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Movilización
obrera total contra la privatización de la PRTC
Derrotar el ataque colonial capitalista a la clase
obrera
Huelga general en Puerto
Rico
¡Forjar un partido
obrero revolucionario!
¡Elegir comités de huelga!
¡Defender líneas de piquete que nadie
ose cruzar!
De nuestro corresponsal especial en Puerto Rico.
SAN JUAN, 2 de julio--Mientras los gobernantes de Puerto Rico
celebran 100 años de dominio colonial estadounidense, una poderosa
lucha obrera está sacudiendo esta nación caribeña.
Tras conseguir la aprobación de la privatización de la estatal
Puerto Rico Telephone Company (PRTC) por la legislatura sumisa, el gobernador
Pedro Rosselló enfrenta ahora un torbellino de oposición
masiva. Las dos uniones (sindicatos) de telefonistas declararon inmediatamente
una huelga que hoy entró en su quinceavo día. La semana pasada
los trabajadores electricistas y del sistema de agua realizaron huelgas
de solidaridad. Ahora, mientras aumenta el apoyo público a los huelguistas
ante los brutales ataques policíacos contra las líneas de
piquete, una huelga general de 48 horas, comenzando el 7 de julio, ha sido
convocada por una coalición de 53 sindicatos junto con organizaciones
estudiantiles, de izquierda, de mujeres y comunitarias.
“Le pedimos al pueblo que se prepare
como si viniera un huracán”, dijo Annie Cruz, presidenta de la Hermandad
Independiente de Emplea-dos Telefónicos (HIETEL), al anunciar la
huelga de dos días. El día anterior, una asamblea de varios
miles de delegados sindicales en el coliseo polideportivo de la ciudad
de Carolina, convocada por el Comité Amplio de Organizaciones Sindicales
(CAOS) y representando a 300,000 obreros, votó unánimemente
a favor de una huelga general para “paralizar” la economía de esta
isla. Ya el pasado 1º de octubre, 100,000 trabajadores marcharon al
capitolio en San Juan bajo la consigna “Puerto Rico no está en venta”,
durante un paro nacio-nal de un día contra la privatización
de la Telefónica.
No cabe duda de que el movimiento obrero
y sus aliados tienen la capacidad de sacudir esta isla caribeña
tal como no ha ocurrido desde la huelga de 1934 durante la encarnizada
lucha de los trabajadores azucareros. Hoy Puerto Rico está fuertemente
industrializado, con cientos de miles de trabajadores sindicalizados. La
huelga de los telefonistas ya es la mayor en muchos años, con más
de 150 líneas de piquete a lo largo de la isla, y nadie se acuerda
de una lucha huelgaria que haya recibido tanto apoyo entusiasta. Una huelga
general, llevada a cabo con determinación, tendría la fuerza
de una tormenta tropical, pero es mucho más que eso. Esta es una
batalla crucial en la guerra de clases y los trabajadores de Puerto Rico?y
EE.UU. también?deben luchar para vencerla.
La lucha obrera en Puerto Rico está
intrínsecamente ligada a la de los trabajadores en los Estados Unidos,
especialmente en la ciudad de Nueva York. Esto se reflejó hoy en
un piquete auspiciado por el sindicato de trabajadores de los hospitales
(Local 1199) contra el Banco Popular en Nueva York, protesta que fue tan
sólo una pequeña muestra simbólica de lo que se necesita.
Cientos de miles de trabajadores de origen puertorriqueño, en la
capital financiera del imperialismo estadounidense, son una parte crucial
de los sindicatos de trabajadores municipales, de los hospitales y otros
sectores, y han mostrado gran voluntad de lucha. A la vez, junto con los
negros y los inmigrantes, enfrentan una escalada de represión racista.
Esto se mostró de forma dramática en el caso de Anthony Báez,
el puertorriqueño de 22 años cuyo asesinato a manos del policía
de Nueva York Francis Livoti se convirtió en un símbolo del
terror policíaco racista.
La venta de la PRTC a una empresa norteamericana,
y en particular a una firma que ha presionado públicamente a favor
de la estadidad (conversión de Puerto Rico en un estado de EE.UU.),
ha provocado el amplio rechazo de los que se oponen a la anexión
total de la isla por parte de los Estados Unidos. La clase obrera, tanto
en Puerto Rico como en EE.UU., tiene un interés fundamental en luchar
contra el colonialismo. Sin embargo, no se puede derrotar el dominio colonial
sobre Puerto Rico mediante el programa burgués del nacionalismo.
Hasta las variantes más de “izquierda” del nacionalismo buscan encadenar
los obreros a una burguesía supuestamente “nacional”. Los “empresarios”
puertorriqueños, como la izquierda nacionalista los llama cortésmente,
son administradores de sucursales y socios menores del imperialismo yanqui
que explotan a los trabajadores de la misma forma que sus colegas de EE.UU.
La lucha contra la privatización se extiende a lo largo de América
Latina y todo el mundo capitalista. No se trata sólo de los efectos
de la política “neoliberal”, como dicen los reformistas. Para derrotar
este sistema capitalista-imperialista, la clave es la lucha por forjar
partidos obreros revolucionarios a escala internacional.
Movilizar a la clase obrera en la lucha por el poder
Al entregar el control de la Telefónica
a GTE Corp., de EE.UU., el gobernador Rosselló declaró la
guerra en contra de los trabajadores. Este déspota de pacotilla
y su Partido Nuevo Progresista (PNP) son vistos en las líneas de
piquete como EL enemigo. Para realizar su sueño de "crossover",
de transformarse de un tiranuelo colonial en una estrella en ascenso de
la política estadounidense (ya es presidente de la conferencia nacional
de gobernadores de EE.UU.), Rosselló está dispuesto y hasta
ansioso de derramar la sangre de los obreros. No obstante, este despiadado
privatizador no es de ninguna forma el único enemigo de los trabajadores
puertorriqueños. Detrás de él se encuentra la fuerza
del imperialismo yanqui, para el cual Puerto Rico representa una enorme
base de operaciones militares y económicas para controlar América
Latina. Hay una conexión directa: uno de los motivos funda-mentales
de la venta de la PRTC a GTE es que ésta provee el servicio telefónico
de la gigantesca base naval de EE.UU. en Roosevelt Roads y para el Comando
Sur (SouthCom) del ejército de EE.UU., que se está mudando
de Panamá a Puerto Rico.
El gobernador de Puerto Rico se está
esforzando por impresionar a la Casa Blanca de Clinton, el Pentágono
y el Congreso de EE.UU., mostrándoles que él puede imponer
“la ley y el orden” de mano dura en la mayor colonia de Estados Unidos
a la vez que se deshace de las industrias estatales y otras “peculiaridades”
puertorriqueñas que obstaculizan la transformación de Puerto
Rico en una estado de EE.UU. (la anexión). Rosselló ya privatizó
las Navieras de Puerto Rico así como viviendas públicas,
prisiones y hospitales, provocando despidos masivos. Con la subasta de
PRTC se calcula que la privatización destruirá 2,000 de los
6,400 empleos sindicalizados en esa empresa (a la vez que aumenta las tarifas
telefónicas). Las centrales eléctricas, los sistemas de agua
y alcantarillado y muchos servicios gubernamentales se encuentran en la
lista de empresas que Rosselló quiere privatizar. Mientras tanto,
está contratando a cada vez más policías para reprimir
las protestas.
Y la policía está realizando
su trabajo sangriento. En el primer día de la huelga, el 18 de junio,
un grupo de policías fue enviado a las instalaciones de la PRTC
en Plaza Celulares para escoltar varias guaguas (autobuses) llenas de sapos
(rompehuelgas) contratados y administradores. Había policías
antimotines de la Unidad de Operaciones Tácticas, mejor conocida
como la Fuerza de Choque, así como la Unidad de Saturación
y la Unidad Montada. Oziel, un telefonista en Celulares, dijo a El Internacionalista
que los obreros se agarraron de la valla, rehusándose a moverse.
Entonces los policías comenzaron a golpearlos repetidas veces con
macanas que tienen bolas de acero en un extremo, rociándolos en
la cara con gas pimienta y arrastrándolos a la calle. La mayoría
de los policías se habían quitado o cubierto sus placas de
identidad.
Muchos de los que fueron golpeados salvajemente
eran mujeres. Soriel Cruz, una dirigente de la Unión Independiente
de Empleados Telefónicos (UIET) y vocera de “Mujeres Contra la Privatización”,
llamó a los obreros a defender los piquetes cuando llegaron las
guaguas. Los policías la golpearon en el pecho con sus macanas antes
de tirarla al suelo y patearla. Las fotos e imágenes en video de
las golpizas salvajes contra las mujeres provocaron el rechazo airado de
gran parte de la población. Sin embargo, el gobernador exigió
más macanazos y los policías volvieron al ataque poco después.
El 22 de junio, frente a las oficinas de la PRTC en Metro Office Park en
Guaynabo, alrededor de 100 policías de la Fuerza de Choque detuvieron
a una estudiante y un abogado sindical, agredieron a un camarógrafo
de la TV y golpearon al obrero Raúl Santana tan violentamente que
tuvo que ser hospitalizado dos días por golpes en la cabeza. La
imagen de Santana yaciendo en un charco de sangre, mientras un policía
estaba parado sobre él con su macana, fue mostrada alrede-dor del
mundo. El Nuevo Día (23 de junio) llevó el titular: “Huelga
de sangre”.
Sin embargo, los huelguistas no siempre
se llevaron la peor parte. El mismo día, después de que los
policías golpearon a un obrero en la línea de piquete de
Plaza Celulares, los huelguistas enojados se volvieron contra los agresores
y varios policías (entre ellos algunos oficiales de alto rango)
recibieron una lección bien merecida. Durante la huelga de solidaridad
de la UTIER (Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica
y Riego), realizada durante tres días la semana pasada, la policía
acusó a los huelguistas de “provocación” por llevar sus pancartas
en palos 2x2. Pero la disposición de defender las líneas
de piquete debe ser organizada. Los patrones recurren a los tribunales
para conseguir interdictos (órdenes judiciales) para que los administradores
y sapos contratados puedan entrar a los centros de trabajo. Los huelguistas
deben hacer pedazos estas órdenes judi-ciales, imponiendo su propio
orden proletario, declarando que la línea de piquete significa “no
cruzar” e imponiendo este principio fundamental con grupos de defensa sindicales.
Cuando nadie se atreva a cruzar una línea de piquete, la probabilidad
de ganar las huelgas aumentará enormemente.
Hasta ahora la participación activa en la lucha contra
la privatización ha sido limitada en gran parte a los sindicatos
del sector público, que son los más directamente afectados.
Sin embargo, una huelga general efectiva debe incluir también a
los trabajadores del sector privado, junto con los no sindicalizados, en
particular los trabajadores de las enormes instalaciones petroquímicas
esparcidas a lo largo de la isla. Para sindicalizar a los no sindicalizados,
es necesario plantear un programa clasista de reivindicaciones transicionales
para movilizar a todos los trabajadores en la lucha contra el capital y
los amos coloniales. Contra la alta tasa de desempleo, los obreros deben
luchar por la escala móvil de horas de trabajo, para dividir los
empleos disponibles y proveer empleo para todos. Puesto que los salarios
reales han caído cada vez más en las últimas dos décadas,
el movimiento obrero debe luchar por la escala móvil de salarios
como protección contra los estragos de la inflación. Contra
las innumerables muertes y heridas causadas por las condiciones laborales
peligrosas, los sindicatos deben formar comités obreros de seguridad
laboral que pueden paralizar la producción cuando sea necesario.
La mayor debilidad de la lucha obrera
contra la privatización está en el liderato, donde los burócratas
sindicales han peleado entre sí sobre si la huelga debe ser por
tiempo definido o indefini-do, cuándo convocarla e incluso si debe
realizarse o no. El líder de la mayor unión telefónica,
la UIET, sólo se unió a la huelga a regaña-dientes.
Ahora, un dirigente de la Federación de Trabajado-res, filial local
de la AFL-CIO (federación sindical de EE.UU.), que representa a
menos del 10 por ciento de los trabajadores sindicalizados de Puerto Rico,
dice que no tiene caso realizar una huelga contra la privatización
de la Telefónica. El líder de otra federación, la
Central Puertorriqueña de Trabajadores, declara que ¡cada
sindicato decidirá cuánto tiempo participará en la
huelga general! La determinación de los telefonistas huelguistas
(junto con la enorme popularidad de la lucha) ha mantenido la solidez de
la huelga, pero es necesario organizar esa fuerza. Los militantes sindicales
deben luchar por comités de huelga electos, que pueden ser renovados
en cualquier momento, para poner el control de la huelga en manos de las
bases y proveer una forma de obstaculizar la entrega de la huelga por parte
de los burócratas.
Estos comités deben establecer
vínculos estrechos con otros sectores de los oprimidos -- comités
de apoyo a la huelga, comités de barrio y de manzana en los distritos
pobres, etc.-- para coordinar la distribución de los víveres
y suministros, consiguiendo la participación de las amas de casa
de familias obreras, los desempleados y la juventud. Si la lucha se intensifica,
los comités de huelga podrían en ciertas circunstancias llegar
a imponer el control obrero de la pro-ducción e incluso servir
como el núcleo de consejos obreros, una forma organizativa de la
lucha por la revolución socialista y un estado obrero. Los revolucionarios
deben vincular la batalla actual a la lucha contra el colonialismo y toda
forma de opresión, desde la lucha contra las bases militares de
EE.UU. y por la liberación de los luchadores independentistas hasta
la lucha contra el racismo y la opresión de la mujer.
Todo esto plantea que la clase obrera encabece una lucha contra
la raíz del problema: el sistema capitalista. Escribiendo sobre
Francia a mediados de los años 30, Trotsky subrayó que para
determinar en qué grado las masas están dispuestas a la huelga
general y “reforzar su estado de ánimo combativo, es necesario ofrecerles
un programa de acción revolucionaria.... Por encima de todas las
tareas y reivindicaciones parciales de nuestra época se encuentra
la cuestión del poder” (“Una vez más, ¿adónde
va Francia?”, marzo de 1935). Lo mismo es el caso de la huelga general
puertorriqueña hoy en día.
¡Por un partido trotskista en Puerto Rico!
Sobre todo hay que construir la dirección
revolucionaria del proletariado. Como escribiera León Trotsky, codirigente
con V.I. Lenin de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, en el documento
de fundación de la IV Internacional, el Programa de Transición
(1938): “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis
de la dirección revolucionaria.” Esta tesis fundamental mantiene
su plena vigencia hoy en día, en particular ante una huelga general,
que plantea la interrogativa: ¿qué clase gobernará,
la burguesía o el proletariado?
La lucha sobre la Telefónica
es una batalla de vida o muerte para el movimiento obrero puertorriqueño.
Sin embargo, hasta los dirigentes sindicales de izquierda enfocan la huelga
general como una táctica de presión y no una lucha por el
poder. Al convocar la huelga general, las direcciones sindicales se encuentran
arrinconadas por la ofensiva antiobrera de Rosselló, en lugar de
prepararse sistemáticamente para un enfrentamiento decisivo con
el gobierno capitalista. A pesar de la retórica combativa que utilizan
a veces, al fondo su programa común consiste en distintas variantes
del reformismo, buscando reformar el sistema actual (por ejemplo mediante
servicios públicos estatales) mientras que aceptan el marco del
capitalismo. En contraste, los comunistas revolucionarios buscan en cada
lucha preparar a la clase obrera para una lucha por el poder estatal, viendo
en las reformas un subproducto de la lucha revolucionaria.
“Es una huelga política porque
los trabajadores no salieron a la calle por una peseta más en el
convenio, sino que están protestando en contra de la política
de privatización. Por eso el gobierno le teme”, comentó Ricardo
Santos, secretario de salud y seguridad de la unión de electricistas
UTIER (El Vocero, 25 de junio). Eso es cierto y es una de las razones fundamentales
por las que esta lucha huelgaria debe realizarse políticamente.
Pero ¿sobre la base de qué política? Los partidos
burgueses que se oponen a la estadidad, como el pequeño Partido
Independentista Puertorriqueño (PIP) y sectores del Partido Popular
Democrático (PPD, que apoya el actual status de la isla, el grotescamente
mal llamado “estado libre asociado”, una forma de colonialismo ligeramente
disfrazado), intentan pescar votos fingiendo ser amigos de los obreros
telefónicos. Sin embargo, fue bajo el gobernador Hernández
Colón, del PPD, que se hizo la primera tentativa de privatizar la
PRTC, en 1990, y se entregó el servicio de larga distancia a una
compañía española.
“Esto va más allá de cualquier
huelga del pueblo, de cualquier guerra contra la privatización...la
guerra es contra el gobierno”, vociferó el superintendente de policía
Pedro Toledo, quien ostenta su militancia en el partido de gobierno. Una
y otra vez, este ex agente del FBI ha tratado de echar la culpa de la huelga
a “agitadores” y “subversivos”, dando nombres de activistas de izquierda
y universitarios y buscando azuzar la histe-ria sobre el “terrorismo”.
“Yo creo que muchos de estos grupos subversivos lo que quieren es una revolución”,
dice Toledo (San Juan Star, 30 de junio). Usando el mismo lenguaje macartista
de la caza de brujas anticomunista, cuando se convocó la huelga
general la Cámara de Representantes de Puerto Rico aprobó
una resolución que comienza: “La huelga en la Telefónica
es solamente la excusa de un pequeño grupo de agitadores y extremistas
políticos que pretenden imponerse mediante la violencia, la amenaza
y el sabotaje.” Estos son los temores de una clase dominante nerviosa que
ve, detrás de este estallido de la lucha de clases, el fantasma
de la revolución roja.
Existe la materia prima de una revolución
socialista. Mientras los huelguistas corean “se siente, se siente, el obrero
combatiente”, la patronal está muy consciente del peligro que esto
representa para su dominio. Pocos años después de que los
imperialistas proclamaron su triunfo en la Guerra Fría junto con
la “muerte del comunismo”, hasta los periódicos procapitalistas
más inteligentes han comentado que 150 años después
de su publicación, el Manifiesto comunista sigue siendo relevante
y muy exacto en su descripción del capitalismo actual. Lo que falta
es la vanguardia proletaria revolucionaria para dirigir a los obreros combatientes
en una lucha por el poder. En Puerto Rico los explotadores tienen varios
partidos que representan distintas fórmulas de dominio capitalista.
Las masas explotadas necesitan un partido obrero revolucionario para dirigir
la lucha de clases contra el gobierno colonial capitalista y sus amos imperialistas
yanquis.
Un partido obrero revolucionario en
Puerto Rico debe basarse en el programa trotskista de la revolución
permanente. Las tareas democráticas, como la liberación nacional,
pueden realizarse sólo mediante la revolución obrera, dirigida
por un partido comunista, que debe emprender inmediatamente las tareas
socialistas, extendiendo la revolución a los países capitalistas-imperialistas
más avanzados. Lucha-mos por forjar un partido de vanguardia leninista
que sería el tribuno del pueblo, defendiendo la causa de todos los
sectores oprimidos (incluyendo las minorías, las mujeres, los homosexuales,
los inmigrantes) contra sus opresores. Sin embargo, el grupo que se llama
la “sección puertorriqueña de la IV Internacional”, el Taller
de Formación Política (TFP), no busca construir un partido
trotskista independiente sino un partido socialista “amplio”. La organización
internacional a la que se adhiere el TFP, el Secretariado Unificado (S.U.),
no representa el trotskismo sino el programa del pablismo, haciendo el
seguidismo a una serie de fuerzas no revolucionarias. En Puerto Rico, el
TFP forma parte del Frente Socialista.
EL Frente Socialista incluye también
al Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) y el Partido Revolucionario
de Trabajadores Puertorriqueños-Macheteros (PRTP), que a su vez
forman parte del Congreso Nacional Hostosiano, una coalición con
varias fuerzas independentistas pequeñoburguesas y burguesas. Cuando
el FP habla de “internacionalismo” se refiere a “particulares lazos” con
“la comunidad puertorriqueña residente en los Estados Unidos, porque
somos parte de un mismo pueblo”, así como la participación
del FS en el Foro de São Paulo, una coalición frentepopulista
de partidos de izquierda y nacionalistas burgue-ses en América Latina.
Esto no es el internacionalismo proletario ni “la independencia política
de la clase obrera” que el Frente llama su “objetivo político fundamental”,
sino la colaboración de clases nacionalista.
Durante la actual lucha obrera contra
la privatización, muchos militantes de izquierda han sido activos
en la construcción de las líneas de piquete y en CAOS, la
agrupación general de organizaciones sindicales y de izquierda.
Sin embargo, llama la atención la ausencia de propaganda política
de parte de los grupos que se identifican como socialistas. Su actividad
en la lucha huelgaria se ha limitado al sindicalismo combativo y el nacionalismo.
Por el internacionalismo proletario, no el frentepopulismo nacionalista
En la huelga actual hay referencias
constantes al “pueblo”. Al declarar la lucha de los trabajadores telefónicos
una “huelga del pueblo”, muchos militantes quieren subrayar el amplio apoyo
popular a los huelguistas en contra del odiado gobernador Rosselló.
No obstante, la idea de un “pueblo” no dividido contiene todo un programa
-- el programa del populismo “sin clases” (en realidad, burgués).
En los piquetes se repite la consigna: “El pueblo unido jamás será
vencido.” Esta fue la consigna del gobierno de la Unidad Popular en Chile,
encabezado por Salvador Allende. La UP fue un “frente popular” clá-sico,
políticamente atando la clase obrera a un sector de la clase capitalista
en nombre del “antiimperialismo”, el “antifascismo” y otras etiquetas “democráticas”
burguesas. Tales coaliciones de cola-boración de clases son un mecanismo
favorito de los reformistas para bloquear la lucha revolucionaria y mantener
a las masas trabajadoras dentro de los límites del capitalismo.
Al hacerlo, el frente popular ayuda en los hechos a las fuerzas fascistas
y proimperialistas.
El “pueblo unido” sí fue vencido
en Chile en el sangriento golpe de septiembre de 1973, debido a la ausencia
de una vanguardia proletaria que escindiera la falsa “unidad” de la colaboración
de clases y organizara al proletariado en una lucha por sus intereses de
clase revolucionarios. El mismo carnicero Augusto Pinochet fue incluido
en el gobierno de la “Unidad Popular” como parte del esfuerzo por ganar
apoyo del sector “moderado” del Partido Demócrata Cristiano. El
resultado fue una masacre sangrienta, como la que había ocurrido
en China en 1927 cuando Stalin ordenó a los comunistas chinos a
“aliarse” con el general nacionalista Chiang Kai-shek; o en Indonesia en
1965, cuando los estalinistas maoístas del Partido Comunista de
Indonesia (PKI) ataron las masas al general nacionalista Sukarno, lo que
llevó a la masacre de más de un millón de militantes
del PKI, activistas sindicales y miembros de minorías étnicas.
Más recientemente, en Haití el frente popular alrededor del
movimiento Lavalas de Aristide preparó el camino para la intervención
militar de EE.UU., haciendo una nueva cara para el neocolonialismo y manteniendo
la terrible miseria y explotación de los obreros y campesinos.
En la lucha por su emancipación,
los trabajadores deben poner su confianza en su propia fuerza de clase
y el apoyo de otros sectores oprimidos contra el capitalismo. Cualquier
alianza política con sectores de la burguesía sólo
paraliza la fuerza de los explotados y oprimidos. Incluso el diminuto PIP
de Rubén Berríos, con su retórica independentista,
sólo busca explotar a los trabajadores puertorriqueños “independientemente”,
bajo la tutela de EE.UU. (y recibiendo, “por un tiempo” naturalmente, el
dinero que el gobierno de EE.UU. paga por las bases militares). Hoy en
Puerto Rico, el programa de la colaboración de clases se expresa
en la retórica nacionalista omnipresente que caracteriza a casi
toda la izquierda. Así, mientras el Tercer Congreso (junio de 1996)
del MST habló de “la prioridad de impulsar las luchas y reclamos
que representan los intereses de la clase obrera y los sectores oprimidos”,
lo ubicaron dentro del marco de la “unidad independentista”. Las consecuencias
políticas de este programa y estas fórmulas nacionalistas
son extremadamente dañinas para la lucha obrera.
Se ha hablado mucho del hecho de que
la PRTC es una empresa telefónica rentable y moderna (plenamente
digitalizada), que Rosselló está vendiendo por una suma miserable
(GTE pagará un máximo de US$300 millones por una compañía
valorada en más de US$2,200 millones), lo que conducirá probablemente
a un aumento grande del precio de los servicios. Muchos han observado que
después de comprar la propiedad de ITT (que administró el
sistema telefónico de la isla hasta 1974), la PRTC aumentó
el número de teléfonos en Puerto Rico a 1.6 millones en comparación
con la cifra anterior de 200,000. Sin embargo, cuando se refiere a “Nuestra
Telefóni-ca”, como escribió un profesor universitario de
izquierda en un artículo reciente (Claridad, 2 de julio), o cuando
se afirma que la Telefónica “pertenece al pueblo de Puerto Rico”,
como dijo el ex dirigente de la unión telefónica UIET en
un discurso en la línea de piquete, esto es falso y desorienta la
lucha. La PRTC pertenece al gobierno capita-lista puertorriqueño
y sus ganancias se exprimen del sudor de sus trabajadores. La única
manera en que los servicios públicos y sociales serán realmente
“nuestros” es a través de la expropiación revolucionaria
de todos los explotadores, cuando un gobierno de la clase obrera en Puerto
Rico e internacionalmente organiza la economía para servir los intereses
de los trabajadores y oprimidos.
El mismo líder sindical alabó
la huelga como “una lucha de todo un pueblo unido”, observando que hasta
hoy la PRTC ha subsidiado varios servicios estatales, incluyendo la educación
y “las alzas de la policía misma”. Acto seguido hizo un llamado
a “nuestros hermanos policías”, diciendo que no deben ser cómplices
de la privatización ¡si ellos quieren recibir apoyo para sus
luchas! Esto es completamente falso y peligroso. La conciencia falsa respecto
al papel de la policía se encuentra en todos lados en esta huelga.
Tanto una banderola como una consigna en los piquetes dice: “Policía
no seas macanero, tú también eres obrero.” No: un policía
es un policía. Los policías no son obreros sino rompehuelgas
profesionales y asesinos racistas, que imponen las leyes antiobreras de
la burguesía. Cualquier confusión sobre la naturale-za de
la policía produce ilusiones cuyo precio se cobrará en más
sangre obrera.
Nuestros camaradas de la Liga Quarta-Internacionalista
do Brasil (LQB), sección de la Liga por la IV Internacional, han
realizado una lucha encarnizada, enfrentando policías militares
armados y un sinnúmero de procesos en su contra, para llevar a cabo
la expulsión de policías del Sindicato de Trabajadores Municipales
(SFPMVR) en Volta Redonda, la “ciudad del acero” de Brasil. Como marxistas,
declaran que los policías no son “hermanos” ni “obreros” sino el
brazo armado de la burguesía, como muestran los hechos, desde la
“guerra contra las drogas” en las viviendas públicas de Puerto Rico
hasta el asesinato de Anthony Báez y la tortura del inmigrante haitiano
Abner Louima a manos de la policía en Nueva York. Entender esta
realidad es crucial para el triunfo de los huelguistas puertorriqueños
hoy en día.
El nacionalismo puertorriqueño
limita la lucha a las fronteras de esta isla caribeña. Sin embargo,
la campaña privatizadora tiene un alcance internacional y se ha
intensificado en los años recientes como un resultado directo de
la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética
y los estados obreros burocráticamente deformados de Europa Oriental.
Hoy, desde México y Brasil hasta Francia e Italia, los trabajadores
están luchando contra la privatización de empresas estatales
y la destrucción de conquistas obreras que esto implica. Mientras
tanto, crece la amenaza de la contrarrevolución y la destrucción
de la economía planificada y la propiedad colectiviza-da en Cuba
y China, que sería un desastre para los trabajadores cubanos y chinos
y alentaría aún más a los capitalistas a escala mundial.
Es imposible luchar contra la privatización en Puerto Rico sin luchar
contra el sistema imperialista que se encuentra detrás de esta campaña.
Esto significa, en primer lugar, forjar una alianza estrecha con los trabajadores
de Estados Unidos, que enfrentan a los mismos patrones.
El nacionalismo puertorriqueños
vuelve la espalda también a un sector clave de la clase obrera,
los 300,000 inmigrantes de la Repú-blica Dominicana, tanto legales
como “ilegales”, que viven y trabajan en Puerto Rico. Estos trabajadores
están sujetos a las redadas arbitrarias, la detención y deportación
a manos de los policías del Servicio de Inmigración y Naturalización,
los mismos que realizan redadas en los “talleres del sudor” de Nueva York
y Los Angeles. Incluso en la izquierda, hay ejemplos de hostilidad hacia
los dominicanos. Un movimiento obrero clasista en Puerto Rico debe defender
la causa de estos trabajadores, luchando contra las deportaciones de la
misma forma como hay que hacerlo en Estados Unidos. Hay mucho apoyo para
esto. Durante la asamblea de miles de delegados sindicales el 28 de junio
en Carolina, un representante de los sindicatos dominicanos fue recibido
con aplausos calurosos y prolongados. Se necesita una vanguardia revolucionaria
internacionalista para movilizar este sentimiento, planteando, entre las
reivindicaciones de la huelga, el fin de todas las deportaciones y llamando
a la acción obrera para poner alto a las mismas.
De la misma forma, un partido obrero
revolucionario lucharía por la liberación de la mujer y subrayaría
el papel de las trabajadoras, que han jugado un papel central en la huelga
telefónica. La mayoría de los trabajadores sindicalizados
de la PRTC son mujeres, las mujeres han sido blanco de los mato-nes policíacos,
y muchos de los delegados y líderes sindicales son mujeres. Toda
la clase obrera debe abanderar la lucha contra la opresión de la
mujer, exigiendo, entre otras cosas, el derecho al aborto libre y gratuito,
guarderías infantiles gratuitas disponibles las 24 horas, y la extensión
de estos derechos a todas las mujeres.
¡Por una federación socialista del Caribe!
La huelga telefónica y la huelga
general contra la privatización están estrechamente ligadas
a la cuestión eterna del “status” de Puerto Rico. Un motivo fundamental
de la campaña de Rosselló para vender la Telefónica
es el deseo de aumentar las posibilidades de convertir a Puerto Rico en
un estado de EE.UU. al aumentar la integración de su economía
en la de Estados Unidos. En la práctica, esto significa que las
compañías estadounidenses están comprando todo lo
que no poseían antes en la isla.
El gobierno Clinton y el Partido Demócrata de EE.UU. han
cambiado su posición recientemente: en lugar de apoyar el actual
status de lo que se llama mentirosamente el “estado libre asociado”, respaldan
ahora la “estadidad” de Puerto Rico. Esto resulta en parte del cálculo
de que Puerto Rico votaría mayoritariamente a favor del Partido
Demócrata y también del deseo de asegurar la presencia continua
de las numerosas instalaciones militares de EE.UU. (en lugar de verse obligados
a retirarlas como ocurrió con el Comando Sur del ejército
de EE.UU. en Panamá). Este cambio está reflejado en el proyecto
Young/Craig para convocar un nuevo referéndum tendiente a la estadidad,
proyecto que el Congreso de EE.UU. está considerando actualmente.
La nueva posición de los demócratas en EE.UU. ha conducido
a un cambio de alianzas políticas en Puerto Rico. El PNP, que apoya
la estadidad, se alineaba tradicionalmente con el Partido Republi-cano
de EE.UU., pero ahora se ha aliado con los demócratas de Clinton.
Mientras tanto, el PPD (y el PIP) se orientan a las fuerzas más
reaccionarias para oponerse a la estadidad, ¡en particular aquéllas
que exigen “Sólo Inglés”! Las masas puertorriqueñas
sólo pueden ser derrotadas con estas maniobras cínicas.
Tanto como el actual status colonial,
la estadidad sería necesariamente contraria a los intereses de los
trabajadores puertorriqueños, cuyos ingresos están actualmente
muy por debajo de los del estado más pobre de EE.UU. Estaría
acompañada de más recortes en los programas sociales, una
ofensiva contra el idioma español, así como otras formas
de discriminación racista. El Grupo Internacionalista y la Liga
por la IV Internacional abogan por la independencia de Puerto Rico, para
asestar un golpe al imperialismo yanqui y porque sólo al romper
la subyugación nacional que el dominio colonial implica puede la
lucha de clases internacional ocupar el centro de escenario. Apoyamos las
luchas por la independencia del dominio colonial, incluso cuando éstas
son dirigidas por fuerzas pequeñoburguesas y burguesas, a la vez
que luchamos por la dirección proletaria de la lucha contra el imperialismo
mediante la revolución socialista internacional. La genuina liberación
nacional puede lograrse únicamente a través de la revolución
obrera en Puerto Rico y EE.UU. Exigimos: ¡Fuera imperialismo yanqui!
Fuerzas armadas de EE.UU., ¡fuera de Puerto Rico y de todo el Caribe!
¡Devuelvan Guantánamo a Cuba!
Al mismo tiempo, a pesar de la distorsión
inherente en los referéndums coloniales, el hecho es que en la actualidad,
la aplastante mayoría de la población puertorriqueña
no apoya la independencia. Puesto que el derecho a la autodeterminación
es una cuestión democrática y la clase obrera no tienen ningún
interés en imponer la independencia en contra de la voluntad de
la población puertorriqueña -- especialmente cuando el ímpetu
a favor de la separación viene de reaccionarios derechistas-- subrayamos
nuestra defensa del derecho de Puerto Rico a la independencia. Enfatizamos
además la necesidad de una federación socialista del Caribe.
Gran parte de la oposición a la independencia inmediata proviene
de la percepción (correcta) de que en un Puerto Rico capitalista
independiente, el nivel de vida caería rápidamente a los
niveles de miseria desesperada de la vecina Repú-blica Dominicana.
Por otro lado, un estado obrero aislado enfrentaría el boicot y
cerco imperialista que están estrangulando a la economía
cubana.
De Marx hasta Lenin y Trotsky, los comunistas
genuinos siempre han explicado que no se puede construir el socialismo
en un solo país. Esta lección, subrayada por el colapso de
la URSS, es más fuerte aún en el caso de una pequeña
isla caribeña dentro de lo que la clase dominante de EE.UU. considera
un “lago norteamericano”. Pero la lucha por una federación socialista
voluntaria de estados obreros en esta región, como parte de los
estados unidos socialistas de América Latina, junto con la revolución
socialista en los Estados Unidos mismos, podría unir a los pueblos
étnica y lingüísticamente diversos de la región
en una lucha común contra el imperialismo. Desde la época
de la Revolución Haitiana de 1791 contra la esclavitud colonial
hasta la Revolución Cubana, las luchas por el progreso social se
han extendido rápidamente a lo largo de las Antillas.
Tanto en Puerto Rico como en EE.UU.,
los revolucionarios tienen una especial responsabilidad de defender al
estado obrero burocráticamente deformado de Cuba en contra de la
agresión militar imperialista y la contrarrevolución interna.
Los imperialistas yanquis han usado a Puerto Rico como base para preparar
sus ataques y bloqueo contra Cuba y como base de entrenamiento de contrarrevolucionarios
en toda América Latina. Como parte fundamental de nuestra defensa
de la Revolución Cubana, luchamos a la vez por la revolución
política proletaria para echar a la dirección estalinista
burocrática bajo Castro, que está preparando el camino para
la restauración capitalista; revolución política que
sustituiría esta burocracia con la demo-cracia soviética
en la forma de consejos obreros revolucionarios. En Puerto Rico, Cuba,
los Estados Unidos y alrededor del mundo, luchamos por construir partidos
trotskistas en la lucha por reforjar la IV Internacional, partido mundial
de la revolución socialista.
Si la huelga general convocada para
el 7 y 8 de julio va a ser más que un paro de labores de 48 horas
y un gran desfile, debe ser animada por un programa de lucha clasista revolucionaria.
Como escribiera León Trotsky en su folleto de 1935, “Una vez más,
¿adónde va Francia?”:
“La importancia fundamental de la huelga general, independientemente
de los éxitos parciales que puede lograr (pero que también
puede no lograr), radica en el hecho de que plantea la cuestión
del poder de un modo revolucionario. Paralizando las fábricas, los
transportes, todos los medios de comunicación en general, las centrales
eléctricas, etc., el proletariado paraliza así no sólo
la producción sino también el gobierno. El poder del estado
queda suspendido en el aire....
“Cualesquiera que sean las consignas y el motivo por los cuales haya
surgido la huelga general, si ésta abarca realmente a las masas
y si esas masas están decididas a luchar, la huelga general plantea
inevitablemente ante todas las clases de la nación la pregunta:
¿quién va a ser el dueño de la casa?”
Puesto que la huelga general plantea esta pregunta,
es crucial forjar el partido de vanguardia de la clase obrera para dar
la respuesta, para dirigir una lucha revolucionaria por el poder. Hoy no
existe ese partido, pero una huelga general es urgen-temente necesa-ria
en Puerto Rico para derrotar la ofensiva privatiza-dora antiobrera del
gobierno. Esta situación exige que los revolucionarios redoblen
sus esfuerzos por forjar el partido obrero revolucionario que
es inprescindible para el triunfo de la clase obrera
mediante la revolución socialista internacional.
Imperialismo yanqui, ¡fuera! —
¡Por el derecho de Puerto Rico a la independencia!
¡Por una federación socialista del
Caribe!
2 de julio de 1998
Grupo Internacionalista
Sección de la Liga por la IV Internacional
E-mail: internationalistgroup@msn.com
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