. Movilización obrera total contra la privatización de la PRTC 
Derrotar el ataque colonial capitalista a la clase obrera 
 
Huelga general en Puerto Rico
¡Forjar un partido obrero revolucionario!
 

¡Elegir comités de huelga! 
¡Defender líneas de piquete que nadie ose cruzar! 
 

De nuestro corresponsal especial en Puerto Rico. 
 

  SAN JUAN, 2 de julio--Mientras los gobernantes de Puerto Rico celebran 100 años de dominio colonial estadounidense, una poderosa lucha obrera está sacudiendo esta nación caribeña. Tras conseguir la aprobación de la privatización de la estatal Puerto Rico Telephone Company (PRTC) por la legislatura sumisa, el gobernador Pedro Rosselló enfrenta ahora un torbellino de oposición masiva. Las dos uniones (sindicatos) de telefonistas declararon inmediatamente una huelga que hoy entró en su quinceavo día. La semana pasada los trabajadores electricistas y del sistema de agua realizaron huelgas de solidaridad. Ahora, mientras aumenta el apoyo público a los huelguistas ante los brutales ataques policíacos contra las líneas de piquete, una huelga general de 48 horas, comenzando el 7 de julio, ha sido convocada por una coalición de 53 sindicatos junto con organizaciones estudiantiles, de izquierda, de mujeres y comunitarias. 
      “Le pedimos al pueblo que se prepare como si viniera un huracán”, dijo Annie Cruz, presidenta de la Hermandad Independiente de Emplea-dos Telefónicos (HIETEL), al anunciar la huelga de dos días. El día anterior, una asamblea de varios miles de delegados sindicales en el coliseo polideportivo de la ciudad de Carolina, convocada por el Comité Amplio de Organizaciones Sindicales (CAOS) y representando a 300,000 obreros, votó unánimemente a favor de una huelga general para “paralizar” la economía de esta isla. Ya el pasado 1º de octubre, 100,000 trabajadores marcharon al capitolio en San Juan bajo la consigna “Puerto Rico no está en venta”, durante un paro nacio-nal de un día contra la privatización de la Telefónica. 
      No cabe duda de que el movimiento obrero y sus aliados tienen la capacidad de sacudir esta isla caribeña tal como no ha ocurrido desde la huelga de 1934 durante la encarnizada lucha de los trabajadores azucareros. Hoy Puerto Rico está fuertemente industrializado, con cientos de miles de trabajadores sindicalizados. La huelga de los telefonistas ya es la mayor en muchos años, con más de 150 líneas de piquete a lo largo de la isla, y nadie se acuerda de una lucha huelgaria que haya recibido tanto apoyo entusiasta. Una huelga general, llevada a cabo con determinación, tendría la fuerza de una tormenta tropical, pero es mucho más que eso. Esta es una batalla crucial en la guerra de clases y los trabajadores de Puerto Rico?y EE.UU. también?deben luchar para vencerla. 
      La lucha obrera en Puerto Rico está intrínsecamente ligada a la de los trabajadores en los Estados Unidos, especialmente en la ciudad de Nueva York. Esto se reflejó hoy en un piquete auspiciado por el sindicato de trabajadores de los hospitales (Local 1199) contra el Banco Popular en Nueva York, protesta que fue tan sólo una pequeña muestra simbólica de lo que se necesita. Cientos de miles de trabajadores de origen puertorriqueño, en la capital financiera del imperialismo estadounidense, son una parte crucial de los sindicatos de trabajadores municipales, de los hospitales y otros sectores, y han mostrado gran voluntad de lucha. A la vez, junto con los negros y los inmigrantes, enfrentan una escalada de represión racista. Esto se mostró de forma dramática en el caso de Anthony Báez, el puertorriqueño de 22 años cuyo asesinato a manos del policía de Nueva York Francis Livoti se convirtió en un símbolo del terror policíaco racista. 
      La venta de la PRTC a una empresa norteamericana, y en particular a una firma que ha presionado públicamente a favor de la estadidad (conversión de Puerto Rico en un estado de EE.UU.), ha provocado el amplio rechazo de los que se oponen a la anexión total de la isla por parte de los Estados Unidos. La clase obrera, tanto en Puerto Rico como en EE.UU., tiene un interés fundamental en luchar contra el colonialismo. Sin embargo, no se puede derrotar el dominio colonial sobre Puerto Rico mediante el programa burgués del nacionalismo. Hasta las variantes más de “izquierda” del nacionalismo buscan encadenar los obreros a una burguesía supuestamente “nacional”. Los “empresarios” puertorriqueños, como la izquierda nacionalista los llama cortésmente, son administradores de sucursales y socios menores del imperialismo yanqui que explotan a los trabajadores de la misma forma que sus colegas de EE.UU. La lucha contra la privatización se extiende a lo largo de América Latina y todo el mundo capitalista. No se trata sólo de los efectos de la política “neoliberal”, como dicen los reformistas. Para derrotar este sistema capitalista-imperialista, la clave es la lucha por forjar partidos obreros revolucionarios a escala internacional. 
               Movilizar a la clase obrera en la lucha por el poder 
      Al entregar el control de la Telefónica a GTE Corp., de EE.UU., el gobernador Rosselló declaró la guerra en contra de los trabajadores. Este déspota de pacotilla y su Partido Nuevo Progresista (PNP) son vistos en las líneas de piquete como EL enemigo. Para realizar su sueño de "crossover", de transformarse de un tiranuelo colonial en una estrella en ascenso de la política estadounidense (ya es presidente de la conferencia nacional de gobernadores de EE.UU.), Rosselló está dispuesto y hasta ansioso de derramar la sangre de los obreros. No obstante, este despiadado privatizador no es de ninguna forma el único enemigo de los trabajadores puertorriqueños. Detrás de él se encuentra la fuerza del imperialismo yanqui, para el cual Puerto Rico representa una enorme base de operaciones militares y económicas para controlar América Latina. Hay una conexión directa: uno de los motivos funda-mentales de la venta de la PRTC a GTE es que ésta provee el servicio telefónico de la gigantesca base naval de EE.UU. en Roosevelt Roads y para el Comando Sur (SouthCom) del ejército de EE.UU., que se está mudando de Panamá a Puerto Rico. 
      El gobernador de Puerto Rico se está esforzando por impresionar a la Casa Blanca de Clinton, el Pentágono y el Congreso de EE.UU., mostrándoles que él puede imponer “la ley y el orden” de mano dura en la mayor colonia de Estados Unidos a la vez que se deshace de las industrias estatales y otras “peculiaridades” puertorriqueñas que obstaculizan la transformación de Puerto Rico en una estado de EE.UU. (la anexión). Rosselló ya privatizó las Navieras de Puerto Rico así como viviendas públicas, prisiones y hospitales, provocando despidos masivos. Con la subasta de PRTC se calcula que la privatización destruirá 2,000 de los 6,400 empleos sindicalizados en esa empresa (a la vez que aumenta las tarifas telefónicas). Las centrales eléctricas, los sistemas de agua y alcantarillado y muchos servicios gubernamentales se encuentran en la lista de empresas que Rosselló quiere privatizar. Mientras tanto, está contratando a cada vez más policías para reprimir las protestas. 
      Y la policía está realizando su trabajo sangriento. En el primer día de la huelga, el 18 de junio, un grupo de policías fue enviado a las instalaciones de la PRTC en Plaza Celulares para escoltar varias guaguas (autobuses) llenas de sapos (rompehuelgas) contratados y administradores. Había policías antimotines de la Unidad de Operaciones Tácticas, mejor conocida como la Fuerza de Choque, así como la Unidad de Saturación y la Unidad Montada. Oziel, un telefonista en Celulares, dijo a El Internacionalista que los obreros se agarraron de la valla, rehusándose a moverse. Entonces los policías comenzaron a golpearlos repetidas veces con macanas que tienen bolas de acero en un extremo, rociándolos en la cara con gas pimienta y arrastrándolos a la calle. La mayoría de los policías se habían quitado o cubierto sus placas de identidad. 
      Muchos de los que fueron golpeados salvajemente eran mujeres. Soriel Cruz, una dirigente de la Unión Independiente de Empleados Telefónicos (UIET) y vocera de “Mujeres Contra la Privatización”, llamó a los obreros a defender los piquetes cuando llegaron las guaguas. Los policías la golpearon en el pecho con sus macanas antes de tirarla al suelo y patearla. Las fotos e imágenes en video de las golpizas salvajes contra las mujeres provocaron el rechazo airado de gran parte de la población. Sin embargo, el gobernador exigió más macanazos y los policías volvieron al ataque poco después. El 22 de junio, frente a las oficinas de la PRTC en Metro Office Park en Guaynabo, alrededor de 100 policías de la Fuerza de Choque detuvieron a una estudiante y un abogado sindical, agredieron a un camarógrafo de la TV y golpearon al obrero Raúl Santana tan violentamente que tuvo que ser hospitalizado dos días por golpes en la cabeza. La imagen de Santana yaciendo en un charco de sangre, mientras un policía estaba parado sobre él con su macana, fue mostrada alrede-dor del mundo. El Nuevo Día (23 de junio) llevó el titular: “Huelga de sangre”. 
      Sin embargo, los huelguistas no siempre se llevaron la peor parte. El mismo día, después de que los policías golpearon a un obrero en la línea de piquete de Plaza Celulares, los huelguistas enojados se volvieron contra los agresores y varios policías (entre ellos algunos oficiales de alto rango) recibieron una lección bien merecida. Durante la huelga de solidaridad de la UTIER (Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego), realizada durante tres días la semana pasada, la policía acusó a los huelguistas de “provocación” por llevar sus pancartas en palos 2x2. Pero la disposición de defender las líneas de piquete debe ser organizada. Los patrones recurren a los tribunales para conseguir interdictos (órdenes judiciales) para que los administradores y sapos contratados puedan entrar a los centros de trabajo. Los huelguistas deben hacer pedazos estas órdenes judi-ciales, imponiendo su propio orden proletario, declarando que la línea de piquete significa “no cruzar” e imponiendo este principio fundamental con grupos de defensa sindicales. Cuando nadie se atreva a cruzar una línea de piquete, la probabilidad de ganar las huelgas aumentará enormemente. 
 Hasta ahora la participación activa en la lucha contra la privatización ha sido limitada en gran parte a los sindicatos del sector público, que son los más directamente afectados. Sin embargo, una huelga general efectiva debe incluir también a los trabajadores del sector privado, junto con los no sindicalizados, en particular los trabajadores de las enormes instalaciones petroquímicas esparcidas a lo largo de la isla. Para sindicalizar a los no sindicalizados, es necesario plantear un programa clasista de reivindicaciones transicionales para movilizar a todos los trabajadores en la lucha contra el capital y los amos coloniales. Contra la alta tasa de desempleo, los obreros deben luchar por la escala móvil de horas de trabajo, para dividir los empleos disponibles y proveer empleo para todos. Puesto que los salarios reales han caído cada vez más en las últimas dos décadas, el movimiento obrero debe luchar por la escala móvil de salarios como protección contra los estragos de la inflación. Contra las innumerables muertes y heridas causadas por las condiciones laborales peligrosas, los sindicatos deben formar comités obreros de seguridad laboral que pueden paralizar la producción cuando sea necesario. 
      La mayor debilidad de la lucha obrera contra la privatización está en el liderato, donde los burócratas sindicales han peleado entre sí sobre si la huelga debe ser por tiempo definido o indefini-do, cuándo convocarla e incluso si debe realizarse o no. El líder de la mayor unión telefónica, la UIET, sólo se unió a la huelga a regaña-dientes. Ahora, un dirigente de la Federación de Trabajado-res, filial local de la AFL-CIO (federación sindical de EE.UU.), que representa a menos del 10 por ciento de los trabajadores sindicalizados de Puerto Rico, dice que no tiene caso realizar una huelga contra la privatización de la Telefónica. El líder de otra federación, la Central Puertorriqueña de Trabajadores, declara que ¡cada sindicato decidirá cuánto tiempo participará en la huelga general! La determinación de los telefonistas huelguistas (junto con la enorme popularidad de la lucha) ha mantenido la solidez de la huelga, pero es necesario organizar esa fuerza. Los militantes sindicales deben luchar por comités de huelga electos, que pueden ser renovados en cualquier momento, para poner el control de la huelga en manos de las bases y proveer una forma de obstaculizar la entrega de la huelga por parte de los burócratas. 
      Estos comités deben establecer vínculos estrechos con otros sectores de los oprimidos -- comités de apoyo a la huelga, comités de barrio y de manzana en los distritos pobres, etc.-- para coordinar la distribución de los víveres y suministros, consiguiendo la participación de las amas de casa de familias obreras, los desempleados y la juventud. Si la lucha se intensifica, los comités de huelga podrían en ciertas circunstancias llegar a imponer el control obrero de la pro-ducción  e incluso servir como el núcleo de consejos obreros, una forma organizativa de la lucha por la revolución socialista y un estado obrero. Los revolucionarios deben vincular la batalla actual a la lucha contra el colonialismo y toda forma de opresión, desde la lucha contra las bases militares de EE.UU. y por la liberación de los luchadores independentistas hasta la lucha contra el racismo y la opresión de la mujer. 
 Todo esto plantea que la clase obrera encabece una lucha contra la raíz del problema: el sistema capitalista. Escribiendo sobre Francia a mediados de los años 30, Trotsky subrayó que para determinar en qué grado las masas están dispuestas a la huelga general y “reforzar su estado de ánimo combativo, es necesario ofrecerles un programa de acción revolucionaria.... Por encima de todas las tareas y reivindicaciones parciales de nuestra época se encuentra la cuestión del poder” (“Una vez más, ¿adónde va Francia?”, marzo de 1935). Lo mismo es el caso de la huelga general puertorriqueña hoy en día. 
               ¡Por un partido trotskista en Puerto Rico! 
      Sobre todo hay que construir la dirección revolucionaria del proletariado. Como escribiera León Trotsky, codirigente con V.I. Lenin de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, en el documento de fundación de la IV Internacional, el Programa de Transición (1938): “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria.” Esta tesis fundamental mantiene su plena vigencia hoy en día, en particular ante una huelga general, que plantea la interrogativa: ¿qué clase gobernará, la burguesía o el proletariado? 
      La lucha sobre la Telefónica es una batalla de vida o muerte para el movimiento obrero puertorriqueño. Sin embargo, hasta los dirigentes sindicales de izquierda enfocan la huelga general como una táctica de presión y no una lucha por el poder. Al convocar la huelga general, las direcciones sindicales se encuentran arrinconadas por la ofensiva antiobrera de Rosselló, en lugar de prepararse sistemáticamente para un enfrentamiento decisivo con el gobierno capitalista. A pesar de la retórica combativa que utilizan a veces, al fondo su programa común consiste en distintas variantes del reformismo, buscando reformar el sistema actual (por ejemplo mediante servicios públicos estatales) mientras que aceptan el marco del capitalismo. En contraste, los comunistas revolucionarios buscan en cada lucha preparar a la clase obrera para una lucha por el poder estatal, viendo en las reformas un subproducto de la lucha revolucionaria. 
      “Es una huelga política porque los trabajadores no salieron a la calle por una peseta más en el convenio, sino que están protestando en contra de la política de privatización. Por eso el gobierno le teme”, comentó Ricardo Santos, secretario de salud y seguridad de la unión de electricistas UTIER (El Vocero, 25 de junio). Eso es cierto y es una de las razones fundamentales por las que esta lucha huelgaria debe realizarse políticamente. Pero ¿sobre la base de qué política? Los partidos burgueses que se oponen a la estadidad, como el pequeño Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y sectores del Partido Popular Democrático (PPD, que apoya el actual status de la isla, el grotescamente mal llamado “estado libre asociado”, una forma de colonialismo ligeramente disfrazado), intentan pescar votos fingiendo ser amigos de los obreros telefónicos. Sin embargo, fue bajo el gobernador Hernández Colón, del PPD, que se hizo la primera tentativa de privatizar la PRTC, en 1990, y se entregó el servicio de larga distancia a una compañía española. 
      “Esto va más allá de cualquier huelga del pueblo, de cualquier guerra contra la privatización...la guerra es contra el gobierno”, vociferó el superintendente de policía Pedro Toledo, quien ostenta su militancia en el partido de gobierno. Una y otra vez, este ex agente del FBI ha tratado de echar la culpa de la huelga a “agitadores” y “subversivos”, dando nombres de activistas de izquierda y universitarios y buscando azuzar la histe-ria sobre el “terrorismo”. “Yo creo que muchos de estos grupos subversivos lo que quieren es una revolución”, dice Toledo (San Juan Star, 30 de junio). Usando el mismo lenguaje macartista de la caza de brujas anticomunista, cuando se convocó la huelga general la Cámara de Representantes de Puerto Rico aprobó una resolución que comienza: “La huelga en la Telefónica es solamente la excusa de un pequeño grupo de agitadores y extremistas políticos que pretenden imponerse mediante la violencia, la amenaza y el sabotaje.” Estos son los temores de una clase dominante nerviosa que ve, detrás de este estallido de la lucha de clases, el fantasma de la revolución roja. 
      Existe la materia prima de una revolución socialista. Mientras los huelguistas corean “se siente, se siente, el obrero combatiente”, la patronal está muy consciente del peligro que esto representa para su dominio. Pocos años después de que los imperialistas proclamaron su triunfo en la Guerra Fría junto con la “muerte del comunismo”, hasta los periódicos procapitalistas más inteligentes han comentado que 150 años después de su publicación, el Manifiesto comunista sigue siendo relevante y muy exacto en su descripción del capitalismo actual. Lo que falta es la vanguardia proletaria revolucionaria para dirigir a los obreros combatientes en una lucha por el poder. En Puerto Rico los explotadores tienen varios partidos que representan distintas fórmulas de dominio capitalista. Las masas explotadas necesitan un partido obrero revolucionario para dirigir la lucha de clases contra el gobierno colonial capitalista y sus amos imperialistas yanquis. 
      Un partido obrero revolucionario en Puerto Rico debe basarse en el programa trotskista de la revolución permanente. Las tareas democráticas, como la liberación nacional, pueden realizarse sólo mediante la revolución obrera, dirigida por un partido comunista, que debe emprender inmediatamente las tareas socialistas, extendiendo la revolución a los países capitalistas-imperialistas más avanzados. Lucha-mos por forjar un partido de vanguardia leninista que sería el tribuno del pueblo, defendiendo la causa de todos los sectores oprimidos (incluyendo las minorías, las mujeres, los homosexuales, los inmigrantes) contra sus opresores. Sin embargo, el grupo que se llama la “sección puertorriqueña de la IV Internacional”, el Taller de Formación Política (TFP), no busca construir un partido trotskista independiente sino un partido socialista “amplio”. La organización internacional a la que se adhiere el TFP, el Secretariado Unificado (S.U.), no representa el trotskismo sino el programa del pablismo, haciendo el seguidismo a una serie de fuerzas no revolucionarias. En Puerto Rico, el TFP forma parte del Frente Socialista. 
      EL Frente Socialista incluye también al Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) y el Partido Revolucionario de Trabajadores Puertorriqueños-Macheteros (PRTP), que a su vez forman parte del Congreso Nacional Hostosiano, una coalición con varias fuerzas independentistas pequeñoburguesas y burguesas. Cuando el FP habla de “internacionalismo” se refiere a “particulares lazos” con “la comunidad puertorriqueña residente en los Estados Unidos, porque somos parte de un mismo pueblo”, así como la participación del FS en el Foro de São Paulo, una coalición frentepopulista de partidos de izquierda y nacionalistas burgue-ses en América Latina. Esto no es el internacionalismo proletario ni “la independencia política de la clase obrera” que el Frente llama su “objetivo político fundamental”, sino la colaboración de clases nacionalista. 
      Durante la actual lucha obrera contra la privatización, muchos militantes de izquierda han sido activos en la construcción de las líneas de piquete y en CAOS, la agrupación general de organizaciones sindicales y de izquierda. Sin embargo, llama la atención la ausencia de propaganda política de parte de los grupos que se identifican como socialistas. Su actividad en la lucha huelgaria se ha limitado al sindicalismo combativo y el nacionalismo. 
               Por el internacionalismo proletario, no el frentepopulismo nacionalista 
      En la huelga actual hay referencias constantes al “pueblo”. Al declarar la lucha de los trabajadores telefónicos una “huelga del pueblo”, muchos militantes quieren subrayar el amplio apoyo popular a los huelguistas en contra del odiado gobernador Rosselló. No obstante, la idea de un “pueblo” no dividido contiene todo un programa -- el programa del populismo “sin clases” (en realidad, burgués). En los piquetes se repite la consigna: “El pueblo unido jamás será vencido.” Esta fue la consigna del gobierno de la Unidad Popular en Chile, encabezado por Salvador Allende. La UP fue un “frente popular” clá-sico, políticamente atando la clase obrera a un sector de la clase capitalista en nombre del “antiimperialismo”, el “antifascismo” y otras etiquetas “democráticas” burguesas. Tales coaliciones de cola-boración de clases son un mecanismo favorito de los reformistas para bloquear la lucha revolucionaria y mantener a las masas trabajadoras dentro de los límites del capitalismo. Al hacerlo, el frente popular ayuda en los hechos a las fuerzas fascistas y proimperialistas. 
      El “pueblo unido” sí fue vencido en Chile en el sangriento golpe de septiembre de 1973, debido a la ausencia de una vanguardia proletaria que escindiera la falsa “unidad” de la colaboración de clases y organizara al proletariado en una lucha por sus intereses de clase revolucionarios. El mismo carnicero Augusto Pinochet fue incluido en el gobierno de la “Unidad Popular” como parte del esfuerzo por ganar apoyo del sector “moderado” del Partido Demócrata Cristiano. El resultado fue una masacre sangrienta, como la que había ocurrido en China en 1927 cuando Stalin ordenó a los comunistas chinos a “aliarse” con el general nacionalista Chiang Kai-shek; o en Indonesia en 1965, cuando los estalinistas maoístas del Partido Comunista de Indonesia (PKI) ataron las masas al general nacionalista Sukarno, lo que llevó a la masacre de más de un millón de militantes del PKI, activistas sindicales y miembros de minorías étnicas. Más recientemente, en Haití el frente popular alrededor del movimiento Lavalas de Aristide preparó el camino para la intervención militar de EE.UU., haciendo una nueva cara para el neocolonialismo y manteniendo la terrible miseria y explotación de los obreros y campesinos. 
      En la lucha por su emancipación, los trabajadores deben poner su confianza en su propia fuerza de clase y el apoyo de otros sectores oprimidos contra el capitalismo. Cualquier alianza política con sectores de la burguesía sólo paraliza la fuerza de los explotados y oprimidos. Incluso el diminuto PIP de Rubén Berríos, con su retórica independentista, sólo busca explotar a los trabajadores puertorriqueños “independientemente”, bajo la tutela de EE.UU. (y recibiendo, “por un tiempo” naturalmente, el dinero que el gobierno de EE.UU. paga por las bases militares). Hoy en Puerto Rico, el programa de la colaboración de clases se expresa en la retórica nacionalista omnipresente que caracteriza a casi toda la izquierda. Así, mientras el Tercer Congreso (junio de 1996) del MST habló de “la prioridad de impulsar las luchas y reclamos que representan los intereses de la clase obrera y los sectores oprimidos”, lo ubicaron dentro del marco de la “unidad independentista”. Las consecuencias políticas de este programa y estas fórmulas nacionalistas son extremadamente dañinas para la lucha obrera. 
      Se ha hablado mucho del hecho de que la PRTC es una empresa telefónica rentable y moderna (plenamente digitalizada), que Rosselló está vendiendo por una suma miserable (GTE pagará un máximo de US$300 millones por una compañía valorada en más de US$2,200 millones), lo que conducirá probablemente a un aumento grande del precio de los servicios. Muchos han observado que después de comprar la propiedad de ITT (que administró el sistema telefónico de la isla hasta 1974), la PRTC aumentó el número de teléfonos en Puerto Rico a 1.6 millones en comparación con la cifra anterior de 200,000. Sin embargo, cuando se refiere a “Nuestra Telefóni-ca”, como escribió un profesor universitario de izquierda en un artículo reciente (Claridad, 2 de julio), o cuando se afirma que la Telefónica “pertenece al pueblo de Puerto Rico”, como dijo el ex dirigente de la unión telefónica UIET en un discurso en la línea de piquete, esto es falso y desorienta la lucha. La PRTC pertenece al gobierno capita-lista puertorriqueño y sus ganancias se exprimen del sudor de sus trabajadores. La única manera en que los servicios públicos y sociales serán realmente “nuestros” es a través de la expropiación revolucionaria de todos los explotadores, cuando un gobierno de la clase obrera en Puerto Rico e internacionalmente organiza la economía para servir los intereses de los trabajadores y oprimidos. 
      El mismo líder sindical alabó la huelga como “una lucha de todo un pueblo unido”, observando que hasta hoy la PRTC ha subsidiado varios servicios estatales, incluyendo la educación y “las alzas de la policía misma”. Acto seguido hizo un llamado a “nuestros hermanos policías”, diciendo que no deben ser cómplices de la privatización ¡si ellos quieren recibir apoyo para sus luchas! Esto es completamente falso y peligroso. La conciencia falsa respecto al papel de la policía se encuentra en todos lados en esta huelga. Tanto una banderola como una consigna en los piquetes dice: “Policía no seas macanero, tú también eres obrero.” No: un policía es un policía. Los policías no son obreros sino rompehuelgas profesionales y asesinos racistas, que imponen las leyes antiobreras de la burguesía. Cualquier confusión sobre la naturale-za de la policía produce ilusiones cuyo precio se cobrará en más sangre obrera. 
      Nuestros camaradas de la Liga Quarta-Internacionalista do Brasil (LQB), sección de la Liga por la IV Internacional, han realizado una lucha encarnizada, enfrentando policías militares armados y un sinnúmero de procesos en su contra, para llevar a cabo la expulsión de policías del Sindicato de Trabajadores Municipales (SFPMVR) en Volta Redonda, la “ciudad del acero” de Brasil. Como marxistas, declaran que los policías no son “hermanos” ni “obreros” sino el brazo armado de la burguesía, como muestran los hechos, desde la “guerra contra las drogas” en las viviendas públicas de Puerto Rico hasta el asesinato de Anthony Báez y la tortura del inmigrante haitiano Abner Louima a manos de la policía en Nueva York. Entender esta realidad es crucial para el triunfo de los huelguistas puertorriqueños hoy en día. 
      El nacionalismo puertorriqueño limita la lucha a las fronteras de esta isla caribeña. Sin embargo, la campaña privatizadora tiene un alcance internacional y se ha intensificado en los años recientes como un resultado directo de la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética y los estados obreros burocráticamente deformados de Europa Oriental. Hoy, desde México y Brasil hasta Francia e Italia, los trabajadores están luchando contra la privatización de empresas estatales y la destrucción de conquistas obreras que esto implica. Mientras tanto, crece la amenaza de la contrarrevolución y la destrucción de la economía planificada y la propiedad colectiviza-da en Cuba y China, que sería un desastre para los trabajadores cubanos y chinos y alentaría aún más a los capitalistas a escala mundial. Es imposible luchar contra la privatización en Puerto Rico sin luchar contra el sistema imperialista que se encuentra detrás de esta campaña. Esto significa, en primer lugar, forjar una alianza estrecha con los trabajadores de Estados Unidos, que enfrentan a los mismos patrones. 
      El nacionalismo puertorriqueños vuelve la espalda también a un sector clave de la clase obrera, los 300,000 inmigrantes de la Repú-blica Dominicana, tanto legales como “ilegales”, que viven y trabajan en Puerto Rico. Estos trabajadores están sujetos a las redadas arbitrarias, la detención y deportación a manos de los policías del Servicio de Inmigración y Naturalización, los mismos que realizan redadas en los “talleres del sudor” de Nueva York y Los Angeles. Incluso en la izquierda, hay ejemplos de hostilidad hacia los dominicanos. Un movimiento obrero clasista en Puerto Rico debe defender la causa de estos trabajadores, luchando contra las deportaciones de la misma forma como hay que hacerlo en Estados Unidos. Hay mucho apoyo para esto. Durante la asamblea de miles de delegados sindicales el 28 de junio en Carolina, un representante de los sindicatos dominicanos fue recibido con aplausos calurosos y prolongados. Se necesita una vanguardia revolucionaria internacionalista para movilizar este sentimiento, planteando, entre las reivindicaciones de la huelga, el fin de todas las deportaciones y llamando a la acción obrera para poner alto a las mismas. 
      De la misma forma, un partido obrero revolucionario lucharía por la liberación de la mujer y subrayaría el papel de las trabajadoras, que han jugado un papel central en la huelga telefónica. La mayoría de los trabajadores sindicalizados de la PRTC son mujeres, las mujeres han sido blanco de los mato-nes policíacos, y muchos de los delegados y líderes sindicales son mujeres. Toda la clase obrera debe abanderar la lucha contra la opresión de la mujer, exigiendo, entre otras cosas, el derecho al aborto libre y gratuito, guarderías infantiles gratuitas disponibles las 24 horas, y la extensión de estos derechos a todas las mujeres. 
               ¡Por una federación socialista del Caribe! 
      La huelga telefónica y la huelga general contra la privatización están estrechamente ligadas a la cuestión eterna del “status” de Puerto Rico. Un motivo fundamental de la campaña de Rosselló para vender la Telefónica es el deseo de aumentar las posibilidades de convertir a Puerto Rico en un estado de EE.UU. al aumentar la integración de su economía en la de Estados Unidos. En la práctica, esto significa que las compañías estadounidenses están comprando todo lo que no poseían antes en la isla. 
 El gobierno Clinton y el Partido Demócrata de EE.UU. han cambiado su posición recientemente: en lugar de apoyar el actual status de lo que se llama mentirosamente el “estado libre asociado”, respaldan ahora la “estadidad” de Puerto Rico. Esto resulta en parte del cálculo de que Puerto Rico votaría mayoritariamente a favor del Partido Demócrata y también del deseo de asegurar la presencia continua de las numerosas instalaciones militares de EE.UU. (en lugar de verse obligados a retirarlas como ocurrió con el Comando Sur del ejército de EE.UU. en Panamá). Este cambio está reflejado en el proyecto Young/Craig para convocar un nuevo referéndum tendiente a la estadidad, proyecto que el Congreso de EE.UU. está considerando actualmente. La nueva posición de los demócratas en EE.UU. ha conducido a un cambio de alianzas políticas en Puerto Rico. El PNP, que apoya la estadidad, se alineaba tradicionalmente con el Partido Republi-cano de EE.UU., pero ahora se ha aliado con los demócratas de Clinton. Mientras tanto, el PPD (y el PIP) se orientan a las fuerzas más reaccionarias para oponerse a la estadidad, ¡en particular aquéllas que exigen “Sólo Inglés”! Las masas puertorriqueñas sólo pueden ser derrotadas con estas maniobras cínicas. 
      Tanto como el actual status colonial, la estadidad sería necesariamente contraria a los intereses de los trabajadores puertorriqueños, cuyos ingresos están actualmente muy por debajo de los del estado más pobre de EE.UU. Estaría acompañada de más recortes en los programas sociales, una ofensiva contra el idioma español, así como otras formas de discriminación racista. El Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional abogan por la independencia de Puerto Rico, para asestar un golpe al imperialismo yanqui y porque sólo al romper la subyugación nacional que el dominio colonial implica puede la lucha de clases internacional ocupar el centro de escenario. Apoyamos las luchas por la independencia del dominio colonial, incluso cuando éstas son dirigidas por fuerzas pequeñoburguesas y burguesas, a la vez que luchamos por la dirección proletaria de la lucha contra el imperialismo mediante la revolución socialista internacional. La genuina liberación nacional puede lograrse únicamente a través de la revolución obrera en Puerto Rico y EE.UU. Exigimos: ¡Fuera imperialismo yanqui! Fuerzas armadas de EE.UU., ¡fuera de Puerto Rico y de todo el Caribe! ¡Devuelvan Guantánamo a Cuba! 
      Al mismo tiempo, a pesar de la distorsión inherente en los referéndums coloniales, el hecho es que en la actualidad, la aplastante mayoría de la población puertorriqueña no apoya la independencia. Puesto que el derecho a la autodeterminación es una cuestión democrática y la clase obrera no tienen ningún interés en imponer la independencia en contra de la voluntad de la población puertorriqueña -- especialmente cuando el ímpetu a favor de la separación viene de reaccionarios derechistas-- subrayamos nuestra defensa del derecho de Puerto Rico a la independencia. Enfatizamos además la necesidad de una federación socialista del Caribe. Gran parte de la oposición a la independencia inmediata proviene de la percepción (correcta) de que en un Puerto Rico capitalista independiente, el nivel de vida caería rápidamente a los niveles de miseria desesperada de la vecina Repú-blica Dominicana. Por otro lado, un estado obrero aislado enfrentaría el boicot y cerco imperialista que están estrangulando a la economía cubana. 
      De Marx hasta Lenin y Trotsky, los comunistas genuinos siempre han explicado que no se puede construir el socialismo en un solo país. Esta lección, subrayada por el colapso de la URSS, es más fuerte aún en el caso de una pequeña isla caribeña dentro de lo que la clase dominante de EE.UU. considera un “lago norteamericano”. Pero la lucha por una federación socialista voluntaria de estados obreros en esta región, como parte de los estados unidos socialistas de América Latina, junto con la revolución socialista en los Estados Unidos mismos, podría unir a los pueblos étnica y lingüísticamente diversos de la región en una lucha común contra el imperialismo. Desde la época de la Revolución Haitiana de 1791 contra la esclavitud colonial hasta la Revolución Cubana, las luchas por el progreso social se han extendido rápidamente a lo largo de las Antillas. 
      Tanto en Puerto Rico como en EE.UU., los revolucionarios tienen una especial responsabilidad de defender al estado obrero burocráticamente deformado de Cuba en contra de la agresión militar imperialista y la contrarrevolución interna. Los imperialistas yanquis han usado a Puerto Rico como base para preparar sus ataques y bloqueo contra Cuba y como base de entrenamiento de contrarrevolucionarios en toda América Latina. Como parte fundamental de nuestra defensa de la Revolución Cubana, luchamos a la vez por la revolución política proletaria para echar a la dirección estalinista burocrática bajo Castro, que está preparando el camino para la restauración capitalista; revolución política que sustituiría esta burocracia con la demo-cracia soviética en la forma de consejos obreros revolucionarios. En Puerto Rico, Cuba, los Estados Unidos y alrededor del mundo, luchamos por construir partidos trotskistas en la lucha por reforjar la IV Internacional, partido mundial de la revolución socialista. 
      Si la huelga general convocada para el 7 y 8 de julio va a ser más que un paro de labores de 48 horas y un gran desfile, debe ser animada por un programa de lucha clasista revolucionaria. Como escribiera León Trotsky en su folleto de 1935, “Una vez más, ¿adónde va Francia?”: 

    “La importancia fundamental de la huelga general, independientemente de los éxitos parciales que puede lograr (pero que también puede no lograr), radica en el hecho de que plantea la cuestión del poder de un modo revolucionario. Paralizando las fábricas, los transportes, todos los medios de comunicación en general, las centrales eléctricas, etc., el proletariado paraliza así no sólo la producción sino también el gobierno. El poder del estado queda suspendido en el aire.... 
    “Cualesquiera que sean las consignas y el motivo por los cuales haya surgido la huelga general, si ésta abarca realmente a las masas y si esas masas están decididas a luchar, la huelga general plantea inevitablemente ante todas las clases de la nación la pregunta: ¿quién va a ser el dueño de la casa?”
     Puesto que la huelga general plantea esta pregunta, es crucial forjar el partido de vanguardia de la clase obrera para dar la respuesta, para dirigir una lucha revolucionaria por el poder. Hoy no existe ese partido, pero una huelga general es urgen-temente necesa-ria en Puerto Rico para derrotar la ofensiva privatiza-dora antiobrera del gobierno. Esta situación exige que los revolucionarios redoblen sus esfuerzos por forjar el partido obrero revolucionario  que  es  inprescindible  para  el  triunfo de la clase obrera mediante la revolución socialista internacional. 
 Imperialismo yanqui, ¡fuera! —
¡Por el derecho de Puerto Rico a la independencia! 
¡Por una federación socialista del Caribe!

2 de julio de 1998 
Grupo Internacionalista 
Sección de la Liga por la IV Internacional 

 

E-mail: internationalistgroup@msn.com  

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