abril de 2015
“Radicales” populistas burgueses, con base en sectores de clase media
¿Qué es SYRIZA?
Partidarios de SYRIZA en una manifestación, octubre de 2014.
SYRIZA, la “Coalición de la Izquierda Radical”, cautivó a la gran prensa, así como al grueso de la izquierda en Europa y el mundo con su victoria electoral de enero. Esto trae a la memoria la elección de François Mitterrand y su Unión de la Izquierda en Francia en 1981, o la victoria de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile en 1970. Estas coaliciones de frente popular atajaron una crisis potencialmente revolucionaria al encadenar a los trabajadores a una sección de la clase dominante, abriendo así la vía para que la derecha regresara una vez que la izquierda había fallado. En el caso griego, SYRIZA es un partido populista burgués con retórica de “izquierda”. Pero rara vez ha quedado al descubierto de modo tan vívido la bancarrota de la “izquierda” a la cabeza del gobierno de un país capitalista como hoy en día en Atenas. Muchos izquierdistas desilusionados deben estarse preguntando “¿Cómo pudo pasar esto, y tan rápidamente?”
Parte de la respuesta radica en que el dirigente de SYRIZA Tsipras, así como su ministro de finanzas progre, Varoufakis, simplemente blofeaban en el arriesgado póker del farol: jamás tuvieron ni un plan ni los recursos para resistir un rígido rechazo por parte de los eurobanqueros dominados por Alemania. En parte también, cometieron un grave error de cálculo con respecto a la respuesta de los socialdemócratas en los gobiernos de Francia y Alemania, así como de los Demócratas italianos, ninguno de los cuales rompió filas con los banqueros conservadores. A pesar de que los líderes griegos realizaron un tour relámpago por las capitales europeas, a final de cuentas no consiguieron aliados en Bruselas. Pero lo que en buena medida explica la kolatumba (maroma) política de SYRIZA es la confusión acerca de la naturaleza misma del partido.
A partir de la Revolución Francesa de 1789, “izquierda” y “derecha” simplemente describen posiciones relativas en el espectro de la política burguesa. SYRIZA tuvo sus orígenes en 2004 como una coalición de organizaciones de la (no tan) “extrema izquierda”, que se encontraban en un proceso de agudo viraje hacia la derecha. A partir de un popurrí de “eurocomunistas” de Synapsismós (Coalición de la Izquierda, Movimientos y Ecología) y AKOA, ex miembros de KKE de KEDA, maoístas del KOE y de grupos equivocadamente caracterizados como trotskistas, entre ellos los seguidores del difunto Tony Cliff (DEA) y Ted Grant (Tendencia Comunista), SYRIZA se conformó como una coalición electoral inconformista firmemente arraigada en la política parlamentaria capitalista. A pesar de su denominación “radical”, su programa no va más allá de la socialdemocracia clásica.
Fue el movimiento esencialmente clasemediero de los “aganaktismeni” (indignados), que en 2011 acampó en la Plaza Syntagma (de la Constitución) frente al parlamento y otras plazas centrales en diversas ciudades el que proyectó a SYRIZA como contendiente por el poder. La Coalición elevó sus votaciones de menos del 10 por ciento, hasta 27 por ciento en dos elecciones legislativas en 2012, elevando el número de sus diputados de 9 a 71. Bajo la presión de los medios burgueses para que mantuviera bajo control a los izquierdistas en sus filas, un congreso de fundación realizado a mediados de 2013 comenzó la transformación de SYRIZA en un partido electoral burgués, con medidas organizativas para concentrar el poder en manos de Tsipras. Se adoptó un programa que remplazaba los llamados a cancelar la deuda con vagas referencias a su “renegociación” en el marco de la Unión Europea.
En una larga entrevista con una revista socialdemócrata en EE.UU., Stathis Kouvelakis, un dirigente de Plataforma de Izquierda de SYRIZA, explicó que después de 2012, hubo “un proceso que desembocó en un partido de miembros más que un partido de activistas o miembros activos, un parti d’adhérents, más que un parti de militants.Esto significa también que SYRIZA se hizo permeable hasta cierto punto a las prácticas, si no de clientelismo, al menos de los usos de las redes tradicionales de poder, que siguen siendo muy fuertes en la sociedad griega” (Sebastian Budgen y Stathis Kouvelakis, “Greece: Phase One”, Jacobin, 22 de enero).
Al pasar de ser una coalición de activistas a un partido electoral, hubo un influjo de académicos de edad madura, profesionistas pequeñoburgueses y empleados de oficina. Kouvelakis señaló que el partido está “fuertemente dominado por capas intelectuales: trabajadores del sector público con altos niveles de preparación y educación” y “el peso relativo de las capas más jóvenes sigue bastante limitado” y cuando repentinamente se convocó a elecciones anticipadas tras el fracaso del parlamento en la selección de un presidente en diciembre pasado, la planilla de la coalición “radical” se llenó con parlamentarios nada radicales:
“El 3 de enero, el día que llenó un estadio con 5 mil miembros de partido, el núcleo del partido lo vio intimidando al ala izquierda para que retirara sus objeciones a su selección de candidatos al parlamento. Tsipras ha transformado tanto al partido como su forma de operar; el comité central en su ruinosa sede se hizo menos importante que el equipo político en torno a los ministros en la sombra”
–“‘Hope begins today’: the inside story of Syriza’s rise to power”, The Guardian (28 de enero)
Aunque SYRIZA recibió los votos de muchos trabajadores, sus lazos con el movimiento obrero son escasos y no orgánicos. Un obrero portuario miembro de SYRIZA al que se le preguntó acerca de las críticas según las cuales el partido “está dominado por intelectuales universitarios, y no por gente que provenga del movimiento sindical”, respondió que eso es “más o menos cierto” y que “los sindicalistas miembros de SYRIZA son pocos”. Añadió que SYRIZA y los sindicatos “no tienen fuertes lazos” y estuvo de acuerdo con que en el partido se tiene “una opinión negativa de los sindicatos” debido a los lazos históricos entre los sindicatos y la derechista Nueva Democracia (ND) y el Partido Socialista Panhelénico (PASOK), que gobernaron Grecia durante las últimas cuatro décadas. En el puerto del Pireo, dijo, “el poder se asienta en el vínculo del Partido Comunista con el sindicalismo” (Viewpoint Magazine, 16 de febrero).
El carácter pequeñoburgués de la base de SYRIZA se exacerbó en las recientes elecciones, toda vez que la coalición logró incursionar en los baluartes tradicionales de ND y del PASOK en el campo, donde, reportó The Guardian (28 de enero), “los granjeros se han visto obligados a hipotecar sus tierras, los bancos están reclamándoles por falta de pago y los suicidios en estos tranquilos pueblos de agricultores van a la alza”. Los llamados en la plataforma electoral de SYRIZA a poner fin al oneroso impuesto unificado a la propiedad y por la baja de la tasa impositiva a las propiedades pequeñas y medianas tuvieron particular eco en el campo. Los dueños de casas en las ciudades se vieron atraídos por el llamado a poner fin a la confiscación de cuentas bancarias, así como a la ejecución de hipotecas y a los desahucios de residencias primarias.
Con su atractivo electoral entre empleados gubernamentales de cuello blanco, dueños de casas y pequeños granjeros propietarios, SYRIZA logró atraer a buena parte de la otrora base del PASOK. Este partido, de más de 3 millones de votos obtenidos en 2009, cayó a 750 mil en 2012 y a menos de 300 mil en 2015. Aunque forma parte de la Segunda Internacional socialdemócrata, el PASOK es un partido nacionalista burgués con una base clientelar en la burocracia gubernamental. Mientras se desmoronaba en medio de la furia popular por las medidas de austeridad que implementó bajo las directrices del Memorándum >de los eurobanqueros, sectores enteros de esta partido capitalista se pasaron a SYRIZA. Un caso emblemático es el prominente legislador Alexis Mitropoulos, uno de los fundadores del PASOK. De hecho, en aspectos clave, SYRIZA está a la derecha del PASOK de los primeros tiempos, que se pronunciaba por salir de la OTAN, nacionalizar los medios de producción, etc.
Hoy, SYRIZA no es para nada un partido de “extrema izquierda”, y ni siquiera forma parte del movimiento obrero, sino que –al igual que el PASOK, cuya posición ha heredado– es un partido basado en la pequeña burguesía, con un programa populista burgués. El fenómeno de partidos capitalistas que dicen ser “radicales”, “socialistas” y “revolucionarios” no es nada nuevo. De hecho, aparecen con frecuencia en crisis potencialmente revolucionarias cuando la clase dominante necesita unos parlanchines izquierdizantes para disipar la crisis y desviar a las masas. Este fue el caso del Partido Radical Socialista francés, fundado en 1901 en medio de la radicalización de masas en torno al clerical-militar y antisemita caso Dreyfus. Los radicales socialistas burgueses entramparon al Partido Socialista de Jean Jaurès en la red de la colaboración de clases, haciéndolo parte del gobierno capitalista a través del Bloque de Izquierda.
Como señaló Tsipras en una ponencia en la Institución Brookings en Washington, durante una visita de 2013 para presentarse ante el Fondo Monetario Internacional y el Departamento de Estado norteamericano, “el término ‘radical’ fue usado por muchos partidos en Grecia, hasta el ex primer ministro Konstantinos Karamanlis usó el término ‘Unión Radical de Grecia’”, uno de los partidos que el dirigente conservador encabezó durante el cuarto de siglo en que gobernó el país. Tsipras terminó su discurso diciendo, “Espero haberles convencido de que no soy tan peligroso como algunos piensan que soy”. Logró convencer la Confederación Helénica de Empresas, que tras la elección de enero último declaró que ‘La Federación, como representante fundamental de los negocios agremiados griegos, estará del lado del gobierno”.
En el caso de Grecia –un país de pequeños negocios, cuyos sectores monopolistas (navegación y bancos) operan mayormente desde el extranjero– aunque la retórica de SYRIZA pueda tener un tono socialdemócrata, su programa nacionalista burgués (como el de su predecesor, el PASOK), refleja los intereses de un importante sector de la clase dominante. La débil burguesía de este país imperialista de “segundo nivel” requiere un sector estatal fuerte para sobrevivir ante los gigantes multinacionales que dominan la economía de la Eurozona. Así, la “Coalición de la Izquierda Radical” se parece a varios partidos populistas burgueses de América Latina.
Un ejemplo es el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales en Bolivia, cuya base se asienta en el campesinado aymara y quechua. Aunque invoca al “socialismo” en su nombre, y aunque Morales con frecuencia vitupera contra Washington –en una forma muy parecida a la que Tsipras emplea para criticar la dominación alemana de la UE mientras recuerda la ocupación nazi de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial– el régimen del MAS del “capitalismo andino” (como lo describe el vicepresidente izquierdizante Álvaro García Linera) ha emprendido brutales ataques contra los trabajadores mientras emplea la retórica de la defensa de las empresas paraestatales capitalistas como la minera COMIBOL.1
Con su retórica antiyanqui y sus lazos con Cuba, Chávez y Maduro han sido una molestia para Washington, tanto bajo el republicano Bush, como el demócrata Obama. Frente a los ataques imperialistas, los trotskistas nos pronunciamos por la defensa militar de Venezuela, Bolivia y otros países acosados por los arrogantes amos yanquis. Pero a pesar de sus referencias a la “revolución”, y al “socialismo” en el nombre de su organización, el PSUV es un partido burgués basado en el aparato estatal capitalista, particularmente en el ejército. Si bien nos oponemos tajantemente a la sediciosa oposición conformada por derechistas proimperialistas que siguen el guión de Washington para derribar al régimen de Caracas, los trotskistas denunciamos la represión que éste ha lanzado en contra de militantes sindicales y obreros.2 De hecho, el partido de Tsipras en Grecia ha retomado eslóganes clave de la Venezuela chavista: el programa de SYRIZA aprobado en el congreso de fundación de 2013 proclamaba que “el objetivo estratégico de SYRIZA es el socialismo del siglo XXI”. Fue Chávez quien acuñó el eslogan del “socialismo del siglo XXI”, que más tarde fue retomado por el gobernante capitalista y antiobrero de Ecuador, Rafael Correa. 3
Hoy, SYRIZA opera como una máquina electoral burguesa, con una membresía atomizada, en la que todas las decisiones importantes recaen en Tsipras y su camarilla ministerial, en tanto que los cuerpos partidarios y sus militantes carecen de todo poder. Cuando se conformó la coalición con la derechista ANEL y se plegó a la declaración del 20 de febrero del Eurogrupo, no se consultó a los parlamentarios de SYRIZA, y de hecho ni siquiera se les informó, antes de que estos pasos fueran anunciados. Oh sí, los izquierdistas pueden quejarse y presentar enmiendas en el Comité Central, pero las decisiones del CC no significan nada. No hace falta checar si las cúpulas sindicales están alineadas, como todavía hacen de vez en vez los dirigentes del Partido Laborista británico. Los sindicatos griegos podrían ser diezmados y ello no pondría en duda la existencia de SYRIZA, como no lo haría con el Partido Demócrata en EE.UU., los peronistas argentinos, o los ex comunistas italianos del Partido Democrático burgués.
En lo que toca al programa económico de SYRIZA, es resueltamente capitalista. Nada en su plataforma para las elecciones de 2015, el Programa de Tesalónica, va más allá de lo que gobiernos burgueses han hecho en otras partes. Su llamado a favor de un “New Deal europeo” tiene como referencia al presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt en los años 1930; al solicitar una “expansión cuantitativa” al Banco Central Europeo, hace eco del Banco de la Reserva Federal bajo Barack Obama (cuya política Tsipras ha citado como una alternativa a la política de austeridad de la Unión Europea). Además, el llamado de SYRIZA a favor de una moratoria en los pagos de intereses y por la renegociación de buena parte de la deuda pública para hacerla “sustentable” fue respaldado en una carta abierta al Financial Times (23 de enero) de Londres firmada por 18 importantes economistas burgueses, incluido Joseph Stiglitz, la mayor parte de los cuales son defensores de la política propuesta por John Maynard Keynes de estimular la producción mediante el incremento de la demanda.
El ministro de finanzas Varoufakis (otrora asesor del primer ministro del PASOK George Papandréu y no miembro de SYRIZA) dice abiertamente que su propósito es “estabilizar el capitalismo europeo” y que su “agenda se funda en la suposición de que la izquierda fue, y sigue estando, completamente derrotada”. Decidió “no proponer programas políticos radicales … para derribar al capitalismo europeo”, y en cambio busca “forjar alianzas con fuerzas reaccionarias … para estabilizar a Europa hoy”, con “el riesgo de ser cooptados, de deshacernos de nuestro radicalismo mediante el cálido brillo de haber ‘llegado a los corredores del poder’” (“Yanis Varoufakis: How I became an erratic Marxist” [Cómo me convertí en un marxista errático], TheGuardian, 18 de febrero). Este “teórico de juegos” no es un marxista en lo absoluto, pero está bien consciente del juego que está jugando. Al hacer reverencia a los eurobanqueros no traicionó sus principios, pero sí apuñaló por la espalda a los trabajadores que votaron por SYRIZA.■
- 1.Véase “Bolivia: Evo Morales desata brutal represión contra huelga general” en Revolución Permanente No. 3, octubre de 2013..
- 2.Véase “Dirigentes sindicales izquierdistas asesinados en Venezuela” en suplemento de El Internacionalista (abril de 2009)..
- 3.Véase “Ecuador necesita un gobierno obrero, campesino e indígena” en suplemento de El Internacionalista, diciembre de 2007.