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noviembre de 2006   

Policías de la PFP huyen de su tanqueta bajo asedio de los defensores de la Universidad Autónoma
  Benito Juárez de Oaxaca, 2 de noviembre. (Foto: Israel Rosas/Reforma)

Durante más de cinco meses Vicente Fox le apostó, sin éxito, al desgaste del movimiento en Oaxaca. Ahora, la represión por medio de la intimidación tampoco le ha dado resultado. A pocas semanas de la toma de posesión el de diciembre del panista Felipe Calderón, declarado “presidente electo” por el Tribunal Federal Electoral, y bajo el impacto internacional del asesinato del periodista-activista norteamericano Brad Will, el tiempo apremia al gobierno foxista. A pesar de la declaración previa de su secretario de Gobernación, el clerical reaccionario Carlos Abascal, de que “en nombre de Dios no haremos absolutamente ninguna represión”, el gobierno ha enviado miles de efectivos de tropas de asalto a Oaxaca. El presidente que empezó su sexenio diciendo que resolvería el conflicto de Chiapas “en 15 minutos”, pretende ahora en su imaginario país de las maravillas de Foxilandia, que su ocupación de Oaxaca ha restablecido “el orden, la paz y la tranquilidad”. Los oaxaqueños, que gritan su ira mientras guardan luto por los últimos de sus 17 caídos, saben bien que el supuesto “saldo blanco” que reporta el gobierno es una mentira. Ahí está el cuerpo del enfermero del IMSS, Jorge Alberto Beltrán, muerto por impacto de una granada de gas, para probarlo.

Desde su entrada a Oaxaca el mediodía del 29 de octubre, las tropas de la PFP (muchos de cuyos miembros provienen de la Tercera Brigada de Policía Militar del ejército, que se transformó en las Fuerzas Federales de Apoyo), se han visto confrontadas y rodeadas por la población trabajadora de la ciudad. Familias enteras salieron a la carretera con pancartas declarando “Oaxaca no es cuartel, fuera ejército de él”. Amas de casa encararon a policías vestidos de robocops con sus máscaras antigas, preguntándolos por qué reprimen al pueblo. Cuando paró un autobús lleno de elementos de la PFP, los vecinos le poncharon las llantas, obligando a los policías a bajar y luego los forzaron a retirarse. Cuando entraron en acción las tanquetas “Cobra”, que arrojan agua a presión mezclada con un químico que irrita el cuerpo para dispersar multitudes, los habitantes retrocedieron unos pasos, pero luego volvieron a la calle. Es interesante que esta arma, concebida para marcar con tinta indeleble a los participantes en “motines”, resulte inútil cuando se enfrenta a una población entera en rebelión. Después de una estira y afloja que duró varias horas, la tropa logró tomar el control del Zócalo de la ciudad. 

Al día siguiente, unos diez mil oaxaqueños marcharon por las calles de su capital ocupada por los esbirros en uniforme gris, desafiando sus tanquetas con cañones de agua y sin dejarse intimidar por los ruidosos golpes de tolete que los policías daban a sus escudos. Voceros de la Secretaría de Seguridad Pública federal afirmaron haber desmantelado “más de 50” barricadas de las más de 3 mil que hay en la ciudad. Sin embargo, el plantón de los maestros en huelga apenas y ha sido remplazado por un campamento militar, rodeado con alambre de púas. Al referirse a la “recuperación” de la plaza central por los policías paramilitares, un hombre dijo a W Radio: “Han logrado instalarse en el Zócalo. A ver cómo salen.” En efecto, los partidarios de la APPO, después de replegarse paso a paso ante el avance de las tropas policiales, levantaron nuevas barricadas alrededor de la PFP, ya atrapada en el centro. Comerciantes del centro histórico se quejan de que los uniformados han saqueado sus tiendas, después de que no hubiera un solo caso de robo en más de cinco meses de plantones. El plantón de la APPO se reinstaló en la explanada de la iglesia Santo Domingo.

Ante la encarnizada resistencia de los maestros oaxaqueños y sus aliados, se ha abierto una serie de grietas en el que hasta ahora había sido el sólido muro de protección del poder estatal en torno al sanguinario gobernador de Oaxaca. El gobierno federal se rehusó obstinadamente a declarar la “desaparición de poderes” por la evidente “ingobernabilidad” del estado; además, ha querido mantener al gobernador Ulises Ruiz en su puesto en aras de una alianza con el PRI que asegure su apoyo a las “reformas” económicas antiobreras que el PAN tiene preparadas. El PRI, por su parte, declaró su inquebrantable decisión de proteger a uno de sus gobernadores en uno de los últimos reductos de poder estatal que aún mantiene el otrora partido-gobierno que dominó el país durante 70 años con su “dictadura perfecta”. En muchos aspectos, la virulencia de la rebelión en Oaxaca se debe a que el antiguo régimen priísta, con su sistema de control corporativista, aunque tambaleante, aún impera en el estado, mientras se ha desmoronado a nivel federal y en gran parte del país. Ahora, sin embargo, el mantenimiento de Ruiz podría representar un peligro para la “seguridad nacional”. En la noche del 30 de octubre, tan pronto como resultó evidente que la población de Oaxaca estaba resistiendo la invasión de la PFP, el Senado votó unánimemente (con el aval de la bancada priísta) una exhortación al gobernador oaxaqueño para que se separe del cargo. Como siempre, “URO” se negó y mandó a sus pistoleros a la calle para montar nuevas provocaciones.

La provocación que desató la batalla de la UABJO: la PFP envió un trascabo para arrastrar las ofrendas florales a los caídos en el Día de los Muertos.
(Foto: Israel Rosas/Reforma)

Ocurrió entonces la confrontación del 2 de noviembre, el Día de Muertos. Mientras que en el resto del país la población fue a los panteones para recordar a sus familiares difuntos, en Oaxaca a primeras horas de la mañana los jefes de la PFP mandaron un trascabo para arrasar con las ofrendas florales a los caídos en una barricada ubicada cerca de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. El propósito evidente era “limpiar” el último baluarte de la APPO y apagar Radio Universidad, que es ahora el único medio de comunicación que sigue en poder de los huelguistas para informar al mundo sobre lo que ocurre y alertar a la gente sobre los lugares a los que hay que ir y explicar cómo responder a los ataques. Aunque los mandos policiales prometieron no atacar la universidad, pronto lanzaron gas lacrimógeno al interior del recinto y enviaron tropas para perseguir a los jóvenes que arrojaron piedras y cohetones en respuesta. Varios provocadores priístas y policías vestidos de civil lanzaron proyectiles a la PFP; cuando fueron detenidos, gritaron “estamos de su lado”, y en poco tiempo fueron dejados en libertad. Decenas de estudiantes y moradores de la zona, en cambio, luego de ser capturados fueron enviados a un campo de concentración militar en las afueras de la ciudad.

Cuando se transmitió el llamado urgente de la APPO para que la gente acudiera a la UABJO que se encontraba bajo ataque, la respuesta de la población fue contundente. Hay videos disponibles en Internet donde se puede ver cómo mujeres envalentonadas se aproximan a los policías, tratando de quitarles sus toletes y escudos; cómo legiones de amas de casa llegan con botes de vinagre y coca colas para aliviar a los intoxicados por las nubes de gas; cómo rompieron adoquines y piedras grandes para producir “munición” para lanzar contra la PFP con resorteras o a mano; y cómo los policías (cuando les acabó su parque de gas) devolvieron las pedradas. Si hasta ese momento la resistencia había sido pacífica, esto ya cambió. Volaron grandes cantidades de bombas molotov que eran transportadas en carritos de supermercado, prendiendo fuego a las tanquetas y produciendo varios heridos entre los agresores uniformados. Se usó también tanques de gas y bazukas de fabricación casera. Con una casi alcanzaron a uno de los helicópteros, quizás aquél en el que el general Héctor Suárez Gutiérrez y el jefe del Estado Mayor de la PFP Ardelio Vargas sobrevolaban el campo de batalla. Sin embargo, lo fundamental fue la llegada de miles de defensores que poco a poco iban rodeando a las tropas.

Se trató de un motín muy al estilo mexicano. La Jornada (3 de noviembre) informa que el combate “dio paso a un respiro: un estudiante encaramado sobre los restos todavía humeantes de un automóvil les recitó a Benedetti. Nadie se movió ante la voz que enfrentó a la policía con el poema titulado ¿De qué se ríe?” (ver recuadro). El estudiante hizo un reclamo a los uniformados, diciendo que entendía que “las condiciones del país los hicieron elegir entre irse de su patria o enrolarse en esa corporación ante la falta de oportunidades” pero que “deberían estar de este lado porque son igual que nosotros. Véanse la tez, las manos, son del mismo color que nosotros, también son huicholes, mixes, tarahumaras.” El relato periodístico termina: “El silencio duró hasta que bajó de la chatarra y fue despedido con aplausos.”

Apelar a los policías invasores para que no repriman puede ser una táctica correcta en ciertas circunstancias, pero en otras podría ser suicida. Es una ilusión peligrosa pensar que la policía “también es pueblo”, como han sostenido incluso grupos que se reivindican como socialistas. En ese momento era evidente que tenían la orden de no usar sus armas; mañana puede ser diferente. A diferencia del grueso del ejército compuesto de soldados conscriptos, la PFP y los comandos de choque militares como los PM y el Grupo de Operaciones Especiales, no son simplemente “hijos del pueblo” ni obreros o campesinos en uniforme. Los policías y los cuerpos especiales son profesionales de la represión, enemigos jurados de los trabajadores. Son el puño armado del estado capitalista, que se sustenta, en la famosa frase de Friedrich Engels, en destacamentos especiales de hombres armados cuya función es proteger los intereses de la clase dominante.

Después de varias horas de combate (que los periódicos capitalinos buscan minimizar como una “refriega”), se logró inmovilizar una de las tanquetas Cobra, para luego prenderle fuego con un cohetón, obligando a sus tripulantes a huir de su vehículo en llamas. Viendo el espectáculo con preocupación, “un general retirado del Ejército Mexicano manda un mensaje al celular que dice: ‘De seguir en Oaxaca, el estado del equipo de vehículos antimotines va a requerir (ya lo requiere) mantenimiento para que pueda estar listo el próximo 1º de diciembre’” (Milenio, 3 de noviembre). Minutos después del incidente con la tanqueta, cuando se les acabó el gas lacrimógeno y los policías se vieron rodeados en cada una de las cinco calles que confluyen al cruce, se dio la orden de retirada.

Los elementos de la PFP regresaron al Zócalo o a su campo militar improvisado en el “Parque de Amor” en las afueras de la ciudad. Algunas horas después, el titular de la SSP Eduardo Medina Mora llegó a Oaxaca y en un hotel de lujo dio una conferencia de prensa para insistir en que “No fue un fracaso, fue una retirada táctica”. Observa Milenio: “Un mesero del hotel que saliendo de trabajar pone una barricada por su barrio, sonríe cuando escucha discretamente las justificaciones que da el funcionario federal.”

“Corretean a la PFP”

Ni siquiera la prensa vendida podía esconder el fracaso de las fuerzas “del orden”. Aún cuando tildaban a los maestros huelguistas y a sus partidarios de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca de “delincuentes”, “subversivos”, “seudoestudiantes”, de constituir una “turba” y de lanzarles cuanto vituperio se les ocurría, tenían que reportar en tono alarmado que los defensores de la APPO le ganaron la batalla de la UABJO a los policías federales. “Corretean a la PFP” proclamó la portada de El Gráfico. “Repele APPO a PFP en la universidad”, declaró Milenio. “Repliegan a PFP” tituló Reforma su artículo de primera plana.

Jóvenes defensores de la UABJO festejan su victoria sobre las fuerzas militares, que regresaron
desanimados a sus campos en el Zócalo de Oaxaca y en el Parque de Amor en las afueras de la ciudad, 2 de noviembre. (Fotos: Tomás Martínez/Reforma y Notimex)

El periódico filopanista publicó una serie de relatos que, desde diferentes ángulos del enfrentamiento, ofrecen la radiografía de lo que ellos mismos califican como “la debacle”. Ahí describen cómo el jefe del equipo de limpia del trascabo que removía la barricada al inicio de la contienda incitó a sus ayudantes a apoyar a la PFP. “Pero fueron rebasados. Tuvieron que subir a sus camionetas y huir”. El artículo prosigue:

“El gritadero no cesaba. La PFP había sacudido un nido de avispas. La gente venía de todos lados. Y todos lanzaban piedras. De 500 pasaron al millar, luego más y más. Salían de distintas esquinas, enardecidos.

“Al grupo de federales que aguantaban los proyectiles al frente los alcanzaron dos bombas molotov. Del otro lado brincaban de gusto. Los efectivos, con chalecos militares pedían a gritos el apoyo, cada minuto era eterno para los uniformados.

“Del otro lado, fiereza. El coraje envolvía cada piedra.

“Eran las 12:15 cuando entraron cuatro tanquetas en acción. Fue un respiro para la tropa. También llegaron las remesas de gas lacrimógeno....

“Pero comenzó la ruidera de cohetes. De alarma. De todas las colonias aledañas bajó la gente. Las mujeres con cubetas llenas de vinagre y trapos. Los varones con tubos, palos y piedras. Y lo mejor de su arsenal: tubos metálicos desde donde lanzaban cohetones al grupo de federales....

“Los proyectiles de gas que lanzaban los policías, desde un helicóptero y por tierra, eran regresados por la gente enardecida.

“Esto provocó el lloriqueo y la falta de aire de algunos, que parecían encontrar consuelo en el hombro de sus compañeros, tras la pérdida de su equipo por los rocazos.

“Día 166, quinto de la PFP en Oaxaca. Seguramente su peor jornada. El operativo fue frenado a pedradas, como en la Intifada de los palestinos.”

Claro está, el ejército israelí ha respondido a la intifada (levantamiento) palestina con un baño de sangre. Por su parte, los mandos militares mexicanos, artífices de la masacre de 1968, aún si no tienen la mentalidad colonialista del ejército sionista de ocupación, no son menos sanguinarios.

Pero esta vez “fracasaron”, enjuicia terminante Reforma. De los “appos”, el periódico dice: “Los jóvenes no entendían que ya habían ganado, y siguieron a los policías por casi un kilómetro lanzando piedras e insultos.” Y de los “pefepos”: “Regresaron con los ánimos abajo y se esparcieron exhaustos en el zócalo. Eran los policías derrotados.”  n

“Seré curioso, ¿De qué se ríe?”



Extractos del poema del escritor Mario Benedetti que fue recitado por un estudiante
durante la batalla con la policía federal que atacaba la Universidad Autónoma
Benito Juárez de Oaxaca, el 2 de noviembre.
(Foto: Tomás Martínez/Reforma)

De su ventana
se ve la playa
pero se ignoran
los cantegriles

tienen sus hijos
ojos de mando
pero otros tienen
mirada triste

aquí en la calle
suceden cosas
que ni siquiera
pueden decirse

los estudiantes
y los obreros
ponen los puntos
sobre las íe

por eso digo
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe...

aquí en la calle
sus guardias matan
y los que mueren
son gente humilde

y los que quedan
llorando rabia
seguro piensan
en el desquite

allá en la celda
sus hombres hacen
sufrir al hombre
y eso no sirve

después de todo
usté es el palo
mayor de un barco
que se va a pique

seré curioso
señor ministro
de qué se ríe
de qué se ríe

 
Léase también:

Arde Oaxaca  (10 de noviembre de 2006)  
La “otra guerra” contra los indígenas de Oaxaca (10 de noviembre de 2006) 
¿Una comuna de Oaxaca? (10 de noviembre de 2006) 


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