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diciembre de 2008 ¡Es preciso organizar guardias obreras de
autodefensa! ¡Control obrero de la producción!
Dirigentes sindicales izquierdistas
¡Forjar un partido obrero leninista-trotskista! 1° de DICIEMBRE de 2008 – En
la tarde del 27 de noviembre,
unos 400 trabajadores de la lechera Alpina en el estado venezolano de
Aragua
ocuparon la planta para exigir que la compañía, de
propiedad colombiana,
cumpliera con sus compromisos contractuales. Al principio, los patrones
intentaron que los trabajadores abandonaran a sus dirigentes de la
Unión
Nacional de Trabajadores (UNT). Al fracasar esa jugada, la
policía estatal
irrumpió en la planta para golpear brutalmente a los
trabajadores, dejando a
cuatro de ellos gravemente heridos. En respuesta, el sindicato
alertó a los
trabajadores del área industrial y, de acuerdo con un informe
del dirigente
estatal de la UNT, Luis Hernández, “en cuestión de
minutos la empresa estaba
rodeada por trabajadores afiliados a la Unión Nacional de
Trabajadores. Gracias
a esta acción solidaria se logró recuperar el control de
la empresa y que los
trabajadores nuevamente ocuparan la misma.” Sin embargo, unas horas
más tarde, cuando se dirigían
a sus domicilios, Hernández y otros dos dirigentes de la UNT que
habían
dirigido la lucha que los trabajadores de Alpina habían librado
ese día
–Richard Gallardo y Carlos Requena– fueron asesinados a tiros en un
centro
comercial en la localidad vecina de Cagua. El esbirro que los
asesinó huyó en
una moto. Los tres sindicalistas eran también dirigentes de la
Unidad
Socialista de Izquierda (USI), que se ha opuesto al gobierno populista
burgués
de Hugo Chávez y sus intentos de imponer la tutela estatal sobre
el movimiento
obrero. Cualquiera que sea la siniestra fuerza que ordenó el
asesinato, el
ataque estuvo dirigido en contra de uno de los sectores más
combativos del
movimiento obrero venezolano. A pesar de la retórica socialista
de Chávez, este
episodio muestra la realidad de la “revolución” bolivariana:
sindicalistas de
izquierda son asesinados, en tanto que las fuerzas de la
represión estatal
burguesa defienden a los patrones. A lo largo del último año, Venezuela ha estado en punto muerto en el enfrentamiento entre el izquierdista régimen nacionalista de Chávez y la derechista oposición pro imperialista. En las elecciones regionales del 23 de noviembre [de 2008], la “Coalición Patriótica” pro gubernamental recuperó un millón y medio de los votos que Chávez había perdido en el referendo constitucional del año pasado. Además, el voto a favor de la oposición fue menor este año. No obstante, la derecha obtuvo varias gubernaturas y alcaldías de importancia, como la de Caracas metropolitano. En este sentido, resultó significativo que el PSUV perdiera Petare, una ciudad obrera conurbada de la capital que durante mucho tiempo ha sido un bastión chavista: en esta ocasión, muchos simpatizantes de Chávez no salieron a votar. En años recientes, el gobierno financió proyectos sociales de gran envergadura gracias a las superganancias que dejaron al país los altos precios del petróleo. Sin embargo, ahora que los precios del petróleo van a la baja, el “petrosocialismo” burgués venezolano enfrenta dificultades. Aún así, Chávez ha vuelto a lanzar una campaña a favor de una enmienda constitucional que permitiría su reelección. A escala internacional, el
imperialismo norteamericano
ha seguido presionando al régimen venezolano, al que Washington
vilipendia por
el apoyo que da Chávez a Cuba. Esta presión probablemente
se tornará aún más
intensa con el gobierno de Obama que bajo el impopular gobierno de
Bush. A
pesar de ello, no son pocos los que en América Latina esperan
con ilusión un
rostro “más amable y gentil” del imperialismo yanqui, tal como
ocurrió con John
F. Kennedy. Luego sobrevino la invasión de Playa Girón
auspiciada por éste,
mientras que los programas contrainsurgentes de la “Alianza para el
Progreso”
arrojaban como saldo a cientos de insurgentes izquierdistas asesinados.
A
principios de 2008, EE.UU. anunció el restablecimiento de la
Cuarta Flota (que
dejó de existir en 1950) para patrullar el Caribe. (Durante el
golpe de 2002,
naves de la armada norteamericana se estacionaron cerca de la costa
venezolana
para apoyar a los golpistas.) Chávez respondió con gran
efecto al invitar a la
armada rusa a realizar maniobras conjuntas la semana pasada, generando
gran
consternación en el gobierno norteamericano. Los trotskistas
defendemos a la
Venezuela nacionalista y al estado obrero deformado cubano en contra
del
imperialismo. Este empate no puede durar
indefinidamente. O bien
Chávez se se somete al “imperio”, o bien se desencadena un
enfrentamiento en el
que la alternativa en última instancia será la
revolución obrera o la
contrarrevolución sangrienta. Si el asesinato de estos tres
dirigentes
sindicales de izquierda resulta ser parte de un plan desestabilizador
de la
derecha, o si se trata de un ataque más del gobierno en contra
de la clase
obrera, todo indica que la hora de la verdad se aproxima con rapidez.
La
cuestión clave será, como ya lo es hoy en día, la
de la dirección
revolucionaria de la clase obrera. Aguda
lucha de clases en Aragua
Los tres dirigentes socialistas
asesinados tenían un
admirable historial como luchadores de la clase obrera. Richard
Gallardo, un
obrero textil de la ciudad de Maracay, dirigió a los
trabajadores cuando se
levantaron en contra del golpe en abril de 2002 que tenía el
propósito de
derrotar a Chávez. Igual hizo siete meses más tarde
cuando los patrones
decretaron un lockout contrarrevolucionario bajo la guisa de
una
“huelga”. Gallardo fue nombrado coordinador nacional de la UNT cuando
ésta fue
fundada en 2003, tras la ruptura con la CTV (Confederación de
Trabajadores de
Venezuela), cuyos dirigentes pusieron una máscara “obrera” a los
golpes de
2002. También participó en la formación de varias
organizaciones socialistas
(PST-La Chispa, Partido Revolución y Socialismo y la USI), las
dos últimas
vinculadas con el ala de la UNT dirigida por Orlando Chirino.
También fue
candidato por la USI a diputado en la asamblea estatal en las
elecciones
regionales celebradas tres días antes de su asesinato. Luis Hernández era
trabajador de la planta de
Pepsi-Cola en Aragua. En 2003 dirigió una ocupación de la
planta que duró una
semana cuando la compañía anunció despidos
masivos. Fue presidente de la UNT a
nivel estatal y candidato de la USI para la alcaldía del
municipio de Zamora en
las elecciones del 23 de noviembre. Carlos Requena, el más joven
de los tres
(ninguno tenía más de 40 años), había
participado activamente en la lucha de
los trabajadores en torno a cuestiones de salud a escala nacional. Los
tres
dieron todo a la lucha obrera, y sus muertes no deben ser en vano. El vil asesinato de
Hernández, Gallardo y Requena
desató una explosión de ira en todo el estado de Aragua.
Al día siguiente, el
28 de noviembre, cientos de trabajadores salieron a las calles,
bloquearon el
tráfico con llantas en llamas y realizaron una marcha. En el
entierro de Luis
Hernández al día siguiente, la población de su
pueblo natal, Villa de Cura, se
volcó a las calles en “escenas de dolor, confusión, rabia
e impotencia”, según
relató el periódico local El Clarín (30
de noviembre). Luego, el 2 de
diciembre, trabajadores de más de 200 sindicatos de Aragua
dieron una poderosa
muestra de fuerza, mediante la ocupación de la autopista hacia
la capital,
Caracas, y de carreteras en todo el estado, bloqueando todo el
tráfico (con la
excepción de ambulancias y una caravana funeraria) durante diez
horas o más,
para exigir que los asesinos paguen por su crimen. Todo mundo se preguntaba
quién lo hizo. Una
posibilidad obvia es que se trate de sicarios contratados por Alpina,
la
empresa multinacional que ha utilizado asesinos paramilitares para
matar a
dirigentes sindicales en sus plantas en Colombia (donde más de
2,500
sindicalistas han sido asesinados por el gobierno y paramilitares desde
1986). Medios
favorables a Chávez como Radio YKVE Mundial sugieren que el
asesino podría
estar ligado a la policía del estado de Aragua, bajo control del
gobernador,
Didalco Bolívar, otrora aliado de Chávez que se
pasó a la oposición derechista
el año pasado en la disputa por el paquete de enmiendas
constitucionales que
fue derrotado por un escaso margen en el referéndum de diciembre
de 2007. La
Liga por la IV Internacional se pronunció por el voto nulo en
dicho referendo
(ver nuestro artículo “Venezuela: imponer el control obrero en
la vía hacia la
revolución socialista”, diciembre de 2007). Pero los sindicalistas de Aragua
dirigieron sus
sospechas hacia los propios partidarios de Chávez, que se
sienten amenazados
por la oposición política desde la izquierda. El diario
de Maracay Siglo (29
de noviembre) informó que “los dirigentes sindicales que
encabezaban la
protesta atribuyen la muerte de Hernández a seguidores del
recién electo
alcalde Aldo Lovera, quienes recientemente… lo habrían amenazado
de muerte”. Lovera
es miembro del PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela), el
partido de
estado burgués de Chávez. Hernández había
impugnado el triunfo electoral de
Lovera y exigía un recuento, lo que le valió las amenazas
de los seguidores de
Lovera. En las protestas del 2 de diciembre, trabajadores de Villa de
Cura
declararon que no levantarían su bloqueo hasta que Lovera
renunciara como
alcalde del municipio de Zamora. Diversos grupos sindicales, de
izquierda y de defensa
de los derechos humanos han emitido declaraciones y organizado
manifestaciones
de protesta ante representaciones diplomáticas de Venezuela por
el asesinato de
estos tres líderes sindicales socialistas. Los llamados exigen
un “castigo
ejemplar” para los asesinos y los
autores intelectuales del crimen. Sin embargo, estos llamados piden,
sin
excepción, que sea el gobierno de Chávez el que
realice la
investigación: “Reclamamos al gobierno de la República
Bolivariana de Venezuela
y al gobierno regional de Aragua, la inmediata apertura de una
investigación
que dé con el paradero de los asesinos materiales e
intelectuales de este pavoroso
crimen”, declaran conjuntamente varios grupos de la izquierda argentina
(IS,
PTS, PO, MST, MAS, FOS, IT, CS, UST, OS). Desenmascarar el incumplimiento
de las autoridades
legales de su deber es una cosa, pero pedir a los gobiernos chavistas
a
nivel estatal y nacional que conduzcan la investigación cuando
el principal
sospechoso (el alcalde de Zamora) es miembro del PSUV, es una
invitación a que
se encubra a los responsables del crimen. Estos llamados refleja el
apoyo político
que ofrece la mayor parte de la izquierda a escala internacional al
dirigente
nacionalista burgués venezolano. Muy al contrario, la
lección que se desprende
de este crimen debe ser la necesidad de la independencia proletaria. Es
evidente que hay que formar grupos sindicales de autodefensa y milicias
obreras independientes del control del gobierno burgués de
Chávez, o de
cualquiera de sus sectores, tal como señala el Programa de
Transición
trotskista. Hasta donde sabemos, sin embargo, ninguna de las
declaraciones de
las diversas agrupaciones que se ostentan como trotskistas presenta
esta
consigna elemental. El asesinato de Richard
Gallardo, Luis Hernández y
Carlos Requena no es un incidente aislado. Orlando Chirino, coordinador
de la
UNT y dirigente de la USI, dijo a la prensa: “En Aragua ya van 7 los
compañeros
de nuestra corriente sindical y nuestra organización sindical
que han sido
asesinados en los dos últimos años” (La Clase, 28
de noviembre de 2008).
En Valencia, capital del vecino estado de Carabobo, los obreros de la
planta FUNDIMECA
han sido atacados por sicarios, con la complicidad de la policía
y los jueces. Sin
embargo, son los trabajadores los que enfrentan persecución
judicial, en tanto
que los pistoleros quedan impunes. En Villa de Cura, un dirigente del
Partido
Comunista, Luis Delgado Díaz, fue asesinado en su casa en
septiembre de 2007. Y
un día antes de que Gallardo fuera asesinado, advirtió:
“compañeros hay que
cuidarse, vienen por nosotros, hay que organizar equipos de
protección” (La
Clase, 1° de diciembre de 2008). En Venezuela, al menos, se ha
vuelto manifiesta la
necesidad de la autodefensa obrera. Chirino, dirigente de la UNT, la
USI y
CCURA (Corriente Clasista Unida Revolucionaria Autónoma) ha
llamado vagamente a
recaudar fondos para “nuestros propios planes de seguridad”. El
dirigente del
ala chavista de la escisión de la UNT, Marea Socialista (MS),
Stalin Pérez, fue
más explícito al pronunciarse por “empezar a organizar
inmediatamente las
autodefensas obreras y populares” (Aporrea, 28 de noviembre). Pero en
ambos
casos, esta demanda se presenta en forma aislada, en lugar de formar
parte de
una ofensiva obrera más amplia para imponer el control
obrero de la
producción y avanzar hacia la formación de
órganos de poder dual: comités
obreros en las plantas y consejos obreros regionales,
independientes
del control gubernamental. En 2007, cuando Chávez
formó su partido de estado
burgués, el PSUV, él torció el brazo a la
izquierda y al movimiento sindical
para unirse y así conseguir el control sobre la clase obrera que
no había
podido lograr en una década en el poder. La UNT se
dividió, cuando Pérez y
Marea Socialista se unieron al aparato burocrático gobernante,
en tanto que
Chirino y la CCURA se rehusaron. Sin embargo, ambas alas son
reformistas y su
política no va más allá del mero sindicalismo.
Aunque la CCCURA y la USI
defienden a los trabajadores en contra de funcionarios gubernamentales,
y a
pesar de que Chávez los acuse de “envenenar” a los trabajadores
al rehusarse a
someterse a la disciplina del PSUV, la UNT de Chirino no ha
dirigido
luchas para tomar las plantas, excepto durante la emergencia de 2002. Hoy, la respuesta ante el
asesinato de estos tres
dirigentes sindicales de la UNT debe incluir huelgas masivas y
ocupaciones de
fábrica en todo el estado, y en otras partes de Venezuela. Ya en
mayo de 2007,
los dirigentes de la UNT perfilaron un plan sobre las fábricas
que habría que
tomar. Los trabajadores e Alpina deben tomar la planta y abrir los
libros para
averiguar qué está haciendo la administración.
Aragua es donde los trabajadores
de Sanitarios Maracay han librado una tenaz lucha desde hace dos
años, tomando
la planta que fabrica muebles de baño cuando el dueño la
abandonó, con el
propósito de mantenerla funcionando bajo gestión obrera.
Sin embargo, la planta
no ha conseguido las materias primas que necesita, en tanto que los
empleados
de cuello blanco saboteaban su lucha, la policía estatal bajo
Didalco Bolívar
(entonces aliado de Chávez) los reprimía salvajemente y
el ministro del trabajo
se rehusaba a satisfacer sus demandas. La
izquierda venezolana La lucha fundamental en
Venezuela es por forjar una
dirección revolucionaria. Urge tener un partido obrero de
vanguardia genuinamente
leninista-trotskista para dirigir la resistencia contra los ataques de
las
distintas facciones del gobierno nacionalista burgués, y
simultáneamente, en
contra del la amenaza constante de agresión imperialista por
parte de Estados
Unidos y la reacción interna dirigida por contrarrevolucionarios
criollos. Sin embargo, los
múltiples grupos en Venezuela que se
reclaman del trotskismo han adoptado posturas heterogéneas
respecto a la
cuestión clave del gobierno de Chávez. Tras la derrota
del referendo constitucional
del 2 de diciembre de 2007, el coordinador de la UNT y dirigente de la
USI1,
Orlando Chirino, pasó de presentar la política
correcta a favor del voto nulo (es decir, abstención), a afirmar
que la
victoria de la campaña derechista por el “no” representó
un “triunfo de los
obreros y del pueblo” (Aporrea, 7 de diciembre de 2007). Chirino
incluso ha
compartido la tribuna con algunos dirigentes de la CTV y hablado bajo
los
auspicios de la Fundación Friedrich Ebert, un organismo de la
socialdemocracia
alemana (llamado así en honor del canciller que aprobó el
asesinato de Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht en 1919) que canalizó fondos de la
CIA a Portugal. Por otra
parte, el otrora camarada de Chirino, Stalin Pérez del colectivo
Marea
Socialista2, se unió al PSUV
de Chávez en mayo de 2007, y desde entonces ha estado muy
ocupado, maniobrando
entre las facciones de la “burguesía bolivariana”, la boliburguesía,
como
se la conoce en Caracas. Para justificar su adhesión a este
partido
capitalista, el portavoz de Marea Socialista se remontó a la
carrera del seudo
trotskista argentino Nahuel Moreno en el Buenos Aires de los
años 503 (“Recordando a
Nahuel Moreno”, Marea Socialista, No. 2, 2007). Tanto MS como
la USI
pueden citar como apoyo a su política ejemplos tomados de la
carrera de este
artista del transformismo político. Al criticar el programa de
la revolución
permanente de Trotsky, Nahuel Moreno se pronunció a favor de una
“revolución
democrática”, mostrando a la vez una fuerte predilección
por caudillos
nacionalistas, desde Juan Domingo Perón en Argentina, hasta
Jomeini en Irán. Otro grupo,
la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR), ha ganado cierta notoriedad
en
virtud de que el dirigente de su agrupación internacional, Alan
Woods, ha
intentado erigirse en preceptor de Chávez en materia de
trotskismo. Woods
presenta una parodia del programa de Trotsky como si el dirigente
bolchevique
ruso fuera una suerte de asesor de regímenes nacionalistas
burgueses. La CMR se
adhirió al PSUV de Chávez, de la misma manera que los
afiliados de la Tendencia
Marxista Internacional de Woods han estado desde hace mucho integrados
al PPP
(Partido del Pueblo Pakistaní) de Bhutto en Pakistán y al
PRD (Partido de la
Revolución Democrática) de López Obrador en
México. Los charlatanes que no ven
contradicción alguna entre llamarse marxistas y adherirse a un
partido burgués,
jamás dirigirán una revolución obrera. Un caso
emblemático es la defensa de la CMR de los trabajadores que
tomaron la fábrica
Sanitarios Maracay en noviembre de 2006. Mientras que Woods y
Cía se codeaban
amablemente con Chávez en audiencias privadas celebradas en el
palacio
presidencial de Miraflores, los obreros de Maracay enfrentaban la
brutal
represión de la policía chavista en Aragua.
Cuando la UNT rompió con
Chávez al rehusar sumarse a su partido de estado, los
trabajadores de
Sanitarios Maracay se alinearon con el ala de la UNT dirigida por
Chirino.
Richard Gallardo, uno de los tres sindicalistas asesinados,
dirigió una huelga
a nivel estatal en defensa de Sanitarios Maracay en mayo de 2007.
Mostrando su
verdadera lealtad, la CMR criticó a Chirino y a la UNT, la
federación a la que
pertenece el sindicato de Sanitarios, por haber cometido errores
“sectarios”
por oponerse al “comandante Chávez” (“Algunas verdades sobre la
heroica lucha
de los trabajadores de Sanitarios Maracay”, 22 de agosto de 2007). La CMR se
ha pronunciado por la nacionalización de Sanitarios Maracay bajo
control
obrero. Pero en los casos en los que Chávez se ha visto obligado
a nacionalizar
plantas debido a la lucha obrera, como con la siderúrgica SIDOR,
otrora
propiedad del conglomerado italo-argentino Techint, que el gobierno
finalmente
tomó en abril de 2008, ha sido precisamente con el objetivo de
aplastar la
combatividad obrera. A lo largo de sus zigzagueos, Chávez ha
dejado bien en
claro que su concepto de “socialismo del siglo XXI” no entraña
expropiar
a la burguesía, y ni siquiera romper políticamente con
ella. Tras su derrota en
el referendo constitucional de diciembre de 2007, el presidente
venezolano
reorganizó su gabinete, amnistió a muchos de los que
participaron en el golpe
de estado de 2002 y condenó el “extremismo” izquierdista en los
siguientes
términos: “Tenemos que
buscar alianzas con la clase media … incluso con la burguesía.
No podemos
plantear tesis que han fracasado en el mundo entero, como eso de
eliminar la
propiedad privada. Esa no es nuestra tesis. [No hay que dejarnos]
chantajear
por voces del extremismo, de tesis pasadas de moda que en ninguna parte
del
mundo las van a conseguir: que si eliminación de la propiedad
privada... ¡no,
no, no! Esa no es nuestra tesis. Hay que buscar, más allá
de eso, las alianzas
para fortalecer el nuevo bloque histórico, como lo llamaba
(Antonio) Gramsci.” –Aporrea, 4
de enero de 2008 Chávez citó
también las autoridades revolucionarias de V.I. Lenin, Fidel
Castro, Daniel
Ortega ... y Aleksandr Lukachenko, el caudillo que dirigió la
restauración del
capitalismo en Bielorrusia y aconsejó al presidente venezolano
sobre la
necesidad de inculcar en la burguesía “amor por su nación
y por su patria”,
para que de ese modo “¡inviertan en el propio país!” La
lucha por una dirección revolucionaria Quienes
dicen a los combativos obreros de Aragua que sigan a la cauda de
Chávez están
condenándolos a seguir sufriendo la explotación
capitalista. La alternativa,
sin embargo, no es un sindicalismo socialdemócrata, limitado a
luchas
defensivas sobre cuestiones salariales y de jornadas de trabajo, sino
una ofensiva
revolucionaria. No basta con decir (como lo hace la Liga de
Trabajadores por el
Socialismo4, otra
organización venezolana que se
autodenomina trotskista), que hace falta un partido “independiente”
genérico, y
ni siquiera que hay que construir un “partido obrero revolucionario”.
En un
país en el que todas las tendencias de izquierda y hasta el
burgués partido de
estado se califican a sí mismas como “revolucionarios” y
“socialistas”, es
claro que el único partido que puede dirigir la lucha
por la revolución
obrera es el que se base en el programa bolchevique de la
revolución socialista
internacional defendido por Lenin y Trotsky. Si la izquierda venezolana sigue
en su curso actual,
dividida entre los que apoyan políticamente a Chávez y
los que no van más allá
de la defensa estrecha de conquistas sindicales, corre el riesgo de
terminar en
algo semejante al dilema de la izquierda chilena durante la
caída del gobierno
de la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende. En aquella época,
además de los
partidos Comunista y Socialista que formaban parte de la
coalición de frente
popular de Allende con sectores de la burguesía, había un
pequeño grupo
izquierdista, la Unión Socialista Popular (USOPO) que se
había escindido del PS
en virtud de su oposición a la formación de la UP. La
USOPO tenía un fuerte
apoyo en dos importantes minas del cobre (Chuquicamata y El Teniente),
más o
menos del mismo modo en que la UNT se encuentra arraigada en diversas
industrias venezolanas. Aunque la USOPO no apoyaba al
gobierno burgués de
Allende, nuevamente al igual que UNT, tampoco intentó organizar
un
levantamiento obrero en su contra, ni siquiera cuando en 1972 estaba en
pleno
ascenso el movimiento de los cordones industriales (consejos obreros
embrionarios en los cinturones obreros en torno a Santiago y
Valparaíso). Para
1973, cuando se acercaba el final, Allende atacó a los mineros
del cobre,
calificándolos de “privilegiados” por defender con toda justeza
sus conquistas
sindicales como la escala móvil de salarios para protegerse
contra los estragos
de la inflación. Los trotskistas apoyamos la huelga de El
Teniente y
Chuquicamata al principio, pero conforme avanzó la batalla, las
fuerzas de la
Democracia Cristiana tomaron el control de la huelga y se aliaron con
sectores
de extrema derecha abiertamente fascistas en contra de la UP. Al final,
la
desmoralización de los trabajadores tuvo como efecto que no
hubiera ninguna
resistencia obrera sostenida en contra del golpe de 1973. En
la medida en que los que buscan ser revolucionarios
en Venezuela sigan a la cola de Chávez o se limiten a meras
medidas reflejas de
defensa, serán incapaces de derrotar la sostenida campaña
reaccionaria para
detener y a final de cuentas derrocar al gobierno nacionalista y
remplazarlo
con títeres incondicionales del imperialismo. La Liga por la IV
Internacional
busca forjar el núcleo de un partido leninista de vanguardia
sobre la base del
programa trotskista de la revolución permanente, defendiendo, en
particular, la
causa de los campesinos, a los que la mínima “reforma agraria”
de Chávez ha
negado la tierra, y luchando por la extensión internacional de
la revolución a
todo el hemisferio, incluida la fortaleza imperialista norteamericana.
Esto es
fundamental para resolver el dilema fundamental en la Venezuela de hoy,
donde
una combativa clase obrera se encuentra paralizada debido a la falta de
una
dirección revolucionaria del proletariado. ■ |