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febrero de 2004 ONU y Marruecos ¡manos fuera del Sáhara Occidental!
¡Por la independencia inmediata e incondicional
del Sáhara Occidental!
En paralelo con la ocupación colonial de Irak, aprobada a posteriori
por las Naciones Unidas, los imperialistas están dispuestos también
a “pacificar” diversas zonas de alto riesgo de África (como Sudán
o el Congo) e, incluso, a “resolver” la cuestión del Sáhara
Occidental. El pueblo saharaui, que ha luchado durante más de 40 años
por su independencia, primero contra los colonialistas españoles y
franceses y, después de 1975, contra el ejército de ocupación
marroquí, corre el riesgo de desaparecer. Su derecho a la existencia
como nación, refrendado en numerosas resoluciones de la ONU, será
enterrado según un plan norteamericano que preconiza una “autonomía”
fingida bajo la bota de la monarquía marroquí. El secretario
general de la ONU, Kofi Annan, espera una respuesta de Marruecos para antes
del 30 de abril (Le Matin [Argel], 24 de enero de 2004). Un guerrillero del Frente Polisario.
El movimiento independentista saharaui (el Frente Polisario) ha dado su aval a esta resolución suicida. ¿Por qué? Bajo la tutela del régimen argelino, el Polisario ha subordinado su lucha a las querellas que libran entre sí los dos países burgueses de África noroccidental (el Magreb), Argelia y Marruecos. Hoy en día, tras la experiencia fallida del nacionalismo de “izquierda” tercermundista, cuando Kadhafi se arrastra ente Estados Unidos y renuncia a las “armas de destrucción masiva” que ni siquiera posee, el régimen argelino busca también un acercamiento a EE.UU. Sin romper con sus patrocinadores tradicionales del gobierno francés, todos los regímenes magrebíes – incluida la República Árabe Democrática Saharaui (RASD) del Polisario – se tropiezan en su afán de obtener los favores de la Casa Blanca. Para Washington, Marruecos es, tanto militar como políticamente, la piedra angular de su dominio cada vez mayor de África occidental. Según el Wall Street Journal (29 de enero de 2004), la monarquía del rey Mohammed VI ha sido elegida para servir como “prueba de la democracia árabe” – bien vigilada, por supuesto – para los países semicoloniales. Al mismo tiempo, los estrategas geopolíticos del imperialismo norteamericano buscan mejorar las relaciones entre Argelia y Marruecos para así construir un bloque magrebí bajo su control, situado sobre el flanco sur de la OTAN. El imperialismo francés ve con malos ojos esta incursión furtiva en su “coto de caza” privado y alienta las vacilaciones que manifiesta la monarquía marroquí ante los nuevos proyectos norteamericanos (sin oponérseles abiertamente). El plan Baker II, aprobado por la ONU en julio de 2003, pretende legitimar la anexión marroquí del Sáhara Occidental. Éste es hoy en día el propósito de la misión de la ONU en el Sáhara Occidental, la MINURSO. El resultado de esta operación de distracción será el abandono de los cerca de 200.000 saharauis encerrados en los campos de refugiados cercanos a Tindouf; estarán condenados a la reclusión perpetua en el desierto, siendo obligados a someterse a la ocupación de su país mediante 160.000 soldados (y otros tantos colonos marroquíes), o a emigrar a países vecinos como Mauritania, donde todavía rige la esclavitud. Ante las maquinaciones imperialistas a favor de una “anexión suave” del Sáhara Occidental por la monarquía marroquí, los trotskistas decimos: ¡Abajo el plan Baker! Opuesta a todo tipo de opresión nacional, la Liga por la IV Internacional exige la independencia inmediata e incondicional del Sáhara Occidental del reino de Marruecos. La precondición esencial para la independencia del Sáhara Occidental es el retiro inmediato de todas las tropas imperialistas y marroquíes estacionadas en su territorio. Se debe luchar también por la liberación de todos los prisioneros saharauis víctimas de la opresión nacional monárquica. Y en tanto que los nacionalistas no pueden más que intentar acomodarse a los regímenes burgueses regionales y sus patrones imperialistas, los revolucionarios proletarios luchamos por la revolución obrera que los derribe y por una federación socialista del África noroccidental. El “Plan Baker II” En 1997, Kofi Annan hizo de James Baker (quien fungió como secretario del Tesoro bajo la administración Reagan y como secretario de estado de George Bush I) su enviado especial para encontrar una “solución” a la cuestión del Sáhara Occidental. Baker, lo mismo que el actual embajador norteamericano en Marruecos, está ligado estrechamente al trust energético US Kerr McGee – que firmó un acuerdo con Marruecos en 2001 para buscar petróleo en las aguas territoriales reivindicadas por dicho país. El papel de la ONU como hoja de parra para encubrir las intrigas imperialistas no podría ser más claro. A pesar de su nombre, el nuevo plan de Baker para “la autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental” no es otra cosa que una versión ligeramente corregida de la propuesta marroquí de una “acuerdo marco” que Baker ya había propuesto y que se opone a una verdadera autodeterminación para el pueblo saharaui. Este plan propone, de nuevo, decidir el status del Sáhara Occidental mediante un referéndum, sólo que esta vez debería realizarse tras un período de autonomía ficticia bajo una Autoridad del Sáhara Occidental (ASO) controlada por Marruecos. Además, está la piedra de toque de quién tiene derecho a votar. El plan prevé la inclusión de todos los que han vivido en el territorio después de 1999, lo que acepta la migración masiva organizada por el gobierno de Rabat. (De todas maneras, James Baker es un experto en referendos fraudulentos, pues fue el encargado de George W. Bush de dirigir la “guerra de los recuentos” de las papeletas de votación en Florida que le aseguraron la presidencia norteamericana.) El plan prevé el establecimiento de un acuerdo entre el reino de Marruecos y el Frente Polisario, al que se asociarían Argelia y Mauritania como países vecinos. Según el estatuto de la ASO, esta “Autoridad” tendrá bajo su responsabilidad los ámbitos de la administración local y del presupuesto territorial, en tanto que el makhzen (el poder central marroquí) se encargará de la “seguridad nacional” (incluida la determinación de las fronteras marítimas y terrestres y su protección a través de los “medios apropiados”). Además, tendrá a su cargo la producción, venta, posesión y empleo de armas y explosivos, así como la defensa de la “integridad del territorio del Sáhara Occidental” contra toda tentativa “secesionista”. Todo ello significa simplemente el fin de la RASD; después del abandono por parte de Argelia, un sector del Polisario se matricularía como uno más de los impotentes y corruptos grupos de “oposición” marroquíes, que son subvencionados por el makhzen. Una verdadera autonomía nacional es impensable no sólo bajo esta monarquía – en la que ningún derecho democrático está garantizado – sino más generalmente en la época imperialista, sobre todo en el caso de los países coloniales y semicoloniales. Carentes de las bases económicas necesarias para una verdadera integración, estos países no pueden mantener la “unidad nacional” más que mediante el puño de hierro (bajo el capitalismo la alternativa es, antes que otra, la guerra étnica fratricida). Ningún estado burgués magrebí puede darse el “lujo” de otorgar verdaderos derechos a sus poblaciones amazighes (de lengua berebere). El trust francés TotalFinaElf ha firmado
también un contrato para la prospección petrolera a lo largo
de las costas del Sáhara Occidental. El nombre “TotalFinaElf” es sinónimo
de corrupción y pillaje en “Françafrique” – un “brazo secular
del estado” como lo denomina Le Monde (13 de noviembre de 2003). Es
notoria su imbricación con los servicios de inteligencia, los militares
y los mercenarios. Las iniciativas estadounidenses han puesto a la defensiva
a Francia, potencia imperialista de segunda categoría. Así
Chirac lanzó nuevas expediciones colonialistas en África Negra
(recientemente en Costa de Marfil) y visitó Marruecos en octubre de
2003 (acompañado por la crema y nata del capitalismo francés)
para asegurarle al rey Hassan II su apoyo “sin reservas”. Más allá
de los lazos personales que hay entre Chirac y Hassan (y la estrecha colaboración
entre la agencia francesa de inteligencia [la DGSE] y los servicios marroquíes
formalizada en los acuerdos de cooperación que portan grotescos nombres
como el “Club Safari” o “Club Mediterranée”), el imperialismo francés
intenta desesperadamente asirse a este pilar de su política africana
sirviéndose de estos vínculos y alentando las reticencias marroquíes
a aceptar siquiera un referéndum trampa en el Sáhara Occidental. Mapa: Solidaridad Internacional El impasse del Polisario Ya en 1965, la ONU pidió a
la potencia colonial española que organizara un referéndum
que permitiera al pueblo saharaui ejercer libremente su derecho a la autodeterminación.
No obstante, Madrid decidió no separarse de una vez de su colonia,
pues el territorio del Sáhara Occidental no es un simple montón
de arena. El país cuenta con importantes recursos; posee una de las
reservas más grandes de fósforo del mundo, además de
que cuenta con yacimientos de cobre, hierro, uranio, petróleo y sus
costas, de una extensión de 150.000 kilómetros cuadrados, cuentan
con importantes pesquerías.
Entre 1953 y 1956, miles de saharauis combatieron a los colonialistas franceses en Marruecos. Una vez que Marruecos obtuvo su independencia, continuaron en el sur la lucha por echar a las tropas colonialistas españolas de los territorios de Ifni, Tarfaya y del Sáhara. El rey Hassan (quien reivindicaba no sólo el Sáhara, sino también Mauritania) los apuñaló en la espalda, como cuenta Gilles Perrault en su libro Notre ami le roi (Gallimard, 1990): “En enero de 1958, franceses y españoles, en completo acuerdo con las autoridades marroquíes, comenzaron la operación Huracán, en la que la parte francesa se llamaba Cepillo. Al mes siguiente, unos 15.000 hombres, apoyados por un centenar de aviones, peinaron el desierto. Las tribus saharauis, sus manadas aniquiladas, fueron forzadas al éxodo. Los combatientes, aplastados, se rindieron y la mayor parte se une a las FAR [el ejército real marroquí] o vuelve a sus casas”.Como en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, y como en el caso de Mauritania (que obtuvo su independencia formal bajo la égida del neocolonialismo francés), la pretenciosa monarquía marroquí se enfrenta a las poblaciones indígenas y no a sus antiguos patrones coloniales. El 11 de junio de 1970, una manifestación pacífica de masas en El-Ayoun (principal conglomerado urbano del país) exigió de nuevo la independencia del Sáhara Occidental. Inmediatamente, las fuerzas coloniales respondieron con la represión y el terror. El 10 de mayo de 1973, viejos miembros del movimiento de liberación saharaui y estudiantes crearon el Movimiento Popular de Liberación de Saguia el-Hamra y de Río de Oro (Polisario). Se reinició la lucha armada. Un año después, Madrid cedió y prometió un referéndum sobre la autodeterminación. Sin embargo, Marruecos y Mauritania se opusieron a la independencia y en enero de 1975 los colonialistas españoles decidieron suspender el referéndum. El Polisario y su ala militar, el Ejército de Liberación del Pueblo Saharaui (ALPS) intensificaron sus ataques contra las guarniciones españolas. En 1975 estas acciones abrieron la vía de las negociaciones que condujeron, el 24 de mayo del mismo año, al anuncio hecho por el general Gómez de Salazar (gobernador del Sáhara Occidental) de un plan de evacuación del territorio. Pero, también en 1975, Madrid concluyó secretamente con Marruecos y Mauritania un acuerdo para dividir el territorio, a cambio de una contrapartida económica y territorial en el norte de Marruecos (manteniendo los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla). Hassan II declaró su intención de organizar la “marcha verde” para recuperar “sus” provincias. En octubre de 1975, Marruecos anunció la invasión militar y 35,000 soldados marroquíes blandiendo el Corán y retratos del rey iniciaron la marcha. Se creó así una atmósfera histérica de “unión sagrada” que englobó no solamente a los “opositores” de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP – partido nacionalista burgués de “izquierda”) sino también a los a los estalinistas corruptos del Partido del Progreso y del Socialismo (PPS). Al PPS – pro Moscú, pero sobre todo, pro Hassan – le regaló un periódico para fustigar a los “mercenarios” del Polisario. Fue el comienzo de una larga guerra entre el Frente Polisario y las Fuerzas Armadas Reales (FAR) de Hassan II. El Frente, que se apoyaba en los refugiados instalados en los campos del Sáhara Occidental y en Tindouf en el suroeste argelino, tuvo que hacer frente simultáneamente a las FAR y al ejército mauritano (aunque estos últimos pronto abandonaron el campo de batalla). A principios de 1976, la aviación marroquí atacó a civiles saharauis en Oum Dreiga, Tifarite, Amgala y Guerlta y los bombardeó con napalm. El Polisario dependía cada vez más de la Argelia de Boumediene, además de haber sido financiado con fondos de Kadhafi. Pero el apoyo argelino a la causa saharaui no constituyó, como quiere hacer creer el sanguinario régimen nacionalista burgués argelino, una defensa de los derechos de los pueblos en lucha. El sueño de una unidad norafricana, sostenido por dos generaciones de nacionalistas anticolonialistas, se hizo añicos mientras estos dos estados burgueses – una dictadura militar seudosocialista y una monarquía reaccionaria –se disputaban entre sí la hegemonía sobre el Magreb: “En los dos países, la explotación del nacionalismo se ha convertido en un recurso político en la competencia por el poder, lo que hace difícil encontrar una solución al conflicto del Sáhara Occidental. Para la monarquía, la pérdida del Sáhara habría significado la caída del trono; el rey Hassan II estuvo preparado a pelear hasta con el último de los marroquíes por apoderarse de la antigua colonia española. Para los generales argelinos, la estafa nacionalista es un elemento clave de su poder, y el primero de ellos que daría una prueba de moderación sería descalificado.”En una guerra abierta entre Argelia y Marruecos, la lucha saharaui estaría subordinada a una sórdida lucha entre dos estados burgueses clientes del imperialismo en la que los marxistas revolucionarios no tienen ningún partido que tomar. Durante la “guerra de las arenas” de 1963 entre Marruecos y Argelia, los oportunistas del Secretariado Unificado (S.U.) – que fingían ver en la Argelia de Ben Bella un “gobierno obrero y campesino” en ruptura con el capitalismo – se cuadraron tras Ben Bella. Los auténticos trotskistas, por el contrario, adoptaron la posición de derrotismo revolucionario en ambos bandos. A partir de noviembre de 1977, la Francia imperialista se unió a las FAR y bombardeó con napalm las unidades del ALPS con la ayuda de sus aviones cazabombarderos Jaguar y Breguet-Atlantique. Después de haber asesinado y torturado a más de dos millones de argelinos durante la guerra de independencia de Argelia, el imperialismo francés mostró, una vez más, su verdadero rostro. El apoyo a Rabat se explica por los antiguos lazos que lo unen a la monarquía, así como por los intereses del capital francés en dicho reino. Los 160.000 soldados de las FAR no lograron suprimir la resistencia saharaui (lo que luego fue objeto de un estudio del Pentágono). Se dio la orden a las FAR de abandonar una parte del territorio y de limitar su presencia tan sólo a las regiones que se juzgaban útiles, rodeando al ejército con cinturones defensivos, campos de minas, alambres de púas y muros defensivos. Marruecos adaptó sus fuerzas armadas a las del ALPS, optó por la lucha contraguerrillera y formó destacamentos de intervención rápida. Al nivel militar esto llevó al impasse. La guerrilla no logró echar a las FAR, pero el costo de la guerra pesó también sobre la monarquía marroquí. En 1981 hubo levantamientos populares espontáneos en las ciudades contra la carestía. No obstante, gracias a un sistema de represión a gran escala y con el apoyo de los partidos nacionalistas burgueses y de los estalinistas del PPS, la monarquía logró estabilizar el “frente interno” – en tanto que la derrota de la monarquía habría servido inequívocamente a los intereses de las masas oprimidas. En aquella época, sólo algunos elementos maoístas exigieron la autodeterminación o hasta la independencia del Sáhara Occidental. Estos supuestos “marxistas-leninistas” fueron desarticulados por los arrestos y la tortura. Por otra parte, los maoístas defendían un programa de “revolución por etapas” en total contradicción con Marx y Lenin; no eran menos estalinistas que el PPS, a pesar de su lenguaje “izquierdista”. Este programa de colaboración de clases impidió la movilización del proletariado y de todos los oprimidos marroquíes en una lucha revolucionaria contra la monarquía, el imperialismo y el capitalismo mismo. La mayor parte de ellos se han convertido en socialdemócratas en la Gauche Socialiste Unifiée (GSU – Izquierda Socialista Unificada), que dio “apoyo crítico” al gobierno de Abderrahamane El Youssoufi (1998-2002) de la USFP y preconiza una “monarquía parlamentaria” (Houria Chérif Haouat, miembro del comité central, en L’Humanité, 30 de septiembre de 2002). La GSU propone, también, la “autonomía” del Sáhara. En 1981, Hassan II tuvo que hacer nuevas promesas acerca de un referéndum sobre el Sáhara ante la Organización de la Unidad Africana (OUA), todo con el propósito de librar su guerra sucia, erigiéndose muros en torno al territorio ocupado y sus sitios estratégicos. Se tuvo que esperar hasta junio de 1990 para la publicación de un plan de reglamento de la ONU y la OUA que preconizaba la celebración de un referéndum en junio de 1992, con base en el censo colonial español de 1974. No obstante, el Polisario puso en tela de juicio el censo colonial. La batalla en torno a los criterios para el cuerpo electoral es el nudo del conflicto. La ONU jugó con la carta de compromisos para obligar al Polisario a hacer concesiones. En 1997, Marruecos y el Polisario firmaron los acuerdos de Houston, preconizando la celebración de un referéndum para finales de 1998. Estos acuerdos descansaban sobre un nuevo compromiso, el reconocimiento de 150.000 marroquíes. Algunas semanas más tarde, Rabat violó una cláusula de estos acuerdos. No obstante, las décadas de lucha han dejado claro que la población saharaui ya ha hecho su elección, no importa cuál sería el reglamento impuesto por los imperialistas. Federación socialista del Magreb
contra la recolonización imperialista
Hoy en día la prensa vendida argelina canta victoria para intentar cubrir el abandono de los saharauis a Marruecos. “Cómo entrampó Argel a Rabat” se titula, por ejemplo, el Quotidien d’Oran (16 de julio de 2003), que se congratula de las buenas relaciones entre Argel y la Casa Blanca a expensas de Marruecos. Además, el Quotidien d’Oran anuncia: “al mismo tiempo, el presidente Mohamed Abdelaziz [de la RASD] se dirige esta mañana del 15 de julio a.... Washington. Invitado por congresistas norteamericanos del Partido Republicano y de asociaciones norteamericanas a favor de la independencia, el presidente saharaui considera reforzada su posición”. Vana esperanza. Por su parte, la prensa vendida marroquí se deleita con el abandono por parte del Polisario de su lenguaje “revolucionario” de antaño y alude (¡qué hipocresía!) a los subsidios destinados por Boeing al Polisario. El Polisario, lo mismo que otros nacionalistas pequeñoburgueses, ha abandonado desde hace mucho su retórica de “izquierda” en la medida en que busca edificar un estado burgués cliente del imperialismo. En el último congreso del Polisario se expresó cierto descontento en torno al cese al fuego, pero la burguesía argelina está dispuesta a sofocar toda rebelión. Un simple retorno a los grandes días de la lucha armada es, por lo demás, imposible. Hoy más que nunca, el destino del pueblo saharaui está estrechamente vinculado a la lucha por la movilización de los proletariados argelino y marroquí contra sus respectivos gobernantes capitalistas neocoloniales. Si la colaboración militar entre Argelia y la OTAN se desarrolla, Estados Unidos ha decidido también cuadriplicar su “asistencia no militar” – es decir, policíaca – a Marruecos (40 millones de dólares a partir de 2004) a fin de “combatir el terrorismo”. La ayuda militar norteamericana a la monarquía será duplicada y alcanzará los 20 millones de dólares. Lo que se prepara no es un bloque argelino-norteamericano contra Marruecos, sino una lucha entre los imperialistas norteamericanos y franceses por la influencia tanto en Marruecos como en Argelia. En vista de los lazos crecientes entre Estados Unidos y Marruecos, es más que probable que la reticencia de los marroquíes con respecto al Plan Baker II (que contiene algunas referencias vagas a una eventual independencia del Sáhara Occidental) se diluya, a pesar de todos los esfuerzos de Chirac. Por otra parte, mientras condena el contrato firmado con TotalFinaElf, Abdelaziz ha prometido la apertura del Sáhara Occidental al “capital francés” si el imperialismo francés marca su distancia con respecto a la monarquía marroquí. Es bien cierto que un Sáhara Occidental independiente, a pesar de sus riquezas naturales, seguiría siendo un estado pobre víctima del pillaje imperialista. La geografía exige imperativamente una colaboración económica racional entre los países de África del Norte (por ejemplo, el proyecto de un gasoducto a través de Marruecos para unirlo a Europa). Pero todos los intentos de integración económica del Magreb han fracasado – o agravan el pillaje de estos países a manos del imperialismo norteamericano o de sus rivales europeos. El dominio marroquí del Sáhara Occidental descansa en el apoyo de los criminales imperialistas norteamericanos y europeos que se presentan hoy en día como los garantes de la autodeterminación para el pueblo saharaui – ¡los mismos imperialistas que organizan la ocupación colonial de Irak!
El pueblo saharaui se ha visto reducido a una existencia espantosa. Toda una generación de jóvenes no ha conocido más que la vida en los campos de refugiados de Tindouf, en los que han habitado desde hace 20 años. Siendo un pueblo pequeño, no pueden ganar con sus solos efectivos la batalla contra la enorme maquinaria de guerra marroquí. Obligados a buscar el apoyo de fuerzas más poderosas, los dirigentes del Frente Polisario se han hecho clientes del sanguinario régimen argelino y apelan a la ONU y a los imperialistas europeos y norteamericanos. Se imaginan que el Sáhara Occidental podría seguir el mismo camino que Timor Oriental, país ahora independiente sin industria donde la población vive en la miseria, habitando en chozas, en tanto que los antiguos jefes del movimiento de liberación Fretilin ocupan las residencias del antiguo gobernador indonesio. En todo caso, es muy probable que en el contexto actual, los combatientes por la independencia sean tratados como “terroristas”. Pero los saharauis no están condenados a buscar eternamente un padrino imperialista. Su destino no debe ser el de un pueblo martirizado. Pueden jugar un papel central en el despertar del poderoso proletariado norafricano, en su toma de conciencia de clase en una lucha encarnizada contra el nacionalismo que lo ha dividido y encadenado a sus explotadores. La emancipación nacional del pueblo saharaui no será posible más que en lucha contra el imperialismo y la reacción “nacional”. Las mujeres saharauis que han jugado un papel muy activo en la lucha por la independencia están fuertemente amenazadas, lo mismo que sus hermanas marroquíes y argelinas, por los islamistas, la monarquía y los verdugos nacionalistas en el poder en Argelia. La lucha por su liberación debe ser parte integrante de una lucha revolucionaria por la emancipación de los trabajadores, de la lucha de los explotados y oprimidos contra sus explotadores y opresores. Los habitantes de los campos de refugiados en el desierto del Sahara, así como los habitantes de los tugurios en torno a Casablanca y de otras grandes ciudades, necesitan urgentemente una dirección obrera guiada por el programa de la revolución permanente, que extienda la lucha al corazón de las metrópolis imperialistas. Una lucha de clases de los trabajadores norteamericanos, ingleses, españoles e italianos contra la guerra imperialista en Irak y Afganistán, así como luchas de los obreros franceses contra su “propia” burguesía, serán decisivas para decidir la suerte de los hambrientos y condenados de la tierra norafricana. La Liga por la IV Internacional insiste en que sobre
todo el proletariado marroquí, junto con sus hermanos de clase argelinos,
tunecinos y libios, es el aliado fundamental del pueblo saharaui. En tanto
que Marruecos y el resto de los países del Magreb son países
de desarrollo capitalista tardío, la solución completa y verdadera
de sus reivindicaciones democráticas y de su liberación nacional
del yugo del imperialismo no puede ser otra que la dictadura del proletariado
que se ponga a la cabeza de la nación oprimida y, sobre todo, de sus
masas campesinas, en una federación socialista del Magreb. Para lograrla,
es necesario construir partidos revolucionarios de tipo bolchevique para
instaurar y consolidar un régimen proletario en África noroccidental
y para ayudar a encender la chispa revolucionaria al interior de los países
de sus antiguos y nuevos colonizadores. Frente al imperialismo, hace falta
una lucha a escala internacional por la revolución socialista, especialmente
en Francia y Estados Unidos. n Para contactar el Grupo Internacionalista y la Liga por la IV Internacional, escribe: internationalistgroup@msn.com |
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