León
Trotsky
A 90 años del Manifiesto
Comunista*
(octubre de 1937)
¡Es difícil creer
que
solamente faltan diez años para el centenario del Manifiesto
Comunista! Este
folleto, que demuestra una genialidad mayor que cualquier otro en la
literatura
mundial, nos pasma aun hoy por su frescura. Sus secciones más
importantes
parecen haber sido escritas ayer. Ciertamente los jóvenes
autores (Marx tenía
veintinueve años y Engels veintisiete)1
fueron
capaces de prever el futuro más que
nadie antes o después de ellos.
En su prefacio común a la
edición de 1872, Marx y Engels declararon que, a pesar de que
algunos de los pasajes secundarios en el
Manifiesto eran
anticuados, sentían que ya no tenían derecho a alterar el
texto original puesto
que el Manifiesto se había convertido ya en un
documento histórico,
durante esos veintinueve años. Han transcurrido sesenta y cinco
años desde
entonces. Pasajes aislados han retrocedido aun más en el pasado.
Trataremos de
establecer sucintamente en este prefacio aquellas ideas del Manifiesto
que
conservan hoy su fuerza completa, como también aquellas que
requieren
importantes alteraciones y ampliaciones.
1º. La concepción
materialista
de la historia, descubierta por Marx poco antes y aplicada con
habilidad
consumada en el Manifiesto ha resistido completamente la
prueba de los
hechos y los golpes de la crítica hostil. Hoy constituye uno de
los más
preciosos instrumentos del pensamiento humano. Todas las demás
interpretaciones
del proceso histórico han perdido todo significado
científico. Podemos declarar
con certeza que es imposible en nuestra época, ser no
sólo un revolucionario
militante sino incluso un observador culto de la política sin
asimilar la
interpretación materialista de la historia.
2º. El primer
capítulo del Manifiesto comienza con las siguientes
palabras: “La historia de
todas las sociedades
existentes hasta hoy es la historia de la lucha de clases.” Este
postulado, la
conclusión más importante extraída de la
interpretación materialista de la
historia, tornóse inmediatamente en argumento de la lucha de
clases. Ataques
especialmente venenosos fueron dirigidos por hipócritas
reaccionarios,
doctrinarios liberales y demócratas idealistas contra la
teoría que sustituía
el “bienestar común”, la “unidad nacional” y las “verdades
morales eternas” por
la lucha de intereses materiales como fuerza impulsora de la historia.
A ellos
más tarde se unieron reclutas de las filas del movimiento
obrero, los llamados
revisionistas, que proponían criticar (“revisar”) el marxismo
con el espíritu
de conciliación y colaboración de clases. En nuestra
propia época finalmente,
el mismo camino han tomado en la práctica los despreciables
epígonos de la
Internacional Comunista (los “‘estalinistas”): la política del
llamado Frente
Popular fluye totalmente de la negación de las leyes de la lucha
de clases.2 Mientras tanto, es precisamente la época
del
imperialismo, al llevar todas las contradicciones sociales a un punto
de máxima
tensión, lo que de al Manifiesto Comunista su supremo
triunfo teórico.
3º. Marx dio forma final a
la
anatomía del capitalismo, como una etapa especifica en el
desarrollo económico
de la sociedad, en El Capital (1867). Pero en el Manifiesto
Comunista las líneas principales del análisis
futuro están firmemente esbozadas: el
pago por la fuerza trabajo como equivalente al costo de su
reproducción; la
apropiación del valor del excedente por los capitalistas; la
competencia come
ley básica de las relaciones sociales; la ruina de las clases
intermedias, es
decir, la pequeña burguesía urbana y el campesinado; la
concentración de la
riqueza hermanos de un número cada vez menor de propietarios por
un lado, y por
el otro, la preparación de condiciones materiales y
políticas previas al
régimen socialista
4º. En el Manifiesto,
la tesis que se refiere a la tendencia del capitalismo a rebajar el
nivel de
vida de los trabajadores y aun a transformarlos en indigentes, estuvo
sujeta a
un ataque de artillería pesada. Clérigos, profesores,
ministros, periodistas,
teórico socialdemócratas, dirigentes de gremios obreros,
se enfrentaron contra
la así llamada “teoría del empobrecimiento”. Ellos
descubrieron invariablemente
señales de prosperidad creciente entre los trabajadores,
manipulando la
aristocracia obrera como si fuera el proletariado, o tomando una
tendencia
pasajera como permanente. Mientras tanto, hasta el desarrollo del
capitalismo
más poderoso del mundo, esto es, el capitalismo de los Estados
Unidos, ha transformado
millones de trabajadores en indigentes que son mantenidos a costa de la
caridad
federal, municipal o privada.
5º. Contra el Manifiesto,
que describía las crisis industriales y comerciales como una
serie de más y más
extensas catástrofes, los revisionistas juraron que el
desarrollo de trusts nacionales
e internacionales aseguraría un control sobre el mercado y
conduciría
gradualmente a la abolición de las crisis. El final del siglo
pasado y el
comienzo del presente estuvieron marcados en realidad por un desarrollo
tan
tempestuoso del capitalismo, que las crisis parecieron solamente
interrupciones
“accidentales”. Pero esta época se ha ido para no regresar. En
el análisis la
verdad probó estar de lado de Marx también en esta
cuestión.
6º. “El gobierno del estado
moderno no es más que un comité para el manejo de los
negocios comunes de toda
la burguesía.” Esta fórmula sucinta, que los dirigentes
de la socialdemocracia
despreciaron como una paradoja periodística, contiene, de hecho,
la única
teoría científica del estado. La democracia ideada por la
burguesía no es, como
pensaron Bernstein y Kautsky,3
un
saco vacío que se puede llenar indiferentemente con cualquier
clase de
contenido. La democracia burguesa puede servir solamente a la
burguesía. Un gobierno
del “Frente Popular”, ya sea encabezado por Blum o Chautemps, Caballero
o
Negrín,4 es solamente “un
comité para el manejo de los
negocios comunes de toda la
burguesía”. Siempre que este “comité”, maneja mal los negocios, la burguesía lo expulsa de
una
patada.
7º. “Toda lucha de clases
es
una lucha política.” “La organización del proletariado
como clase, es,
consecuentemente, su organización en un partido
político.” Los sindicalistas
por un lado y los anarcosindicalistas por otro, se han desviado por
largo
tiempo - y aún ahora tratan de desviarse - de la
comprensión de estas leyes
históricas. Un golpe aplastante le fue asestado al sindicalismo
“puro” en su
principal refugio: los Estados Unidos. En España, su
último bastión, el
anarco-sindicalismo ha sufrido una derrota irreparable. Aquí
también el Manifiesto probó estar en lo correcto.
8º. El proletariado no
puede
conquistar el poder dentro del sistema legal establecido por la
burguesía. “Los
comunistas declaran abiertamente que sus fines pueden
ser alcanzados solamente por el derrocamiento
violento de todo el
régimen social existente.” El reformismo buscó explicar
este postulado del Manifiesto en base a la inmadurez del
movimiento en ese tiempo, y
en el desarrollo
inadecuado de la democracia. El destino de las “democracias” italiana,
alemana
y un gran número de otras, prueba que la “inmadurez” es el rasgo
distintivo de
las ideas de los mismos reformistas.
9º. Para la
transformación
socialista de la sociedad, la clase trabajadora debe concentrar tal
poder en
sus manos que pueda aplastar todos y cada uno de los obstáculos
políticos que
obstruyan el camino al nuevo sistema. “El proletariado organizado como
clase
dirigente” es la dictadura. Al mismo tiempo es la única
democracia proletaria
verdadera. Su alcance y profundidad dependen de condiciones
históricas
concretas. A medida que un mayor número de estados tomen la
línea de la
revolución socialista, la dictadura asumirá formas
más libres y flexibles y la
democracia de los trabajadores será más amplia y profunda.
10º. El desarrollo
internacional del capitalismo ha predeterminado el carácter
internacional de la
revolución proletaria. “La acción unida de los
países más civilizados por lo
menos es una de las primeras condiciones para la emancipación
del proletariado.”
El desarrollo subsecuente del capitalismo ha entrelazado tan
estrechamente
todos los sectores de nuestro planeta, tanto el “civilizado” como el
“incivilizado”, que el problema de la revolución socialista ha
asumido completa
y decisivamente un carácter mundial. La burocracia
soviética trató de liquidar
el Manifiesto con respecto a este problema fundamental. La
degeneración
bonapartista del estado soviético es una ilustración
abrumadora de la falsedad
de la teoría del socialismo en un sólo país.5
11º. “Cuando, en el curso
del
desarrollo, las distinciones de clase han desaparecido, y toda la producción ha sido reunida en las manos
de
una vasta asociación de la
nación entera,
el poder público perderá su
carácter
político.” En otras palabras: el estado se extingue. La sociedad
persiste
liberada de la camisa de fuerza. Esto no
es otra cosa que socialismo. En cambio, el crecimiento monstruoso de la
coerción estatal en la Unión Soviética es
testimonio elocuente de que tal sociedad
se está
alejando del socialismo.
12º. “Los trabajadores no
tienen patria.” Estas palabras del Manifiesto
han sido evaluadas más de una
vez
por filisteos como un escarnio agitativo. En realidad proveyeron al
proletariado con la única instrucción imaginable en el
problema de la “patria”
capitalista. La violación de esta directiva por la II
Internacional acarreó no
solamente cuatro años de devastación en Europa, sino
también el presente
estancamiento de la cultura mundial.6 En
vista de la nueva guerra inminente, para
la cual ha preparado el camino la
traición de la Tercera Internacional, el Manifiesto continúa
siendo
ahora el consejero más fidedigno en
el
problema de la “patria” capitalista.
Así, vemos que esta obra
conjunta y más bien breve de dos jóvenes autores
continúa dando instrucciones
irremplazables sobre los más importantes y vehementes problemas
de la lucha por
la emancipación. ¿Qué otro libro podría ser
aun lejanamente comparado con el Manifiesto
Comunista?
Pero esto no implica que después de
veinte años de desarrollo sin precedentes de las fuerzas
productivas y
vastas luchas sociales, el Manifiesto no
necesita correcciones o
adiciones. El pensamiento revolucionario no tiene nada
en común con el culto a los ídolos. Programas
y pronósticos son examinados y corregidos a la luz de la
experiencia que es el
criterio supremo de la razón humana. El Manifiesto también
requiere
correcciones y adiciones. Sin embargo como lo evidencia la misma experiencia histórica, estas adiciones
y
correcciones pueden ser llevadas a cabo
con éxito, solamente al proceder de acuerdo con el método
fijado en la
base del Manifiesto mismo.
Trataremos
de indicarlo en varios ejemplos importantísimos.
1º. Marx enseñaba
que ningún
sistema social abandona la arena de la historia, antes de agotar sus
potencialidades creativas. El Manifiesto ataca al capitalismo
por
retardar el desarrollo de las fuerzas productivas.
Sin embargo durante ese período,
así como en las décadas
siguientes, este retardo era solamente de carácter relativo.
Si hubiera
sido posible en la segunda mitad del siglo diecinueve, organizar la
economía
sobre principios socialistas, sus tempos de crecimiento
hubiesen sido
inconmensurablemente mayores. Pero este postulado, teóricamente
irrefutable, no
invalida el hecho de que las fuerzas productivas continuaron
expandiéndose en
una escala internacional hasta la guerra mundial. Solamente en los
últimos veinte años, a pesar
de las más modernas
conquistas de la ciencia y la
tecnología, ha comenzado la época de completo
estancamiento y hasta decadencia
de la economía mundial. La humanidad está comentando a
gastar su capital
acumulado, mientras la próxima guerra amenaza destruir por
muchos años las
bases de la civilización. Los autores del Manifiesto pensaron
que el
capitalismo decaería mucho antes de la época en que, de
un régimen
relativamente reaccionario, se convertiría a un régimen
absolutamente
reaccionario. Esta transformación tomó forma final
solamente ante los ojos de
la generación actual y convirtió nuestro tiempo en una
época de guerras,
revoluciones y fascismo.
2º. El error de Marx y
Engels
respecto a las fechas históricas surgió, por un lado, de
la subestimación de
las posibilidades futuras latentes en el capitalismo y, por el otro, de
una
sobrestimación de la madurez revolucionaria del proletariado. La
revolución de
1848 no se transformó en una revolución socialista como
el Manifiesto había
calculado, sino que permitió a
Alemania
un vasto ascenso posterior de tipo capitalista.7 La
Comuna de París comprobó que el
proletariado sin tener a la cabeza un partido revolucionario templado
no puede
arrancar el poder a la burguesía. Entretanto sobrevino el
prolongado
período de prosperidad capitalista
que
logró, no la educación de la
vanguardia
revolucionaria, sino más bien, la degeneración
burguesa de la clase obrera, la cual a
su vez tornóse en el principal freno de la revolución proletaria. Esencialmente, para los autores
del Manifiesto era absolutamente imposible haber previsto esta “dialéctica”.
3º. Para el Manifiesto,
el capitalismo era el reino de la libre
competencia. Mientras se refiere a la concentración creciente
del capital, el Manifiesto no estableció la
conclusión necesaria con
respecto al monopolio, que se ha
vuelto la forma dominante del capitalismo en nuestra época y la
precondición
más importante para la economía socialista. Solamente
después en El Capital Marx
estableció la tendencia hacia la transformación de
competencia libre a
monopolio. Fue Lenin quien dió una caracterización
científica del monopolio capitalista
en su Imperialismo.
4º. Al basarse en el
ejemplo
de la “revolución industrial” inglesa, los autores del Manifiesto
imaginaron
de una manera demasiado unilateral el proceso de liquidación de
las clases
intermedias, como una proletarización al por mayor de
artesanado, campesinado y
pequeñas industrias. En realidad, las fuerzas elementales de la
competencia
están lejos de haber completado este trabajo
simultáneamente progresivo y
bárbaro. El capitalismo ha arruinado a la pequeña
burguesía a una velocidad
mayor de lo que la ha proletarizado. Además el estado
burgués ha dirigido por
mucho tiempo su política consciente hacia el mantenimiento
artificial del
estrato pequeñoburgués. Al extremo opuesto, el
crecimiento de la tecnología y
la racionalización de la industria en gran escala, engendra un
desempleo
crónico e impide la proletarización de la pequeña
burguesía. Al mismo tiempo,
el desarrollo del capitalismo ha acelerado, hasta el extremo, el
crecimiento de
legiones de técnicos, administradores, empleados comerciales, en
resumen, la
llamada “nueva clase media”. Por tanto, las clases intermedias, a cuya
desaparición se refiere tan categóricamente el Manifiesto
incluyen, aun
en un país tan altamente industrializado como Alemania, casi la
mitad de la
población. Sin embargo, la preservación artificial del
anticuado estrato
pequeñoburgués no mitiga, en forma alguna, las
contradicciones sociales, sino
que por el contrario, las cubre con una malicia especial y, junto con
el
ejército permanente de los desempleados, constituye la
expresión más nociva de
la descomposición del capitalismo.
5º. Calculado para una
época
revolucionaria, el Manifiesto contiene diez demandas (final del
capítulo II),
las cuales corresponden al período de transición directa
del capitalismo al
socialismo. En su prefacio de 1872, Marx y Engels declararon anticuadas
en
parte estas consignas y, en todo caso,
de importancia secundaria. Los reformistas se apoderaron de esta
evaluación para interpretarla en el
sentido de que las consignas revolucionarias
transicionales habían cedido para siempre
su lugar al “programa mínimo”
socialdemócrata, el cual, como es
bien sabido, no trasciende los límites de la democracia
burguesa. En realidad,
los autores del Manifiesto indicaron precisamente la
corrección
principal de su programa transicional, al decir, “la clase trabajadora
no puede
tomarse la maquinaria estatal existente y manejarla para sus propios
fines”. En
otras palabras, la corrección estaba dirigida contra el
fetichismo de la
democracia burguesa. Marx contrapuso más tarde al estado
capitalista, el estado
tipo comuna. Este “tipo” asumió consecuentemente la
forma, mucho más gráfica, de soviets.
No
puede haber hoy un programa revolucionario sin soviets y sin poder
obrero. En cuanto a los demás, las diez consignas del Manifiesto,
han recuperado completamente hoy su verdadero significado. El “programa mínimo” socialdemócrata por otra
parte se ha
vuelto desesperadamente anticuado.
6º. Al basar su expectativa
de
que “la revolución burguesa alemana... no será sino un
preludio a una inmediatamente
próxima revolución
proletaria”, el Manifiesto cita las condiciones mucho
más avanzadas de
la civilización europea comparadas a las que existían en
Inglaterra en el siglo
diecisiete y en Francia en el dieciocho, y el desarrollo mucho mayor
del
proletariado. El error en este pronóstico no era solamente la fecha. La revolución de 1848
revelé en
unos pocos meses que precisamente bajo
condiciones más avanzadas ninguna de las clases burguesas es
capaz de llevar a cabo la
revolución: la burguesía
alta y media está demasiado vinculada a los terratenientes y
limitada por el
temor a las masas; la pequeña burguesía está
demasiado dividida y sus altos
dirigentes demasiado dependientes de la gran burguesía. Como
evidencia el
subsecuente y total curso de desarrollo en Europa y Asia, la
revolución
burguesa tomada en sí misma, no
puede
ser en general consumada. Una purga completa de la basura feudal de la
sociedad es solamente concebible, bajo
la condición de que el proletariado, libre de la influencia de
los
partidos burgueses, se declare a la
cabeza del campesinado y establezca su dictadura revolucionaria. Con
esta
prueba la revolución burguesa se entrelaza con la primera etapa
de la
revolución socialista, para disolverse posteriormente en esta
última. Entonces
la revolución nacional se convierte en un eslabón de la revolución mundial. La
transformación de la
base económica y de todas las relaciones sociales asume un
carácter permanente
(e ininterrumpido).
Para partidos revolucionarios
en países atrasados de Asia,
Latinoamérica y Africa, una comprensión clara de la
conexión orgánica entre la
revolución democrática y la dictadura del proletariado -
y por lo tanto la revolución
socialista internacional
- es un problema de vida o muerte.
7º. Mientras describe
cómo el
capitalismo atrae hacia su vértice países atrasados y
bárbaros, el Manifiesto
no contiene ninguna referencia a la lucha por la independencia de
países
coloniales y semicoloniales. Teniendo en cuenta que Marx y Engels
consideraron
la revolución social “por lo menos
en
los principales países civilizados” como asunto de unos pocos
años, el problema
colonial estaba resuelto automáticamente para ellos, no como
consecuencia de un
movimiento independiente de nacionalidades oprimidas, sino de la
victoria del
proletariado en los centros metropolitanos del capitalismo. Los
problemas de
estrategia revolucionaria en países coloniales y semicoloniales
no son tratados en absoluto en el Manifiesto.
Sin embargo, estos problemas exigen una solución independiente.
Por ejemplo, es
axiomático que mientras “la patria nacional” es el freno
histórico más
pernicioso en países capitalistas
avanzados, continúa siendo un factor relativamente progresivo en
países
atrasados obligados a luchar por una existencia independiente.
“Los comunistas”, declara el Manifiesto,
“apoyan en todas partes todo movimiento
revolucionario contra el orden social y político existente.” El
movimiento de
las razas de color contra sus opresores imperialistas es uno de los
más
poderosos e importantes y por lo tanto exige un apoyo completo,
incondicional e
ilimitado por parte del proletariado de raza blanca. El mérito
de desarrollar
una estrategia revolucionaria para
nacionalidades oprimidas pertenece primordialmente a Lenin.
8º. La parte más
anticuada del
Manifiesto - con respecto al material y no al método - es la
crítica a la
literatura socialista de la primera parte del siglo diecinueve
(capítulo III) y
la definición de la posición de los comunistas frente a
varios partidos de
oposición (capítulo IV). Loa movimientos y partidos
enumerados en el Manifiesto fueron tan drásticamente
arrollados por la
revolución de 1848 o por la
contrarrevolución siguiente, que uno tiene que buscar sus
nombres en un
diccionario histórico. Sin embargo, también en esta
parte, el Manifiesto está
más cerca de nosotros ahora de lo que lo estuvo de la
generación precedente. En
la época del florecimiento de la Segunda Internacional, cuando
el marxismo
parecía ejercer un dominio indiviso, las ideas del socialismo
premarxista
podían haber sido consideradas definitivamente en el pasado.
Pero hoy las cosas
son diferentes. La descomposición del Partido
Socialdemócrata y de la
Internacional Comunista engendra a cada paso monstruosas
recaídas ideológicas. El
pensamiento senil parece haberse vuelto infantil. En busca de
fórmulas
salvadores los profetas de la época de la decadencia, descubren
como nuevas
doctrinas enterradas por el socialismo científico.
En lo que respecta al problema
de partidos de oposición, las décadas transcurridas han
introducido los cambios
más profundos, no solamente en el sentido de que los viejos
partidos han sido
remplazados por nuevos, sino en el sentido de que el carácter
mismo de los
partidos y su relación mutua han cambiado radical- mente bajo
las condiciones
de la época imperialista. El Manifiesto debe ser
ampliado por lo tanto
con los documentos más importantes de los cuatro primeros
congresos de la
Internacional Comunista, la literatura esencial del bolchevismo y las
resoluciones
de las conferencias de la Cuarta Internacional.8
Hemos observado antes que, de
acuerdo con Marx, ningún orden social abandona la escena sin
agotar antes sus potencialidades latentes.
Sin
embargo hasta un orden social anticuado, no cede su lugar a uno nuevo sin oponer resistencia. Un cambio en
regímenes sociales presupone la
forma
más severa de la lucha de clases,
es
decir, la revolución. Si el proletariado, por
una u otra razón, demuestra su incapacidad de
derrocar con un golpe audaz al orden
burgués
sobreviviente, entonces el capital
financiero en su lucha por mantener su
dominio inestable, no puede hacer otra cosa que convertir
a la pequeña burguesía,
arruinada y desmoralizada por él, en
el ejército pogromista del fascismo. La degeneración
burguesa de la socialdemocracia
y la degeneración fascista de la
pequeña burguesía
están entrelazadas como causa y
efecto.
En la época actual, la
Tercera
Internacional, mucho más
desaforadamente
que la Segunda, realiza en todos los
países
el trabajo de engañar y desmoralizar a los trabajadores.
Al masacrar la vanguardia del
proletariado español, los
mercenarios desenfrenados de Moscú,
no
solamente preparan el terreno para el fascismo, sino que ejecutan una
buena
parte de su trabajo. La prolongada crisis de la revolución
internacional,
la cual se transforma más y
más en una
crisis de la cultura humana, es
reducible en esencia, a la crisis de la dirección revolucionaria.
Como heredera de la gran
tradición, de la cual el Manifiesto Comunista forma el
más precioso
vínculo, la IV Internacional
está
educando nuevas células para la
solución
de antiguas tareas. La teoría es realidad generalizada. En una
actitud honesta
hacia la teoría revolucionaria está expresado el impulso
apasionado de reconstruir
la realidad social. El hecho de que en la parte sur del Continente
Negro
nuestros compañeros fueron los primeros en traducir el Manifiesto
a la
lengua afrikaans, es otra ilustración gráfica del hecho
de que el pensamiento
marxista vive hoy solamente bajo la bandera de la Cuarta Internacional.
A ella
pertenece el futuro. Cuando se celebre el centenario del Manifiesto
Comunista, la Cuarta Internacional se habrá transformado en
la fuerza
revolucionaria decisiva de nuestro planeta. ■
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