León
Trotsky
La revolución permanente
¿Qué
es la revolución permanente?
(Tesis fundamentales)
(1928)
Traducido por Andreu Nin
Espero que el lector no
tendrá inconveniente alguno en que, como remate a este libro,
intente, sin
temor a incurrir en repeticiones, formular de un modo compendiado mis
principales conclusiones.
1.
La
teoría de la
revolución permanente exige en la actualidad la mayor
atención por parte de
todo marxista, puesto que el rumbo de la lucha de clases y de la lucha
ideológica ha venido a desplazar de un modo completo y
definitivo la cuestión,
sacándola de la esfera de los recuerdos de antiguas divergencias
entre los
marxistas rusos para hacerla versar sobre el carácter, el nexo
interno y los
métodos de la revolución internacional en general.
2. Con respecto a los
países de desarrollo burgués retrasado, y en particular
de los coloniales y
semicoloniales, la teoría de la revolución permanente
significa que la
resolución íntegra y efectiva de sus fines
democráticos y de su emancipación
nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del
proletariado,
empuñando éste el poder como caudillo de la nación
oprimida y, ante todo, de
sus masas campesinas.
3. El problema agrario,
y con él el problema nacional, asignan a los campesinos, que
constituyen la
mayoría aplastante de la población de los países
atrasados, un puesto
excepcional en la revolución democrática. Sin la alianza
del proletariado con
los campesinos, los fines de la revolución democrática no
sólo no pueden
realizarse, sino que ni siquiera cabe plantearlos seriamente. Sin
embargo, la
alianza de estas dos clases no es factible más que luchando
irreconciliablemente contra la influencia de la burguesía
liberal-nacional.
4. Sean las que fueren
las primeras etapas episódicas de la revolución en los
distintos países, la
realización de la alianza revolucionaria del proletariado con
las masas
campesinas sólo es concebible bajo la dirección
política de la vanguardia
proletaria organizada en Partido Comunista. Esto significa, a su vez,
que la
revolución democrática sólo puede triunfar por
medio de la dictadura del proletariado,
apoyada en la alianza con los campesinos y encaminada en primer
término a
realizar objetivos de la revolución democrática.
5. Enfocada en su
sentido histórico, la consigna bolchevista: “dictadura
democrática del
proletariado y de los campesinos”, no quería expresar otra cosa
que las
relaciones caracterizadas más arriba, entre el proletariado, los
campesinos y
la burguesía liberal. Esto ha sido demostrado por la experiencia
de Octubre.
Pero la vieja fórmula de Lenin no resolvía de antemano
cuáles serían las
relaciones políticas recíprocas del proletariado y de los
campesinos en el
interior del bloque revolucionario. En otros términos, la
fórmula se asignaba
conscientemente, un. cierto carácter algebraico, que
debía ceder el sitio a
unidades aritméticas más concretas en el proceso de la
experiencia histórica. Sin
embargo, esta última ha demostrado, y en condiciones que
excluyen toda torcida
interpretación, que, por grande que sea el papel revolucionario
de los
campesinos, no puede ser nunca autónomo ni, con mayor motivo,
dirigente. El
campesino sigue al obrero o al burgués. Esto significa que la
“dictadura
democrática del proletariado y de los campesinos” sólo es
concebible como dictadura
del proletariado arrastrando tras de sí a las masas campesinas.
6. La dictadura
democrática del proletariado y de los campesinos, en calidad de
régimen
distinto por su contenido de clase a la dictadura del proletariado,
sólo sería
realizable en el caso de que fuera posible un partido revolucionario independiente
que encarnara los intereses de la democracia campesina y pequeño
burguesa en
general, un partido capaz, con el apoyo del proletariado, de
adueñarse del
poder y de implantar desde él su programa revolucionario. Como
lo atestigua la
experiencia de toda la historia contemporánea, y sobre todo, la
de Rusia
durante el último cuarto de siglo, constituye un
obstáculo invencible en el
camino de la creación de un partido campesino la ausencia de
independencia
económica y política de la pequeña
burguesía y su profunda diferenciación
interna, como consecuencia de la cual las capas superiores de la
pequeña
burguesía (de los campesinos) en todos los casos decisivos,
sobre todo en la
guerra y la revolución, van con la gran burguesía, y los
inferiores con el
proletariado, obligando con ello al sector intermedio a elegir entre
los polos
extremos. Entre el kerensquismo y el poder bolchevista, entre el
“Kuomintang” y
la dictadura del proletariado, no cabe ni puede caber posibilidad
intermedia,
es decir, una dictadura democrática de los obreros y campesinos.
7. La tendencia de la
Internacional Comunista a imponer actualmente a los pueblos orientales
la
consigna de la dictadura democrática del proletariado y de los
campesinos,
superada definitivamente desde hace tiempo por la historia, no puede
tener más
que un carácter reaccionario. Por cuanto esta consigna se opone
a la dictadura
del proletariado, políticamente contribuye a la
disolución de este último en
las masas pequeño burguesas y crea de este modo las condiciones
más favorables
para la hegemonía de la burguesía nacional, y por
consiguiente, para el fracaso
de la revolución democrática. La incorporación de
esta consigna al Programa de
la Internacional Comunista representa ya de suyo una traición
directa contra el
marxismo y las tradiciones bolchevistas de Octubre.
8. La dictadura del
proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo de la
revolución
democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al
triunfar, ante
objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de
propiedad
burguesa, La revolución democrática se transforma
directamente en socialista,
convirtiéndose con ello en permanente.
9. La conquista del
poder por el proletariado no significa el coronamiento de la
revolución, sino
simplemente su iniciación. La edificación socialista
sólo se concibe sobre la
base de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional. En
las
condiciones de predominio decisivo del régimen capitalista en la
palestra
mundial, esta lucha tiene que conducir inevitablemente; a explosiones
de guerra
interna, es decir, civil, y exterior, revolucionaría. En esto
consiste el
carácter permanente de la revolución socialista como tal,
independientemente
del hecho de que se trate de un país atrasado, que haya
realizado ayer todavía
su transformación democrática, o de un viejo país
capitalista que haya pasado
por una larga época de democracia y parlamentarismo.
10. El triunfo de la
revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras
nacionales de un
país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la
sociedad burguesa
consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden
conciliarse
ya con los límites del Estado, nacional. De aquí se
originan las guerras
imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados
Unidos de
Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra
nacional, se
desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en
la mundial. Por
lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en
un sentido
nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que
sólo se consuma con la
victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.
11. El esquema de
desarrollo de la revolución mundial, tal como queda trazado,
elimina el
problema de la distinción entre países “maduros” y “no
maduros” para el
socialismo, en el sentido de la clasificación muerta y pedante
que establece el
actual programa de la Internacional Comunista. El capitalismo, al crear
un
mercado mundial, una división mundial del trabajo y fuerzas
productivas mundiales,
se encarga por sí solo de preparar la economía mundial en
su conjunto para la
transformación socialista.
Este proceso de
transformación se realizará con distinto ritmo
según los
distintos países. En determinadas condiciones, los países
atrasados pueden
llegar a la dictadura del proletariado antes que los avanzados, pero
más tarde
que ellos al socialismo.
Un país colonial o
semicolonial, cuyo proletariado resulte aún
insuficientemente preparado para agrupar en tomo suyo a los campesinos
y conquistar
el poder, se halla por ello mismo imposibilitado para llevar hasta el
fin la
revolución democrática. Por el contrario, en un
país cuyo proletariado haya
llegado al poder como resultado de la revolución
democrática, el destino
ulterior de la dictadura y del socialismo dependerá, en
último término, no
tanto de las fuerzas productivas nacionales como del desarrollo de. la
revolución socialista internacional.
12. La teoría del
socialismo en un solo país, que ha surgido como consecuencia de
la reacción
contra el movimiento de Octubre, es la única teoría que
se opone de un modo
consecuente y definitivo a la de la revolución permanente.
La tentativa de los
epígonos, compelidos por los golpes de la crítica, de
limitar a Rusia la aplicación de la teoría del socialismo
en un solo país en
vista de las peculiaridades (extensión y riquezas naturales) de
esta nación, no
mejora, sino que empeora las cosas. La ruptura con la posición
internacional
conduce siempre, inevitablemente, al mesianismo nacional, esto
es, al
reconocimiento de ventajas y cualidades inherentes al propio
país susceptibles
de permitir a éste desempeñar un papel inasequible a los
demás:
La división mundial del
trabajo, la subordinación de la industria soviética a
la técnica extranjera, la dependencia de las fuerzas productivas
de los países
avanzados de Europa respecto a las materias primas asiáticas,
etc., etc., hacen
imposible la edificación de una sociedad socialista
independiente en ningún
país del mundo.
13. La teoría de
Stalin-Bujarin no sólo opone mecánicamente, contra toda
la experiencia de las
revoluciones rasas, la revolución democrática a la
socialista, sino que
divorcia, la revolución nacional de la internacional.
A las revoluciones de los países atrasados
les asigna como fin la instauración
de un régimen irrealizable de dictadura democrática que
contrapone a la
dictadura del proletariado. Con ello introduce ilusiones y ficciones en
la
política, paraliza la lucha del proletariado por el poder en
Oriente y retrasa
la victoria de las revoluciones coloniales.
Desde el
punto de vista de la teoría de los epígonos, el hecho de
que el
proletariado conquiste el poder implica el triunfo de la
revolución (“en sus
nueve décimas partes”, según la fórmula de Stalin)
y la iniciación de la época
de las reformas nacionales. La teoría de la evolución del
kulak
hacia el socialismo1 y de la “neutralización” de la
burguesía
mundial, son, por este motivo, inseparables de la teoría del
socialismo en un
solo país. Estas teorías aparecen juntas y juntas caen.
La teoría del nacional-socialismo reduce
a la Internacional Comunista a la
categoría de instrumento auxiliar para la lucha contra la
intervención militar.
La política actual de la Internacional Comunista, su
régimen y la selección del
personal directivo de la misma responden plenamente a esta
reducción de la
Internacional al papel de destacamento auxiliar, no destinado a la
resolución
de objetivos independientes.
14. El programa de la
Internacional Comunista, elaborado por Bujarin, es ecléctico
hasta la médula. Dicho
programa representa una tentativa estéril para conciliar la
teoría del
socialismo en un solo país con el internacionalismo marxista, el
cual, por su
parte, es inseparable del carácter permanente de la
revolución internacional. La
lucha de la oposición comunista de izquierda por una
política justa y un
régimen saludable en la Internacional Comunista está
íntimamente ligada a la
lucha por el programa marxista. La cuestión del programa es, a
su vez,
inseparable de la cuestión de las dos teorías opuestas:
la de la revolución
permanente y la del socialismo en un solo país. Desde hace mucho
tiempo, el
problema de la revolución permanente ha rebasado las
divergencias episódicas,
completamente superadas por la historia, entre Lenin y Trotski. La
lucha está
entablada entre las ideas fundamentales de Marx y Lenin de una parte, y
el
eclecticismo de los centristas, de otra.
Nota
1
En el periodo de
florecimiento de la política derechista sostenida por el bloque
del centro y de
la derecha, Bujarin, teorizante de dicho bloque, lanzaba a los
campesinos la
consigna “¡enriqueceos!”, y entendía que, en las
condiciones creadas por la
economía soviética, el kulak, en vez de
evolucionar hacia el
capitalismo, evolucionaba “pacíficamente” hacia el socialismo.
Esta fue la
política oficial del partido desde 1924 hasta principios de
1928, cuando el kulak,
al declarar la “huelga del trigo”, hizo ver a los dirigentes del
partido que
continuaba la lucha de clases en el campo. [NDT]. |