con el
propósito de “ayudar a las masas, en el proceso de la lucha
cotidiana, a
encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa
socialista de la revolución. Este puente debe contener un
sistema de reivindicaciones transicionales, que
partan de las condiciones actuales y de la actual conciencia de amplias
capas
de la clase obrera y conduzcan invariablemente a un solo resultado
final: la
conquista del poder por parte del proletariado.” En la crisis actual,
los
obreros con conciencia de clase deben luchar por la formación de
comisiones
obreras que abran los libros de
contabilidad de las corporaciones financieras para establecer
qué han
estado haciendo los especuladores bursátiles y los banqueros.
Ante el aumento
en el desempleo y la inflación, deben luchar por una escala
móvil de salarios y de horas de trabajo, para dividir el
trabajo disponible entre todos los trabajadores y aumentar los salarios
de los
trabajadores para contrarrestar los estragos de la inflación. Protesta
“radical”
con bandera de barras y estrellas en Wall Street, el 25 de septiembre,
alimenta ilusiones reformistas. Una de las principales consignas
pregonaba el retorno a la política del New Deal
[Nuevo Trato] del presidente Franklin Delano Roosevelt en los
años 30. Sin embargo, el Nuevo Trato de FDR no puso fin a la
Gran Depresión, fue la guerra imperialista mundial que lo hizo.
¿Y hoy? En Nueva York, en lugar de
intentar embellecer el rescate bancario, los sindicatos deben
prepararse para
salir en huelga en contra de los recortes que el multimillonario
alcalde
Bloomberg ha anunciado. Esto exige una alianza en la lucha con las
poblaciones
negra y latina en los guetos y los barrios, con los inmigrantes, con
los
trabajadores no sindicalizados y con los estudiantes del vasto sistema
de la
Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). En una lucha de clase como ésta, se puede conseguir
apoyo incluso de sectores fuertemente atribulados de la clase media. La
clase
obrera tiene el poder, como lo mostró la huelga de los
trabajadores del
transporte metropolitano de 2005, de detener la actividad
económica de la
ciudad. Pero para usar este poder es necesaria una genuina
“movilización de
emergencia”, para hacer trizas la
antisindical Ley Taylor que prohíbe las huelgas. Varios grupos de la izquierda
oportunista han aprovechado la cuestión del rescate para
presentar sus recetas
como respuesta a la crisis financiera dentro del marco capitalista. El
Party
for Socialism and Liberation (PSL – Partido por el Socialismo y la
Liberación),
por ejemplo, ha publicado un nuevo sitio de Internet llamado
votenobailout.org,
en el que declara: “en lugar de tomar dólares de los impuestos
que pagamos y
dárselos a los que ya son ricos y poderosos, estos fondos
deberían ser usados
para tener… empleos bien pagados, vivienda accesible, un sistema de
salud
adecuado y una buena educación para nuestros niños…. Haz
clic aquí para enviar
tu carta al Congreso”. Ésta es la más reciente
versión de la consigna de
“empleos en lugar de guerra”, “educación en lugar de
ocupación”, presentada por
todos los reformistas. Pero la actual crisis financiera muestra
precisamente que
no se trata de un asunto de prioridades presupuestales. Incluso si no
hubiera
guerra ni crisis financiera, la burguesía no
desembolsaría los fondos para
tener empleos decentes ni sistemas adecuados de salud y
educación para la
población trabajadora. Curiosamente, la International
Socialist Organization (ISO – Organización Socialista
Internacional) dice en un
editorial que “ahora que el gobierno de Estados Unidos ha emprendido
varias
quasi nacionalizaciones”, como las de Fannie Mae y Freddie Mac,
“¿por qué no
debiera el propietario público de estas compañías
insistir en que se impusiera
una moratoria a la ejecución de hipotecas?” (Socialist
Worker, 19 de septiembre). Pasan por alto el hecho de que
el “propietario público” a que se refiere es el estado capitalista.
De
mencionarlo, ya habrían dado la respuesta a su pregunta
“inocente”. El Socialist Equality Party
(SEP – Partido Socialista por la Igualdad), por su parte, “propone que
los
principales bancos e instituciones financieras sean nacionalizados y
convertidos
en entidades de interés público operadas bajo el control
democrático de la
población trabajadora” ¿Y cómo es que pretenden
realizar eso? El SEP se opone a
los sindicatos y no se pronuncia por la movilización del
movimiento obrero
organizado. En cambio, llama a apoyar a sus candidatos en las
elecciones. Hacer
clic en una página electrónica para enviar una carta al
Congreso, convencer a
las empresas (capitalistas) de “propiedad pública” de que
detengan la ejecución
de las hipotecas, depositar una boleta electoral a favor de un
seudosocialista:
todos estos remedios alientan la ilusión de que se puede hacer
algo para
enfrentar la crisis financiera en el marco de la democracia burguesa
(de la que
hay bien poca en estos días). Lo que verdaderamente hace falta es movilizar el poder de la clase obrera en una dura lucha de clases. Esto subraya la urgente necesidad de romper con los demócratas y con todos los partidos capitalistas (incluyendo los grupos de presión como el Partido Verde y el “Partido de las Familias Trabajadoras”, que no es nada más que el Partido Demócrata en disfraz). Para hacer esto, es necesario echar a los burócratas pro capitalistas que atan a los trabajadores al Partido Demócrata y que hoy quieren apuntalar los bancos de Wall Street, con condiciones. Urge librar una lucha para forjar un partido obrero revolucionario con el programa necesario para derribar el podrido edificio capitalista y abrir la vía para el genuino socialismo mediante la revolución obrera a escala internacional. ■
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