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mayo de 2000
Marina
fuera de Vieques ¡ya!
¡Defender
a Cuba contra la contrarrevolución!
5 de mayo–A las 3 de la mañana de ayer, agentes federales de Estados Unidos lanzaron un ataque largamente anunciado contra el campamento de manifestantes que ocupaban el campo de bombardeo de la Marina estadounidense en la isla puertorriqueña de Vieques, arrestando a más de 200 personas. Entre los arrestados estaba Lolita Lebrón, encarcelada un cuarto de siglo por el ataque realizado en 1954 por militantes del Partido Nacionalista contra los amos coloniales en el Congreso norteamericano. También fueron detenidos los congresistas de EE.UU. Luis Gutiérrez y Nydia Velázquez, junto con varios otros políticos burgueses que se encuentran en plena campaña electoral, y algunos religiosos. Mientras alguaciles federales y agentes del FBI, con el respaldo del Grupo de Choque de la Policía de Puerto Rico, disolvían el acto de desobediencia civil en la pequeña isla, su acción desencadenaba protestas a lo largo y ancho de Puerto Rico, lo mismo que en varias ciudades de Estados Unidos. Miles de estudiantes se fueron a huelga en los campus de Río Piedras, Ponce, Mayagüez y Arecibo, en tanto que cientos de manifestantes, entre ellos un número significativo de sindicalistas, tuvieron choques con la policía en las afueras del Fuerte Buchanan en Guaynabo mientras otros sitiaban Fuerte Allen en Juana Díaz. El presidente Clinton y Janet Reno, jefa de sus fuerzas policíacas, quienes ordenaron la “Operación Acceso al Este” (alias “Tormenta de Vieques”), se congratularon de que el “retiro” de los manifestantes se haya llevado a cabo pacíficamente. Pero lo que viene no será pacífico ni por asomo: la Marina ha anunciado que comenzará nuevamente las maniobras dentro de dos semanas. Los manifestantes habían ocupado el campo de Vieques hace un año después de que un guardia civil, David Sanes Rodríguez, muriera cuando dos bombas cayeran sobre un edificio administrativo. Fue la gota que desbordó el vaso del descontento masivo contra el ejército norteamericano y el desdén arrogante que manifiesta hacia la población de esta colonia caribeña. La oposición a los continuos bombardeos de la Marina se encuentra tan extendida que el 21 de febrero más de 150.000 personas participaron en la mayor manifestación de protesta que se haya llevado a cabo en Puerto Rico para exigir “paz para Vieques”. Más de 150.000 marcharon por Vieques en San Juan, 21 de febrero de 2000. (Foto: José Jiménez/Primera Hora) No obstante, el enfrentamiento en torno a Vieques es una pequeña parte de una batalla de mayor envergadura contra la dominación militar y colonial que ejerce EE.UU. contra Puerto Rico, y no se lo puede ganar mediante tácticas pacifistas de “desobediencia civil” y “testigos morales”. Esta nación caribeña ha estado bajo la bota del imperialismo yanqui desde que EE.UU. conquistó la isla en 1898 remplazando a España como la potencia colonial. Para EE.UU., Puerto Rico es un enorme portaviones en medio de lo que considera un lago estadounidense, una plataforma para la intervención en toda América Latina. Derrotar a tan poderoso enemigo exige una perspectiva internacionalista de revolución proletaria en Estados Unidos y América Latina, en lugar del callejón sin salida de la colaboración de clases del nacionalismo puertorriqueño. El Grupo Internacionalista, sección de la Liga por la IV Internacional, exige que la Marina se largue inmediatamente de Vieques, que las instalaciones militares de Estados Unidos en Puerto Rico sean cerradas, que las tropas norteamericanas sean retiradas de Haití y que la base estadounidense de Guantánamo sea devuelta a Cuba. Al defender el programa de la Tercera Internacional (Comunista) y de la IV Internacional de Trotsky, exigimos la independencia incondicional de Puerto Rico y todas las colonias. En esta región repartida entre las potencias coloniales de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Holanda y Dinamarca, abogamos por una federación socialista del Caribe cuya afiliación sea voluntaria. Sobre todo, luchamos para aplastar al imperialismo mediante la revolución obrera internacional,. En esta revolución, los más de dos millones de puertorriqueños dentro del territorio continental de Estados Unidos, concentrados en el centro del capital financiero mundial, Nueva York, pueden jugar un papel de gran importancia. Por más de 60 años, los residentes de la “isla nena” de Vieques han estado atrapados entre un campo de bombardeo y un depósito de municiones, condenados a la miseria debido a la destrucción de la industria pesquera y la imposibilidad de desarrollar la industria del turismo donde la Marina practica aterrizajes anfibios y bombardeos de “precisión”. Los habitantes de Vieques tienen una incidencia de cáncer significativamente mayor (en un 27 por ciento) que los residentes de la “isla grande” de Puerto Rico, hecho que muchos atribuyen a la contaminación de vastas cantidades de municiones almacenadas en la isla. Particularmente sospechosas son las bombas de “uranio reducido” (U-238) que algunos investigadores han vinculado con el “Síndrome de la Guerra del Golfo” del imperialismo norteamericano contra Irak. Como resultado de ello, la gran mayoría de la población puertorriqueña ha exigido: “¡Ni una bomba más, Marina fuera de Vieques!”
Grupo de Choque de la
Policía de Puerto Rico en Vieques, donde
El Pentágono insiste en que debe mantenerse en funcionamiento el campo para llevar a cabo ataques con munición activa y para practicar bombardeos. Clinton, sin embargo, prometió cerrarlo después del año 2005 si la población vota contra el campo en un referéndum. En un burdo intento de sobornar a la empobrecida población local, la Casa Blanca prometió darles US$90 millones en ayuda federal. Esto fue suficiente para comprar el apoyo del gobernador de Puerto Rico, Pedro Rosselló, paladín de la estadidad cuya supuesta oposición a los bombardeos no fue más que una pieza de regateo para hacer avanzar sus intereses políticos en el territorio continental de EE.UU. Pero esto no hizo mella en la oposición de los que tienen que vivir y morir bajo las bombas. Un ex funcionario republicano del Departamento de Defensa ha escrito que “La Marina no necesita Vieques”, señalando que la Marina exige su “privilegio para bombardear las playas puertorriqueñas por derecho de conquista (1898 y todo eso)–un derecho que no reclama en, por ejemplo, Martha’s Vineyard [isla que forma parte de Massachusetts], que por lo demás sería un excelente sustituto de Vieques, con playas igualmente encantadoras” (New York Times, 2 de mayo). Esto muestra el hecho fundamental de que la lucha en torno a esta pequeña isla no puede separarse de la batalla mayor sobre el “status” de Puerto Rico. El bombardeo de Vieques es sólo un aspecto de la opresión colonial de Puerto Rico, y de la dominación militar que afecta todo aspecto de la vida en la isla. Las protestas fueron iniciadas por Rubén Berríos del pequeño partido nacionalista burgués Independentista Puertorriqueño (PIP) y han sido apoyadas también por dirigentes locales del Partido Popular Democrático, que por muchos años ha sido el principal partido capitalista-colonialista en la isla. Pero aunque el PIP defiende una política de independencia formal, Berríos y Cía. dejaron claro en su campaña para el referéndum de 1993 que apoyan la continuación del dominio económico y militar de Estados Unidos, al prometer que mantendrían las bases militares que ocupan el 13 por ciento del territorio puertorriqueño. El PPD es el arquitecto del actual status colonial de Puerto Rico llamado falsamente “estado libre asociado” (ELA), aunque no es un estado, ni está asociado y mucho menos libre. Los populares son los que reprimieron brutalmente el levantamiento de 1950 organizado por el Partido Nacionalista, así como los responsables de armar las infames carpetas con informes policíacos secretos sobre miles de puertorriqueños para entregarlas al FBI.
Algunos de los más
de 200 manifestantes detenidos por
La batalla en torno a Vieques ha sido librada sobre la base del mínimo común denominador para facilitar una alianza de colaboración de clases subordinada a la burguesía colonial e imperialista. En este proceso, la jerarquía de la iglesia católica, así como los dirigentes de otras denominaciones, han jugado un papel clave. En febrero pasado, cuando el concilio ecuménico convocó la marcha de San Juan, insistió en que se limitara a exigir “paz para Vieques” y en que sólo hubiera banderas blancas. Los nacionalistas y “socialistas” reformistas de Puerto Rico que han participado activamente en la organización de las protestas en torno a Vieques, obedecieron debidamente la orden de los obispos. Recientemente, mientras los manifestantes acampaban en las playas de Vieques, el arzobispo se codeaba con el almirante Green: los dirigentes “espiritual” y militar de la dominación colonial estadounidense intercambiaban sus saludos. En los últimos días, se ha lamentado la “pérdida” del arzobispo O’Connor de Nueva York, incluso entre elementos del clero que han participado en las protestas de Vieques. Este cardenal de la contrarrevolución fue capellán de los marines norteamericanos en Vietnam, dando su bendición pastoral a la sucia guerra colonial de EE.UU. En una manifestación por Vieques que se llevó a cabo el 5 de diciembre pasado en el Edificio Federal de Manhattan, un dirigente de la protesta insistió en que los manifestantes no eran “antiamericanos”, y en que no estaban “contra las fuerzas armadas”, ¡y ni siquiera contra la Marina! Durante una protesta frente a una oficina de reclutamiento para las fuerzas armadas en el Bronx el 4 de mayo, la concejal demócrata de Nueva York Margarita López hablaba del derramamiento de sangre de soldados puertorriqueños en Corea y Vietnam para apelar al sentimiento patriótico. Los revolucionarios proletarios, en cambio, subrayamos que los soldados puertorriqueños fueron usados como carne de cañón colonial en estas guerras contrarrevolucionarias. Nosotros defendimos a Corea del Norte y Vietnam contra el imperialismo norteamericano, exigiendo: “¡Toda Indochina debe volverse comunista!” En lugar de presentar la lucha como una cuestión de 9.000 residentes isleños atribulados contra la burocracia de Washington, la batalla debe librarse como una lucha de clases contra el militarismo imperialista. Vieques es donde las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos practicaron desembarcos masivos antes de invadir Granada en 1983 y Panamá en 1989. Para la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, fue también en Vieques donde los pilotos de Estados Unidos practicaron sus técnicas de bombardeo “quirúrgico”, para que pudieran lanzar sus “bombas inteligentes” precisamente al ducto de aire de un refugio civil antibombas en Bagdad, matando a cientos de mujeres y niños. Vieques es también donde perfeccionaron sus habilidades para poder bombardear un hospital de maternidad y la embajada china el año pasado durante la guerra de Estados Unidos, la ONU y la OTAN contra Yugoslavia. Puerto Rico es hoy sede del Ejército Sur de Estados Unidos, que tiene como cuartel general el Fuerte Buchanan, un componente clave del Comando Sur norteamericano, que antes tenía su base en la zona del canal de Panamá. La estación naval de Roosevelt Roads alberga ahora el cuartel general del Comando Sur de Operaciones Especiales, así como varios destacamentos de Fuerzas Especiales. Estas fuerzas “contrainsurgentes” están siendo utilizadas secretamente contra las guerrillas izquierdistas en Colombia bajo el disfraz de la “guerra contra las drogas”, la misma bandera bajo la cual se ha librado una guerra contra los ghettos negros y barrios latinos en los Estados Unidos. La lucha en torno a Vieques debe librarse como una batalla para echar a todo el aparato del militarismo yanqui, ligándola a la lucha contra la represión policíaca en EE.UU. también. La batalla debe librarse como una batalla de clases, al movilizar el poder del proletariado puertorriqueño y de la clase obrera norteamericana y a escala internacional. El Grupo de Choque que montó guardia a las afueras del Campo García en Vieques es el mismo grupo de sanguinarios policías antimotines que fueron utilizados por el gobernador Rosselló contra la huelga de los telefonistas en 1998. Los obreros puertorriqueños tienen un poder real. Mucho se ha dicho del hecho de que la base naval de Roosevelt Roads consume vastas cantidades de agua, mientras que muchos municipios en la parte oriental de la isla sufren severos cortes en el suministro de agua durante el verano. Por lo tanto, el sindicato de trabajadores del agua tiene el poder para cerrar la llave de estas instalaciones militares. Asimismo, el sindicato de electricistas (UTIER) tiene el poder de dejar la isla a oscuras. Pero la cuestión clave es la de la dirección, y a pesar de los ocasionales pronunciamientos con tono izquierdista que lanzan los dirigentes sindicales, en realidad todos ellos son defensores del capitalismo. El Frente Socialista, una coalición que incluye al Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y al Taller de Formación Política (TFP–afiliado al seudotrotskista Secretariado Unificado), llamó a huelga a los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico y a llevar a cabo protestas afuera del Fuerte Buchanan. Pero más allá de esto, estos autoproclamados socialistas no hicieron ningún llamado a huelgas obreras para protestar contra la invasión militar-policíaca de Vieques. Dirigentes del FS han sido el blanco de ataques lanzados por el gobierno colonial, y hay que defenderlos contra la represión burguesa. Sin embargo, esto no modifica el hecho de que no han luchado por la independencia política con respecto a los elementos de la burguesía que dirigen las protestas y al estado capitalista. Seudosocialistas norteamericanos que han participado en las protestas en torno a Vieques siembran peligrosas ilusiones reformistas en que el aparato represivo del capitalismo puede servir a los intereses de la clase obrera. Los más notorios son los del Workers World Party (WWP) y del International Action Center dirigido por ellos. El WWP ha hecho campaña desde hace meses para que la administración de Clinton mandara a sus fuerza policíacas para rescatar al niño Elián González de manos de los gusanos de Miami que lo han mantenido como rehén para montar una provocación contrarrevolucionaria contra Cuba. Workers World (27 de abril) exige que “la fiscal general Janet Reno ponga fin a los continuos retrasos e imponga la decisión de que Elián debe estar con su padre....” Sin embargo, apenas unas semanas después, el WWP se queja de que Estados Unidos “esté enviando agentes federales y unidades del ejército contra pacíficos manifestantes civiles” en Vieques (comunicado de prensa del IAC, 4 de mayo). Los comunistas y los obreros con conciencia de clase no apelan al estado burgués, sino al poder de la clase obrera para defender los intereses de los explotados y oprimidos. Otros “socialistas”, entre los cuales hay algunos que inclusive se dicen trotskistas, capitulan ante el imperialismo al abandonar la exigencia de la independencia de Puerto Rico. Este el caso de la Spartacist League, sección norteamericana de la Liga Comunista Internacional (SL/LCI), los shachtmanistas de la League for the Revolutionary Party (LRP) y los cliffistas de la International Socialist Organization (ISO). Más específicamente, estas organizaciones se rehusan a hacer sin ambigüedades el llamado elemental para poner fin a la dominación colonial y buscan, en cambio, eludir el asunto con sus llamados por el “derecho a la independencia” (SL) y “autodeterminación” (LRP) o por el “derecho a la autodeterminación” (ISO). Desde la época de Lenin y Trotsky, los genuinos bolcheviques han declarado que la defensa del derecho a la autodeterminación implica exigir incondicionalmente la independencia de todas las colonias. La Internacional Comunista subrayó que la defensa intransigente de esta posición era una condición para pertenecer a ella, y la IV Internacional de Trotsky hizo un llamado específico por la independencia de Puerto Rico como un golpe contra el imperialismo yanqui. Así también hicieron la SL y la LCI hasta hace un par de años, cuando declararon, como parte de su creciente abandono del programa trotskista, que “Actualmente no abogamos por la independencia de Puerto Rico, en buena medida porque la gran mayoría de la población no se encuentra a favor de ella en estos momentos” (Workers Vanguard, 11 de septiembre de 1998). Este es un caso químicamente puro de seguidismo como pretexto para no exigir la liberación del yugo del imperialismo norteamericano de la mayor colonia que existe hoy en día. Hacer como si llamar por la independencia de Puerto Rico equivale a “imponerla” a la población, como ahora pretende la LCI, no es más que un subterfugio ridículo. El mismo argumento podría usarse en cualquier caso en el que los comunistas defiendan una posición minoritaria. Además, su intento de apelar a la conciencia atrasada sólo los lleva a más contradicciones. Tanto la LRP como la SL/LCI hacen un llamado para que las bases militares de Estados Unidos sean retiradas de Puerto Rico. Pero si no exigen la independencia de la colonia, ¿llamarán también a que las bases militares de Estados Unidos sean retiradas de Carolina del Norte, Idaho o Utah? El hecho es que defender sólo el derecho a la autodeterminación o la independencia mientras se renuncia al llamado abierto a la independencia de las colonias, constituye un clásico programa reformista. De hecho, al escribir sobre Puerto Rico, la SL/LCI repite hoy, prácticamente palabra por palabra, la política del estalinista Partido Comunista Francés sobre Vietnam a finales de los años 30. Además, el hecho de que comparta esta posición con organizaciones socialdemócratas como la LRP y la ISO, muestra el rumbo de la degeneración centrista de la SL/LCI. Al defender la independencia incondicional de las colonias, los comunistas ligan esta lucha de manera indisoluble a la lucha por la revolución socialista internacional. Esto significa abogar por una federación socialista del Caribe, de afiliación voluntaria, que es la única manera en que la independencia no significará un descenso a la miseria que prevalece en las islas del azúcar y el turismo, como la República Dominicana y el vecino Haití. Los internacionalistas proletarios en Puerto Rico deben luchar incansablemente para defender a los refugiados dominicanos y haitianos contra las redadas de la migra y la Policía de Puerto Rico. Exigimos plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes, independientemente de su lugar de proveniencia, de manera que su situación “ilegal” no ofrezca a la policía y a los patrones un pretexto adicional para victimizarlos. Es también crucial para los revolucionarios puertorriqueños defender a Cuba contra el imperialismo y la contrarrevolución interna. Contra la estrecha política nacionalista del régimen burocrático de Castro, los trotskistas luchan por la revolución política proletaria para establecer la democracia revolucionaria de los soviets (consejos obreros) y forjar una dirección genuinamente internacionalista. Esta es la única forma para defender y extender las conquistas de la Revolución Cubana que aún sobreviven, y que están siendo sacrificadas una por una por la burocracia estalinista mientras persigue vanamente la “coexistencia pacífica” con el rapaz imperialismo yanqui. Sobre todo, es necesario forjar partidos obreros revolucionarios en Puerto Rico, Estados Unidos y en toda la región. Una exitosa lucha contra el dominio colonial capitalista, contra los sátrapas neocoloniales del imperialismo y dentro de la metrópoli imperialista misma, requiere como su instrumento indispensable un partido bolchevique de cuadros. Es necesario ganar a los obreros más avanzados y a los mejores elementos de la juventud, las mujeres y las minorías oprimidas para que se preparen mediante el estudio de la historia del movimiento obrero y la participación en batallas políticas contra los actuales falsos dirigentes nacionalistas y procapitalistas de las masas explotadas. La lucha contra la dominación colonial y militar de Puerto Rico no va a ser ganada por el “pueblo unido” ni mediante la “unidad patriótica”, que son en todas partes las consignas de la unidad traidora con el enemigo de clase de los trabajadores. Incluso la consigna de “Puerto Rico libre y socialista” manifiesta una
estrecha perspectiva nacionalista con un ligero barniz “socialista”. Como
señala el programa de la revolución permanente de León
Trotsky, elaborado con base en la experiencia de las revoluciones rusas
de 1905 y 1917, en la época imperialista, inclusive las cuestiones
democráticas como la independencia nacional, sólo podrán
ser resueltas en los países coloniales y semicoloniales mediante
la toma del poder por la clase obrera, la puesta en marcha de tareas socialistas
y la extensión internacional a las potencias imperialistas. Lo que
se necesita es la unidad proletaria, internacionalista y revolucionaria
de los trabajadores del mundo entero, bajo la dirección de un auténtico
partido trotskista de vanguardia, construido en la batalla para reforjar
la IV Internacional, el partido mundial de la revolución socialista.
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