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  marzo de 2023

Francia: ¡Correr a Macron!
¡Luchar por un gobierno obrero!

¡Forjar un partido obrero revolucionario leninista-trotskista!


Las líneas de combate se endurecen. Manifestación en Nantes, 20 de marzo, el día que el gobierno sobrevivió apenas a un voto de censura. (Foto: Loic Venance / AFP)

La imposición por la fuerza de la “reforma” pensionaria de Emmanuel Macron, por medio del artículo 49.3 de la semibonapartista Quinta República, no es únicamente una acción autoritaria realizada por un presidente que se considera “jupiteriano”, sino que es una exigencia del sistema capitalista en plena decadencia, que destruye sistemáticamente las conquistas de las luchas obreras del pasado. Así, para derrotar este ataque capitalista, no basta con librar una lucha defensiva y puramente “democrática”, sino que es necesario pasar a la ofensiva contra el capitalismo. Con dos terceras partes de la población de Francia oponiéndose a la “reforma” que amenaza los niveles de vida de todos los trabajadores, es muy posible vencer al gobierno de Macron … en el camino de la lucha por la revolución socialista.

Es necesario organizar una

Huelga general ilimitada para
aplastar la “reforma” pensionaria

Trabajadores de limpia, del transporte público, de refinerías, de la salud, electricistas, ferroviarios, portuarios, carteros, docentes – ¡Todos a la calle!


Las marchas de protesta contra el ataque a las pensiones han unido a todas las centrales sindicales, pero sin mover un ápice al gobierno capitalista. Arriba, manifestación en Blois, el 7 de febrero. Para ganar, hay que movilizar la fuerza de la clase obrera en una huelga general a ultranza.  (Foto: Cyril Chigot / Divergence pour Le Monde)

Movilicemos nuestras fuerzas para imponer:

  • Pensiones completas al más alto nivel para todas y todos
  • Escala móvil de salarios y de horas de trabajo para compensar la inflación y eliminar el desempleo. Semana laboral de 30 horas con paga de 40
  • Eliminar contratos a corto plazo y empleos precarios. Gran aumento para trabajadores con bajos salarios. Por un salario mínimo mensual de 2,500 euros indexado a la inflación
  • Guarderías gratuitas. Pago igual por trabajo igual
  • Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes
  • Boicot obrero al envío de armas a Ucrania. ¡Derrotar la guerra imperialista de EE.UU., la UE y la OTAN contra Rusia y China!

26 de MARZO – Entramos ya al tercer mes de movilizaciones de masas contra la “reforma” antiobrera de las pensiones del banquero-presidente Emmanuel Macron. Frente a la oposición masiva al aumento de la edad de retiro de 62 a 64 años a fin de mantener la “competitividad” (léase, las ganancias) del capitalismo francés, el 15 de marzo, el presidente que se autocalifica como “jupiteriano” ha recurrido al profundamente antidemocrático artículo 49.3 de la Constitución,1 para imponer su demolición del sistema de retiro sin la votación del parlamento. Cuatro días más tarde, el gobierno de su primera ministra, Elisabeth Borne, apenas sobrevivió una moción de censura parlamentaria. Y el 22 de marzo, tras su entrevista televisada en los canales TF1 y France 2, Macron calificó con arrogancia a los manifestantes que se oponen a sus proyectos como una “chusma” de “sediciosos”. El resultado: una auténtica explosión de ira popular.

Millones de trabajadores en Francia están hartos de este presidente de los ricos y de sus caprichos. En lugar de desgastarse, como esperaban Macron y su equipo de operadores políticos en el palacio del Elíseo y el hotel Matignon,2 las movilizaciones sindicales del 23 de marzo fueron más grandes que nunca: tres millones y medio de manifestantes en todo el país, según la confederación sindical CGT, con 800 mil en París. “¿Quiénes son los sediciosos? ¿Quién es la chusma? Macron, ¡renuncia!”, coreaban manifestantes encolerizados en Le Havre. Contrariamente a las confrontaciones previas, las huelgas de trabajadores de limpia, de ferrocarrileros y de los transportes urbanos, en las centrales eléctricas, los puertos y las refinerías –en donde la organización sindical es relativamente fuerte y donde los trabajadores tienen un peso estratégico– han comenzado a converger en el tiempo. Los jóvenes han salido en masa, especialmente los preparatorianos, ahora que han concluido sus exámenes finales.

Bien consciente de que su régimen no dispone más que de una estrecha base de apoyo, que millones de sus electores no votaron por él más que para evitar el triunfo del fascista Rassemblement National (RN) y que el proletariado no ha sido vencido, este aspirante a Bonaparte ha respondido con una represión feroz. Manifestantes pacíficos han sido atacados con gas lacrimógeno y a toletazos. Como en las protestas de los “chalecos amarillos” de 2019, las víctimas están perdiendo ojos, manos y dedos a causa de las granadas de la policía. Ahora, Macron ataca a los trabajadores de industrias clave con órdenes de requisa: la sanción para los que se rehúsen a trabajar por la fuerza asciende a seis meses de prisión y a 10 mil euros de multa [unos 200,000 pesos mexicanos]. Sin embargo, en una victoria que muestra el camino, el 24 de marzo, cientos de trabajadores portuarios y fabriles de Normandía, así como partidarios de la huelga llegados en autobús desde París para apoyar a los huelguistas de la refinería Total Normandie en Gonfreville-l’Orcher, enfrentaron a la policía y restablecieron el piquete de huelga.


La policía ataca a manifestantes en Paris, 23 de marzo.  (Foto: Christophe Ena / AP)

La burocracia sindical ha reaccionado pasivamente desde el principio. Después del 19 de enero, no ha propuesto ninguna estrategia que no sea la de las jornadas de movilización cada quince días. Hoy propone, cuando mucho, más de lo mismo –siguiente fecha, 28 de marzo– mientras que algunos, como Laurent Berger de la CFDT, quieren poner fin a las manifestaciones, contando con que el Consejo Constitucional les ayude. Es la misma receta para la derrota que los dirigentes sindicales han seguido a lo largo de décadas y que llevó a la derrota de las movilizaciones de 2010 contra el aumento de la edad de jubilación a 62 años. La intransigencia de Macron ha llevado incluso a los serviles socialdemócratas a la cabeza de la CFDT a unirse a la Intersindical, el frente de federaciones sindicales que dirige las manifestaciones. Pero esta unidad poco habitual en la cúpula se hace sobre la base de la política de la colaboración de clases, y los burócratas no hacen más que suplicar a Macron que no implemente su propio plan.

Para ganar esta crucial batalla de clase, hace falta arrebatar el control de las huelgas a los burócratas venales, profundamente vinculados al estado capitalista. Hace falta echar a estos “lugartenientes obreros de la clase capitalista”, como los llamaba Lenin, citando las palabras del socialista norteamericano Daniel De Leon, y forjar una dirección revolucionaria de los sindicatos sobre la base de un programa de intransigente lucha de clases. Para empezar, esto implica trascender las coordinaciones locales para formar comités de huelga elegidos a fin de unir a todos los afiliados de los varios sindicatos, lo mismo que a los trabajadores no sindicalizados, entre los cuales se encontrarán huelguistas ejemplares. Implica establecer piquetes de huelga masivos que nadie pueda cruzar, para extender la huelga y defender a los huelguistas. En fin, esto exige un comité nacional de huelga elegido y revocable en todo momento. Frente a un enemigo implacable, no será apoyándose en unos cuantos sectores clave que se obtendrá una victoria “por procuración” para el conjunto de los trabajadores.

En 2010 también, era necesario movilizar el poder de la clase obrera para parar la “reforma” de las pensiones de Sarkozy. Aquí se puede leer el suplemento de L’Internationaliste. (Haz clic para bajar el pdf). 

Muchos en la izquierda consideran las huelgas renovables (grèves reconductibles) cuya continuación se somete a votación cada día en asambleas generales, como una suerte de alternativa a las interminables “jornadas de acción” con globos gigantes, sabrosas salchichas merguez y evocativas grabaciones de la canción [asociada en Francia con la Comuna de París de 1871] Temps des cerises3 … que, sin embargo, no llevan a ningún lado. Las huelgas renovables pueden ser toleradas por la burocracia sindical procapitalista, y no son un remplazo de la movilización del poder de la clase obrera, a la cabeza de todos los oprimidos, en una lucha de clases a ultranza. Como fue el caso con la “reforma” de Nicolas Sarkozy en 2010, para vencer la obstinada campaña de Macron que pretende destripar las pensiones y preparar el terreno para un nuevo aumento de la edad de retiro, será necesario nada menos que una huelga general indefinida –no una seudohuelga de uno o dos días, ni una huelga “renovable”, sino una lucha hasta el final– que pondrá necesariamente en el orden del día la cuestión del poder y, por lo tanto, la lucha por un gobierno obrero.

Es imperativo extender el movimiento de huelga, sobre todo al sector privado (incluso a empresas tristemente célebres por su política antisindical, como Amazon). Para sobrepasar las huelgas gremiales, hace falta presentar una plataforma de lucha de clases que pueda servir de puente entre las reivindicaciones inmediatas, las más resentidas hoy en día, y el objetivo de la revolución socialista, como propuso León Trotsky en el Programa de Transición (1938). No solamente el retorno de la edad de retiro a los 60 años (55 en los sectores insalubres) y la defensa de los regímenes especiales (SNCF, RATP, EDF, etc.) contra los ataques del estado patronal, sino el retiro a tasa completa para todos al más alto nivel. Contra el desmantelamiento de la ley sobre las 35 horas y la explotación sin misericordia (que condujo a la infame ola de suicidios en France Télécom), es preciso luchar por una fuerte reducción del tiempo de trabajo sin disminución salarial, lo que creará nuevos puestos de trabajo.

Un programa así (véase recuadro arriba) combatiría la discriminación de que son objeto las mujeres debido a la extensión de los períodos de trabajo ininterrumpido4 y reivindica las guarderías gratuitas. Contra el trabajo precario y mal remunerado de los trabajadores jóvenes y la amenaza de regimentación en los programas de “servicio nacional” de Macron, exigiría un fuerte aumento al salario mínimo y seguridad del empleo para todos. Un paso en dirección del control obrero consistiría en sistematizar las acciones de los trabajadores de EDF para proveer de energía eléctrica gratuita a los sectores y a los hogares en riesgo. Además, dado que se ha anunciado que la inmigración será el próximo blanco de Macron, es necesario luchar por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes y por la acción obrera para poner alto a las deportaciones. Y contra la represión, como escribió Trotsky: “Con motivo de cada huelga y manifestación callejera, se debe promover la idea de la necesidad de crear destacamentos obreros de autodefensa.”

La izquierda a la deriva


Diez enormes movilizaciones “bien portadas”, cada una de las cuales ha reunido al menos a un millón de manifestantes, no han logrado poner alto a Macron. “Nos tratan como perros. Es tiempo de morder”, dice la lona. Ciertamente, pero ¿cómo? Es necesario movilizar el poder de la clase obrera en una huelga general ilimitada que paralice al país. Esto pondría en el orden del día la cuestión del poder, es decir, del estado capitalista.  (Foto: Loic Venance / AFP)

Sobre todo, la guerra en torno a las pensiones es una lucha política contra el estado capitalista y contra el imperialismo. Poco importa quién esté al mando –ya sea que se trate del gobierno derechista de Macron, de un gobierno dirigido por los fascistas de Marine Le Pen (como el de Giorgia Meloni en Italia), o de un populista “de izquierda” como Jean-Luc Mélenchon, sostenido por los dirigentes sindicales y la izquierda reformista en el marco de un nuevo “frente popular”–, pues son (o serían) en todos los casos gobiernos burgueses. Ejecutarían las directrices del capital, que está en pie de guerra, aprovechando cada crisis, de la pandemia de COVID a la guerra de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN contra Rusia, para mantener sus ganancias, reforzar sus aparatos represivos y reprimir a los trabajadores y toda amenaza a su dominio de clase. Mientras que la clase dirigente se desembaraza de las formas de la “democracia” parlamentaria (mediante el artículo 49.3), un gobierno obrero debe basarse en consejos obreros (soviets) construidos en el curso de la lucha.

Macron blande el espectro del fascismo contra aquellos que se manifiestan contra su “reforma” antiobrera, hablando de “sedición”, utilizando la cargada expresión de factieux –el mismo término usado para señalar los fascistas en los años 1930 y por los terroristas de la OAS (Organisation de l’Armé Secrète) durante la guerra de Argelia–y asimilándolos cínicamente con los motines del 6 de enero de 2021 de partidarios fascistoides de Trump en Washington y con la imitación que de éstos realizaron los partidarios fascistoides de Bolsonaro el 8 de enero de 2023 en Brasilia. De hecho, el siniestro Rassemblement National fascista de Le Pen espera en los márgenes, pero su fingida oposición a la “reforma” de Macron es pura demagogia. La RN se opone a las huelgas y hace eco de las mentiras burguesas según las cuales el sistema de pensiones será desbaratado por la prolongación de la expectativa de vida de la población. ¿Su solución? Purgar a los “extranjeros” es decir, a los trabajadores inmigrantes que son indispensables en sectores enteros de la economía.

El aspirante a Bonaparte Emmanuel Macron y su primera ministra Elisabeth Borne tras una reunión con dirigentes sindicales en diciembre de 2022. Para defender los intereses del capital, gobiernan por decreto. 
(Foto : Jacques Witt / SIPA)

La “Quinta República” semibonapartista, instaurada por medio de un golpe de estado militar en 1958 y presidida en sus primeros años por el general Charles de Gaulle, se encuentra en crisis, su fachada “democrática” se resquebraja a medida que la malhadada primera ministra Borne ha empleado el artículo 49.3 once veces ya para promulgar medidas para las que no dispone de mayoría legislativa. En realidad, el gobierno “de izquierda” de François Mitterrand sobrepasó al de Macron al usar dicho artículo 28 veces para hacer aprobar medidas antipopulares, como la restructuración del ejército y la privatización de Renault. Pero no debe haber ninguna ilusión en que una Sexta República, preconizada desde hace mucho tiempo por Mélenchon y su France Insoumise (LFI), sería más democrática. Aunque el líder máximo nacionalista “de izquierda” asume aires de caudillo latinoamericano, sobre el terreno francés no puede hacer más que teatro parlamentario.

Mélenchon (igual que Le Pen) vende la idea de un referéndum imaginario como antídoto al ataque contra las pensiones. En lo concreto, su realización implicaría reunir 4.87 millones de firmas (el 10 por ciento del padrón electoral) en los nueve meses siguientes a la entrada en vigor de la “reforma” pensionaria, para que el texto sea enviado al Senado y a la Cámara de Diputados, que no están obligados a hacer nada. En suma, se trata de un callejón sin salida.

Mientras que Macron y los medios burgueses atizan la histeria en apoyo a Ucrania, donde el régimen infestado de fascistas tomó el poder mediante un golpe de estado patrocinado por el imperialismo en 2014, Mélenchon es un partidario incondicional de la campaña de guerra imperialista subsidiaria de Estados Unidos y la OTAN librada a través de su régimen cliente en Kiev. La gran mayoría de la izquierda oportunista se le ha unido para fustigar a Rusia, una potencia capitalista regional, y a China, un estado obrero burocráticamente deformado –que fue el único país que pudo contener los estragos de la pandemia de COVID-19 al movilizar los recursos de una economía colectivizada. La dirección otrora seudotrotskista del Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA), ahora totalmente socialdemocratizada, se ha integrado a la NUPES (Nouvelle Union Popularie Écologique et Sociale [Nueva Unión Popular Ecológica y Social]), un destartalado frente popular articulado en torno a Mélenchon/LFI y al reformista Partido Comunista (PCF).


Para romper la huelga de los trabajadores de las refinerías, Macron ha recurrido a la requisa. Aquí, la policía enfrenta huelguistas en la refinería de Gonfreville-L’Orcher, cerca de Le Havre, 24 de marzo. Para defender los piquetes de huelga, es necesario formar grupos de autodefensa obrera. (Foto: Lou Benoist / AFP)

Mientras que las direcciones de la CGT/CFDT/FO buscan presionar al Consejo Constitucional mediante huelgas, las diversas organizaciones de la “extrema izquierda” sirven, como de costumbre, de careta de “izquierda” de la burocracia sindical. Sus llamados rituales a la “huelga general” buscan ejercer presión a la Intersindical para que se incline ligeramente a la izquierda. Mientras que la dirección del NPA, con Olivier Besancenot y Philippe Poutou, no es más que un apéndice del frente popular LFI/NUPES, Lutte Ouvrière (LO), que tiene como figura de proa a Nathalie Arthaud, no tiene prácticamente nada que decir sobre la cuestión clave: ¿qué hacer? Su editorial de esta semana (“¡La moción de censura de los trabajadores es la huelga!”) declara: “Lo que el gobierno haga, ¡los trabajadores pueden deshacerlo mediante la huelga!” (Lutte Ouvrière, 24 de marzo). ¡Es todo! LO se alista para culpar a la clase obrera misma por la crisis de la dirección proletaria.

Por su parte, Révolution Permanente (RP, filial francesa de la corriente internacional mal-llamada Fracción Trotskista [FT]), que tras haber huido del NPA mientras se hunde, abrió su propio changarro en diciembre pasado, observaba hace pocas semanas que no había una crisis revolucionaria en Francia, mientras que aconsejaba a la LFI de Mélenchon que fuera más “jacobina” y llamara a la abolición del senado y a la formación de una asamblea legislativa única en su putativa Sexta República. En 2019, RP aseguró que el movimiento de los Chalecos Amarillos constituía una verdadera amenaza revolucionaria para el capitalismo francés, en razón de que hubo algunos atentados contra el Arco del Triunfo y se incendió un restaurante de alta gama. Ahora, tras el “golpe de estado democrático” (¡!) de la utilización del 49.3 por Macron y algunos botes de basura a los que se prendió fuego tras la movilización sindical del 23 de marzo, RP proclama la llegada de un “momento prerrevolucionario” (Révolution Permanente, 25 de marzo).

El vehículo actual de las inveteradas maniobras de RP/FT es una “Red por la huelga general” destinada a promover “huelgas renovables” por doquier. Sin embargo, esta “red” y sus “comités de acción para la huelga general” son esencialmente grupos de fachada de sus simpatizantes para presionar a la burocracia sindical para que convoque a una “huelga general” genérica. Sin embargo, una huelga general pone en el orden del día la cuestión de la toma del poder y si es dirigida por jefes sindicales procapitalistas no puede ganar. Ésta es la razón por la que Trotsky en los años 1930 llamó a la formación de comités de fábrica, consejos obreros y comités de acción como formas organizativas de una lucha proletaria de masas, como los soviets en la Revolución Rusa de 1917. El llamado de RP/FT es una caricatura de la política revolucionaria, para tener una cubierta de izquierda tras la cual “vender sus mercancías a la sombra del frente popular”, como Trotsky escribió a propósito de los centristas en los años 1930.

La aguda crisis actual del régimen de Macron, confrontado por una persistente oposición de sectores clave de la clase obrera apoyados por una mayoría aplastante de la población (más de dos tercios, según todos los sondeos de opinión), tiene el potencial de transformarse en una situación revolucionaria. La ley que pretende destruir las pensiones de los trabajadores puede ser derrotada, además de que el pretendido Bonaparte puede ser echado del Palacio del Elíseo. Esto, sin embargo, no podrá ser logrado mediante una política de presión parlamentaria y de interminables desfiles tipo frente popular, desde la Ópera hasta la Bastilla, y de la plaza de la República a la plaza de la Nación, etc. Esto no puede sino ser el subproducto de una lucha revolucionaria por el poder, de una huelga general ilimitada, que requiere la dirección de un partido auténticamente comunista de la vanguardia proletaria.


El Grupo Internacionalista en manifestación, convocada por el Sindicato de Electricistas Mexicanos (SME), de solidaridad con trabajadores franceses en lucha contra la "reforma" pensionaria, Ciudad de México, 30 de marzo.  (Foto: Revolución Permanente)

La batalla en torno a los derechos al retiro en Francia es una constante desde hace 30 años, a partir del plan del primer ministro Édouard Balladur de 1993 para reducir las pensiones del sector privado y del ataque fallido del primer ministro Alain Juppé contra los “regímenes especiales” de los sindicatos más poderosos. Como han señalado prácticamente todos los comentaristas burgueses, la ola de oposición a la “reforma” de Macron se explica por el hecho de que equivale a un ataque frontal contra los programas de solidaridad social que están en el centro del “modo de vida francés”. Y como todos los trabajadores franceses saben, los aspectos esenciales de estos programas son fruto de grandes luchas sociales. Las vacaciones anuales de un mes son el resultado de la huelga general de 1936. Pero esta conquista fue un “premio de consolación” que resultó del hecho de que la huelga, que tenía el potencial de transformarse en una revolución proletaria, fue traicionada por el reformista PCF estalinista, experto en “saber cuándo terminar una huelga”, en 1936 y 1968.5

La clave es la dirección revolucionaria. Sin ella, la movilización que ha producido diez enormes marchas de masas no llevará a nada. Si se los deja hacer, los dirigentes sindicales vendidos ayudarían a Macron a desgastar las manifestaciones. Algunas noches de “protestas salvajes” recorriendo las calles, enfrentando a la policía y prendiendo fuego a contenedores de basura no van a cambiar nada. El hecho de que en este momento la mayor parte de la población “comprende” (y tácitamente apoya) a estos “amotinados” indica que es consciente de que las marchas quincenales no son suficientes. Pero esta situación no va a durar. O bien la clase obrera se moviliza en una dura lucha de clases, o bien las fuerzas del capital, dirigidas por el presidente-banquero de 45 años, triunfarán –y millones de trabajadores pagarán el alto precio.

La lucha por forjar un partido obrero basado en el programa bolchevique de Lenin y Trotsky, que funcione como tribuno de todos los oprimidos y que luche por un gobierno obrero y por la revolución socialista internacional, es la clave de la batalla en torno a los derechos al retiro en Francia. Este combate es indisociable de la lucha por la acción de los trabajadores en contra de la guerra imperialista. La derrota de la huelga general de 1936 y el bloqueo de la revolución proletaria a manos del frente popular de Léon Blum, así como la derrota de las fuerzas republicanas del Frente Popular en la Guerra Civil Española, prepararon la victoria del mariscal Philippe Pétain y del generalísimo Francisco Franco, y abrieron la vía hacia la hecatombe de la imperialista Segunda Guerra Mundial. Hoy, mientras que los imperialistas de Estados Unidos, la OTAN y la UE se precipitan hacia una tercera guerra mundial termonuclear, lo que está en juego es igual de importante, si no es que más. ■

  1. 1. El artículo 49, párrafo 3 de la Constitución de la Quinta República Francesa, adoptada en 1958, establece que el primer ministro puede “invocar la responsabilidad del gobierno ante la Asamblea Nacional para la votación de un proyecto de ley relativo a las finanzas”. Entonces se “consideraría adoptado” sin una votación del parlamento, a menos que el gobierno sea derribado con una moción de censura aprobada en un plazo de 24 horas. Con su lenguaje arcano, esta cláusula permite que el gobierno legisle por decreto sobre asuntos presupuestarios. Si bien la cláusula en sí misma niega cualquier pretensión de democracia parlamentaria, usarla para impulsar un cambio de envergadura en la legislación social es una descarada expresión de la dictadura de la burguesía.
  2. 2. Sedes respectivas de las oficinas del presidente y de la primera ministra.
  3. 3. Le temps des cerises (el tiempo de los cerezos), es una emotiva canción escrita por el compositor francés Jean-Baptiste Clément, un combatiente de la Comuna de París, quien se la dedicó a una enfermera que luchó en la Semana Sangrienta en mayo de 1871 cuando las tropas francesas aplastaron a la Comuna, masacrando a miles (y posteriormente ejecutando a decenas de miles) de comuneros. Los versos evocan una época posterior a una revolución, cuando la opresión y la explotación han sido superadas, lo mismo que el dolor de la lucha por realizarla.
  4. 4. El que se haya elevado el número requerido de años de empleo continuo ha limitado notablemente la posibilidad de jubilarse y redujo las pensiones de las mujeres que dejaron de trabajar durante varios años para cuidar a sus hijos.